Las tensas relaciones que la prensa y Wikileaks
mantenían parecen haberse roto definitivamente en los últimos tres
días.
La organización decidió ayer (sábado) publicar los cables
diplomáticos del Departamento de Estado de EEUU sin ningún tipo de
filtro, después de que un cúmulo de errores e imprudencias por parte de
la organización de Julian Assange y de un periodista del diario The Guardian pusiera al descubierto en la red toda la información confidencial sobre la diplomacia estadounidense.
La
historia se remonta a finales de 2010, cuando Wikileaks se hizo con más
de 250.000 cables del Departamento de Estado de Estados Unidos y
decidió compartir esta información con cinco cabeceras periodísticas europeas y estadounidenses.
La prensa trabajaría filtrando toda aquella la información de los
cables diplomáticos que pudiera poner en peligro la vida de informantes y
otras personas cuya identidad debiera permanecer en el anonimato.
El control sobre la información se perdió cuando Daniel Domscheit-Berg,
miembro de Wikileaks, abandonó la organización por desacuerdo con
Assange y se llevó con él varios archivos, incluido el que contenía los
cables sin filtrar. Poco después, este archivo circulaba por las redes
de intercambio de ficheros P2P, disponible para cualquiera que quisiera
descargar los 350MB de información comprimida. No obstante, la
contraseña que permitía visualizar su contenido seguía a cubierto.
A cubierto, por poco tiempo: En febrero de 2011, David Leigh, jefe de la unidad de investigación de The Guardian, publica un libro sobre Julian Assange
por encargo de Hollywood y en uno de los capítulos el periodista
explica cómo el fundador de Wikileaks le entregó una memoria USB con el
archivo que contenía los cables originales y le reveló la contraseña
para descifrarlo: Assange escribió en un papel la clave y le dijo de
viva voz la palabra que debía añadir para completarla. Asimismo,
insistió en la confidencialidad de esta información y advirtió al
periodista de que la memoria USB nunca fuera enchufada en un ordenador
con acceso a Internet.
Al descubierto
Tanto la
contraseña como la palabra que debía de añadirse fueron publicadas por
Leigh en su libro, quien ahora afirma que Assange le aseguró que
cambiaría la clave al cabo de unos días. Por si fuera poco,
Domscheit-Berg informó poco después al diario alemán Freitag de
que el archivo circulaba por la red y la contraseña estaba disponible,
al tiempo que se quejaba de la falta de seguridad de Wikileaks y la
desidia de su fundador.
Cuando Assange se enteró de que la
contraseña había sido publicada, se puso en contacto con el Departamento
de Estado de EEUU para avisarles del inminente riesgo de que alguien
descifrara el archivo que circulaba por Internet. Además, los abogados
de la organización iniciaron un proceso legal contra el diario The Guardian por incumplir el acuerdo de confidencialidad firmado por su director, Alan Rusbridger.
Por
último, en un movimiento muy discutible, Wikileaks decidió publicar los
cables para que la información que en ese momento sólo tenían algunos
internautas pasara a formar parte de la opinión pública y se obligara,
así, a los Gobiernos implicados a proteger a las fuentes cuyos nombres
habrían sido revelados en los cables.
Ayer, el diario The Guardian publicó un artículo con el título “Wikileaks decide hacer públicos todos los cables del Departamento de Estado”
en el que sólo se hace referencia a la contraseña desvelada por un
periodista del periódico en un breve párrafo. Uno de los autores de este
texto es el propio David Leigh y se usa como fuente autorizada a Daniel
Domscheit-Berg, quien una vez más arremete contra Assange, esta vez por
no haber cambiado la contraseña del archivo y haber sido demasiado
perezoso.
Condena conjunta
Los cuatro diarios y la revista que colaboraron con Wikileaks en el Cablegate emitieron ayer un comunicado en el que condenan la publicación de los cables. The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País omiten el delicado asunto de la contraseña publicada por David Leigh, cuñado del director de The Guardian, Alan Rusbridger. No obstante, el diario español -quien lleva hoy el asunto a la portada de su edición impresa- publicó ayer un artículo sin firmar
en el que defendía tesis muy parecidas a las del artículo del diario
británico, exculpaba al periodista y cargaba todas las tintas sobre
Assange y su organización.
Toda esta historia delirante de culpas encadenadas coincide en el tiempo con la publicación por parte de Wikileaks
de cables que revelan el uso que hace Israel de aviones no tripulados
para asesinar a personas, así como de la ejecución sumarísima de un
hombre, cuatro mujeres y cinco niños por parte de las fuerzas de
ocupación de EEUU en Irak, entre otros asuntos destapados por la organización.
Coincide
también con la enésima traición de Daniel Domscheit-Berg, quien el
pasado 20 de agosto dijo haber destruido la información sobre Bank of
America que Wikileaks planeaba publicar y que, según Assange, arrojaría luz sobre la corrupción en el mundo financiero.
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