Gorka Larrabeiti - Rebelión
En esta entrevista a Gabriele del Grande, periodista italiano experto en inmigración, fundador del observatorio Fortress Europe, no vamos a preguntarle por las 1.647 víctimas que se han registrado en el Canal de Sicilia en lo que llevamos de año.
En esta entrevista a Gabriele del Grande, periodista italiano experto en inmigración, fundador del observatorio Fortress Europe, no vamos a preguntarle por las 1.647 víctimas que se han registrado en el Canal de Sicilia en lo que llevamos de año.
Le preguntamos por los Centros de Identificación y Expulsión (CIE) y los Centros de Acogida para solicitantes de asilo. Así se llama a estos invisibles agujeros negros del Estado de derecho, fruto del Estado de emergencia, que constituyen todo un tabú mediático. Hablamos de las víctimas vivas de las políticas migratorias.
Pregunta: Los CIE, antes de la caída del régimen de Ben Alí y del principio de la guerra de Libia eran trece. Luego se montaron otros trece, a los que hay que añadir los Centros de Acogida que, por orden del Presidente del Consejo de Ministros, se convirtieron en CIE. ¿Se sabe cuántas personas hay dentro actualmente? ¿Cómo son estas estructuras nuevas? ¿En qué estado están los centros antiguos?
Respuesta: La voluntad del gobierno actual siempre ha sido aumentar el número de CIE con el objetivo explícito de contar con uno en cada una de las veinte regiones italianas. Políticamente estaban todos de acuerdo, gobiernos regionales incluidos, fueran de derecha o de izquierda. Sin embargo, había un problema con los ayuntamientos, puesto que todo el mundo quería los CIE pero no en su territorio. De modo que el único modo que halló el gobierno de montar los nuevos centros fue mediante medidas de emergencia. Cuando comenzaron de nuevo los desembarcos en febrero, el Consejo de Ministros declaró el estado de emergencia. Ordenó, pues, a la Protección Civil abrir nuevos centros de acogida para albergar a los 24.000 tunecinos que llegaron entre febrero y abril a Lampedusa. Luego, tras reconocer un permiso de residencia de seis meses por razones humanitarias a todos los tunecinos que habían llegado antes del 5 de abril, transformó tres de aquellos campamentos de tiendas en tres nuevos CIE con capacidad para 400 personas. Sin embargo, la vida de estos nuevos centros fue breve. Hubo revueltas, incendios, motines, y las estructuras quedaron devastadas. Hoy estos tres nuevos CIE están cerrados. En este momento sólo funcionan 12 CIE: Turín, Milán, Módena, Bolonia, Gradisca, Roma, Bari, Brindisi, Lamezia, Trapani, Milo y Caltanissetta. El CIE de Cronote lleva un año cerrado debido a una revuelta de reclusos que lo destruyeron. Por su parte, los CIE de Turín, milán y Gradisca no funcionan a pleno rendimiento porque quedaron destruidos hace unos meses tras varios incendios y motines de los detenidos que dañaron seriamente las estructuras.
La verdadera alarma en estos momentos son los CIE ilegales. Es decir, ciertas estructuras que se emplean al margen de la ley para detener ilegalmente a quienes llegan por mar. Sucede que los centros de acogidad de Lampedusa, Porto Empedocle y Pozzallo, en Sicilia, así como en el centro de acogida de Cagliari (Cerdeña) se están empleando de hecho como lugares de detención, sin que haya ningún juez que confirme la retención de estas personas, y por tanto de modo totalmente ilegal. Se trata de una especie de secuestro de Estado. El último episodio de este estado de policía se ha escrito en el puerto de Palermo (Sicilia), donde actualmente hay unos 600 tunecinos detenidos en tres ferrys de las compañías Moby y GNV.
Desde el punto de vista jurídico, ¿qué es un CIE? ¿Qué significa la ley dentro de un CIE? ¿Hay vacíos y abusos legales?
