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A principios de este año, el gobierno aprobó la siembra piloto de 63
hectáreas de maíz transgénico en Sinaloa, a favor de la trasnacional
Monsanto.
El titular de Sagarpa, responsable por esta decisión que pone
en riesgo el patrimonio genético alimentario más importante del país,
declaró en una reunión con la Unión de Científicos Comprometidos con la
Sociedad (UCCS) y organizaciones de productores, ambientalistas y
sociales, que no conocía
los detalles de los dictámenes técnicos, pero que se tomarían medidas de
bioseguridad, como plantar maíz transgénico amarillo y no blanco que es el de mayor consumo humano –manifestando su sorprendente ignorancia de que el cruzamiento y contaminación entre estas variedades es totalmente viable y seguramente ocurrirá– y agregando que en materia de transgénicos
no somos químicamente puros, tenemos intereses económicos y políticos(Greenpeace México, 19/1/2012).
relacionan, por decirlo de algún modo. Por supuesto no son químicamente puros, son puramente tóxicos.
México
no necesita transgénicos en ninguna situación: el maíz transgénico
produce igual o menos que los híbridos, usa más agroquímicos que cada
vez son más tóxicos, conlleva nuevos problemas a la salud y al ambiente,
las semillas son más caras y están todas patentadas a favor de unas
cuantas multinacionales. Es la única semilla que
contaminaa las demás. Aunque el maíz híbrido también emite polen y se cruza con las variedades nativas campesinas, se trata de cruzas entre maíces, que la sabiduría campesina puede incluso aprovechar, o si no le sirve, descartarla.
En el caso de los transgénicos, la cruza no es solamente
entre maíces, es con otras especies que han sido manipuladas, como
bacterias, virus y genes de plantas y animales que nunca se cruzarían
naturalmente con el maíz, por lo que implican impactos desconocidos y
con riesgos devastadores para la biodiversidad natural y la del maíz. La
contaminación es inevitable y como son genes patentados, se convierte
en un delito para las víctimas, que deben pagar a las empresas por un
absurdo
uso indebido de patentes. Los transgénicos también han puesto en crisis a miles de familias dedicadas a la apicultura, al contaminar la miel con transgénicos, impidiendo su exportación a Europa, el mayor comprador.
Pese a estos datos contundentes, el gobierno ha autorizado más de un centenar de siembras
experimentales
experimentos, lo único que el gobierno observa son las supuestas características agronómicas de los cultivos según las empresas, no la contaminación genética ni los impactos sobre la biodiversidad, que es lo esencial y diferente en México, ya que es centro mundial de origen del maíz. La UCCS mostró además que la contaminación puede alcanzar enormes distancias: siembras
pilotode algodón transgénico contaminaron algodón nativo silvestre a miles de kilómetros de las siembras originales. (www.uccs.mx, comunicado 27/01/12). y ahora comienza a escalar las de fase piloto. La diferencia entre ambas es que las siembras piloto son en mayor extensión, a campo abierto y lo cosechado se puede comercializar. No se trata realmente de
El
7 de febrero 2012, la Unión de Científicos Preocupados de Estados
Unidos publicó un documento mostrando que al contrario de lo que dice
Monsanto y sus organizaciones pantalla (como Agrobio México), la
experiencia de 15 años demuestra que las semillas transgénicas han
promovido la resistencia a agrotóxicos en malezas y plagas, han
aumentado exponencialmente el volumen de agroquímicos y tóxicos, cada
vez más fuertes y peligrosos, han contaminado genéticamente y dañado a
los cultivos orgánicos, hacen muy difícil las alternativas y usaron
decenas de millones de dólares en propaganda para
persuadira los políticos que les permitan continuar pese a impactos y malos resultados. También desplazaron y abusaron de la investigación agrícola pública, y en lugar de
alimentar al mundocomo autoproclaman las empresas, impiden las verdaderas soluciones para ello.
Casi
al mismo tiempo, se aprobó en Estados Unidos el primer maíz transgénico
con resistencia al agrotóxico 2, 4-D, uno de los componentes del agente
naranja, arma química desarrollada por Monsanto y Dow y usada en la
guerra de Vietnam, compuesto cancerígeno que después de tres
generaciones, sigue teniendo secuelas en los descendientes de las
víctimas y en la naturaleza.
Este es el camino inevitable al que
llevan los transgénicos: aumento a gran escala de químicos cada vez más
tóxicos, de altísimo impacto en la salud y el ambiente, ya que las
malezas e insectos se vuelven resistentes. Es una guerra sin fin y un
gran negocio para los que fabrican venenos.
Todo esto lo saben
los que toman las decisiones, pero intencionalmente no atienden ninguno
de los muchos argumentos científicos, sociales, culturales, legales, de
los pueblos, contra los transgénicos. Por ello se abrió una audiencia
sobre maíz y soberanía alimentaria en el Tribunal Permanente de los
Pueblos, que tendrá un proceso de análisis, testimonios y denuncias en
los próximos dos años, para juzgar ante el mundo esta historia de
impunidad y violencia que pretende erradicar la autonomía de los pueblos
campesinos e indígenas y toda forma de producción independiente de
alimentos.
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