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Entrevista con Germán Mundaraín, embajador de Venezuela en la ONU en Ginebra
Sergio Ferrari - Rebelión
El dilema de fondo de los próximos comicios en Venezuela del próximo 7 de octubre es la «consolidación de los avances sociales o el retroceso hacia los modelos económico-sociales del pasado». A pesar de ese gran reto político que está en juego, «respetaremos a rajatablas la voluntad popular expresada en las urnas».
Sergio Ferrari - Rebelión
El dilema de fondo de los próximos comicios en Venezuela del próximo 7 de octubre es la «consolidación de los avances sociales o el retroceso hacia los modelos económico-sociales del pasado». A pesar de ese gran reto político que está en juego, «respetaremos a rajatablas la voluntad popular expresada en las urnas».
Quien defiende tales tesis es Germán Mundaraín Hernández, actual representante de la nación sudamericana ante las Naciones Unidas en Ginebra. Entre el 2000 y el 2007 se había desempeñado como Defensor del Pueblo. Desde mayo último integra, junto con otras cinco personalidades nacionales de primer nivel, elegidas por el presidente Hugo Chávez Frías, el Consejo de Estado que es el órgano superior de consulta del Gobierno y de la Administración Pública Nacional.
P: ¿Qué representan políticamente las próximas elecciones presidenciales?
R: Son la expresión de un ejercicio de democracia participativa que impera en mi país, que ha protagonizado desde la nueva Constitución de 1999 en adelante una quincena de elecciones nacionales, parlamentarias, regionales y referéndum. En Venezuela se consulta sistemáticamente al soberano. Existe gran confianza en la decisión ciudadana. Y el número de esas consultas es la mejor evidencia. Hay un poder independiente, el Consejo Nacional Electoral (CNE), que se presenta ante el mundo sin ningún complejo. Con el ánimo de mostrar nuestras fortalezas pero también abierto a que se le señalen sus posibles debilidades.
P: La campaña electoral es intensa y se confronta a una prensa internacional cautelosa, por no decir crítica…
R: La venezolana es una sociedad muy tensionada por el propio proceso de cambio en marcha y por los variados actores que intervienen en la política nacional. Desde afuera, a veces, se nos mira con incertidumbre. Se piensa que en cualquier momento se podría pasar de las tensiones de la retórica propia de nuestra campaña a agresiones físicas. Pero no es así. El pueblo venezolano es pacífico y sabe resolver pacíficamente sus diferencias políticas en las mesas electorales. Hasta el momento, y ya faltando pocos días para el cierre, la campaña ha sido intensa, caldeada, pero correcta y sin violencias.
P: ¿A pesar de un proceso electoral extremadamente polarizado?
R: Sí, es una campaña polarizada. Se confrontan dos candidatos principales: el actual presidente Hugo Chávez, que aspira a la reelección, y el de la oposición Henrique Capriles Radonski. Eso aumenta la polarización retórica ya que centralizan ambos la atención política nacional e internacional.
P: ¿Particularmente diferente a las elecciones presidenciales anteriores?
R: Lo que cambia son los actores, pero tienen un perfil global semejante. El candidato de la oposición siempre sale de las gobernaciones que cuentan con un presupuesto lo suficientemente amplio como para soportar financieramente una parte de la campaña. La otra parte viene del gran empresariado y de ONG y fundaciones extranjeras, principalmente estadounidenses, que reciben el apoyo del Departamento de Estado norteamericano. Y pienso que los resultados previstos también coincidirán globalmente el próximo 7 de octubre con los anteriores. En el 2000, Chávez ganó por más de 20 puntos de diferencia a Francisco Arias Cárdenas. Seis años más tarde, en el 2006, derrotó por más de 25 puntos a Manuel Rosales.
P: ¿Qué programa o visión política representa uno y otro?
