Este 5 de julio hacíamos historia, Costa Rica estaba conmovida ante el papel que nunca antes había tenido la sele tica de fútbol en una Copa Mundial. No era para menos tanta emoción, nuestra diversidad y por tanto cada uno de nosotros y nosotras estuvo representada en cada jugador de muchas maneras: afrodescendientes, jugadores provenientes de zonas rurales, otros de los barrios del sur de la Capital, jóvenes de varias nacionalidades incluyendo el destacado futbolista de origen nicaragüense como muestra de la hermandad indisoluble que tenemos con el país vecino.
También veíamos jugadores que han tenido acceso a privilegios como la educación superior y a jugar en otros países y otros que no; pero allí estaban todos unidos, hombro a hombro en la cancha, compartiendo un rasgo común que une a la población tica, nuestro origen indígena.
Sin embargo, mientras la mayor parte del pueblo tico se desbordaba en lágrimas, gritos, abrazos, caras pintadas con colores patrios, fiesta, unión y alegría en honor a la gesta de “la Sele”, otros linchaban indígenas y destruían sus bienes. Las imágenes de la gente feliz por todo el país, sonriente, con su camiseta roja, decidida a tomar las calles para festejar, contrastaban con las que evidencian hombres caminando enfurecidos, sin nada que celebrar, con pañuelos, tubos y machetes decididos a tomar las tierras para usurpar.
Este 5 de julio fuera de “la cancha” se perpetuaba la historia de agresión y persecución indígena que viene desde la época de la invasión de los españoles, esta vez en Salitre, territorio indígena bribri de Buenos Aires de Puntarenas. El ataque a mujeres, hombres y niños indígenas ocurrió justo un día después de cumplirse 304 años del asesinato de Pabru Presbere, héroe indígena costarricense que defendió hasta su muerte nuestra soberanía, nuestro territorio y libertad, así como lo hizo la Sele al defender hasta el último minuto valores similares en la cancha mundialista.
Es el otro lado del país “más feliz del mundo”, el violento y abandonado, que no solo se expresa por las desigualdades sociales en gran medida producto del desmantelamiento de un Estado solidario, sino que ahora vuelve a darnos una alerta roja ante el evidente germen paramilitarista.
Las señales son tan claras como los goles de la Sele. En 1989, Antonio Zúñiga, indígena luchador en contra de la cacería ilegal, muere en circunstancias no esclarecidas en el Territorio Indígena de Ujarrás. Hace casi 5 años (9-8-2009) ocurrió el vergonzoso hecho donde la policía golpeó y sacó a empujones de la Asamblea Legislativa a 21 manifestantes indígenas que demandaban una respuesta gubernamental sobre el futuro de la ley de Autonomía de los Pueblos Indígenas. Varios indígenas Térrabas enfrentaron procesos judiciales a raíz de una manifestación pacífica (12-10-2010) en contra del Proyecto Hidroeléctrico Diquís (Juzgado Contravencional de Buenos Aires, Exp. 10-200754-0634-PE). Esta causa se une al acoso de interesados y promotores del PH Diquís, a partir de la decisión de los indígenas de expulsar este proyecto del Territorio Térraba. Según los indígenas, la dirección del proyecto ha estado incitando a la división y discriminación, diciéndoles a sus empleados que “por culpa de los indios se van a quedar sin trabajo” (Comunicado de voceros del Territorio Indígena Térraba, 22/02/2011).
El Frente Nacional de Pueblos Indígenas FRENAPI denunció entre abril y diciembre del 2009, que dirigentes locales estudieron “recibiendo amenazas en varias ocasiones, por particulares, que les manifiestan directamente que dejen la lucha por los derechos indígenas ó la van a pagar mal, junto con sus familias, Se presentaron denuncias, algunas están pendientes y otras fueron desestimadas por falta de probanzas.” (Ver Informe criminalización y persecución de defensores/as de DDHH –CIDH, 2010)
Entre los antecedentes de esta nueva agresión en Salitre están denuncias que van desde las amenazas de muerte, intentos de homicidio, hasta las agresiones físicas consumadas por parte de no indígenas en contra de indígenas de Térraba y Salitre. La penúltima ocurrió el 1 de setiembre 2013, cuando un indígena Térraba trató de oponerse a la invasión de sus territorios y a la tala ilegal de árboles, resultando brutalmente agredido. También está el caso de la agresión en contra de la comunidad indígena por denunciar anomalías en el colegio de Térraba. Uno de los hechos más grave se dio cuando un grupo de más de 50 no indígenas con armas de fuego, machetes, tubos, piedras y palos, atacaron cobardemente a dos familias indígenas de Salitre llegando a machetear, apuntar dedos y marcar con hierro ganadero a un indígena (Informatico.com 10-8-13).