Jurídicamente un Centro de Identificación y Expulsión (CIE) es un lugar destinado a la detención de quienes tengan permisos de estancia [soggiorno] caducados o de quienes hayan entrado en Italia sin pasaporte. La detención tiene un límite de 18 meses y su finalidad es identificar al detenido y expulsarlo. Durante la retención, las autoridades policiales se ponen en contacto cn las embajadas para obtener de éstas un permiso sin el cual el detenido no puede ser expulsado. El 50% de los detenidos no resulta expulsado porque no consiguen identificarlos. Desde un punto de vista jurídico son perfectamente legales. Se aprobaron mediante una ley del gobierno de centro-izquierda en 1998. Al principio el periodo de detención era de 30 días; en 2002 el gobierno de Berlusconi lo aumentó a 60 días; luego, en 2009, a 6 meses, y hasta 18 meses el pasado agosto.
Un juez de paz confirma cada dos meses la retención en presencia de un abogado. Desde un punto de vista legal la detención en los CIE no se define como tal: se habla simplemente de “retención”, lo que no equipara al CIE con el régimen carcelario. Digamos que las leyes en este sentido no ayudan, sino que más bien demuestran que el Estado de Derecho, cuando se doblega ante las ideologías, no resulta una garantía de los derechos fundamentales de la persona. En Italia es menos peligrosa la bancarrota fraudulenta que un documento expirado.
¿Puedes describirnos quiénes acaban en los CIE?
Pues fundamentalmente cuatro tipo de personas. Primero están los que desembarcan en Lampedusa. Mujeres y hombres. Los que llegan sin pasaporte ni visado y no solicitan asilo político terminan en los Centros de Identificación y Expulsión. Este año la policía ha hecho la selección según un criterio racial: los árabes van a los CIE, y los negros a los Centros de acogida para solicitantes de asilo… Daba igual que los árabes vinieran escapando de la guerra de Libia.
La segunda categoría la constituyen antiguos detenidos. Ciudadanos extranjeros condenados en la mayor parte de los casos por delitos de microcriminalidad o por violación de la ley sobre drogas, y que después de cumplir la pena de cárcel son trasladados a los CIE directamente.
La tercera categoría la forman los trabajadores. Gente corriente a la que paran por casualidad durante un banal control de identidad, ya puede ser en una estación, en un tren o en un control de carretera. Los que tienen los documentos expirados acaban en el CIE aunque lleven en Italia veinte años y su familia resida aquí.
La cuarta categoría serían los pobres. Gente sin techo, alcohólicos, prostitutas, vagabundos. Son el blanco más frecuente de las redadas de la policía. Las llaman operaciones por la seguridad, pero sirven para deshacerse de la pobreza de las ciudades escaparate. A los pobres que no tienen documentos los llevan a los CIE y terminan siendo expulsados realmente. La mayor parte de los reclusos son hombres, pero también hay mujeres y transexuales.
En esta crónica escrita por una abogada de regreso de Lampedusa habla de 101 chicos menores encerrados en la base Loran. ¿Sabemos cuántos menores hay en los distintos CIE? ¿En qué situación legal se encuentran?
No puede haber menores en los CIE. La ley italiana provee de documentos de estancia a todos los menores no acompañados de su familia. Si un menor acaba en un CIE por error durante una redada puede ser liberado demostrando su condición de menor de edad.
El caso que mencionas hay que enmarcarlo como uno más de los que ocurren en los centros de detención ilegal de los que hablaba antes. La antigua base Loran de la isla de Lampedusa, de hecho, no es un CIE sino un Centro de acogida. Sin embargo, basta con cerrar una verja y pegar a los chicos si se escapan para transformarlo en un lugar donde se suspende el derecho y hasta la propia Constitución, que sanciona la inviolabilidad de la libertad personal. Esto sucede en la Italia de hoy. Son cómplices de ello todas las asociaciones humanitarias que trabajan en Lampedusa, entre ellas las Naciones Unidas, la Organización Internacional para las Migraciones, Save the Children, Médicos sin Fronteras.
El 2 de agosto el Senado aprobó el decreto de expulsión que prevé la ampliación del límite máximo de la detención en los CIE, que pasa de 6 a 18 meses. Escribías que los reclusos de los CIE habían acogido la noticia con mucha angustia y cerrabas el texto de esta manera: “Podemos apostar a que nos espera un verano caliente” . ¿Cómo han ido las cosas? ¿Qué ha pasado?
