Foto Cintia Bolio (Cartonclub) |
Por Daniel Gatti | Rel-UITA
América Latina está quedando cada vez más como la
única región del planeta en la que los cultivos transgénicos no sólo se
mantienen sino crecen.
Según el último informe de la asociación Amigos de la Tierra Internacional, publicado hoy miércoles 30, el
90 por ciento de las plantaciones de organismos genéticamente
modificados (OGM) se concentra en apenas seis países que abarcan a
apenas el uno por ciento de los agricultores del planeta.
El país que más OGM tiene es, de lejos y como era de esperar, Estados Unidos, que consagra 70,1 millones de hectáreas a estas plantaciones (y de todo tipo de especies: maíz, soja, canola, alfalfa, algodón…). Le siguen Brasil, con 40,3 millones de hectáreas, y Argentina, con 24,4 millones, ambos repletos de soja, maíz y algodón.
La lista de los primeros seis se completa con India, Canadá y China, en ese orden, pero si se amplía a diez entran en ella Paraguay (3,6 millones de hectáreas de soja, maíz y algodón) y Uruguay, con 1,5 millones de hectáreas de cultivos sojeros y de maíz.
Y si se extiende un poco más aparecen Bolivia (en el lugar 11, con un millón de hectáreas dedicadas a la soja OGM), y más lejos México, Colombia, Chile, Honduras, Cuba y Costa Rica, los cinco con 100 mil hectáreas cada uno que alternan entre soja, algodón, maíz y canola, según el caso.
De los 27 países relevados por Amigos de la Tierra, 12 son latinoamericanos. Unas 71,4 millones de hectáreas de sus campos están dedicadas a la producción transgénica, el 40 por ciento del total mundial (175,2 millones de hectáreas).
Acción y reacción
Más allá de este núcleo, la oleada trans se retrae en todo el mundo. Europa se está progresivamente liberando de estos cultivos (sólo España persiste en fomentarlos, seis los han expresamente prohibido)
e incluso algunos de los países latinoamericanos que en principio se
abrieron a esta alternativa ahora se están arrepintiendo. Es el caso de México, que suspendió hace poco la producción de algunos de estos cultivos.
Y un papel central en esta retracción juega la resistencia de poblaciones locales y de asociaciones. Amigos de la Tierra cita un documento de 2008 de las Naciones Unidas, elaborado a lo largo de cuatro años por técnicos del organismo y detallado al extremo, que rebate la propaganda de las transnacionales productoras de OGM según la cual estos cultivos han ayudado a combatir la pobreza y el hambre. “Los transgénicos no pueden formar parte de una solución del siglo XXI para la crisis del hambre.
A pesar del bombo publicitario que los respalda, siguen estando basados en un modelo agrícola contaminante y desactualizado y en el uso excesivo de agrotóxicos”, dijo Kirtana Chandrasekaran, co-coordinadora del programa de soberanía alimentaria de Amigos de la Tierra.
“La solución a la crisis del hambre no son más transgénicos, sino la agroecología del alto rendimiento, justo el tipo de agricultura que se ve amenazada” por los OGM, señaló la activista, coincidiendo punto por punto con el informe de la ONU de hace seis años. El documento sugiere que aunque se nota una tendencia a la decadencia de los OGM, lo peor que se podría hacer sería bajar los brazos.
En África, apunta, aunque la producción de transgénicos está limitada a sólo tres países (Sudáfrica, Burkina Faso y Sudán, estos dos últimos entre los más pobres del mundo) y Kenia se sumó este año a las naciones que los prohibieron, las presiones de la industria del sector para que se libere esta producción son enormes y no se trata precisamente de un continente que se destaque por estados fuertes capaces de plantarse ante empresas mucho más poderosas que la suma de todos ellos.
Y un papel central en esta retracción juega la resistencia de poblaciones locales y de asociaciones. Amigos de la Tierra cita un documento de 2008 de las Naciones Unidas, elaborado a lo largo de cuatro años por técnicos del organismo y detallado al extremo, que rebate la propaganda de las transnacionales productoras de OGM según la cual estos cultivos han ayudado a combatir la pobreza y el hambre. “Los transgénicos no pueden formar parte de una solución del siglo XXI para la crisis del hambre.
A pesar del bombo publicitario que los respalda, siguen estando basados en un modelo agrícola contaminante y desactualizado y en el uso excesivo de agrotóxicos”, dijo Kirtana Chandrasekaran, co-coordinadora del programa de soberanía alimentaria de Amigos de la Tierra.
“La solución a la crisis del hambre no son más transgénicos, sino la agroecología del alto rendimiento, justo el tipo de agricultura que se ve amenazada” por los OGM, señaló la activista, coincidiendo punto por punto con el informe de la ONU de hace seis años. El documento sugiere que aunque se nota una tendencia a la decadencia de los OGM, lo peor que se podría hacer sería bajar los brazos.
En África, apunta, aunque la producción de transgénicos está limitada a sólo tres países (Sudáfrica, Burkina Faso y Sudán, estos dos últimos entre los más pobres del mundo) y Kenia se sumó este año a las naciones que los prohibieron, las presiones de la industria del sector para que se libere esta producción son enormes y no se trata precisamente de un continente que se destaque por estados fuertes capaces de plantarse ante empresas mucho más poderosas que la suma de todos ellos.
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