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Fabio Di Celmo, un joven italiano, deportista, carismático y ferviente amante de Cuba, no debió haber muerto el 4 de septiembre de 1997. Sin embargo, el odio de quienes no perdonan que un país se levante y comience a andar por los suyos, de forma soberana e independiente, apagó sin más su vida cuando apenas contaba con 32 años.
¿Sus asesinos? el mercenario salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, quien confesó haber actuado bajo las órdenes de Francisco Chávez Abarca, mano derecha de Luis Posada Carriles, verdugo también de decenas de cubanos y venezolanos, un “héroe” para la CIA.
¿Sus asesinos? el mercenario salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, quien confesó haber actuado bajo las órdenes de Francisco Chávez Abarca, mano derecha de Luis Posada Carriles, verdugo también de decenas de cubanos y venezolanos, un “héroe” para la CIA.
¿Su “delito”? Haber querido a Cuba como a su natal Italia hasta el punto de desear fijar su residencia en La Habana y enamorar a sus amigos para que experimentaran los colores y texturas de la isla caribeña. Aunque para sus asesinos él “solo se encontró en el lugar y en el momento equivocados”, tal y como declarara sin remordimientos Posada Carriles, quien aseguró tras el atentado dormir “como un bebé” bajo el amparo estadounidense.
El 4 de septiembre de 1997 estalló la bomba que mató a Fabio en el vestíbulo del Hotel Copacabana. Una esquirla de metal del cenicero donde se puso la bomba se incrustó en la parte izquierda del cuello y le cercenó una vértebra cervical y la arteria carótida.
Su padre, Giustino Di Celmo, juró permanecer en Cuba hasta su último instante de vida porque dice ver a Fabio todos los días por las calles de La Habana. “Quiero participar en toda la lucha que hace este país por la justicia. Yo veo a Fabio en la cancha donde jugaba fútbol; en el restaurante que él había soñado y que hoy lleva su nombre. Paso todos los días por la casa donde Fabio vivía y siento que así puedo cuidarlo, porque un buen padre nunca abandona a sus hijos”.
“Agradezco mucho a todas las personas que me han dado una frase de aliento; a quienes no me han abandonado en esta lucha por la verdad y la justicia; a quienes trabajan por romper el muro de silencio sobre las acciones de terrorismo contra Cuba; a los Cinco cubanos que infiltrados en grupúsculos de la mafia miamense expusieron su vida, su familia y su felicidad por tratar de evitar actos terroristas como el que tronchó la vida de mi hijo”, expresó Di Celmo el pasado año, al cumplirse 15 años de la muerte de Fabio.
Año tras año, Cuba exige justicia ante este crimen. Año tras año, Estados Unidos hace oídos sordos ante este reclamo y continúa acogiendo en su territorio al autor intelectual del crimen. Pero la figura de Fabio se multiplica en los miles de jóvenes en el mundo que sortean los mensajes estereotipados sobre Cuba y deciden acercarse a la Isla solo con la ilusión de quererla.
El 4 de septiembre de 1997 estalló la bomba que mató a Fabio en el vestíbulo del Hotel Copacabana. Una esquirla de metal del cenicero donde se puso la bomba se incrustó en la parte izquierda del cuello y le cercenó una vértebra cervical y la arteria carótida.
Su padre, Giustino Di Celmo, juró permanecer en Cuba hasta su último instante de vida porque dice ver a Fabio todos los días por las calles de La Habana. “Quiero participar en toda la lucha que hace este país por la justicia. Yo veo a Fabio en la cancha donde jugaba fútbol; en el restaurante que él había soñado y que hoy lleva su nombre. Paso todos los días por la casa donde Fabio vivía y siento que así puedo cuidarlo, porque un buen padre nunca abandona a sus hijos”.
“Agradezco mucho a todas las personas que me han dado una frase de aliento; a quienes no me han abandonado en esta lucha por la verdad y la justicia; a quienes trabajan por romper el muro de silencio sobre las acciones de terrorismo contra Cuba; a los Cinco cubanos que infiltrados en grupúsculos de la mafia miamense expusieron su vida, su familia y su felicidad por tratar de evitar actos terroristas como el que tronchó la vida de mi hijo”, expresó Di Celmo el pasado año, al cumplirse 15 años de la muerte de Fabio.
Año tras año, Cuba exige justicia ante este crimen. Año tras año, Estados Unidos hace oídos sordos ante este reclamo y continúa acogiendo en su territorio al autor intelectual del crimen. Pero la figura de Fabio se multiplica en los miles de jóvenes en el mundo que sortean los mensajes estereotipados sobre Cuba y deciden acercarse a la Isla solo con la ilusión de quererla.
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