Revueltas, fugas, incendios, arrestos. La última rebelión se produjo en Lampedusa el pasado 21 de agosto cuando el centro de acogida, ilegalmente usado como CIE, fue completamente quemado (ver vídeo abajo). Lo mismo había pasado en las semanas anteriiores en Turín, donde lograron huir treinta reclusos en dos semanas y fueron arrestados otros diez; en Brindisi, de donde 60 consiquieron escapar; y en Roma, donde más de cien personas lograron huir durante el mes de agosto. Pero episodios de revueltas y tentativas de evasión ha habido en todos los CIE. A menudo se trata de revueltas violentas, con enfrentamientos con la policía y heridos, con autolesiones e intentos de suicidio. Revueltas que nos golpean la conciencia y nos obligan a decidir de qué parte estamos. A menudo a los bienpensantes les gusta la beneficiencia y el mito del buen salvaje. Pero cuando los detenidos en los CIE se rebelan y desafían a las fuerzas policiales, ¿de qué parte estamos? Yo declaro serenamente que estoy con ellos y con sus revueltas. Y que la verdadera violencia no es la del que incendia las cárceles sino la del Estado italiano, que expulsó a Kabbour a Marruecos dejando en Italia a su mujer, a sus dos niños, a su hermana e incluso a sus padres. La violencia es la del Estado que suministra psicofármacos como si fueran caramelos para mantener tranquilos a los detenidos y que luego pasa enseguida a dar porrazos. Cuando se rebelan dentro de los CIE, nunca hay nadie fuera para prestarles ayuda. Porque la existencia de los CIE está completamente naturalizada. La llamada “inmigración ilegal” se ha convertido en el mal absoluto en nuestro imaginario y en consecuencia cualquier medio es aceptable con tal de que se detenga esta amenaza.
Cuentas casos escalofriantes de autolesiones y abuso de psicofármacos dentro de los CIE. ¿Cómo se explican?
Se les suministran psicofármacos a la luz del sol. Son los propios reclusos los que los piden. Intentad imaginar lo que significa pasar 18 meses de vuestra vida cerrados en una jaula con otras veinte o treinta personas, sin nada, sin nada de nada -repito- que hacer y así de la mañana a la noche. O preparas un plan de fuga y la revuelta, o prefieres apagarte lentamente para no enloquecer a fuerza de pensar en la familia que te espera fuera, en los hijos, en el fracaso de volver a tu país... El problema es que son psicofármacos muy fuertes y que crean dependencia, psicofármacos que en la vida cotidiana sólo los prescriben con receta y como terapia los psiquiatras y que dentro, en cambio, se dan como si fuesen golosinas. Los efectos se ven cuando salen del CIE -si es que no son expulsados- convertidos en trapos. En cuanto a las autolesiones, cortarse las venas o tragarse trozos de hierro y cristal sirve sobre todo para evitar la expulsión y tratar de que los lleven a urgencias, desde donde sin duda es más fácil intentar la fuga. Son estrategias de fuga. Y es absurdo que un chaval con un pasaporte caducado tenga que razonar como un asesino en serie que trata de escapar de una cárcel de máxima seguridad. Y es absurdo que, desde fuera, nosotros, vitaliciamente protegidos por un documento, nos preguntemos si dentro se está lo bastante desesperado como para tener el derecho de cortarse las venas. Ninguno de ellos se juega nada en caso de expulsión. No son perseguidos políticos. Ni uno. Pero cada uno de ellos tiene buenos motivos para querer quedarse en Italia. El primero de ellos es que es prácticamente imposible volver una vez que has sido repatriado.
Denuncias palizas en los CIE. ¿Son prácticas normales? ¿Ha habido denuncias de malos tratos? Hablas incluso de un muerto en Trapani. ¿Se ha logrado averiguar algo más sobre las causas de esta muerte?
