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Por Mike Whitney - counterpunch.org
¿Es el acuerdo de Obama por el techo de la deuda el peor trato de la historia de EE.UU.?
Probablemente, pero no por los motivos que se discuten actualmente en los medios.
Lo que hace que el trato sea un desastre total es que despoja al Congreso de su autoridad constitucional para controlar el portamonedas de la nación. Esa autoridad se entregará a un comité bipartidista que decidirá cómo recortar 1,5 billones [millones de millones] de dólares del presupuesto a fin de reducir los déficit. Pero, ya que el comité estará formado por partes iguales por republicanos y demócratas, es probable que haya desacuerdo sobre qué programas deben recortarse.
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Bastante siniestro ¿verdad? Es una manera subrepticia de abolir la autoridad primordial del Congreso mientras se convierte la austeridad en la posición por defecto del gobierno de EE.UU. Cada vez que haya dudas: “¡Recortad los gastos!”. Naturalmente, el Partido Republicano rechazó todo acuerdo que involucre nuevos impuestos.
Lo siguiente proviene del sitio en la web de la Casa Blanca:
“El acuerdo involucra un proceso para estatuir 1,5 billones de dólares en reducción adicional del déficit mediante un comité bipartidista, bicameral, del Congreso: El acuerdo crea un comité bipartidista, bicameral, del Congreso que está encargado de estatuir 1,5 billones de dólares de reducción adicional del déficit hasta finales del año…
Para lograr este objetivo, el comité considerará una responsable ayuda social y una reforma tributaria. Esto significa colocar todas las prioridades de ambos partidos sobre la mesa, incluida la reforma de la ayuda social y una reforma tributaria que aumente los ingresos… El acuerdo incluye un secuestro automático de ciertos programas de gastos para asegurar que –entre el Comité y el iniciador– por lo menos fijemos otros 1,2 billones de dólares de reducción del déficit hasta 2013.”
No es sorprendente que expertos liberales por doquier se quejen de que a Obama le "asaltaron" o, peor todavía, le "chantajearon".
¡Qué insensatez! Es el plan que Obama quiso desde el principio, solo que los liberales simplemente no quisieron escuchar hasta ahora. Estaban demasiado ensimismados con su excelsa oratoria y su historia personal como si fuera una prueba infalible de un corazón bondadoso y una visión progresista.
Bueno, ¿adivinad qué más? No es así. El individuo no es el que pretende ser. Lo que sigue es un pasaje de un discurso pronunciado por Obama en noviembre de 2008, antes de tomar posesión del mando, y mucho antes de que los déficit del presupuesto se convirtieran en un problema.
“Nuestra economía está atrapada en un círculo vicioso: el revuelo respecto a Wall Street significa una nueva vuelta de amarre de la correa para familias y negocios en la Calle Mayor… tendremos que examinar minuciosamente nuestro presupuesto federal, línea por línea, y también realizar recortes y sacrificios significativos”.
¿En serio? ¿Quiere decir que Obama estaba parloteando el mantra de la derecha incluso antes de entrar en el Despacho Oval?
Muy en serio; eso que explica por qué escogió a los dos perdedores más responsables del derrumbe financiero de 2008 para que dirigieran su equipo de economía: Lawrence Summers y Timothy Geithner. Los devotos de Obama minimizaron la importancia de los nombramientos como un error de neófito ya que no querían criticar al Querido Líder. Incluso ahora, se quejan y afirman que Obama fue embaucado o –escuchad bien– un “mal negociador”.
Volvamos a la realidad. Obama está tan a la derecha como es posible sin ponerse un tricornio y unirse a una milicia. ¿No lo creéis?
Ahora, un pasaje de su libro Audacity of Hope [Audacia de la esperanza] en el cual elogia efusivamente al héroe de su infancia, Ronald Reagan:
“Reagan correspondió al ansia de orden de EE.UU., a nuestra necesidad de creer que no estamos simplemente sometidos a fuerzas ciegas, impersonales, sino que podemos conformar nuestros destinos individuales y colectivos, siempre que redescubramos las virtudes tradicionales de trabajo duro, patriotismo, responsabilidad personal, optimismo, y fe”.
