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Un análisis de contexto tras un año de gobierno nacionalista
Por Giorgio Trucchi | Rel-UITA
Este 27 de enero, a un año exacto de la toma de posesión del presidente Juan Orlando Hernández y de su gobierno, miles de hondureños y hondureñas han vuelto a salir a las calles, denunciando la dramática situación que vive el país y pidiendo su renuncia.
Durante este primer año de gobierno nacionalista, la creciente militarización de Honduras ha ido de la mano con el férreo control de las principales instituciones, la desregulación del mercado laboral y la precarización del trabajo, y con la profundización del modelo neoliberal y la privatización del Estado, trayendo al país más incertidumbre, violencia y miseria.
Esta visión del contexto actual hondureño es parte de un análisis más profundo que el histórico dirigente sindical Carlos H. Reyes, actual presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Bebida y Similares (STIBYS) y miembro del Comité Ejecutivo Mundial de la UITA, compartió con La Rel.
-¿Cómo está Honduras tras un año de gobierno de Juan Orlando Hernández y del Partido Nacional?
-Lo que tenemos no es solamente una gran cantidad de promesas incumplidas y datos manipulados sino -que tal vez es lo más preocupante- una capacidad creciente de demostrar fuerza y actitud dictatorial en el manejo de los distintos aspectos políticos, económicos, sociales y laborales. Hay mucha preocupación.
-¿Qué significado asume el revés que el presidente Hernández acaba de sufrir en el Congreso, al no lograr los votos para subir a rango constitucional la Policía Militar?
-Por un lado se ha derrotado su plan de crear una policía paralela al Ejército dirigida por él, con miras a mantenerse en el poder después de que venza su mandato en 2018.
Por el otro, hemos visto, por primera vez, a los principales partidos de oposición unidos y capaces de hacerle de contrapeso al régimen. Ojalá sea una señal de que algo está cambiando y de que la oposición parlamentaria está buscando una línea común y distinta a la del pasado.
-¿Cómo está Honduras tras un año de gobierno de Juan Orlando Hernández y del Partido Nacional?
-Lo que tenemos no es solamente una gran cantidad de promesas incumplidas y datos manipulados sino -que tal vez es lo más preocupante- una capacidad creciente de demostrar fuerza y actitud dictatorial en el manejo de los distintos aspectos políticos, económicos, sociales y laborales. Hay mucha preocupación.
-¿Qué significado asume el revés que el presidente Hernández acaba de sufrir en el Congreso, al no lograr los votos para subir a rango constitucional la Policía Militar?
-Por un lado se ha derrotado su plan de crear una policía paralela al Ejército dirigida por él, con miras a mantenerse en el poder después de que venza su mandato en 2018.
Por el otro, hemos visto, por primera vez, a los principales partidos de oposición unidos y capaces de hacerle de contrapeso al régimen. Ojalá sea una señal de que algo está cambiando y de que la oposición parlamentaria está buscando una línea común y distinta a la del pasado.
La situación laboral
Más precarización y pobreza
-¿Cuál es el balance de la política laboral y social de este gobierno?
-El balance es muy negativo. Pese a las cifras que el gobierno presenta y a los anuncios acerca de la creación de más de 150 mil nuevos empleos, lo que ha habido es una profundización de los programas que fomentan la precarización laboral y la pérdida de derechos, como el empleo por hora, que el mismo Hernández había impulsado cuando era presidente del Congreso.
En ninguno de estos trabajos se les paga el salario mínimo de ley a los trabajadores, ni se les respetan sus derechos laborales y sindicales. Todo eso impacta fuertemente no solo en su capacidad de compra sino también en su dignidad y en la capacidad de hacer valer aquellos derechos que garantizan tanto la legislación nacional como los convenios internacionales.
Además, este gobierno ha acelerado el proceso de venta del país al mejor postor. A través de la Comisión para la Promoción de la Alianza Público-Privada (Coalianza) se ha venido impulsando la privatización de empresas estatales, que operan en sectores estratégicos como puertos, electricidad, agua y telecomunicaciones.
Esto ha conllevado el despido de miles de trabajadores y trabajadoras y ha golpeado fuertemente a los sindicatos públicos.
-¿Qué es lo que más te preocupa de este escenario tan complicado?
-Después del golpe de Estado de 2009 hubo una profundización del modelo neoliberal y de la militarización, al tiempo que se dio una aceleración del proyecto continuista del régimen.
Eso implica que, en todos los campos de la vida, lo que impera es la imposición y la represión, lo cual ha contribuido a generar una fuerte desarticulación del movimiento social y popular hondureño.
Otra fuente de gran preocupación es lo que está ocurriendo en el campo, donde el proyecto neoliberal sigue impulsando la expansión de monocultivos -como la palma africana- a costa de un proceso acelerado de expulsión de familias indígenas y campesinas de tierras y territorios.
-¿Cómo está el movimiento sindical?
-Desde la esfera sindical la situación no es fácil. El ataque de estos gobiernos neoliberales, que se han sucedido en los últimos años, ha sido brutal y tendiente a anular las conquistas logradas con tantos esfuerzos, así como a desarticularnos aún más.
Sin embargo, pese a las dificultades y diferencias, estamos tratando de trabajar unidos en algunos ejes estratégicos, como los proyectos del Código Procesal Laboral y del nuevo Instituto Hondureño de Seguridad Social, logrando sentar nuestras posiciones ante las propuestas del gobierno, que pretendía desconocer el tripartismo y el rol de los sindicatos y las centrales.
-¿Qué es lo que le espera a Honduras en estos próximos años?
-Es una situación que no se va a superar pronto, y a eso contribuye cierta desmovilización y desilusión en la sociedad. Debemos volver a trabajar desde abajo, levantándonos una vez más, como siempre lo hemos hecho tras los duros golpes que hemos sufrido durante décadas.
Debemos seguir haciendo conciencia ideológica sobre derechos. Si no logramos entender que lo único que produce riqueza es el trabajo, que tenemos derecho a mejores condiciones de vida, a participar activamente en la sociedad y en las decisiones, que tenemos derecho a acceder al poder, nunca vamos a tener elementos para entender lo que nos pasa y actuar en consecuencia.
Fuente: Rel-UITA
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