Efe |
El periodista David Segarra afirma que jóvenes son usados en una estrategia de desestabilización de largo plazo
Por Marina Terra | Opera Mundi
La
actual ola de manifestaciones en Venezuela empezó a inicios de
febrero, con una protesta estudiantil en contra de denuncias de violencia
sexual en una universidad de San Cristóbal, capital del Estado de
Táchira, en la frontera con Colombia. Allí, las manifestaciones ganaron
fuerza, igual que los episodios de violencia. La casa del gobernador del
Estado – el chavista José Gregorio Vielma Mora – llegó a ser atacada.
Poco
tiempo antes, el 25 de enero, la cúpula opositora reunida alrededor de
la MUD (Mesa de Unidad Democrática) había anunciado un nuevo plan de
acción en contra del presidente Nicolás Maduro, llamado “La Salida”, que
sugería un “cambio de gobierno”. Para los dirigentes opositores, como
Maria Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López, solamente la
desobediencia civil salvaría a Venezuela de los problemas que
actualmente enfrenta el país, como la violencia, la escasez de alimentos
y la
inflación.
La
fecha elegida para organizar una gran movilización de protesta fue el 12 de febrero, cuando
Venezuela celebraría el Día de la Juventud. Tal como se esperaba,
la comisión que se pondría al frente de esta movilización sería la de los estudiantes
opositores, reunidos alrededor de grupos como JAVU (Juventud Activa
Venezuela Unida).
En
aquella tarde, luego de que parte de la marcha opositora decidiera
dirigirse hacia la
sede del Ministerio Público venezolano, en el centro de Caracas,
empezaron los disturbios entre los manifestantes y la policía, que
arrojaron un saldo de tres muertos (al menos un chavista) y más de 60
heridos.
Luego, una ola de protestas en contra del gobierno se propagó por todo
el país, produciendo escenas de destrucción y violencia noticiadas por
medios de comunicación de todo el mundo, que generaron la conmoción
mundial.
Hoy,
el protagonismo estudiantil en las movilizaciones ha perdido fuerza,
siendo reemplazado por un intenso debate entre el bloque opositor y el
gobierno Maduro, que acusa los estudiantes de ser parte de un plan
más amplio de desestabilización de Venezuela, con tentáculos en
Washington y alimentado por los medios nacionales e internacionales.
Para
el periodista valenciano Davíd Segarra, quien vivió por siete años en
Venezuela y realizó varios documentales en asociación con la red
multiestatal TeleSur, la teoría del gobierno es correcta. Segarra, quién
filmó las manifestaciones estudiantiles en contra del gobierno del
presidente Hugo Chávez en 2007, afirma que son situaciones prácticamente idénticas y que forman parte de una estrategia de
desestabilización de largo plazo.
“La
oposición venezolana y el gobierno de EEUU percibieron que la
estrategia del golpe de Estado, hoy en día en Latinoamérica, y
concretamente en Venezuela, es inviable. Eso ya lo intentaron en 2002 y
han fracasado. Ya se dieron cuenta que la lucha es a largo plazo, con
paciencia”, dice. Segarra subraya que, desde 2007, el plan de acción ha
cambiado, lo cual se evidencia con el surgimiento de un nuevo
movimiento estudiantil opositor en el país.
Cambio de estrategia
Como indica
Segarra en su película "Nuevas caras: el mismo objetivo", la victoria
electoral de Chávez en 2006 ha permitido una serie de cambios que se
concretizaron en la propuesta de una reforma constitucional, reunidas
alrededor de un plebiscito, refrendado en diciembre de 2007. El CNE
(Consejo Nacional Electoral) declaró como vencedor el “No”. La propuesta
del gobierno fue rechazada por una cantidad mínima de votos inferior al
2% (49,25% por el Sí y 50,71% por el No), resultado que fue
aceptado por Chávez.
Es
en este contexto que surgen manifestaciones del movimiento estudiantil
opositor, que hicieron una intensa campaña por el “No”. La estrategia
declarada por los estudiantes era pacífica, de desobediencia civil. Sin
embargo, la violencia se desató en muchas de las movilizaciones, como se
puede ver en las imágenes de 'Nuevas Caras'.
Entrevistada por el periodista, Naty Vázquez, del movimiento estudiantil de
los 80, cuenta que la actuación de la policía fue
bastante diferente de la presenciada por ella cuando era joven. El
documental muestra escenas de helicópteros que disparaban balas de
verdad en contra de los estudiantes de la UCV (Universidad Central de
Venezuela) en los 80. “Hay una amplia lista de estudiantes que fueron
asesinados entre los años 70 y 90 por la policía metropolitana”, afirma
Vázquez. Este cuerpo policial, famoso por ser violento, fue extinguido
por Chávez.
