La espontaneidad de las masas es un buen síntoma que hay que seguir alentando, pero clarificando la necesidad de ir más allá de un cambio de gobierno, de la renuncia de los mandatarios o del asalto al poder de personajes perversos, que se preparan para asumirlo y seguir dando atol con el dedo al pueblo. Eso, solo puede impedirlo un movimiento social que tenga claro hacia adónde va y que no se conforme con la renuncia o con el cambio de mando en las posibles elecciones que se realicen en septiembre.
Los estudiantes y los jóvenes, de diversos estratos sociales, empiezan a despertar, y es en esa juventud en la que tenemos esperanzas, es la que no se debe quedar en el arranque, sino continuar en las calles hasta que se logre garantizar las transformaciones profundas que el Estado guatemalteco necesita.
Por lo que vemos, las izquierdas están lejos de poder incidir en este proceso, están castradas con sus propias herramientas, y ojalá recapaciten e inicien un acercamiento con otras fuerzas democráticas y sociales para dar cauce a las aspiraciones del pueblo, pues a pesar de la importante decisión que tomó ayer la Corte Suprema de Justicia, al declarar con lugar el antejuicio contra Baldetti, hay que ir pensando en la conformación de un gobierno de unidad nacional, representativo de los diversos sectores, que deje limpia la mesa e inicie la transformación del Estado para cambiar, no solo la imagen del país, sino las estructuras que frenan el desarrollo y mantienen la exclusión de diversos sectores sociales. Se necesita un proceso parecido a la caída de Ponce Vaides y del ubiquismo, cuya Junta de Gobierno, inició cambios, garantizó la conformación de una Constituyente, que dotó al pueblo de una nueva Constitución avanzada, y llamó a elecciones generales para reencauzar el país por otros derroteros.
Los retos están a la vista, el pueblo no quiere más de los mismos, nuevas personalidades deben saltar a la palestra ante la pobreza del espectro político que se disputa las elecciones. La juventud debe asumir el compromiso de cambios, pues no hay que olvidar que Árbenz, apenas tenía 31 años cuando formó parte del triunvirato, Jorge Toriello 36, Francisco Javier Arana 39, y Alfonso Bauer y Manuel Galich 26 y 31 respectivamente. El más viejo, por así decirlo, era Juan José Arévalo con 40 años, pero fueron ellos, entre muchos otros, quienes impulsaron la transformación del país.
Tampoco hay que olvidar que la oligarquía, los militares, de historia conocida, y hasta los gringos están “ojo al cristo”, tienen muchos intereses que defender y si nos descuidamos dan el zarpazo, provocarán el cambio para que nada cambie, lo que, en otras palabras, sería un funesto retroceso, perdiendo la oportunidad de construir la Guate Buena, justa, solidaria y democrática que anhelamos. Hay luces en el horizonte, no las apaguemos.
Por lo que vemos, las izquierdas están lejos de poder incidir en este proceso, están castradas con sus propias herramientas, y ojalá recapaciten e inicien un acercamiento con otras fuerzas democráticas y sociales para dar cauce a las aspiraciones del pueblo, pues a pesar de la importante decisión que tomó ayer la Corte Suprema de Justicia, al declarar con lugar el antejuicio contra Baldetti, hay que ir pensando en la conformación de un gobierno de unidad nacional, representativo de los diversos sectores, que deje limpia la mesa e inicie la transformación del Estado para cambiar, no solo la imagen del país, sino las estructuras que frenan el desarrollo y mantienen la exclusión de diversos sectores sociales. Se necesita un proceso parecido a la caída de Ponce Vaides y del ubiquismo, cuya Junta de Gobierno, inició cambios, garantizó la conformación de una Constituyente, que dotó al pueblo de una nueva Constitución avanzada, y llamó a elecciones generales para reencauzar el país por otros derroteros.
Los retos están a la vista, el pueblo no quiere más de los mismos, nuevas personalidades deben saltar a la palestra ante la pobreza del espectro político que se disputa las elecciones. La juventud debe asumir el compromiso de cambios, pues no hay que olvidar que Árbenz, apenas tenía 31 años cuando formó parte del triunvirato, Jorge Toriello 36, Francisco Javier Arana 39, y Alfonso Bauer y Manuel Galich 26 y 31 respectivamente. El más viejo, por así decirlo, era Juan José Arévalo con 40 años, pero fueron ellos, entre muchos otros, quienes impulsaron la transformación del país.
Tampoco hay que olvidar que la oligarquía, los militares, de historia conocida, y hasta los gringos están “ojo al cristo”, tienen muchos intereses que defender y si nos descuidamos dan el zarpazo, provocarán el cambio para que nada cambie, lo que, en otras palabras, sería un funesto retroceso, perdiendo la oportunidad de construir la Guate Buena, justa, solidaria y democrática que anhelamos. Hay luces en el horizonte, no las apaguemos.
Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/es/20150507/opinion/12134/Luces-en-el-horizonte.htm
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