El joven muerto en Trapani no falleció en un CIE sino en un Centro de acogida para solicitantes de asilo político o, lo que es lo mismo, en un centro abierto, donde se entra y se sale y sólo se va a comer y a dormir a la espera de que una comisión decida si le concede o no el estatuto de refugiado político. Murió de muerte natural; estaba enfermo del corazón y tuvo un infarto. Lo que todavía no está claro es si los médicos del centro lo sabían ni si estaban haciendo un seguimiento de su caso. En cuanto a las palizas, la lógica, en cambio, es muy simple y es típica de la dinámica controlado/controlador. O lo que es lo mismo: mientras los detenidos no crean problemas y se limitan a comer, dormir y tomar las gotas de la psicoterapia, nadie les toca. Al contrario, se han dado casos de buenas relaciones entre detenidos y militares. Sé de militares que llevan grappa a sus favoritos o que les regalan cigarrillos. Son cosas que suceden. Ahora bien, en el mismo momento en que alguno de ellos levanta la cabeza, fomenta la revuelta, insulta a un militar o intenta huir, se convierte en blanco de las iras de los militares y, si le toca el turno a la escuadra equivocada, acaba bajo los golpes de las porras. Hemos publicado vídeos y fotos clarísimas que muestran tanto el tipo de lesiones -incluso en el caso de una mujer detenida- como la dinámica de la agresión por parte de la policía.
La verdadera alarma en estos momentos son los CIE ilegales. Es decir, ciertas estructuras que se emplean al margen de la ley para detener ilegalmente a quienes llegan por mar. Sucede que los centros de acogidad de Lampedusa, Porto Empedocle y Pozzallo, en Sicilia, así como en el centro de acogida de Cagliari (Cerdeña) se están empleando de hecho como lugares de detención, sin que haya ningún juez que confirme la retención de estas personas, y por tanto de modo totalmente ilegal. Se trata de una especie de secuestro de Estado. El último episodio de este estado de policía se ha escrito en el puerto de Palermo (Sicilia), donde actualmente hay unos 600 tunecinos detenidos en tres ferrys de las compañías Moby y GNV.
Desde el punto de vista jurídico, ¿qué es un CIE? ¿Qué significa la ley dentro de un CIE? ¿Hay vacíos y abusos legales?
Jurídicamente un Centro de Identificación y Expulsión (CIE) es un lugar destinado a la detención de quienes tengan permisos de estancia [soggiorno] caducados o de quienes hayan entrado en Italia sin pasaporte. La detención tiene un límite de 18 meses y su finalidad es identificar al detenido y expulsarlo. Durante la retención, las autoridades policiales se ponen en contacto cn las embajadas para obtener de éstas un permiso sin el cual el detenido no puede ser expulsado. El 50% de los detenidos no resulta expulsado porque no consiguen identificarlos. Desde un punto de vista jurídico son perfectamente legales. Se aprobaron mediante una ley del gobierno de centro-izquierda en 1998. Al principio el periodo de detención era de 30 días; en 2002 el gobierno de Berlusconi lo aumentó a 60 días; luego, en 2009, a 6 meses, y hasta 18 meses el pasado agosto.
Un juez de paz confirma cada dos meses la retención en presencia de un abogado. Desde un punto de vista legal la detención en los CIE no se define como tal: se habla simplemente de “retención”, lo que no equipara al CIE con el régimen carcelario. Digamos que las leyes en este sentido no ayudan, sino que más bien demuestran que el Estado de Derecho, cuando se doblega ante las ideologías, no resulta una garantía de los derechos fundamentales de la persona. En Italia es menos peligrosa la bancarrota fraudulenta que un documento expirado.
¿Puedes describirnos quiénes acaban en los CIE?
Pues fundamentalmente cuatro tipo de personas. Primero están los que desembarcan en Lampedusa. Mujeres y hombres. Los que llegan sin pasaporte ni visado y no solicitan asilo político terminan en los Centros de Identificación y Expulsión. Este año la policía ha hecho la selección según un criterio racial: los árabes van a los CIE, y los negros a los Centros de acogida para solicitantes de asilo… Daba igual que los árabes vinieran escapando de la guerra de Libia.
La segunda categoría la constituyen antiguos detenidos. Ciudadanos extranjeros condenados en la mayor parte de los casos por delitos de microcriminalidad o por violación de la ley sobre drogas, y que después de cumplir la pena de cárcel son trasladados a los CIE directamente.
