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Por Amy Goodman - Democracy Now
“Cuando se miente, se debe mentir a lo grande y ser fiel a esa mentira”,
escribió Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Reich alemán en
1941. El ex Vicepresidente Dick Cheney parece haber tomado el famoso
consejo nazi en su nuevo libro: “En mi tiempo”.
Cheney continúa siendo
fiel a sus convicciones en temas que van desde la invasión a Irak hasta
el uso de la tortura. Durante una entrevista en el programa Dateline de
NBC News, dijo en referencia a las revelaciones del libro: “Harán rodar
muchas cabezas en Washington”.
Las memorias de Cheney siguen a las de su
colega y amigo Donald Rumsfeld. Mientras ambos promueven su propia
versión de la historia, hay gente que los desafía y enfrenta.
La
enigmática declaración de Rumsfeld se hizo famosa y emblemática de su
desdén por los periodistas. Es considerada como un símbolo de las
mentiras y manipulaciones que llevaron a Estados Unidos a la desastrosa
invasión y ocupación de Irak.
Una persona que se convenció gracias a la retórica de Rumsfeld fue Jared August Hagemann.
Hagemann
se enlistó en el ejército para servir a su país, para hacer frente a
las amenazas que repetidamente mencionaba el Ministro de Defensa
Rumsfeld. Cuando el soldado de comando del ejército de Estados Unidos
recibió la citación para su más reciente despliegue (su esposa no
recuerda si era el séptimo o el octavo), la presión fue demasiada. El 28
de junio de 2011, Jared Hagemann, de veinticinco años de edad, se
disparó a sí mismo en la Base Conjunta Lewis-McChord, cerca de Seattle.
El Pentágono indica que Hagemann murió a causa de una herida de bala
“auto infligida”, pero aún así no lo llamó suicidio.
Jared había
amenazado con suicidarse varias veces antes. No era el único. Según se
informó, cinco soldados cometieron suicidio en Fort Lewis en julio. Se
estima que más de trescientos mil soldados que volvieron de la guerra
padecen trastornos de estrés post traumático o depresión.
La viuda
de Hagemann, Ashley Joppa-Hagemann, se enteró de que Rumsfeld firmaría
ejemplares de su libro en la base. El viernes 26 de agosto, Ashley
entregó a Rumsfeld una copia del programa de los servicios fúnebres en
memoria de su fallecido esposo. Ella me contó: “Le dije que quería que
viera a mi esposo, y así conocería, así podría poner rostro a al menos
uno de los soldados que han perdido sus vidas debido a sus mentiras en
relación al 11/S.”
Le pregunté acerca de la respuesta de Rumsfeld:
“Todo lo que recuerdo es a él diciendo ‘Ah sí, oí algo de eso.’ Y
luego, todo lo que recuerdo es haber sido acosada por personal de
seguridad, empujada hacia afuera y advertida de no regresar.”
Desafortunadamente es el Sargento del Estado Mayor Hagemann el que nunca
va a regresar a su esposa y a sus dos pequeños hijos.
En su
entrevista para la NBC, Cheney afirmó haber desempeñado un rol en la
renuncia del entonces Secretario de Estado Colin Powell. Consulté al
respecto al ex jefe de despacho de Powell, el Coronel Lawrence
Wilkerson, quien respondió: “Por los extractos que leí, vale decir que
no he leído el libro completo, lo más penetrante que dice el
vicepresidente en su libro es que tuvo algo que ver con el alejamiento
de Colin Powell de su cargo en enero de 2005. Eso es un disparate
total.”
Más importante, sin embargo, resulta el decidido llamado de
Wilkerson exhortando a que los involucrados en llevar al país a la
guerra en Irak sean responsabilizados por sus actos, lo que implicaría
castigo para él mismo. Un pilar central de la invasión a Irak fue el
discurso de Powell del 5 de febrero de 2003 ante Naciones Unidas, en el
que se expuso el caso de las armas de destrucción masiva. Wilkerson
asume plena responsabilidad por la coordinación del discurso de Powell:
“Desafortunadamente, y lo he reconocido muchas veces públicamente y en
privado, fui la persona que preparó la presentación de Colin Powell ante
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 5 de febrero de 2003.
Probablemente fue el mayor error de mi vida. Lo lamento hasta el día de
hoy. Lamento no haber renunciado en ese momento.”
Pregunté al
Coronel Wilkerson qué piensa de grupos como el Centro por los Derechos
Constitucionales y el abogado y bloguero Glenn Greenwald que han pedido
el juicio penal de Cheney, Rumsfeld y otros funcionarios del gobierno de
Bush. Me respondió: “Estaría dispuesto a testificar, y estaría
dispuesto a enfrentar cualquier castigo que merezca.”
El Coronel
Wilkerson dijo sobre el libro de Cheney: “Es un libro escrito sin miedo.
Sin miedo de que un día alguien haga de Dick Cheney un ‘Pinochet’”. El
Coronel Wilkerson se refiere al caso del dictador chileno Augusto
Pinochet, que fue arrestado en Inglaterra y detenido durante un año
antes de ser liberado. Un juez español quería que lo extraditaran para
juzgarlo por crímenes contra la humanidad.
A pocos días del décimo
aniversario del 11 de Septiembre y mientras aumentan las víctimas en
todos los bandos, los libros de Rumsfeld y Cheney nos recuerdan una vez
más cuál es la primera víctima de la guerra: la verdad.
Traducido por Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
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