Por Giorgio Trucchi | Rel-UITA
La biología sintética o “ingeniería genética extrema” representa un avance en la biotecnología y es algo que va más allá de la manipulación genética de los transgénicos. Se trata de construir artificialmente microorganismos completamente nuevos, que tengan la capacidad de cambiar o “reprogramar” el metabolismo de organismos para hacer funciones que no existen en la naturaleza.
La generación de organismos modificados sintéticamente (OMS) no solo implica una ruptura aún más profunda en materia evolutiva, sino que pretende alimentar una industria millonaria para la creación masiva de productos estratégicos, como combustibles o fármacos, o la producción selectiva y en poco volumen de sustancias que tienen un altísimo valor agregado.
“Deshacen cadenas de carbohidratos de cualquier celulosa que hay en toda la materia vegetal y las vuelven a rearmar a través de microbios artificiales, para así producir combustibles o principios farmacéuticos”, dijo a La Rel Silvia Ribeiro, directora del Grupo ETC para América Latina.
De igual manera, las compañías que se han lanzado a la conquista de esta nueva frontera de la ingeniería genética ya están produciendo materiales que ya existen en la naturaleza, entre otros, caucho, fragancias, saborizantes, aceites, especies y cosméticos.
Un negocio muy rentable
Las mismas corporaciones acaparadoras
Según BCC Reserch, las ventas de productos fabricados con biología sintética alcanzaron los 1.600 millones de dólares en 2011 y se espera que crezcan a casi 11.000 millones en 2016.
Este enorme negocio, que involucra a casi 3 mil investigadores en 40 países, está siendo controlado por las más grandes empresas químicas y energéticas, así como las grandes compañías de cosméticos, aditivos y fragancias, comercializadoras de granos y farmacéuticas.
Estos viejos actores de la política de acaparamiento mundial operan en colaboración con cientos de operadores financieros, “que están invirtiendo miles de millones de dólares en capital social en más de 100 nuevas empresas que van especializándose en biología sintética”, explica un informe detallado del Grupo de Acción sobre Erosión,Tecnología y Concentración (Grupo ETC).
Actualmente, hay más de 20 productos que ya se comercializan a nivel mundial (bioplásticos derivados del maíz, sabores a toronja y naranja, ácido shikímico y un agrodiesel derivado del azúcar), y las grandes compañías están patentando “las rutas metabólicas” que cubren la producción de otros cientos de compuestos biosintetizados.
Entre los objetivos a corto plazo se encuentran el isopreno de caucho, el ácido láurico y mirístico (derivados de los aceites de palma y coco), la artemisinina (compuesto anti malaria), el azafrán, el escualeno (humectante cosmético), la fragancia patchouli, la vainilla y el aceite de vetiver (elemento esencial de las fragancias).
Economía del despojo y la desposesión
Campesinos e indígenas desplazados
“Las grandes corporaciones venden la idea de que esta nueva tecnología sirve para acabar con el hambre y las enfermedades en el mundo, así como para solucionar la crisis de los combustibles, pero la realidad es distinta.
La creación a través de la biología sintética de productos que ya existen en la naturaleza afectará gravemente y desplazará a millones de familias campesinas e indígenas, que actualmente sobreviven produciendo estas sustancias a lo largo del mundo”, dijo Ribeiro.
De acuerdo con el informe del Grupo ETC, lo que más preocupa de esta nueva industria de la mal llamada “bioeconomía” es el creciente uso de biomasa tropical, que requiere de insumos masivos, como la caña de azúcar, la celulosa de los bosques y las algas.
En este sentido, la demanda de biomasa incrementaría de forma brutal, interesando al 74 por ciento de la biomasa que ha permanecido hasta hoy fuera de la economía de mercado, la mitad de la cual se encuentra en el mar.
Además de un aumento del acaparamiento de las mejores tierras agrícolas y de los bosques, el Grupo ETC asegura que la capacidad que presume esta nueva forma de ingeniería genética extrema para convertir fuentes de biomasa en productos, podría incluir a otros tipos de territorios, como los desiertos y las costas, en la tendencia global al despojo.