El hecho de que ese mensaje de Reagan haya encontrado una audiencia tan receptiva habla no solo de su habilidad como comunicador; también nos dice que el gobierno liberal no fue capaz, durante un período de estancamiento económico, de dar a los votantes de clase media algún sentido de que estaba luchando por ellos. Porque el hecho es que ese gobierno gastó a todos los niveles los dineros públicos de un modo demasiado displicente. Demasiado a menudo, las burocracias ignoraban el coste de sus iniciativas. Gran parte de la retórica liberal parecía valorar los derechos y prestaciones por encima de los deberes y responsabilidades. Reagan puede haber exagerado los pecados del Estado de bienestar, y ciertamente los liberales tenían razón al quejarse de que sus políticas interiores se orientaban fuertemente a favor de las elites económicas, ya que los filibusteros corporativos consiguieron grandes ganancias durante los años ochenta, mientras se destruian los sindicatos y se pisoteaba el salario del trabajador de a pie.
A pesar de todo, al prometer que se pondría de parte de los que trabajaban duro, obedecían la ley, velaban por sus familias y amaban a su país, Reagan ofreció a los estadounidenses un sentido de propósito común que los liberales ya no parecían compartir. Y mientras más lo criticaban, más se ajustaban los críticos al papel que él había previsto para ellos, una banda de elitistas políticamente correctos fuera de contacto, que cobraban impuestos y los gastaban, y que culpaban a EE.UU. primero. (Audacity of Hope, 31-32). (Pasaje de: Christopher Caldwell, What Obama Owes to Reagan, Daily Kos)
¿Habéis oído alguna vez a un progresista que opinara tan intensamente sobre las virtudes del Gipper o parloteara sobre el trabajo duro, sobre estadounidenses patriotas respetuosos de la ley, todo lo cual es un código para los fanáticos ultranacionalistas de la derecha?
A Obama no le chantajearon: es tan favorable a las corporaciones como el que más. Basta con mirar su historial. A continuación, un pasaje de Jeff Cohen de FAIR:
“En 2006 un senador Obama relativamente nuevo fue el único senador que habló en la reunión inaugural del Proyecto Alexander Hamilton lanzado por demócratas de Wall Street como Robert Rubin y Roger Altman, secretario del Tesoro de Bill Clinton y secretario adjunto. Obama los elogió como “políticos innovadores, juicioso”. (Fue la cruzada de Rubin para desregular Wall Street a finales de los noventa lo que llevó directamente a la catástrofe económica de 2008 y a nuestra crisis actual.)
A principios de 2007, mucho antes de que fuera precandidato a presidente, Obama estaba recibiendo más dinero de intereses de Wall Street que cualquier otro candidato, incluida la candidata a presidenta por Nueva York, Hillary Clinton, y Rudy Giuliani.
En junio de 2008, en cuanto Hillary terminó su campaña, Obama habló en CNBC, dejó de lado la etiqueta “populista” y anunció: “Vean: Soy un tipo favorable al crecimiento, de libre mercado. Me encanta el mercado.” Llenó su equipo económico de amigos de Wall Street, escogió a uno de los desreguladores de Wall Street de Bill Clinton, Larry Summers, como su principal consejero económico.” (“Obama NO “cede” ante los intereses corporativos, Jeff Cohen, Smirking Chimp)
Obama ha estado apuntando a Medicare, Medicaid y la seguridad social desde el comienzo. ¿Por qué iba a dar su apoyo Wall Street a un total “desconocido”, un senador durante solo dos años, sin experiencia en política exterior y antecedentes de organización comunitaria? No es exactamente el tipo de currículo que lleve a que se obtenga una victoria fácil para el máximo puesto del Imperio. Tiene que haber habido un quid pro quo, un acuerdo tácito de que si Obama resultaba elegido llevaría a cabo el programa de las corporaciones y el gran dinero. Y es lo que ha hecho.
El fiasco del techo de la deuda solo prueba que Obama cumple sus promesas. En otras palabras, es hora de “pagar la deuda”.
Mike Whitney vive en el Estado Washington. Para contactos: fergiewhitney@msn.com
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