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Por Editorial La Hora
Ayer fue un día doblemente trágico, puesto que al brutal atentado que se cometió contra personas inocentes en la Consulta Externa del Hospital General, se sumó el asesinato de dos periodistas en Mazatenango, hecho perpetrado a escasos metros de la subestación de la Policía Nacional Civil.
En este caso el atentado iba dirigido aparentemente contra el corresponsal de Prensa Libre, quien ya había denunciado las amenazas y el acoso que recibía de un jefe edil por publicaciones hechas sobre corrupción, pero también cobró la vida de un compañero quien fue blanco del ataque directo y heridas a otro comunicador.
Desafortunadamente vivimos en un país, donde el desprecio a la vida es absoluto y en donde la ciudadanía no pasa de tener un brevísimo aire con remolino para indignarse cuando ocurren hechos como los comentados. Mientras en otros lugares del mundo, la población reacciona en forma enérgica, con marchas y otro tipo de expresiones de repudio, acá no pasamos de un día de masivos mensajes en redes sociales para caer luego, en pocas horas, en el tradicional conformismo y resignación que son en buena medida factores que explican la indolencia de las autoridades que nunca sienten necesidad de rendir cuentas, de dar explicaciones y asumir su responsabilidad.
El asesinato de los periodistas es una evidencia clara de que la corrupción administrativa genera ese tipo de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad que funcionan para protección de los corruptos que se alzan con los bienes públicos. No contentos con robarse los fondos provenientes de la contribución de los ciudadanos, no vacilan en utilizar cuerpos de matones a su servicio para eliminar a quienes tienen la osadía de investigar o denunciar sus robos y su enriquecimiento ilícito.
Sostenemos que ese tipo de crímenes tienen que ser investigados por un ente independiente como la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, puesto que nuestros sistemas de investigación están contaminados por la corrupción y hemos visto cómo alcaldes que no tienen empacho en mostrarse cínicamente corruptos, logran mantener su inmunidad pese a las abrumadoras evidencias en su contra porque el sistema está hecho para garantizarles que no tengan nada que temer ante la ley.
Los periodistas independientes se convierten en blanco del malestar de los funcionarios corruptos, porque parte del papel que tenemos en la prensa en Guatemala es la fiscalización del manejo de los fondos, tomando en cuenta que la Contraloría, obligada constitucionalmente a desempeñar ese papel, es un fiasco y en realidad una tapadera para los corruptos. Los ataques a periodistas tienen que ser un objetivo preciso de la CICIG porque son la expresión violenta de los cuerpos clandestinos generados por la corrupción.
El asesinato de los periodistas es una evidencia clara de que la corrupción administrativa genera ese tipo de cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad que funcionan para protección de los corruptos que se alzan con los bienes públicos. No contentos con robarse los fondos provenientes de la contribución de los ciudadanos, no vacilan en utilizar cuerpos de matones a su servicio para eliminar a quienes tienen la osadía de investigar o denunciar sus robos y su enriquecimiento ilícito.
Sostenemos que ese tipo de crímenes tienen que ser investigados por un ente independiente como la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, puesto que nuestros sistemas de investigación están contaminados por la corrupción y hemos visto cómo alcaldes que no tienen empacho en mostrarse cínicamente corruptos, logran mantener su inmunidad pese a las abrumadoras evidencias en su contra porque el sistema está hecho para garantizarles que no tengan nada que temer ante la ley.
Los periodistas independientes se convierten en blanco del malestar de los funcionarios corruptos, porque parte del papel que tenemos en la prensa en Guatemala es la fiscalización del manejo de los fondos, tomando en cuenta que la Contraloría, obligada constitucionalmente a desempeñar ese papel, es un fiasco y en realidad una tapadera para los corruptos. Los ataques a periodistas tienen que ser un objetivo preciso de la CICIG porque son la expresión violenta de los cuerpos clandestinos generados por la corrupción.
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