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¿Quién controla Honduras? Y... lo más importante ¿para qué quiere
controlar el país? Este reportaje muestra las conexiones de la
oligarquía empresarial hondureña con el modelo antidemocrático y
represor que se ha instalado en el país centroamericano.
“En Honduras son diez familias las que toman las
decisiones. Controlan industrias, bancos, medios, policía, la Corte
Suprema de Justicia, el Ministerio Publico, la Asamblea Nacional y el
Gobierno”, relata Miriam Miranda, Presidenta di OFRANEH (Organización
Fraternal Negra Hondureña).
La oligarquía hondureña empezó a
estructurarse a mediados del siglo XX, cuando un puñado de familias
judías y palestinas migraron a Centroamérica, atraídas por la inversión
de capital extranjero de las transnacionales mineras y bananeras. Estas
familias han sido capaces de poner a un lado las tensiones históricas
entre los dos pueblos y hoy controlan el 40% de la producción nacional. El Estado es su mayor cliente en un contexto en el que, como subraya
la presidenta de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e
Indígenas de Honduras) Bertha Cáceres, “el Estado no existe, más bien
fortalece a los poderes fácticos”.
Casi todos los oligarcas
hondureños contribuyen económicamente con los dos partidos, y varios
miembros de estas familias han sido ministros del gobierno de turno. Jaime
Rosenthal, que posee bancos, aeropuertos, medios, equipos de futbol,
seguros, compañías telefónicas, cementeras y cerveceras, ha sido cuatro
veces candidato a la presidencia de la República.
Los
Canahuati poseen dos periódicos, embotelladoras, farmacéuticas y
negocios de comida rápida como Pizza Hut y KFC, mientras que los Kafie,
que representan a uno de los grupos económicos más grandes de
Centroamérica, tienen inversiones en bancos, empresas de alimentación y
construcción.
Apertura útil
En la
publicación “Integración real y grupos de poder económico en América
Central: implicaciones para el desarrollo y la democracia de la región”,
Alexander Segovia afirma que la globalización ha permitido a los grupos
económicos centroamericanos de modernizarse y expandirse, saliendo de
los pequeños mercados internos para orientarse hacia los extranjeros.
Una familia que aprovechó de la apertura al mercado internacional ha sido la Facussé
que, entre los demás negocios que controla, se dedica a confeccionar
muchas de las prendas de marca que Honduras exporta a Estados Unidos,
además que ser dueña de buena parte de los inmensos monocultivos de
palma aceteira del país.
Honduras hoy produce más de 300 mil
toneladas métricas de aceite de palma africana. El 70% se destina a los
mercados extranjeros. Los monocultivos de los oligarcas han
sido creados a raíz los Acuerdos de Ajustes Estructurales -impulsados en
los noventa por los organismos financieros internacionales y por el
gobierno Callejas- y, de paso, han aniquilado la reforma agraria de los
años setenta.
Facussé: paramilitares y narcotráfico
Para expandir su producción de palma aceteira, Miguel Facussé está desatando una fuerte represión en la zona del Bajo Aguán,
donde en dos años sus guardias privados han asesinado a 54 personas. En
Zacate Grande, en el Pacífico, el empresario hondureño está intentando
quitar la tierra a los campesinos para construir estructuras turísticas.
“Facussé es la persona que llegó de la manera más vil”, cuenta a Otramérica Miguel
Ángel Vásquez, de ADEPZA de Zacate Grande. “Entró a la comunidad en los
setenta comiendo y conviviendo con los campesinos, de forma que ellos
se enamoraran de él. Luego empezó a bajar la moral a las personas para
convencerlas a vender sus tierras”.
El empleo de guardias paramilitares es sólo un ejemplo de las actividades ilícitas
de Miguel Facussé. Un cable de la embajada estadounidense en
Tegucigalpa revela el aterrizaje, en su propiedad, de una avioneta
cargada con una tonelada de cocaína y, según WikiLeaks, el personal de
la embajada tuvo conocimiento de otros dos hechos que prueban la
relación entre el empresario y el narcotráfico.
La oligarquía terrateniente hondureña tiene su identidad social en la FENAGH
(Federación de Agricultores y Ganaderos de Honduras) que, junto con
empresarios, militares, dirigentes sindicales y algunos intelectuales
conservadores, en 1983 fundó la APROH (Asociación para el Progreso de Honduras), de la que Facussé era vicepresidente.
Su objetivo era legitimar el modelo neoliberal, la estrategia de
seguridad nacional y la consiguiente represión contra los movimientos
sociales, moviéndose como un gobierno paralelo en la sombra.
Este mismo bloque oligárquico, heredando la identidad ideológica de la APROH y con el apoyo económico de USAID, creó la Unión Cívica para la Democracia, que dirigió la campaña de legitimación del Golpe de Estado de 2009.
Por
esto, el ex presidente Manuel Zelaya, hijo de la misma oligarquía a la
que intentó quitar algunos privilegios, se ha mostrado convencido de que
fueron los grandes grupos empresariales quienes impulsaron el golpe. Y
no lo hicieron solos: según documentos secretos filtrados por WikiLeaks,
el ex embajador de Estados Unidos en Honduras, Hugo Llorens, colaboró con los golpistas.
Gobierno controlado
Hoy
la oligarquía hondureña, de la que forma parte el presidente Porfirio
Lobo, dirige en primera persona las instituciones y la economía del
país.
Quienes más sufren las consecuencias de esta política que defiende
los intereses de algunos capitalistas, más que del libre mercado en sí,
son los pueblos que desde hace siglos viven y cuidan las riquezas de
Honduras.
“El problema es que la oligarquía quiere entrar en los
espacios donde hay recursos como ríos o mineras, y éstos son los mismos
espacios donde están los pueblos originarios. Nosotros, que nos estamos defendiendo, nos volvemos blancos para ellos”, denuncia Alfredo López, vice presidente de OFRANEH.
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