Después,
Segarra cuenta que en 2007 se podían ver símbolos que nada tenían que
ver con las manifestaciones estudiantiles, como la cruz céltica, que ha
reemplazado la cruz gamada o suástica. El periodista también investigó
nuevos símbolos, como la mano blanca, referencia que luego dio el nombre
al movimiento estudiantil opositor “Manos Blancas” y que
además hace paralelo con el símbolo del JAVU. Un joven revela que la
idea se remonta al movimiento serbio Otpor, hoy llamado Canvas, que usa
un puño cerrado como símbolo.
Fundado
en 2000, Otpor (Resistencia, en serbio) ha desempeñado un rol muy
importante en el derrocamiento del presidente serbio Slobodan
Milosevic. Luego, el grupo se transformó en una especie de
"transnacional
de la subversión”, dando asesoría a distintos movimientos de
jóvenes en el mundo, como en Georgia en 2003, Rusia en 2005 y
Venezuela en 2007.
Ronel
Gaglio, de la Universidad Monteávila de Caracas, confirma en el
documental que estudiantes venezolanos viajaron a Serbia para recibir
entrenamiento. Además, afirma que ganaron apoyo de sectores de la
iglesia venezolana y de la derecha estadounidense y europea, como el PP (Partido Popular) español.
Según
Segarra, el discurso antichavista, que antes estaba cargado de clasismo
y racismo, fue reemplazado por otro que prácticamente copia el lenguaje
chavista, con la intención de alcanzar las camadas más populares. Sin
embargo, “ellos siempre hablan de la clase media, mientras ninguno de
los líderes del antichavismo es de clase media. Son de clases muy altas,
de familias que vienen gobernando Venezuela desde hace siglos”, apunta.
“Empiezan
entonces un discurso que busca generar un nuevo sujeto político. Y para
eso es fundamental no usar líderes empresariales, corruptos, y
encuentran un nuevo filón político en el uso de los estudiantes de las
universidades de élites”, que tienen más posibilidades de empatía con
periodistas extranjeros, la población europea, estadounidense e incluso, con
las clases medias privilegiadas de las grandes ciudades
latinoamericanas.
Guerra suave
Internamente, el
enfoque es hacia la generación de histeria y pánico a través de los medios
de comunicación y de la Internet, dice. Él subraya que la reciente
proliferación de fotomontajes diseminados en la web son un
ejemplo de eso. “Se puede pensar que nadie puede ser tan inocente para
ser engañado por algo tan evidentemente falso, sin embargo, eso es fácil
desde la frialdad de la distancia, por estar lejos del conflicto”,
recuerda.
La
penetración de las redes sociales en Venezuela es muy efectiva, ya que
el 80% de los usuarios de internet tiene una cuenta en Facebook.
Además, Twitter se ha vuelto a lo largo de los años en una de las
principales plataformas de disputa política en el país. Son datos que no
pasan desapercibidos por los EEUU, puntúa Segarra.
Según
el documentalista, se trata de una estrategia usada en decenas de
países del Este Europeo, Asía y América Latina, con combustible
financiero e intelectual estadounidense. “Son estrategias diseñadas en
los EEUU por distintas instituciones, como la NED (Fundación Nacional
para la Democracia) y USAID (Agencia de los EEUU para el Desarollo
Internacional), organizaciones cuya función es apoyar política y
logísticamente en varios campos", como, por ejemplo, el de la
"estrategia comunicativa,
mediática, de relaciones públicas, además de capacitar y asesorar
a movimientos políticos de derecha”.
A partir de
este know how comunicacional estadounidense, afirma Segarra, es evidente
que las redes se vuelven un vector esencial. “Es una estrategia mucho
más sutil e inteligente y no es casualidad que esté siendo llevada a
cabo por la administración de Barack Obama, porque históricamente el
Partido Demócrata mantuvo una postura de ataque indirecto, mientras los
republicanos eran mucho mas frontales ”, dice, enfatizando que la apuesta
actual es "por una guerra de largo plazo, suave, fundamentalmente de
desgaste”.
En
este contexto, estarían presentes el sabotaje económico, la generación
de histeria colectiva y, al mismo tiempo, una presión política
traducida en protestas – un paquete de acciones que generaría una
sensación de ingobernabilidad en Venezuela. “Ningunos de estos factores
solos pueden derrocar a un gobierno, pero a largo plazo, el objetivo es
desgastarlo lo suficiente para que el chavismo” sea derrotado en las
próximas elecciones, “entonces, los EEUU y las élites tradicionales
recuperarían el control del petróleo”.
