Este artículo se basa en una
conversación entre Winnie Overbeek, coordinador internacional del
Movimiento Mundial por los Bosques, y GRAIN, en septiembre de 2014. Fue
publicado por GRAIN en “Planet palm oil”. La información ha sido actualizada para este artículo.
GRAIN: ¿Qué es la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO)?
Winnie: La RSPO es una iniciativa fundada en 2001. Se trata de una asociación entre la industria del aceite de palma y algunas ONG, de las cuales WWF es una de las más importantes. En mi opinión, puede verse como una respuesta de la industria del aceite de palma a los conflictos y los problemas ambientales, especialmente la deforestación, causada por la acelerada expansión de la industria en los últimos 20 años, principalmente en Indonesia y Malasia.
La RSPO cuenta ahora con más de 750 miembros y sólo 13 de ellos son ONGs, por lo que los 737 miembros restantes son empresas de alguna manera relacionadas con el sector de la palma aceitera. Están los cultivadores de la palma aceitera, los procesadores y comerciantes del aceite de palma, están los fabricantes de bienes de consumo, y algunos bancos e inversionistas. Y en un proceso muy similar al sistema de certificación del Consejo de Manejo Forestal (FSC, por su sigla en inglés), la RSPO entrega certificados a los productores de aceite de palma en función de un conjunto de principios y criterios aprobados por los miembros de la RSPO. La RSPO afirma en su sitio web que ya ha certificado como “sostenibles” unos 2,56 millones de hectáreas de plantaciones de palma de aceite - cifra de octubre de 2015. La llaman “producción sostenible de aceite de palma”, que se supone se basa en prácticas de gestión legales, económicamente viables, ambientalmente apropiadas y socialmente beneficiosas.
GRAIN: ¿Qué implica el actual acaparamiento de tierras con destino a monocultivos industriales a gran escala de palma aceitera para las comunidades afectadas y para las empresas que los promueven, y cuál es el papel de la RSPO?
Winnie: La actual ola de acaparamiento de tierras para palma aceitera no trae más que perjuicios para las comunidades locales, que pierden el acceso a tierras y recursos hídricos vitales, para el presente y para las generaciones futuras. Y tienen que enfrentar todos los impactos que traen consigo las vastas plantaciones de monocultivos dentro de sus territorios: la contaminación de los plaguicidas, la erosión del suelo, la deforestación y la migración laboral. La experiencia también muestra que el empleo generado por las plantaciones a menudo es ocupado por extranjeros, y que la mayoría de los trabajos son estacionales, mal remunerados y peligrosos. Los sistemas de certificación como la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible (RSPO), no cuestionan esto sino que, por el contrario, cumplen el papel de facilitar la permanente expansión, a la que llaman “sostenible”.
Más aún, la expansión de las plantaciones industriales a gran escala amenaza la producción local del aceite de palma en África y en algunos lugares de América Latina, que se basa en el control de las personas sobre las tierras y el proceso de producción - casi siempre en manos de las mujeres -, y que abarca, por ejemplo en África, millones de personas de más de 20 países en los que el aceite de palma es una especie nativa y parte de la cultura de las comunidades. A partir del aceite de palma se producen y venden una serie de productos para los mercados locales. Estas plantaciones en general no son monocultivos extensos que dependen de insumos químicos, y suelen ofrecer un aceite de palma para cocinar de muy buena calidad, así como otros productos de uso local.
No hay una demanda que justifique la expansión de las plantaciones de palma aceitera. El crecimiento del mercado mundial del aceite de palma no es para resolver el hambre del mundo. Es principalmente el resultado de nuevas obligaciones en materia de agrocombustibles, y de la sustitución de los aceites y grasas (animales o vegetales) producidos localmente por un aceite de palma barato importado y utilizado por las transnacionales para la producción de alimentos procesados. Los pueblos no necesitan más plantaciones de palma aceitera; son las grandes empresas las que las necesitan.
GRAIN: En su experiencia de trabajo con organizaciones comunitarias, ¿ha sido la RSPO una solución para las comunidades? ¿Ha contribuido a la sustentabilidad del aceite de palma?
Winnie: Es cierto que, según algunas de las organizaciones con las que trabajamos, la RSPO ha traído algunos beneficios, y también es importante poder demostrar algunos resultados positivos - imagino que lo es para cualquier sistema de certificación. Así, por ejemplo, la RSPO frenó un poco la deforestación, o por lo menos logró que las empresas bajaran su ritmo de expansión. Pero también es cierto que para las comunidades que presentaron reclamaciones ante la RSPO, en Indonesia por ejemplo (el país con la mayor cantidad de problemas entre las comunidades y las empresas de palma aceitera), ninguna de estas reclamaciones llegaron a una conclusión satisfactoria para las comunidades. Y esto es muy preocupante, porque ese mecanismo de reclamación es el último recurso para corregir los problemas que no fueron resueltos durante el procedimiento de certificación. Si el mecanismo de reclamación de la RSPO no funciona, ¿qué podemos pensar de todo el proceso de certificación?
