Foto Gabriela Ruíz | CMI-Guatemala |
Por Kajkoj Máximo Ba Tiul | CMI Guatemala
Darle el sentido de loq’al (mucho más profundo que lo sagrado) de los bienes naturales (agua, aire, tierra, fuego), ha sido las primeras manifestaciones que todos los pueblos en su etapa originaria, han aprendido a hacer para cuidarlos y protegerlos y de allí, nacen la infinidad de ritos y cultos, como formas pedagógicas para seguir preservándolos.
Desde la primera comunidad humana, apreciar y cuidar estos elementos han sido importantísimos para comprender el sutam (mucho más profundo que territorio). Los rituales también tenían como objetivo, hacernos comprender que cada uno de ellos, tiene su sombra, su energía, su espíritu. Su mu-el, awas, ch’ol, qawilal, loq’al (Q’eqchi). Todos los bienes naturales, como son seres vivos, también sienten, se alimentan, lloran, sufren.
El agua, el aire, la tierra, el fuego y todos los demás elementos de la naturaleza y que conviven en nuestro sutam , tienen también su wankilal, su winkilal, su rajawal. Es decir, que tienen un principio vital, que de algún modo son cons-cientes. Es decir, que sienten con todos nosotros y nosotros debemos sentir con todos ellos.
Por eso mismo los elementos no se pueden separarse, están interrelacionados. Desde el pensamiento indígena, “la formación y la creación de la tierra (…) se hizo mediante la combinación del fuego, el agua y el vapor” (Martínez; 1968). “Del agua empezaron a salir los cerros y de inmediato en grandes montañas se convirtieron. Sólo por su prodigio, solo por su poder se consiguió la concepción de las montañas y valles, que de inmediato rebosaron de cipreses y de pinos (Pop Wuj, Sam Colop; 2008).
Así es como se logra comprender su loq’al y los momentos espirituales para su comprensión. En todas los kaleb’al, awix o awixom, habían fiestas especiales para el agua. Antes de que llegaran las lluvias, más o menos por la primera semana del mes de mayo, las comunidades se preparaban para celebrar el día del agua o de la lluvia, se adornaban los ríos, los pozos, los nacimientos de agua. Se llevaban flores, pino, pom, candelas. Todos bebían de ella.
"Nuestros abuelos y nuestras abuelas, siempre soplaban las manos y el guacal antes de tomar un poco de agua o al recibirlo para llevarlo a la casa. No se regaban las calles con agua, porque no se tenía que desperdiciar. Cuando se encuentra un nacimiento de agua y tiene camarones no se pueden sacar o tomar del agua, porque son el k’u’x del nacimiento (…) Normalmente los niños y las niñas cuando se bañan se asustan… se les enseña a hablarle al agua, pidiéndole disculpas porque lo vamos a usar para bañarnos y lavarnos un poco el cuerpo (…) antes pescar tiene su secreto (…) No se debe matar a los animales que viven en los nacimientos de agua. Todos llaman la lluvia, cuando no llueve”[1].
En Uspantán, existía un baile que se llamaba de la lluvia. Dicen los de Utz’patan, que durante el conflicto armado ya no se bailó, porque en esa fechas llegó un comandante al destacamento militar de ese lugar y se robó la máscara del bailador principal. En Rabinal, se cuenta, que cada año invitaban a los ancianos y las ancianas del pueblo Poqomchi para que fueran al lugar, porque solo ellos podían hacer que cayera la lluvia”[2].
Todo este significado y valor que los pueblos le daban al agua, ayudaba a su cuidado y defensa. El agua como hemos dicho siempre fue un bien preciado y cuidado, y que al correr del tiempo, mientras se construía el Estado moderno, en la época liberal, comenzó a ser codiciado por el gran capital. Con las fincas de café también se privatizó el agua. Con las fincas de caña de azúcar y de algodón sucedió lo mismo, incluso cuentan los campesinos que bajaban a las fincas de la Costa Sur y de Alta Verapaz, les racionaban el agua para beber.
Hasta llegado el tiempo del conflicto armado, donde quiera que caminara uno encontraba nacimientos de agua. Recordamos, a lo largo de la carretera que de Guatemala conduce a San Pedro y San Juan Sacatepéquez, por todos lados encontrábamos pocitos de agua. Cuando salíamos con nuestros padres a la cualquier de las sierras de las Verapaces, por todos lados encontrábamos agua para beber y además, por las grandes montañas siempre llovía. Este recuerdo es muy importante, porque cuando llovía, era cuando más gozábamos, porque nos desnudábamos para bañarnos y gritar lo sabroso y reconfortante que era el agua. Aunque nos regañaran porque llegábamos todos mojados a la casa, pero eso nos hacía feliz.
