Foto María Luz Tornay |
Por Decio Machado | Periódico Diagonal
El domingo 14 de abril, Venezuela vivió la votación electoral más ajustada de su reciente historia. Nicolás Maduro, designado por el fallecido presidente Hugo Chávez como su sucesor, ganaba la presidencia
con 7.559.349 votos, un 50,75% del censo, frente al conservador
Henrique Capriles Radonski, que obtuvo 7.296.876 papeletas, lo que
representa 48.98%.
Así, Venezuela mantiene la continuidad del legado
chavista por una diferencia de menos de 290.000 votos, es decir, 1,77%
del total.
La jornada electoral estuvo marcada por permanentes denuncias que provenían tanto del oficialismo como de la oposición.
Cuando las cuentas de Twitter de Nicolás Maduro y del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) fueron hackeadas, fuentes progubernamentales denunciaron una campaña informática “orquestada desde
Bogotá”. El vicepresidente ejecutivo y yerno de Chávez, Jorge Arreaza,
dio a conocer en la tarde del domingo la orden de cortar temporalmente
el acceso a internet con el fin de “evitar hackeos conspiradores”.
Una campaña convulsa
Días antes, Maduro había anunciado la detención de varios
paramilitares colombianos en el país, que disponían de diversos
uniformes militares venezolanos, explosivos C-4 y distintos tipos de
armamento. Además, el día anterior a los comicios, la inteligencia
venezolana filtraba a los medios de comunicación un manual de
operaciones en las redes sociales de la oposición en el cual se indicaba
la estrategia para cuestionar los resultados electorales y generar inestabilidad en el país
durante e inmediatamente después al recuento de votos. Un ‘apagón’ de
internet, momentos antes de iniciado el recuento y la transmisión de
datos, fue aprovechado por los opositores para denunciar el fraude,
generando la máxima tensión cuando el Consejo Nacional Electoral se
retrasó más de cinco horas en publicar los resultados.
Minutos después del anuncio de los resultados, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, que además es vicepresidente del PSUV, admitía que estos resultados obligan a una “autocrítica”.
Así entendía Cabello el ajustado margen de votos con el que ganó
Maduro, a pesar de que el oficialismo contó con un potente despliegue
económico, el aparato de comunicación gubernamental y casi once puntos
porcentuales de ventaja obtenidos en la anterior campaña electoral
ganada por Chávez hace apenas seis meses.
A pesar de todo, un Capriles en desventaja pero con el asesoramiento de Juan José Rendón –consultor político habitual en las campañas de la derecha latinoamericana–,
logró en tan sólo diez días movilizar a un electorado acostumbrado a la
derrota, obteniendo 679.000 votos más que los 685.000 votos con los que
perdió el oficialismo en las elecciones del 7 de octubre.
En apenas 24 horas, del sábado de reflexión al domingo de votación,
el chavismo pasaba del discurso triunfalista de los diez millones de
votos al emitido entre otros por Jorge Rodríguez, jefe de campaña de
Hugo Chávez, que expresó que bastaba con ganar por un punto de
diferencia y que el resultado, fuera el que fuera, debía ser reconocido por la oposición.
Mientras, en los alrededores del Palacio de Miraflores, comenzaban a
oírse comentarios sobre si no hubiera sido mejor implicar a Diosdado
Cabello o Elías Jaua como sucesores del chavismo.
Preocupación económica
La mayor preocupación en el oficialismo es el actual escenario
económico que atraviesa Venezuela. La reciente devaluación del bolívar
en un 46% ha supuesto un encarecimiento de los alimentos, medicinas y
cosméticos, que se refleja también en una subida de hasta un 50% en los precios de productos como la leche y la carne.
En los tres primeros meses del año, la inflación se ha disparado al 7,9% y el propio Banco Central de Venezuela ha admitido que el índice de escasez de alimentos –el país es altamente dependiente en esta materia– ha alcanzado el 20%,
frente al 13% del año anterior. La industria petrolera, motor económico
del país, atraviesa una situación compleja con deudas que superan los
16.000 millones de dólares. Recientemente, el presidente de la estatal
Petróleos de Venezuela, Rafael Ramírez, reconocía que durante 2012 dicha
industria había tenido una bajada en sus ganancias netas del 6,2%, el
equivalente a 125.000 millones de dólares.
Los efectos de la subida del precio de la gasolina
Según diversos analistas económicos, el Gobierno bolivariano se encuentra en estos momentos ante la disyuntiva de subir o no el precio de la gasolina,
una decisión que podría llevar acarreado un alto coste político pero
que aplacaría las cuentas del Estado, que paga unos 6.000 millones de
dólares en concepto de subsidios.
A pesar de la situación económica, el presidente Maduro prometió
durante su campaña electoral elevar el salario mínimo entre un 38% y
45%. Si hasta ahora el Gobierno venezolano ha manejado, como tesis, la
posibilidad de una invasión de EE UU o un levantamiento cívico-militar
con apoyo mediático y fondos extranjeros, los resultados electorales del
14 de abril abren otros escenarios, quizá más preocupantes y factibles.
La división interna en el oficialismo tras la muerte de Chávez,
cerrada de forma transitoria ante el proceso electoral, puede volver a
abrirse por unos resultados electorales que ponen en cuestión la
legitimidad interna de Maduro. Las presiones en torno a un Gobierno que
en apenas seis meses ha perdido más de nueve puntos de apoyo electoral
pueden ser aprovechadas por los sectores conservadores, que intentarían
establecer lazos con los más “blandos”.
Esta ruptura interna del
oficialismo ha pasado a ser el principal objetivo de la oposición
conservadora, que basará su campaña en el descrédito.
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