La tercera categoría la forman los trabajadores. Gente corriente a la que paran por casualidad durante un banal control de identidad, ya puede ser en una estación, en un tren o en un control de carretera. Los que tienen los documentos expirados acaban en el CIE aunque lleven en Italia veinte años y su familia resida aquí.
La cuarta categoría serían los pobres. Gente sin techo, alcohólicos, prostitutas, vagabundos. Son el blanco más frecuente de las redadas de la policía. Las llaman operaciones por la seguridad, pero sirven para deshacerse de la pobreza de las ciudades escaparate. A los pobres que no tienen documentos los llevan a los CIE y terminan siendo expulsados realmente. La mayor parte de los reclusos son hombres, pero también hay mujeres y transexuales.
En esta crónica escrita por una abogada de regreso de Lampedusa habla de 101 chicos menores encerrados en la base Loran. ¿Sabemos cuántos menores hay en los distintos CIE? ¿En qué situación legal se encuentran?
No puede haber menores en los CIE. La ley italiana provee de documentos de estancia a todos los menores no acompañados de su familia. Si un menor acaba en un CIE por error durante una redada puede ser liberado demostrando su condición de menor de edad.
El caso que mencionas hay que enmarcarlo como uno más de los que ocurren en los centros de detención ilegal de los que hablaba antes. La antigua base Loran de la isla de Lampedusa, de hecho, no es un CIE sino un Centro de acogida. Sin embargo, basta con cerrar una verja y pegar a los chicos si se escapan para transformarlo en un lugar donde se suspende el derecho y hasta la propia Constitución, que sanciona la inviolabilidad de la libertad personal. Esto sucede en la Italia de hoy. Son cómplices de ello todas las asociaciones humanitarias que trabajan en Lampedusa, entre ellas las Naciones Unidas, la Organización Internacional para las Migraciones, Save the Children, Médicos sin Fronteras.
El 2 de agosto el Senado aprobó el decreto de expulsión que prevé la ampliación del límite máximo de la detención en los CIE, que pasa de 6 a 18 meses. Escribías que los reclusos de los CIE habían acogido la noticia con mucha angustia y cerrabas el texto de esta manera: “Podemos apostar a que nos espera un verano caliente” . ¿Cómo han ido las cosas? ¿Qué ha pasado?
Revueltas, fugas, incendios, arrestos. La última rebelión se produjo en Lampedusa el pasado 21 de agosto cuando el centro de acogida, ilegalmente usado como CIE, fue completamente quemado (ver vídeo abajo). Lo mismo había pasado en las semanas anteriiores en Turín, donde lograron huir treinta reclusos en dos semanas y fueron arrestados otros diez; en Brindisi, de donde 60 consiquieron escapar; y en Roma, donde más de cien personas lograron huir durante el mes de agosto. Pero episodios de revueltas y tentativas de evasión ha habido en todos los CIE. A menudo se trata de revueltas violentas, con enfrentamientos con la policía y heridos, con autolesiones e intentos de suicidio. Revueltas que nos golpean la conciencia y nos obligan a decidir de qué parte estamos. A menudo a los bienpensantes les gusta la beneficiencia y el mito del buen salvaje. Pero cuando los detenidos en los CIE se rebelan y desafían a las fuerzas policiales, ¿de qué parte estamos? Yo declaro serenamente que estoy con ellos y con sus revueltas. Y que la verdadera violencia no es la del que incendia las cárceles sino la del Estado italiano, que expulsó a Kabbour a Marruecos dejando en Italia a su mujer, a sus dos niños, a su hermana e incluso a sus padres. La violencia es la del Estado que suministra psicofármacos como si fueran caramelos para mantener tranquilos a los detenidos y que luego pasa enseguida a dar porrazos. Cuando se rebelan dentro de los CIE, nunca hay nadie fuera para prestarles ayuda. Porque la existencia de los CIE está completamente naturalizada. La llamada “inmigración ilegal” se ha convertido en el mal absoluto en nuestro imaginario y en consecuencia cualquier medio es aceptable con tal de que se detenga esta amenaza.