Un
“enjambre” de matrices, con el uso incluso de formadores de opinión
influyentes y hasta famosos - recientemente artistas
internacionales, como las cantantes Madonna y Cher, se posicionaron
favorables a las protestas en Venezuela – es activado, dice el
periodista. “Estos nodos están aparentemente desconectados, parecen espontáneos, democráticos, apolíticos, pero tienen un núcleo central,
que es Washington”, que los usa no de una “forma vertical, sino como un
ejército, mas horizontal, en red”.
No violencia
Además, subraya
el documentalista, la estrategia viene traducida también por el discurso
de la “no violencia”, inspirado en los movimientos de la izquierda de
los años 60, 70 y 80 en la lucha en contra de los gobiernos neoliberales.
Lo que antes era usado en contra los EEUU, ahora irónicamente estaría a favor de ellos.
Según
Segarra, uno de los centros dedicados al análisis de estos discursos
es el Albert Einstein, del estadounidense Gene Sharp, cuya propuesta es
básicamente “usar las técnicas de conducta como las de Martin Luther
King, o de la izquierda anticolonial, para alimentar la dominación. Es
algo verdaderamente maquiavélico, sin precedentes. Así que la gente se
sorprende o se confunde con las nuevas caras del fascismo; que no sean
como [Augusto] Pinochet [dictador chileno] o [Jorge Rafael] Videla
[argentino], pero jóvenes modernos”.
El
reclutamiento de estos jóvenes venezolanos, como los de otras naciones,
dice, es sutil, y sigue métodos desarrollados durante la Guerra Fría.
“Los EEUU y, también, la URSS en su momento, no nos engañemos, monitorean
y analizan conflictos en el mundo y buscan líderes para poder dirigir o
controlar las sociedades”, afirma. “No es que aparece un hombre de
gris con un maletín y te pregunta: 'quieres trabajar para la CIA?”, pero
si algún instituto que lucha por la libertad de expresión, derechos
humanos, que te dan becas de estudios, premios, apoyan tu periódico y,
sutilmente, te atraen hacia su cancha”.
Estudiantes venezolanos
Y eso es lo que
habría sucedido con los estudiantes venezolanos, como explicita el
contacto de algunos de ellos con instituciones estadounidenses en
documentos que aparecen en el documental Nuevas Caras. Sin embargo, en
la raíz de este movimiento, dice Segarra, está también el tema de la
democratización de la enseñanza en Venezuela, algo que genera descontento
entre las camadas más altas del país.
Según
él, antes de la llegada de Chávez al poder, había menos de 500 mil
estudiantes universitarios en Venezuela – la gran mayoría de clases
altas, que representaban menos de 20% de la configuración social del país.
Una de las prioridades del nuevo gobierno fue la democratización del
sistema educativo, con la interrupción de las privatizaciones y el
impulso del sistema educativo público, en todas las esferas. Hoy, ya son
más de tres millones los jóvenes en las universidades venezolanas,
muchas de ellas nuevas.
Hay
un doble problema para estos estudiantes que antes eran privilegiados,
dice Segarra. Si por un lado perciben que los que antes “trabajaban en
sus casas, los atendían en la cafetería, ahora están en las
universidades”, por otro lado, la gran mayoría es chavista, y por lo
tanto, defiende aquellos que están en el poder y controlan las riquezas del país. “Es un
atropello, un insulto” para ellos, afirma.
Además,
muchos han nacido en el chavismo y tienen la imagen “mítica” de una
Venezuela de los años 50, 60, cuando del boom petrolero, de una
Venezuela 'saudita', donde todo estaba bien, que no había barrios,
delincuencia. Según Segarra, piensan que “fue Chávez y los chavistas
los que destruyeron Venezuela”, mientras que fue la “decadencia política y
social, generada en los gobiernos como el de Carlos Andrés Pérez, que
hizo nacer el proprio chavismo", afirma.
De
hecho, destaca, la ausencia de discursos más alineados con las
demandas estudiantiles internacionales, como en Chile, dónde exigen la
educación gratuita en las universidades, evidencia las problemáticas del
movimiento venezolano que, por otra parte, se concentran en temas que de
hecho perjudican la vida del ciudadano común – principalmente el mas
pobre –, como la violencia y la escasez de alimentos.
“Es
impresionante verlos quejándose de problemas que los pobres vienen
enfrentando desde hace décadas, y que te digan sin ningún tipo de vergüenza:
'mira como está el país, lleno de barrios, mientras producimos
petroleo'. Claro que hay pobreza. ¿Cómo no va a haber en un país que ellos
mismos han destruido? Pero ellos creen que esa porción de la sociedad no
esta capacitada para gobernar. Solamente ellos. Piensan que hay dos
clases de seres humanos: los de arriba y los de abajo”, concluye
Segarra.
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