Tampoco podemos obviar que el actual Ministro de Seguridad Pública conocía de estos antecedentes, que teniendo en la zona grupos especializados de inteligencia y acción policial inmediata simplemente no hicieron nada para impedir los hechos del sábado pasado, ni para levantar el bloqueo, restablecer la libre circulación y sobre todo garantizar la seguridad de las familias indígenas antes de cualquier “negociación” con los agresores. Estamos hablando del mismo cuerpo policial que fue denunciado por estar involucrado con el asesoramiento a las bandas paramilitares para disparar y reprimir a campesinos en Medio Queso durante el conflicto agrario, donde más bien los campesinos están acusados por invasión y resistencia a la autoridad, pero se ignora si hubo algún proceso disciplinario para sancionar, trasladar o promover al encargado de la Fuerza Pública de los Chiles quien fue grabado dando consejos de cómo matar eficientemente campesinos (Elpais.cr, 11-23-12).
Otros antecedentes se relacionan con el grupo policíaco paramilitar “Comando Cobra” que fue parte de la Guardia de Asistencia Rural (GAR) entrenado para supuestamente erradicar la marihuana en Talamanca, y que terminó sembrando el terror en la zona. Sus integrantes fueron condenados por el asesinato de dos indígenas y la violación de al menos dos mujeres indígenas, así como por hurtos y privaciones agravadas de libertad (La Nación, 12-5-96). En la misma zona otro grupo paramilitar de extranjeros, supuestamente misioneros, fue denunciado recientemente por indígenas.(Prensa Libre, 18-7-13)
Ojalá Costa Rica se parezca más a lo que describe el seleccionado Yeltsin Tejeda y podamos decir que “en Costa Rica el único ejército que tenemos es nuestra gente y las únicas batallas que disputamos son en la cancha”, sin embargo, falta mucho para eso, necesitamos enfoque de derechos humanos claro en nuestras políticas públicas, atender no los síntomas sino las causas estructurales de nuestras pobrezas, desigualdades y entrar de frente a la exclusión, racismo y xenofobia que tristemente también son rasgo común en Costa Rica y que no podemos dejar de apuntar aunque estemos en medio de tan merecida celebración.
Sin embargo, mientras la mayor parte del pueblo tico se desbordaba en lágrimas, gritos, abrazos, caras pintadas con colores patrios, fiesta, unión y alegría en honor a la gesta de “la Sele”, otros linchaban indígenas y destruían sus bienes. Las imágenes de la gente feliz por todo el país, sonriente, con su camiseta roja, decidida a tomar las calles para festejar, contrastaban con las que evidencian hombres caminando enfurecidos, sin nada que celebrar, con pañuelos, tubos y machetes decididos a tomar las tierras para usurpar.
Este 5 de julio fuera de “la cancha” se perpetuaba la historia de agresión y persecución indígena que viene desde la época de la invasión de los españoles, esta vez en Salitre, territorio indígena bribri de Buenos Aires de Puntarenas. El ataque a mujeres, hombres y niños indígenas ocurrió justo un día después de cumplirse 304 años del asesinato de Pabru Presbere, héroe indígena costarricense que defendió hasta su muerte nuestra soberanía, nuestro territorio y libertad, así como lo hizo la Sele al defender hasta el último minuto valores similares en la cancha mundialista.
Es el otro lado del país “más feliz del mundo”, el violento y abandonado, que no solo se expresa por las desigualdades sociales en gran medida producto del desmantelamiento de un Estado solidario, sino que ahora vuelve a darnos una alerta roja ante el evidente germen paramilitarista.
