miércoles, 28 de mayo de 2014

Honduras: Dos autopsias mediáticas

latribuna.hn
Por Fabricio Estrada

Quien domina la distribución mercantil de la información domina los códigos de esta información. Lo dice Mattelart y se confirma a nivel mundial. La cámara puede estar mostrando un dragón que apareció de pronto en medio de un parque, con todo lo que esto significa para la paleontología, para la épica...para la fantasía de los niños, y el presentador dirá: "un reptil con alas fue visto en zona recreativa creando pánico entre los transeúntes...". 

Bueno, más o menos este es el discurso instaurado, desprovisto de toda significado transversal, unificado en la propaganda del miedo, de la cobertura del poder.

Hay dos intervenciones públicas de este poder que merecen la atención en la Honduras de las últimas dos semanas.

La primera corresponde al representante del Estado hondureño ante la CorteIDH, en su defensa ante las acusaciones de los garífunas de Triunfo de la Cruz, Tela, que acusan al Estado de sistemáticos despojos de su territorio ancestral en detrimento de su cultura, persecución violenta y acorralamiento de sus líderes, todo esto en pro de la inversión privada.

"Quiero hacerle una pregunta -dijo el representante de Juan Orlando Hernández a la representante garífuna- ¿Usted sabía que antes que "ustedes" llegaran a Honduras ya existían pueblos ancestrales como los "jikakes" y estos no se han pronunciado al respecto, como ustedes?"

"¿Qué significa ancestral para ustedes?"

"¿Qué criterios tienen ustedes para considerar garífuna a alguien?"

En esas tres preguntas, el Estado de JOH prácticamente diluyó todos los intentos de gobiernos anteriores por crear un lenguaje de nación y desbarató de un solo golpe la construcción de la supuesta identidad hondureña. Sin ancestros no hay memoria, sin memoria no hay arraigo, sin arraigo el pueblo garífuna debe buscar otro "territorio" o, en su defecto, penar en diáspora en busca de su propio Estado.

Al referirse a los Tolupanes como "Jikakes", el representante estatal utilizó el término "Salvaje" con que los españoles designaron a esta etnia de las montañas de Yoro y norte de Francisco Morazán, saltándose todos los tactos y los esfuerzos de muchos y muchas por designar con su verdadero nombre a los Tolupanes. Revirtió, nuevamente, la lengua tolupán como un auto-escarnio y despreció la lucha de siglos que esta etnia ha llevado a cabo para evitar su extinción ante el acoso de los ladinos.

Y hablando de ladinos, precisamente,  hablando de ese mestizaje incontenible dentro de Honduras, al preguntar sobre los criterios con que los garífunas argumentan su propio origen racial, el representante de JOH lanzó un dardo irónico al hecho de que la intérprete que acompañaba a la lideresa garífuna en su interlocución del garinagú al castellano, fuera "más clara que la piel negra garífuna", una observación que la lideresa garífuna no pudo responder con el filo necesario

¿Cuál hubiera sido ese filo? Pues simple: los garífunas son la mezcla racial entre negros africanos con indios Caribes y otros pueblos ancestrales que ya habitaban el caribe y Honduras para 1796, año de su deportación por los ingleses desde la isla de San Vicente, donde se sublevaron. "Ser más clara o más negra" no es una deficiencia ancestral, al contrario, vuelve más profundo el arraigo proveniente de dos pueblos con enorme identidad, tanta identidad que se desbordó hacia la sangre mestiza de todo el territorio nacional, impregnando con sus rasgos y sus ritmos de convivencia a lo que el Estado vuelve utilitario, vitrina folclórica, aprovechamiento deportivo y comparsa.

En síntesis, o es ignorancia total utilizada con alevosía (el arma del ignorante con poder que sabe perfectamente que su propia ignorancia esgrimida como arma duele doble a quien es conocedor pero es impotente), o es el más refinado escarnio de la diplomacia del golpe, bien asesorada por la diplomacia colombiana o israelí.

