Foto G. Trucchi/Rel-UITA |
El primer decreto ejecutivo que emitió Porfirio Lobo en enero de 2010 al asumir la continuidad del golpe fue la autorización de otra base gringa en Caratasca y una extensión en la pequeña isla de Guanaja.
Ambas bases navales, terrestres y aéreas se suman a Palmerola, en el corazón del valle de Comayagua, que data de los años ochentas.
A estos enclaves militares estadounidenses en la costa atlántica y Comayagua hay que agregar los asesores rangers en el departamento de Colón y más de 300 agentes de la DEA en todo el país, participando en operativos policiales y militares.
En el discurso público este personal militar estadounidense está para cooperara con Honduras en el combate contra el narcotráfico. En el discurso privado están para ejercer control sobre los recursos naturales del país y contener el avance de las nuevas fuerzas sociales y políticas que disputan el poder.
Es obvio que la re militarización de Honduras tiene objetivos geo políticos, porque tan pronto Daniel Ortega aplastó electoralmente a la derecha nicaragüense, el jefe metralleta del estado mayor de las fuerzas armadas hondureñas, René Osorio Canales, anunció la llegada de más tropas estadounidenses antes del fin de este año.
En su lectura geoestratégica el imperio del mal, de la guerra y de la muerte, considera que la consolidación de Ortega en la Nicaragua sandinista será una inspiración para el Frente Nacional de Resistencia, que eligió la vía electoral para competir políticamente contra la derecha golpista hondureña en 2013.
Está a punto de cerrar el año para Honduras como empezó para Costa Rica: con ocupación de marines, flotillas anfibias y aviones de combate, para cercarle las fronteras a Nicaragua.
Ese y no otro es el descomunal objetivo de los halcones de la muerte, que ya habían liberado a los gorilas nacionales en junio de 2009 para expulsar al presidente Zelaya del poder y reprimir a la multitudinaria resistencia que no han podido vencer.
La estrategia de Estados Unidos es evitar nuevas derrotas políticas en América Latina, cuyos territorios descuidó parcialmente en los últimos 15 años para atender las guerras de Kuwait, Irak, Afganistán y Libia, donde concretó negocios multimillonarios con sus reservas naturales de gas, petróleo, agua y otros minerales.
Por instinto, información y conocimiento, los pueblos originarios de Honduras representados por el COPINH y la Organización Fraternal Negra de Honduras, entre otras, vieron venir tras el golpe un proceso agresivo de militarizar la sociedad hondureña y nos previnieron a todos.
Con acierto interpretaron que el concesionamiento de 48 ríos en las cuencas más ricas en biodiversidad del país y el acaparamiento de tierras y territorios por empresas transnacionales y narcotraficantes, es parte de la estrategia militar hegemónica.
En respuesta los pueblos indígenas y negros han realizado tres encuentros nacionales contra la militarización en menos de un año, el primero en La Esperanza, el segundo en La Ceiba y el tercero en Tocoa, Colón.
Ayer mismo inauguraron en la ciudad de Tocoa un Observatorio Internacional de Derechos Humanos, en seguimiento de aquellos encuentros.
Mientras el pentágono, la CIA, la DEA y el Departamento de Estado se basan en un viejo acuerdo militar de 1954 y uno más reciente que aprobó Carlos Flores Facussé en 2001 para justificar la ocupación militar permanente, los pueblos originarios exhiben en su defensa el Convenio 169 de la OIT, los laudos de antiguos reyes europeos y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Junto a los pueblos originarios nosotras también rechazamos la presencia de tropas extranjeras, sean estas colombianas, israelitas o estadounidenses, igual que rechazamos la presencia de 85 empresas privadas de seguridad con setenta mil hombres armados.
Igualmente, rechazamos la presencia del ejército golpista hondureño en las calles del país y en los territorios agrícolas en su denominación de fuerza xatruch y operación relámpago.
No hay otro momento más oportuno que ahora, antes de la toxicidad comercial de la navidad de los mercados, para advertir que la presencia militar es sinónimo de violencia, irrespeto y muerte, y que no queremos militares entre nosotros.
¡Fuera fuera las tropas militares extranjeras y las nacionales por mercenarias también las queremos fuera!
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