R: El presidente actual, candidato del Gran Polo Patriótico, encarna el proceso de cambio, la revolución bolivariana en marcha. Capriles, de la Mesa de Unidad Democrática, aglutina a los sectores tradicionales, las élites -que durante décadas usufructuaron el poder- estrechamente emparentadas a las trasnacionales.
P: Llama la atención, sin embargo, que el candidato de la oposición se haya auto-designado como el «Lula de Venezuela». Presentándose casi como una alternativa de izquierda democrática al actual Gobierno…
R: Es un estilo que marca la política iberoamericana actual. Candidatos que se disfrazan. El caso más patético es el de España. Mariano Rajoy se presentó en la campaña como expresión del centro político. Pero tan pronto ganó, no dudó en aplicar su verdadero programa de extremo corte neoliberal con significativos recortes a las conquistas sociales de los españoles. Capriles es lo mismo. Se disfraza y dice que su programa es parecido al que implementó Lula en Brasil. Sin duda en Brasil, Capriles sería un opositor radical al Partido de los Trabajadores actualmente en el Gobierno. Porque Lula fue obrero, es socialista y dirige un partido progresista, que no tiene nada que ver con la visión política de Capriles. En realidad la oposición venezolana odia a Lula, a su modelo y al de su sucesora. Pero tratan de presentarse más decentemente…
P: ¿Por qué este juego político?
R: Para confundir. Y por especulación política. Capriles está enraizado en los sectores de poder económico y parte de la clase media. Ese es su electorado natural. Para tratar de ganar debe intentar robar votos en los sectores populares. Pero su verdadero programa contempla cero presencia del Estado y que el mercado se encargue de regular la economía. Lo primero que haría en caso de ganar sería reducir el Estado a su mínima expresión, dejar al sector privado que se encargue de la salud, de la educación, de la vivienda. Desmantelar las conquistas sociales. Por su parte, el centro del programa del presidente Chávez es la actividad petrolera y el control estatal de la misma. Sin el aporte de ese vital sector no se podría financiar la salud, ni la educación, ni las conquistas en general. Ni mucho menos la activa solidaridad internacional que promueve el proceso venezolano.
P: ¿A pesar de numerosas encuestas que señalan como claro ganador a Chávez, es imaginable, en términos políticos, que las encuestas se equivoquen?
R: Son tantas y tan importantes las conquistas sociales que han logrado los sectores populares en estos últimos años que un programa neoliberal y un gobierno de derecha significarían un verdadero suicidio político para una gran parte de la población…
P: ¿Aceptaría el Gobierno venezolano una eventual derrota en las urnas?
R: Si el Gobierno pierde las elecciones va a reconocer de inmediato los resultados. Pero quisiéramos escuchar también esta frase corta y significativa de parte de la oposición. Nosotros estamos seguros que si se perdiera, lo que es absolutamente improbable, no sería la derrota de la revolución sino un simple traspié político. Pero no va a ocurrir. El pueblo tiene confianza plena en el proceso y en la revolución bolivariana.
P: Existe en Latinoamérica, desde hace algo más de una década, una mayoría de gobiernos y procesos democráticos, abiertos, progresistas. Venezuela está estrechamente implicada en iniciativas de integración regional. ¿Qué repercusión tienen las actuales elecciones presidenciales en el contexto continental?
R: Pregunta clave. El próximo 7 de octubre no solo se decide el futuro de Venezuela sino el de América Latina. Un triunfo de la oposición significaría la liquidación del ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos) que reúne a Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Venezuela y los Estados caribeños Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas. Se pondría en jaque la estrategia de Petrocaribe que reúne a la mayoría de las naciones caribeñas. Significaría el debilitamiento real de UNASUR. Y también de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que con tanto sacrificio se logró crear en 2010 y que hoy reúne a casi 30 naciones del continente con cerca de 600 millones de habitantes. Podría incluso significar la salida de Venezuela del MERCOSUR, mercado integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y nuestro país. Adicionalmente, habría un cambio en las relaciones y el comportamiento del continente en espacios internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas. Insisto: más allá de la contienda electoral entre Chávez y Capriles hoy se juega, en las elecciones venezolanas, esta nueva relación de fuerzas a nivel regional que con tanto esfuerzo se ha podido ir construyendo en la última década.