Hoy que está terminando una nueva marcha, como la que se realizó en el año 2012 y que se llamó la “marcha indígena y campesina”, que hizo su recorrido desde Cobán, Alta Verapaz, hasta la ciudad capital, a cuatro meses de haber tomado el gobierno el Partido Patriota. Consideramos recordar algunas formas pedagógicas que nuestros abuelos y nuestras abuelas nos enseñaron y nos heredaron y que por el kaxlanil naleb, el kaxlan nojb’al, el capitalismo, lo estamos perdiendo.
Cuando perdemos los consejos de nuestros abuelos y nuestras abuelas, en cuando nos sentimos débiles y limitados frente al Estado corrupto, militar, narco, kaxlan. Es cuando pensamos que una “simple ley” nos ayudará a defender lo poco que nos queda de agua. O pensamos que por dialogar con los tres poderes del Estado, vamos a defender lo nuestros.
A veces nuestros discursos tienen palabras mayas, pero sin espíritu, sin identidad, sin dignidad. Que alegre se siente uno, cuando vemos caminar cientos y cientos de hombres y mujeres, bajo el sol, la mayoría indígenas pobres, pidiendo que se respete el agua. Pero este esfuerzo de los pueblos no servirá de nada, si termina en un diálogo, en una resolución de un tribunal de conciencia, en una ley, que a todas luces sabemos que la misma es un requisito del Plan de la Prosperidad con Estados Unidos, del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, del cumplimiento del Katun[3] 2032 de FUNDESA y CACIF.
Sabemos muy bien que no hay condiciones para exigir que se apruebe una ley, porque sería en contra de la forma de cómo los pueblos lo cuidamos. No creo que en una ley, podrían sancionar a los hoteles, fabrica, mineras, hidroeléctricas, fincas de monocultivos, centro comerciales, ventas de vehículo, lavados de carros, supermercados, etcétera, que son quienes utilizan y contaminan y destruyen nuestros ríos y nuestros nacimientos.
La marcha por el agua, que termina hoy, si bien es cierto es importante valorarlo y saludar, también no hay que perder de vista que es una demostración de lo que hacen diario las comunidades y pueblos para defender y proteger lo poco que queda agua.
Si antes se caminaba horas para llevar agua a la casa, por lo menos se sabía que el agua estaba allí, ahora se camina siempre mucho y con las posibilidades de no encontrar nada. En todas las regiones hay una marcha permanente para defender y cuidar el agua. Hay una marcha permanente para exigir el retiro de la palma africana, caña de azúcar, hidroeléctricas y minería. Hay una marcha permanente para estar en reuniones con funcionarios públicos, a quienes se les exige que defienda a los pueblos, cuando nunca están a favor de los más pobres. Hay una marcha permanente para exigir que se liberen a los líderes presos políticos, que además de ser defensores de derechos humanos son defensores del agua.
Por eso siguiente el ejemplo de nuestros abuelos y nuestras abuelas, la marcha no debe terminar en una determinada ley, tampoco en una tribunal de conciencia, ni muchos menos en una mesa de diálogo con los tres poderes. La marcha deber ser el inicio o el fortalecimiento de las formar de organización comunitaria o por lo menos el reconocimiento que hay muchas comunidades que no pudieron ir a la marcha, no porque no quisieron ir, sino porque se quedaron cuidando los ríos, las aves, las montañas, la vida. Se quedaron cuidando el territorio, porque quienes tienen el poder, no descansan y no quieren descansar, porque nos quieren ver derrotados. Por ejemplo, cuando recién comenzaba la marcha indígena y campesina se quiso instalar un destacamento militar en la comunidad de Monte Olivo para darle seguridad a la empresa Hidro Santa Rita y ahora que casi termina la marcha, se pretendía inaugurar el destacamento militar en San Pedro Ayampuc, para controlar la resistencia de la Puya.
Desde aquí, saludamos la marcha por el agua, pero también saludamos a las comunidades que marchan a diario para defender su agua y que ni se dieron cuenta que hubo una marcha por el agua y que también sufren la represión y la criminalización por parte del poder y del Estado.
Desde la primera comunidad humana, apreciar y cuidar estos elementos han sido importantísimos para comprender el sutam (mucho más profundo que territorio). Los rituales también tenían como objetivo, hacernos comprender que cada uno de ellos, tiene su sombra, su energía, su espíritu. Su mu-el, awas, ch’ol, qawilal, loq’al (Q’eqchi). Todos los bienes naturales, como son seres vivos, también sienten, se alimentan, lloran, sufren.
El agua, el aire, la tierra, el fuego y todos los demás elementos de la naturaleza y que conviven en nuestro sutam , tienen también su wankilal, su winkilal, su rajawal. Es decir, que tienen un principio vital, que de algún modo son cons-cientes. Es decir, que sienten con todos nosotros y nosotros debemos sentir con todos ellos.
Por eso mismo los elementos no se pueden separarse, están interrelacionados. Desde el pensamiento indígena, “la formación y la creación de la tierra (…) se hizo mediante la combinación del fuego, el agua y el vapor” (Martínez; 1968). “Del agua empezaron a salir los cerros y de inmediato en grandes montañas se convirtieron. Sólo por su prodigio, solo por su poder se consiguió la concepción de las montañas y valles, que de inmediato rebosaron de cipreses y de pinos (Pop Wuj, Sam Colop; 2008).