Para empezar, es difícil para las comunidades poder acceder a ese mecanismo de reclamación, y esto tiene que ver con el segundo aspecto al que quiero referirme, que es el hecho de que la RSPO se creó sin participación alguna de las comunidades. La RSPO ha establecido una serie de procedimientos, principios y criterios que muchas veces a las comunidades le resulta difícil comprender. El lenguaje en que están redactados esos procedimientos, en especial los del mecanismo de reclamación, es diferente al que utilizan las comunidades. Quiero decir que están redactados de una manera muy técnica, no de una manera que facilite el acceso de las comunidades. Están redactados en el lenguaje de las empresas, los consultores e investigadores, y es también el lenguaje de las ONG participantes, que muy a menudo están representadas por funcionarios especializados con títulos universitarios. Ellos pueden comprender fácilmente la documentación. Resulta mucho más difícil para las comunidades. Esto representa una gran ventaja para las empresas que buscan obtener una certificación, y con frecuencia es una fuente de frustración para las comunidades.
Un ejemplo es cómo la RSPO define los bosques que no deben ser transformados en plantaciones de palma aceitera dentro del proceso de certificación: los llama bosques de alto valor de conservación (HCV, por su sigla en inglés). La definición de estos bosques está dada por la identificación de zonas por parte de los consultores contratados por la empresa - y no por las comunidades. Con frecuencia las comunidades no comprenden este concepto porque para ellas lo importante es la totalidad de su territorio, a menudo compuesto por diferentes zonas del bosque que utilizan para distintos tipos de actividades, como la agroforestería. Todas esas diferentes zonas boscosas son muy importantes para las comunidades, y no sólo una única zona, como propone la RSPO.
Otro aspecto problemático de la RSPO es que no resulta un instrumento eficaz para resolver los crecientes problemas de acaparamiento de tierras en el Sur global, entre ellos la expansión de las plantaciones de monocultivos para la exportación. La RSPO no cuestiona la lógica de la industria del aceite de palma de expandir las plantaciones y los mercados. Si no se tiene en cuenta ese aspecto, ¿cómo se puede hablar de un aceite de palma “sostenible” a escala mundial?
A escala local, hay otras dos características de las plantaciones que la RSPO tampoco cuestiona: su gran escala y su producción en régimen de monocultivo. Son dos aspectos que siempre tienen una gran cantidad de impactos sociales, ambientales, económicos y culturales. Esas plantaciones requieren una gran cantidad de plaguicidas y de agua, y ocupan un vasto territorio en el cual viven numerosas poblaciones - porque suelen establecerse en tierras fértiles -. Por eso es muy difícil calificar de “sostenibles” a las plantaciones a gran escala y en régimen de monocultivo, y nosotros consideramos que es imposible. Es así que cuando la RSPO pone una etiqueta a este tipo de proyectos y los declara “sostenibles”, le da a los consumidores la falsa noción de que el aceite de palma que consumen proviene de una plantación sostenible, que beneficia a las comunidades así como al resto del mundo. Eso sencillamente no es cierto.
Un último problema importante que plantea la RSPO es que se trata de un mecanismo, al igual que otras nuevas tendencias como REDD+, que crea divisiones dentro de la sociedad civil formada por comunidades, movimientos sociales y ONGs. La certificación es utilizada como una herramienta para ayudar a ciertas comunidades en determinados momentos, mientras que en otros países - o incluso en el mismo país - esa misma herramienta es utilizada para silenciar o dominar a la gente y controlar su territorio.
Estos mecanismos, como los sistemas de certificación o los proyectos REDD+, deben ser considerados y comprendidos en un contexto más amplio. Debemos reflexionar sobre nuestro compromiso de solidaridad para con quienes son perjudicados por los sistemas de certificación y los proyectos REDD+. Creo que no se hace lo suficiente, y eso es muy preocupante. Actualmente, por ejemplo, se observa una tendencia al acercamiento entre mecanismos como REDD+ y la RSPO. Las zonas de bosques de alto valor de conservación de las que hablé antes, que la RSPO quiere proteger, ahora también son denominadas “bosques altos en carbono”. Esto significa que, con el tiempo, una empresa certificada por la RSPO también podría vender créditos de carbono de su zona, aún cuando hay estudios que revelan que los agrocombustibles producidos a partir de monocultivos a gran escala pueden implicar más emisiones de CO₂ que el uso de combustibles fósiles para la generación de energía.
En general creo que, para las comunidades, las limitaciones y los problemas de la RSPO en el largo plazo son mucho más graves e importantes que sus ventajas, y yo diría que para las empresas es exactamente lo contrario: la RSPO les da mucho más ganancias que lo que les cuesta. A fin de cuentas, el poder de las empresas se refuerza con mecanismos como la RSPO, y la lucha de las comunidades para resistir el acaparamiento de tierras y defender sus territorios, se vuelve más difícil.
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