“La economía de la biología sintética es una economía del despojo y de la desposesión. Con su optimismo tecnológico guiado por el lucro pretende sustituir el trabajo de campesinos e indígenas, e introduce serios riesgos, amenazas e impactos sobre la bioseguridad, salud y el medio ambiente en general”, concluyó Silvia Ribeiro.
“Deshacen cadenas de carbohidratos de cualquier celulosa que hay en toda la materia vegetal y las vuelven a rearmar a través de microbios artificiales, para así producir combustibles o principios farmacéuticos”, dijo a La Rel Silvia Ribeiro, directora del Grupo ETC para América Latina.
De igual manera, las compañías que se han lanzado a la conquista de esta nueva frontera de la ingeniería genética ya están produciendo materiales que ya existen en la naturaleza, entre otros, caucho, fragancias, saborizantes, aceites, especies y cosméticos.
Un negocio muy rentable
Las mismas corporaciones acaparadoras
Según BCC Reserch, las ventas de productos fabricados con biología sintética alcanzaron los 1.600 millones de dólares en 2011 y se espera que crezcan a casi 11.000 millones en 2016.
Este enorme negocio, que involucra a casi 3 mil investigadores en 40 países, está siendo controlado por las más grandes empresas químicas y energéticas, así como las grandes compañías de cosméticos, aditivos y fragancias, comercializadoras de granos y farmacéuticas.
Estos viejos actores de la política de acaparamiento mundial operan en colaboración con cientos de operadores financieros, “que están invirtiendo miles de millones de dólares en capital social en más de 100 nuevas empresas que van especializándose en biología sintética”, explica un informe detallado del Grupo de Acción sobre Erosión,Tecnología y Concentración (Grupo ETC).
Actualmente, hay más de 20 productos que ya se comercializan a nivel mundial (bioplásticos derivados del maíz, sabores a toronja y naranja, ácido shikímico y un agrodiesel derivado del azúcar), y las grandes compañías están patentando “las rutas metabólicas” que cubren la producción de otros cientos de compuestos biosintetizados.
Entre los objetivos a corto plazo se encuentran el isopreno de caucho, el ácido láurico y mirístico (derivados de los aceites de palma y coco), la artemisinina (compuesto anti malaria), el azafrán, el escualeno (humectante cosmético), la fragancia patchouli, la vainilla y el aceite de vetiver (elemento esencial de las fragancias).
Economía del despojo y la desposesión
Campesinos e indígenas desplazados
“Las grandes corporaciones venden la idea de que esta nueva tecnología sirve para acabar con el hambre y las enfermedades en el mundo, así como para solucionar la crisis de los combustibles, pero la realidad es distinta.
La creación a través de la biología sintética de productos que ya existen en la naturaleza afectará gravemente y desplazará a millones de familias campesinas e indígenas, que actualmente sobreviven produciendo estas sustancias a lo largo del mundo”, dijo Ribeiro.
De acuerdo con el informe del Grupo ETC, lo que más preocupa de esta nueva industria de la mal llamada “bioeconomía” es el creciente uso de biomasa tropical, que requiere de insumos masivos, como la caña de azúcar, la celulosa de los bosques y las algas.
En este sentido, la demanda de biomasa incrementaría de forma brutal, interesando al 74 por ciento de la biomasa que ha permanecido hasta hoy fuera de la economía de mercado, la mitad de la cual se encuentra en el mar.
Además de un aumento del acaparamiento de las mejores tierras agrícolas y de los bosques, el Grupo ETC asegura que la capacidad que presume esta nueva forma de ingeniería genética extrema para convertir fuentes de biomasa en productos, podría incluir a otros tipos de territorios, como los desiertos y las costas, en la tendencia global al despojo.
“La economía de la biología sintética es una economía del despojo y de la desposesión. Con su optimismo tecnológico guiado por el lucro pretende sustituir el trabajo de campesinos e indígenas, e introduce serios riesgos, amenazas e impactos sobre la bioseguridad, salud y el medio ambiente en general”, concluyó Silvia Ribeiro.
Fuente: Rel-UITA
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