ANAIRC cumple un mes de lucha en Managua
Pese a su enfermedad, los ex trabajadores azucareros afectados por Insuficiencia Renal Crónica (IRC) y las viudas de la ANAIRC siguen aguantando las dificultades que viven a diario en el campamento, donde hace un mes colgaron sus hamacas, seguros que tarde o temprano el Grupo Pellas tendrá que deponer su actitud vergonzosamente insensible.
Ya son tres los ex trabajadores que, al surgir complicaciones sanitarias, fueron cateterizados y tuvieron que abandonar la lucha físicamente. Demasiado peligroso quedarse en un lugar que no brinda las condiciones higiénicas necesarias. Sin embargo, por cada persona que se va hay decenas listas para reemplazarlas e integrarse a la lucha, que en estos últimos días se ha intensificado con nuevas movilizaciones frente al Edificio Pellas.
Mientras en el campamento de la ANAIRC la gente se reúne, discute, afina los detalles para la protesta del siguiente día y se encienden los fogones para preparar el típico “gallopinto”1 nicaragüense, Juan Jesús Castellón está sentado en su hamaca, reparándose del violento sol de verano debajo de un plástico negro.
Me acerco. Hablamos. Me cuenta cómo llegó a enfermarse y a empezar esta lucha.
“Entré a trabajar al Ingenio San Antonio siendo chavalo (ndr: muchacho). Tenía 15 años y mi primer trabajo fue cortar caña. Lo hice durante cinco años, y era muy duro. Entraba a las 5:30 de la mañana y tenía que cumplir la meta: cortar 100 metros de largo de caña. Hasta que no terminaba no podía salir, y muchas veces me quedaba hasta las 5 o 6 de la tarde.
Trabajaba en medio de la ceniza porque antes de cortar la caña los campos se queman. El calor era insoportable, pero lo peor era que no teníamos uniformes que nos protegieran del sol y el agua que podía traer conmigo era poca, así que tomaba de los ríos y de los pozos del Ingenio, porque no sabía que estaban contaminados”.
El pago es por tonelada de caña cortada, y una persona que se esfuerza al extremo logra cortar de 7 a 8 toneladas en una larga jornada. Según Castellón, actualmente la empresa paga 60 centavos dólar por tonelada. Como ya varios estudios los han demostrado, en un trabajo tan duro y prolongado, bajo sol y con una fuerte deshidratación es casi imposible que no se afecten a los riñones de los trabajadores.
“Y ahora –continuó– los trabajadores se enfrentan a otro atropello que es la presencia de los contratistas. La empresa deja prácticamente en manos de ellos todo lo que tiene que ver con el pago del trabajo y de las prestaciones, y muchas veces te estafan quitándote el valor de las cotizaciones al Seguro Social, o directamente se las quedan ellos”, manifestó Castellón.
Intoxicado por agrotóxicos
Después de cinco años en el surco lo cambiaron de trabajo y lo enviaron al departamento de herbicidas. Allí comenzó a aplicar agrotóxicos y se intoxicó dos veces.
“La primera fue cuando nos enviaron a los muchachos más jóvenes a probar una nueva mezcla de varios herbicidas, y 15 terminamos internados en el hospital. Estaba aplicando el producto y comencé a tener un ataque de tos. Miré al primer compañero caer al suelo, y cuando traté de salir del cañaveral me desmayé. Lo que nos dijeron en el hospital fue que habíamos ingerido alimentos con las manos sucias de herbicida, pero sabíamos que era mentira. El problema era que regábamos químicos sin ningún tipo de protección”, dijo Castellón.
Juan Jesús se quedó en el hospital una semana, y después lo pasaron a aplicar abono para recuperarse, pero a la semana lo enviaron otra vez a echar herbicida y se intoxicó nuevamente.
Finalmente lo pasaron a un departamento de mecánica y se sintió mejor, seguro de que lo peor había pasado. Estuvo diez años en ese trabajo, pero su enfermedad ya se había desarrollado sin que se diera cuenta.
“En 1999 caí enfermo, postrado, no podía moverme, pero cuando fui a examinarme me ocultaron la realidad y me dijeron que eran problemas de la columna. Como ya se sabía lo que estaba pasando con la IRC me fui a hacer los análisis en otro laboratorio donde me detectaron 4,3 mg/dl de creatinina”.
Como siempre ocurre en esos casos, la empresa simplemente se deshizo de Juan. Después de 25 años de trabajo y sudor le dijeron que ya no podía trabajar y que se fuera a buscar la pensión al Seguro Social.
Siguió buscando trabajo pero fue difícil. Hizo un poco de todo, pero llegó un día en el cual su cuerpo ya no le permitió continuar. Ahora sobrevive de su pensión.
Actualmente Juan Jesús Castellón tiene la creatinina en 3,5 mg/dl, tres veces la cantidad máxima admitida para los hombres, y sus riñones comienzan a atrofiarse.
Pese a esta situación, Juan Jesús está convencido de que van a ganar esta lucha para que se les indemnice por los daños que les han ocasionado. He visto morir a tanta gente en estos años. De los compañeros de trabajo que íbamos juntos a cortar caña no queda nadie. Todos murieron y estamos aquí también por todos ellos”, subrayó.
“Para nosotros es importante la ayuda que hemos recibido de la UITA, de la Asociación Italia-Nicaragua y de las personas que nos están apoyando a nivel nacional. Sabemos que vamos a llegar hasta el fin; nuestra lucha es sobre todo para nuestras familias, porque nosotros tenemos los días contados”, concluyó.
http://www.rel-uita.org/agricultura/agrotoxicos/irc/2009/con_jesus_castellon.htm
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