Lamentablemente, Venezuela y El Salvador tienen algo en común. Ambos países tienen que soportar los crímenes de una derecha rapaz y dispuesta a cualquier bajeza con tal de lograr sus propósitos. Provocar violencia en las calles, matar personas y difundir imágenes falsas, o propagar rumores y poner en televisión spots apelando al miedo, son variaciones de una misma vil estirpe.
¿Qué pasa en Venezuela? Me remito a los hechos: la derecha perdió tres elecciones en menos de dos años: la primera contra Hugo Chávez; la segunda y tercera contra el chavismo liderado por Nicolás Maduro. Si no hubiera muertos, heridos y destrucción de por medio diríamos que su respuesta violenta a tanta frustración es una rabieta típica de malos perdedores, pero está claro que no es tan simple.
No es simple porque los ataques de la derecha contra el chavismo y el pueblo venezolano no comenzaron en 2013, sino en el 2002. Luego de aquel golpe fracasado y el paro petrolero, la ofensiva siguió con la escasez provocada mediante el desabastecimiento y la sempiterna guerra mediática que se reedita “sin tregua y sin respiro”.
El reciente intento de golpe de Estado carece de justificación, ya que no es respuesta a ninguna dictadura o violación de derechos. Para que Maduro deje la presidencia, los “jóvenes de la oposición” podrían usar la ley para realizar —y ganar— un referéndum revocatorio, algo imposible en muchos países que exigen hipócritamente “una mayor democracia en Venezuela”. Pero no lo hacen, porque saben que perderán y porque no los mueve la justicia ni el bienestar de la población, sino el olor a los dólares y la voz de su amo del Norte. Esa es la explicación de su violencia y la razón de su fracaso.
Por otro lado, cuando la publicidad del partido ARENA insiste en que El Salvador, si llega a ganar el FMLN, se convertirá en “otra Venezuela”, me da un poco de tristeza, ya que no creo que tal cosa sería posible en cinco años. Que en mi país alcancemos los índices de equidad y reducción de la pobreza que ha logrado el chavismo es mi mayor deseo. Sin embargo, la alegría me vuelve al pensar que la profundización de los cambios logrará acercar a nuestro país al ideal venezolano de vivir viviendo, en el mediano o en el largo plazo.
Otro tipo de sentimiento —asco quizás— me inunda al escuchar a esos imberbes “jóvenes nacionalistas” manifestando su apoyo a los fascistas venezolanos, difundiendo mentiras sobre el chavismo y demostrando una imperdonable amnesia sobre la historia negra de este país, de la cual es representante “legítimo” su nefasto partido de asesinos, ladrones y tramposos.
No obstante, es reconfortante escuchar que las burdas mentiras sobre Venezuela ya no calan como antes. “Hace rato está lloviendo pueblo” y una ciudadanía crítica e informada ya no se rinde a los perversos juegos de la derecha, pobre expresión de sus miserias.
No es simple porque los ataques de la derecha contra el chavismo y el pueblo venezolano no comenzaron en 2013, sino en el 2002. Luego de aquel golpe fracasado y el paro petrolero, la ofensiva siguió con la escasez provocada mediante el desabastecimiento y la sempiterna guerra mediática que se reedita “sin tregua y sin respiro”.
El reciente intento de golpe de Estado carece de justificación, ya que no es respuesta a ninguna dictadura o violación de derechos. Para que Maduro deje la presidencia, los “jóvenes de la oposición” podrían usar la ley para realizar —y ganar— un referéndum revocatorio, algo imposible en muchos países que exigen hipócritamente “una mayor democracia en Venezuela”. Pero no lo hacen, porque saben que perderán y porque no los mueve la justicia ni el bienestar de la población, sino el olor a los dólares y la voz de su amo del Norte. Esa es la explicación de su violencia y la razón de su fracaso.
Por otro lado, cuando la publicidad del partido ARENA insiste en que El Salvador, si llega a ganar el FMLN, se convertirá en “otra Venezuela”, me da un poco de tristeza, ya que no creo que tal cosa sería posible en cinco años. Que en mi país alcancemos los índices de equidad y reducción de la pobreza que ha logrado el chavismo es mi mayor deseo. Sin embargo, la alegría me vuelve al pensar que la profundización de los cambios logrará acercar a nuestro país al ideal venezolano de vivir viviendo, en el mediano o en el largo plazo.
Otro tipo de sentimiento —asco quizás— me inunda al escuchar a esos imberbes “jóvenes nacionalistas” manifestando su apoyo a los fascistas venezolanos, difundiendo mentiras sobre el chavismo y demostrando una imperdonable amnesia sobre la historia negra de este país, de la cual es representante “legítimo” su nefasto partido de asesinos, ladrones y tramposos.
No obstante, es reconfortante escuchar que las burdas mentiras sobre Venezuela ya no calan como antes. “Hace rato está lloviendo pueblo” y una ciudadanía crítica e informada ya no se rinde a los perversos juegos de la derecha, pobre expresión de sus miserias.
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