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Un acompañamiento electoral que no viole la soberanía
El Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano invitó a 214 personalidades del mundo entero para acompañar los comicios del 7 de octubre. 110 de América Latina, 65 de Europa, 29 de América del Norte, 6 de Asia en tanto cuatro de África, sin contar a los representantes de la Unión Africana que confirmó su presencia.
Entre los invitados, 18 organismos electorales y cuatro expertos. Según el CNE, entre las invitaciones cursadas, 81 corresponden a parlamentarios y personalidades políticas; 22 al mundo académico; 34 a periodistas; y otras a ONG, intelectuales, artistas y agrupaciones sociales y gremiales.
Hasta mediados de septiembre, 157 de los invitados habían confirmado su presencia. En la tercera semana del mismo mes el ex – vicepresidente argentino Carlos Álvarez llegó a Venezuela para instalar la delegación de acompañamiento electoral de UNASUR, en tanto responsable de ese sector de actividad en el organismo de integración.
“Acompañamiento no significa observación electoral”, señala Germán Mundaraín, embajador de Venezuela antes las Naciones Unidas de Ginebra. “El voto es el principal ejercicio ciudadano en nuestra democracia y nadie puede controlar nuestra propia soberanía nacional”.
El acompañante, explica, es “un testigo importante de que el proceso transcurre con normalidad y profesionalismo”. Y debe, además, “informar a sus conciudadanos lo que vio en esta pequeña nación sudamericana”. Sin subestimar el papel de “indicar al CNE las correcciones a incorporar a nivel electoral para mejorarlo en el futuro”.
De Suiza viajarán para asistir en los comicios seis personalidades políticas y un comunicador social. Entre los primeros, el senador nacional Luc Recordon y los diputados nacionales Ada Marra, Antonio Hodgers y Mathias Reynard. Así como el ex – diputado nacional Franco Cavalli y el ex – embajador helvético en Venezuela, Walter Suter.
“Una delegación muy significativa en cuanto a cantidad y calidad de los participantes”, subraya Mundaraín. Quien ve en esta presencia, “un reconocimiento del Poder Electoral venezolano a la neutralidad y larga historia de participación democrática electoral helvética, así como a la colaboración que desde años Suiza ha brindado a ese poder del Estado”.
R: Son la expresión de un ejercicio de democracia participativa que impera en mi país, que ha protagonizado desde la nueva Constitución de 1999 en adelante una quincena de elecciones nacionales, parlamentarias, regionales y referéndum. En Venezuela se consulta sistemáticamente al soberano. Existe gran confianza en la decisión ciudadana. Y el número de esas consultas es la mejor evidencia. Hay un poder independiente, el Consejo Nacional Electoral (CNE), que se presenta ante el mundo sin ningún complejo. Con el ánimo de mostrar nuestras fortalezas pero también abierto a que se le señalen sus posibles debilidades.
P: La campaña electoral es intensa y se confronta a una prensa internacional cautelosa, por no decir crítica…
R: La venezolana es una sociedad muy tensionada por el propio proceso de cambio en marcha y por los variados actores que intervienen en la política nacional. Desde afuera, a veces, se nos mira con incertidumbre. Se piensa que en cualquier momento se podría pasar de las tensiones de la retórica propia de nuestra campaña a agresiones físicas. Pero no es así. El pueblo venezolano es pacífico y sabe resolver pacíficamente sus diferencias políticas en las mesas electorales. Hasta el momento, y ya faltando pocos días para el cierre, la campaña ha sido intensa, caldeada, pero correcta y sin violencias.