Las señales son tan claras como los goles de la Sele. En 1989, Antonio Zúñiga, indígena luchador en contra de la cacería ilegal, muere en circunstancias no esclarecidas en el Territorio Indígena de Ujarrás. Hace casi 5 años (9-8-2009) ocurrió el vergonzoso hecho donde la policía golpeó y sacó a empujones de la Asamblea Legislativa a 21 manifestantes indígenas que demandaban una respuesta gubernamental sobre el futuro de la ley de Autonomía de los Pueblos Indígenas. Varios indígenas Térrabas enfrentaron procesos judiciales a raíz de una manifestación pacífica (12-10-2010) en contra del Proyecto Hidroeléctrico Diquís (Juzgado Contravencional de Buenos Aires, Exp. 10-200754-0634-PE). Esta causa se une al acoso de interesados y promotores del PH Diquís, a partir de la decisión de los indígenas de expulsar este proyecto del Territorio Térraba. Según los indígenas, la dirección del proyecto ha estado incitando a la división y discriminación, diciéndoles a sus empleados que “por culpa de los indios se van a quedar sin trabajo” (Comunicado de voceros del Territorio Indígena Térraba, 22/02/2011).
El Frente Nacional de Pueblos Indígenas FRENAPI denunció entre abril y diciembre del 2009, que dirigentes locales estudieron “recibiendo amenazas en varias ocasiones, por particulares, que les manifiestan directamente que dejen la lucha por los derechos indígenas ó la van a pagar mal, junto con sus familias, Se presentaron denuncias, algunas están pendientes y otras fueron desestimadas por falta de probanzas.” (Ver Informe criminalización y persecución de defensores/as de DDHH –CIDH, 2010)
Entre los antecedentes de esta nueva agresión en Salitre están denuncias que van desde las amenazas de muerte, intentos de homicidio, hasta las agresiones físicas consumadas por parte de no indígenas en contra de indígenas de Térraba y Salitre. La penúltima ocurrió el 1 de setiembre 2013, cuando un indígena Térraba trató de oponerse a la invasión de sus territorios y a la tala ilegal de árboles, resultando brutalmente agredido. También está el caso de la agresión en contra de la comunidad indígena por denunciar anomalías en el colegio de Térraba. Uno de los hechos más grave se dio cuando un grupo de más de 50 no indígenas con armas de fuego, machetes, tubos, piedras y palos, atacaron cobardemente a dos familias indígenas de Salitre llegando a machetear, apuntar dedos y marcar con hierro ganadero a un indígena (Informatico.com 10-8-13).
Tampoco podemos obviar que el actual Ministro de Seguridad Pública conocía de estos antecedentes, que teniendo en la zona grupos especializados de inteligencia y acción policial inmediata simplemente no hicieron nada para impedir los hechos del sábado pasado, ni para levantar el bloqueo, restablecer la libre circulación y sobre todo garantizar la seguridad de las familias indígenas antes de cualquier “negociación” con los agresores. Estamos hablando del mismo cuerpo policial que fue denunciado por estar involucrado con el asesoramiento a las bandas paramilitares para disparar y reprimir a campesinos en Medio Queso durante el conflicto agrario, donde más bien los campesinos están acusados por invasión y resistencia a la autoridad, pero se ignora si hubo algún proceso disciplinario para sancionar, trasladar o promover al encargado de la Fuerza Pública de los Chiles quien fue grabado dando consejos de cómo matar eficientemente campesinos (Elpais.cr, 11-23-12).
Otros antecedentes se relacionan con el grupo policíaco paramilitar “Comando Cobra” que fue parte de la Guardia de Asistencia Rural (GAR) entrenado para supuestamente erradicar la marihuana en Talamanca, y que terminó sembrando el terror en la zona. Sus integrantes fueron condenados por el asesinato de dos indígenas y la violación de al menos dos mujeres indígenas, así como por hurtos y privaciones agravadas de libertad (La Nación, 12-5-96). En la misma zona otro grupo paramilitar de extranjeros, supuestamente misioneros, fue denunciado recientemente por indígenas.(Prensa Libre, 18-7-13)
Ojalá Costa Rica se parezca más a lo que describe el seleccionado Yeltsin Tejeda y podamos decir que “en Costa Rica el único ejército que tenemos es nuestra gente y las únicas batallas que disputamos son en la cancha”, sin embargo, falta mucho para eso, necesitamos enfoque de derechos humanos claro en nuestras políticas públicas, atender no los síntomas sino las causas estructurales de nuestras pobrezas, desigualdades y entrar de frente a la exclusión, racismo y xenofobia que tristemente también son rasgo común en Costa Rica y que no podemos dejar de apuntar aunque estemos en medio de tan merecida celebración.
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