Cuentas casos escalofriantes de autolesiones y abuso de psicofármacos dentro de los CIE. ¿Cómo se explican?
Se les suministran psicofármacos a la luz del sol. Son los propios reclusos los que los piden. Intentad imaginar lo que significa pasar 18 meses de vuestra vida cerrados en una jaula con otras veinte o treinta personas, sin nada, sin nada de nada -repito- que hacer y así de la mañana a la noche. O preparas un plan de fuga y la revuelta, o prefieres apagarte lentamente para no enloquecer a fuerza de pensar en la familia que te espera fuera, en los hijos, en el fracaso de volver a tu país... El problema es que son psicofármacos muy fuertes y que crean dependencia, psicofármacos que en la vida cotidiana sólo los prescriben con receta y como terapia los psiquiatras y que dentro, en cambio, se dan como si fuesen golosinas. Los efectos se ven cuando salen del CIE -si es que no son expulsados- convertidos en trapos. En cuanto a las autolesiones, cortarse las venas o tragarse trozos de hierro y cristal sirve sobre todo para evitar la expulsión y tratar de que los lleven a urgencias, desde donde sin duda es más fácil intentar la fuga. Son estrategias de fuga. Y es absurdo que un chaval con un pasaporte caducado tenga que razonar como un asesino en serie que trata de escapar de una cárcel de máxima seguridad. Y es absurdo que, desde fuera, nosotros, vitaliciamente protegidos por un documento, nos preguntemos si dentro se está lo bastante desesperado como para tener el derecho de cortarse las venas. Ninguno de ellos se juega nada en caso de expulsión. No son perseguidos políticos. Ni uno. Pero cada uno de ellos tiene buenos motivos para querer quedarse en Italia. El primero de ellos es que es prácticamente imposible volver una vez que has sido repatriado.
Denuncias palizas en los CIE. ¿Son prácticas normales? ¿Ha habido denuncias de malos tratos? Hablas incluso de un muerto en Trapani. ¿Se ha logrado averiguar algo más sobre las causas de esta muerte?
El joven muerto en Trapani no falleció en un CIE sino en un Centro de acogida para solicitantes de asilo político o, lo que es lo mismo, en un centro abierto, donde se entra y se sale y sólo se va a comer y a dormir a la espera de que una comisión decida si le concede o no el estatuto de refugiado político. Murió de muerte natural; estaba enfermo del corazón y tuvo un infarto. Lo que todavía no está claro es si los médicos del centro lo sabían ni si estaban haciendo un seguimiento de su caso. En cuanto a las palizas, la lógica, en cambio, es muy simple y es típica de la dinámica controlado/controlador. O lo que es lo mismo: mientras los detenidos no crean problemas y se limitan a comer, dormir y tomar las gotas de la psicoterapia, nadie les toca. Al contrario, se han dado casos de buenas relaciones entre detenidos y militares. Sé de militares que llevan grappa a sus favoritos o que les regalan cigarrillos. Son cosas que suceden. Ahora bien, en el mismo momento en que alguno de ellos levanta la cabeza, fomenta la revuelta, insulta a un militar o intenta huir, se convierte en blanco de las iras de los militares y, si le toca el turno a la escuadra equivocada, acaba bajo los golpes de las porras. Hemos publicado vídeos y fotos clarísimas que muestran tanto el tipo de lesiones -incluso en el caso de una mujer detenida- como la dinámica de la agresión por parte de la policía.
Fuiste uno de los promotores de la campaña contra la censura informativa LasciateCIEntrare (“Déjennos entrar en los CIE”), gracias a la cual se acabó con la prohibición de entrar en los CIE a los periodistas y las ONG. ¿Se ha elevado la tensión informativa tras todo ello? ¿Cómo juzgas el seguimiento informativo que hacen los grandes medios sobre lo que sucede en estos lugares?
Cuidado: sigue vigente la prohibición de entrar. Desde abriel de 2011 sigue siendo imposible tener acceso a los CIE para la prensa. Fue suficiente una circular del Ministerio del Interior para imponer la censura. Los grandes medios ni siquiera se dieron cuenta, fundamentalmente porque, cuando aún se podía entrar, tampoco habían solicitado entrar en esos lugares salvo contadas excepciones.