P: ¿A pesar de un proceso electoral extremadamente polarizado?
R: Sí, es una campaña polarizada. Se confrontan dos candidatos principales: el actual presidente Hugo Chávez, que aspira a la reelección, y el de la oposición Henrique Capriles Radonski. Eso aumenta la polarización retórica ya que centralizan ambos la atención política nacional e internacional.
P: ¿Particularmente diferente a las elecciones presidenciales anteriores?
R: Lo que cambia son los actores, pero tienen un perfil global semejante. El candidato de la oposición siempre sale de las gobernaciones que cuentan con un presupuesto lo suficientemente amplio como para soportar financieramente una parte de la campaña. La otra parte viene del gran empresariado y de ONG y fundaciones extranjeras, principalmente estadounidenses, que reciben el apoyo del Departamento de Estado norteamericano. Y pienso que los resultados previstos también coincidirán globalmente el próximo 7 de octubre con los anteriores. En el 2000, Chávez ganó por más de 20 puntos de diferencia a Francisco Arias Cárdenas. Seis años más tarde, en el 2006, derrotó por más de 25 puntos a Manuel Rosales.
P: ¿Qué programa o visión política representa uno y otro?
R: El presidente actual, candidato del Gran Polo Patriótico, encarna el proceso de cambio, la revolución bolivariana en marcha. Capriles, de la Mesa de Unidad Democrática, aglutina a los sectores tradicionales, las élites -que durante décadas usufructuaron el poder- estrechamente emparentadas a las trasnacionales.
P: Llama la atención, sin embargo, que el candidato de la oposición se haya auto-designado como el «Lula de Venezuela». Presentándose casi como una alternativa de izquierda democrática al actual Gobierno…
R: Es un estilo que marca la política iberoamericana actual. Candidatos que se disfrazan. El caso más patético es el de España. Mariano Rajoy se presentó en la campaña como expresión del centro político. Pero tan pronto ganó, no dudó en aplicar su verdadero programa de extremo corte neoliberal con significativos recortes a las conquistas sociales de los españoles. Capriles es lo mismo. Se disfraza y dice que su programa es parecido al que implementó Lula en Brasil. Sin duda en Brasil, Capriles sería un opositor radical al Partido de los Trabajadores actualmente en el Gobierno. Porque Lula fue obrero, es socialista y dirige un partido progresista, que no tiene nada que ver con la visión política de Capriles. En realidad la oposición venezolana odia a Lula, a su modelo y al de su sucesora. Pero tratan de presentarse más decentemente…
P: ¿Por qué este juego político?
R: Para confundir. Y por especulación política. Capriles está enraizado en los sectores de poder económico y parte de la clase media. Ese es su electorado natural. Para tratar de ganar debe intentar robar votos en los sectores populares. Pero su verdadero programa contempla cero presencia del Estado y que el mercado se encargue de regular la economía. Lo primero que haría en caso de ganar sería reducir el Estado a su mínima expresión, dejar al sector privado que se encargue de la salud, de la educación, de la vivienda. Desmantelar las conquistas sociales. Por su parte, el centro del programa del presidente Chávez es la actividad petrolera y el control estatal de la misma. Sin el aporte de ese vital sector no se podría financiar la salud, ni la educación, ni las conquistas en general. Ni mucho menos la activa solidaridad internacional que promueve el proceso venezolano.
P: ¿A pesar de numerosas encuestas que señalan como claro ganador a Chávez, es imaginable, en términos políticos, que las encuestas se equivoquen?
R: Son tantas y tan importantes las conquistas sociales que han logrado los sectores populares en estos últimos años que un programa neoliberal y un gobierno de derecha significarían un verdadero suicidio político para una gran parte de la población…
P: ¿Aceptaría el Gobierno venezolano una eventual derrota en las urnas?