La otra intervención es la del periodista Eduardo Maldonado del noticiario HCH (Hable Como Habla). Inquietante, grosera y de alto corte "colaboracionista". ¿Colaboracionista con qué enemigo? Sabemos en Honduras que estamos siendo acechados permanentemente: acecha la delincuencia y acecha la contra-inteligencia militar. No es un secreto. El secreto está en cuánto tiempo tarda en llegar el otro golpe. El golpe es indiscriminado, todos somos objetivos. Los voceros, apenas se revela lo inocultable, saltan inmediatamente a negar los hechos evidentes y contrarrestan con la maquinal frase protocolaria: "sin duda alguna estas acusaciones responden a una campaña orquestada por gente que ya sabemos a qué intereses responden".

Y aquí es donde comienza la intervención de Eduardo Maldonado, en vivo y en directo con uno de los mayores rating de la televisión hondureña:

"Sin duda esto que está circulando es toda una estrategia de desprestigio a la institución policial. Dejen de atacar, hombre, la policía está capturando a los extorsionadores con mucho éxito, los que hacen esto son gente mala que a saber qué buscan desestabilizar..."

"Pero la policía ya sabe quiénes son los que hacen esto, ya van a ver, la policía ya sabe dónde viven, con quién se llevan... "

"Voy a abrir los teléfonos para que la gente se exprese de esto".

No hay campaña de desprestigio, creo. Cada acción humana en sociedad provoca un mensaje. El mensaje que el ejército y la policía hondureña lanzaron a la población durante el golpe de Estado fue "aquí mandamos nosotros sin restricciones gracias al Estado de Excepción aprobado por los legisladores que aprobaron el golpe... ahora comienza la forma de resolver los problemas de la democracia".

Todo lo que puede expresarse es lenguaje, sin duda alguna, y el lenguaje termina siendo comprendido una vez que se instaura a todo nivel. La población sabe, a pies juntillas, qué tipo de lenguaje habló el estatamento militar durante el golpe de Estado y eso no lo olvida porque lo vive de manera cotidiana. La violencia física y la amenaza verbal se complementan. Se vuelven cultura irradiada desde el poder a través de los medios "colaboracionistas". Existe todo un sistema de "ocupación" del territorio mediático: desde tropas contra-insurgentes a nivel urbano hasta periodistas que dictan el canon del poder implacablemente. La policía y los periodistas tarifados entonces, crean la campaña contra sí mismos, y así lo entiende la población despierta. Sus acciones atacan la institucionalidad, sus alevosías desinformativas, sus atrocidades contra la más mínima expresión ciudadana.

Cuando Maldonado dice que la policía ya sabe dónde viven quienes diseñaron el meme, está confirmando la articulación del poder con sus respectivos voceros instauradores del miedo. Avisa, anuncia y pide a los representantes de la institución a que llamen al programa para advertir lo que sucederá con quienes se atreven a señalar algo de dominio público que se demuestra con la gran cantidad de uniformes oficiales utilizados por bandas criminales en sus masacres. Si bien es cierto no todos son policías activos pero sí indica que el entramado es tan promiscuo que es imposible determinar dónde termina el policía y donde comienza el sicario.

A abrir los teléfonos, Maldonado esperaba una avalancha ciudadana en apoyo a la institución policial pero sucedió lo contrario. Las llamadas se convirtieron en testimonios del horror ciudadano frente a la brutalidad policial. Nadie salió en defensa de la policía. De cinco llamadas nadie. Cinco de cinco antes de suspender la dinámica de opinión al aire y pasar al publicity de un mall.

Por esta vez la estrategia no funcionó pero se insistirá, sin duda, quizá con la otra cara: Renato Álvarez. Lo que deja de insistir en un lado aparece sutil en el otro medio. El uno sirve para golpear con saña y el otro para dar la cara de conciliador: la coreografía mediática en el protocolo de tortura pública institucionalizada.

 

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