La campaña salió muy bien gracias a la participación del sindicato, la asociación (Ordine) de periodistas y de unos treinta diputados de las fuerzas de la oposición. Políticamente el resultado fue que se consiguió aprobar un orden del día en el Parlamento que insta al gobierno a anular la prohibición, pero todavía no se ha conseguido, y dudo mucho de que las cosas cambien antes de finales de año. Sobre todo porque ningún político y ningún medio de comunicación se expone en un tema tan incómodo como este.
Recapitulando: sólo durante el mes de agosto ha habido revueltas y fugas en los CIE de Ponte Galeria, Pantelleria, Lampedusa, Modena, Cagliari y Pozzallo, una huelga de hambre y después una revuelta en Turín, una fuga, palizas y lacrimógenos en el CIE Milo de Trapani, en Bolonia una protesta en el centro femenino con mujeres golpeadas, sangre en la calle Corelli de Milán con cinco reclusos ingresados en el hospital, más un intento de fuga en Brindisi. Después, en septiembre hemos visto las imágenes de la última revuelta de Lampedusa. Y después, la ocurrencia de los CIE flotantes. ¿Cómo se presentan el otoño y el invierno en los CIE?
Depende mucho de los desembarcos y de las nuevas leyes. Ahora los desembarcos en Lampedusa son muy pocos. Los acuerdos de reapatriación con Túnez funcionan muy bien; la semana pasada fueron expulsados 604 jóvenes de los 1.300 que habían sido detenidos en la isla antes de la revuelta. A este ritmo podrían cesar o al menos reducirse mucho las llegadas, lo que liberaría plazas en los CIE, de manera que las redadas en nuestras ciudades aumentarían de nuevo, con la consecuente expulsión de los pobres y los trabajadores comunes. Lo que a su vez podría llevar a un aumento de las protestas, con un apoyo externo. Lo hemos visto en Turín, donde, tras el arresto de un peruano comprometido políticamente, ha habido una clamorosa protesta de sus compañeros de partido fuera del CIE. Luego está también la nueva ley, que ha ampliado a 18 meses el tiempo máximo de detención en un CIE. Hasta el momento son muy pocos los que permanecen más de seis meses. Pero poco a poco los casos aumentarán y aumentarán también las protestas, incluidas las del sindicato de policía, que lamenta la falta de condiciones de seguridad de sus agentes, expuestos a duros enfrentamientos con los reclusos. El problema de la policía es que, en lugar de pedir refuerzos, debería negarse a utilizar a sus hombres para la represión de fenómenos sociales no criminales, como es el caso de la emigración.
La última crónica que escribiste en agosto nos interpela directamente. Nos ofreces esas imágenes que son las que ven cada mañana centenares de personas desde su casa. "La zona gris somos nosotros", dices, citando la obra de Primo Levi Los hundidos y los salvados. ¿Qué podemos hacer para salir de ella?
Por ejemplo, abrir los ojos. Mirar a la cara la realidad, y con más motivo en este momento de turbulencia en el que los CIE están ebullición. Y decidir de qué parte estamos. Tal vez, sin embargo, no estamos listos para hacerlo. Porque, a diferencia de otros países, Italia sigue siendo víctima de su imaginario. Para nosotros el inmigrante sigue siendo un salvaje, sea bueno o malo, en nuestro pensamiento. El mismo hecho de que nos empeñemos en llamarlo “inmigrante” es una señal del retraso cultural de nuestro país. No somos capaces de percibir todo lo que de universal y común hay en nuestras historias, sobre todo en las historias de nosotros, los más jóvenes. Antes que una revuelta material, hace falta una revuelta cultural. Una nueva estética en la cual no existen inmigrantes clandestinos sino chicos y chicas, con un nombre y una historia, que practican la desobediencia civil, violando las leyes europeas de inmigración para reclamar en voz alta el derecho a la libertad de circulación en la época de la movilidad internacional y la globalización. Si no digerimos antes este dato concreto, el hecho de que desplazarse es un derecho de todos y no sólo de los ricos turistas y de los hombres de negocios, continuaremos siendo “zona gris”.
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