R: Si el Gobierno pierde las elecciones va a reconocer de inmediato los resultados. Pero quisiéramos escuchar también esta frase corta y significativa de parte de la oposición. Nosotros estamos seguros que si se perdiera, lo que es absolutamente improbable, no sería la derrota de la revolución sino un simple traspié político. Pero no va a ocurrir. El pueblo tiene confianza plena en el proceso y en la revolución bolivariana.
P: Existe en Latinoamérica, desde hace algo más de una década, una mayoría de gobiernos y procesos democráticos, abiertos, progresistas. Venezuela está estrechamente implicada en iniciativas de integración regional. ¿Qué repercusión tienen las actuales elecciones presidenciales en el contexto continental?
R: Pregunta clave. El próximo 7 de octubre no solo se decide el futuro de Venezuela sino el de América Latina. Un triunfo de la oposición significaría la liquidación del ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos) que reúne a Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Cuba, Venezuela y los Estados caribeños Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas. Se pondría en jaque la estrategia de Petrocaribe que reúne a la mayoría de las naciones caribeñas. Significaría el debilitamiento real de UNASUR. Y también de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que con tanto sacrificio se logró crear en 2010 y que hoy reúne a casi 30 naciones del continente con cerca de 600 millones de habitantes. Podría incluso significar la salida de Venezuela del MERCOSUR, mercado integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y nuestro país. Adicionalmente, habría un cambio en las relaciones y el comportamiento del continente en espacios internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas. Insisto: más allá de la contienda electoral entre Chávez y Capriles hoy se juega, en las elecciones venezolanas, esta nueva relación de fuerzas a nivel regional que con tanto esfuerzo se ha podido ir construyendo en la última década.
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Un acompañamiento electoral que no viole la soberanía
El Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano invitó a 214 personalidades del mundo entero para acompañar los comicios del 7 de octubre. 110 de América Latina, 65 de Europa, 29 de América del Norte, 6 de Asia en tanto cuatro de África, sin contar a los representantes de la Unión Africana que confirmó su presencia.
Entre los invitados, 18 organismos electorales y cuatro expertos. Según el CNE, entre las invitaciones cursadas, 81 corresponden a parlamentarios y personalidades políticas; 22 al mundo académico; 34 a periodistas; y otras a ONG, intelectuales, artistas y agrupaciones sociales y gremiales.
Hasta mediados de septiembre, 157 de los invitados habían confirmado su presencia. En la tercera semana del mismo mes el ex – vicepresidente argentino Carlos Álvarez llegó a Venezuela para instalar la delegación de acompañamiento electoral de UNASUR, en tanto responsable de ese sector de actividad en el organismo de integración.
“Acompañamiento no significa observación electoral”, señala Germán Mundaraín, embajador de Venezuela antes las Naciones Unidas de Ginebra. “El voto es el principal ejercicio ciudadano en nuestra democracia y nadie puede controlar nuestra propia soberanía nacional”.
El acompañante, explica, es “un testigo importante de que el proceso transcurre con normalidad y profesionalismo”. Y debe, además, “informar a sus conciudadanos lo que vio en esta pequeña nación sudamericana”. Sin subestimar el papel de “indicar al CNE las correcciones a incorporar a nivel electoral para mejorarlo en el futuro”.
De Suiza viajarán para asistir en los comicios seis personalidades políticas y un comunicador social. Entre los primeros, el senador nacional Luc Recordon y los diputados nacionales Ada Marra, Antonio Hodgers y Mathias Reynard. Así como el ex – diputado nacional Franco Cavalli y el ex – embajador helvético en Venezuela, Walter Suter.
“Una delegación muy significativa en cuanto a cantidad y calidad de los participantes”, subraya Mundaraín. Quien ve en esta presencia, “un reconocimiento del Poder Electoral venezolano a la neutralidad y larga historia de participación democrática electoral helvética, así como a la colaboración que desde años Suiza ha brindado a ese poder del Estado”.
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