Foto newspedia.it |
Por Luis Martín Cabrera - Rebelión
(...) Pues bien, si se piensa bien, el reciente asesinato de Osama Bin Laden no es sino una versión gore y siniestra de La carta robada (Edgar Allan Poe).
Después de todos estos años, Osama no estaba en una cueva de las montañas de Afganistán haciéndose la diálisis dos veces por semana y dirigiendo las operaciones de Al qaeda por computadora como el que juega a la Jihad en una play station, sino que lo teníamos ahí, delante de nuestras narices, instalado cómodamente en una mansión de alta seguridad a las afueras de Islamabad.
Y es que a veces tener las cosas demasiado pegadas a los ojos es una manera de no ver lo que está pasando, una especie de ceguera inducida que nos deja a oscuras. Esta ceguera no es sólo un problema epistemológico, sino también un problema ético, ya que la búsqueda de aquello que no se ve porque está delante ha permitido justificar, entre otras cosas, las guerras de Afganistán, Irak, Pakistán y Yemen, la tortura, las prisiones ilegales, Abu Graib, Guantánamo, la tortura, los bombardeos con aviones no tripulados, la aprobación del Patriot Act, las escuchas ilegales, la islamofobia, el recorte de las libertades civiles, y los miles de muertos caídos en la “guerra contra el terrorismo”.
Leer también:
No hay comentarios:
Publicar un comentario