Así es como se logra comprender su loq’al y los momentos espirituales para su comprensión. En todas los kaleb’al, awix o awixom, habían fiestas especiales para el agua. Antes de que llegaran las lluvias, más o menos por la primera semana del mes de mayo, las comunidades se preparaban para celebrar el día del agua o de la lluvia, se adornaban los ríos, los pozos, los nacimientos de agua. Se llevaban flores, pino, pom, candelas. Todos bebían de ella.
"Nuestros abuelos y nuestras abuelas, siempre soplaban las manos y el guacal antes de tomar un poco de agua o al recibirlo para llevarlo a la casa. No se regaban las calles con agua, porque no se tenía que desperdiciar. Cuando se encuentra un nacimiento de agua y tiene camarones no se pueden sacar o tomar del agua, porque son el k’u’x del nacimiento (…) Normalmente los niños y las niñas cuando se bañan se asustan… se les enseña a hablarle al agua, pidiéndole disculpas porque lo vamos a usar para bañarnos y lavarnos un poco el cuerpo (…) antes pescar tiene su secreto (…) No se debe matar a los animales que viven en los nacimientos de agua. Todos llaman la lluvia, cuando no llueve”[1].
En Uspantán, existía un baile que se llamaba de la lluvia. Dicen los de Utz’patan, que durante el conflicto armado ya no se bailó, porque en esa fechas llegó un comandante al destacamento militar de ese lugar y se robó la máscara del bailador principal. En Rabinal, se cuenta, que cada año invitaban a los ancianos y las ancianas del pueblo Poqomchi para que fueran al lugar, porque solo ellos podían hacer que cayera la lluvia”[2].
Todo este significado y valor que los pueblos le daban al agua, ayudaba a su cuidado y defensa. El agua como hemos dicho siempre fue un bien preciado y cuidado, y que al correr del tiempo, mientras se construía el Estado moderno, en la época liberal, comenzó a ser codiciado por el gran capital. Con las fincas de café también se privatizó el agua. Con las fincas de caña de azúcar y de algodón sucedió lo mismo, incluso cuentan los campesinos que bajaban a las fincas de la Costa Sur y de Alta Verapaz, les racionaban el agua para beber.
Hasta llegado el tiempo del conflicto armado, donde quiera que caminara uno encontraba nacimientos de agua. Recordamos, a lo largo de la carretera que de Guatemala conduce a San Pedro y San Juan Sacatepéquez, por todos lados encontrábamos pocitos de agua. Cuando salíamos con nuestros padres a la cualquier de las sierras de las Verapaces, por todos lados encontrábamos agua para beber y además, por las grandes montañas siempre llovía. Este recuerdo es muy importante, porque cuando llovía, era cuando más gozábamos, porque nos desnudábamos para bañarnos y gritar lo sabroso y reconfortante que era el agua. Aunque nos regañaran porque llegábamos todos mojados a la casa, pero eso nos hacía feliz.
Hoy que está terminando una nueva marcha, como la que se realizó en el año 2012 y que se llamó la “marcha indígena y campesina”, que hizo su recorrido desde Cobán, Alta Verapaz, hasta la ciudad capital, a cuatro meses de haber tomado el gobierno el Partido Patriota. Consideramos recordar algunas formas pedagógicas que nuestros abuelos y nuestras abuelas nos enseñaron y nos heredaron y que por el kaxlanil naleb, el kaxlan nojb’al, el capitalismo, lo estamos perdiendo.
Cuando perdemos los consejos de nuestros abuelos y nuestras abuelas, en cuando nos sentimos débiles y limitados frente al Estado corrupto, militar, narco, kaxlan. Es cuando pensamos que una “simple ley” nos ayudará a defender lo poco que nos queda de agua. O pensamos que por dialogar con los tres poderes del Estado, vamos a defender lo nuestros.
A veces nuestros discursos tienen palabras mayas, pero sin espíritu, sin identidad, sin dignidad. Que alegre se siente uno, cuando vemos caminar cientos y cientos de hombres y mujeres, bajo el sol, la mayoría indígenas pobres, pidiendo que se respete el agua. Pero este esfuerzo de los pueblos no servirá de nada, si termina en un diálogo, en una resolución de un tribunal de conciencia, en una ley, que a todas luces sabemos que la misma es un requisito del Plan de la Prosperidad con Estados Unidos, del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, del cumplimiento del Katun[3] 2032 de FUNDESA y CACIF.
Sabemos muy bien que no hay condiciones para exigir que se apruebe una ley, porque sería en contra de la forma de cómo los pueblos lo cuidamos. No creo que en una ley, podrían sancionar a los hoteles, fabrica, mineras, hidroeléctricas, fincas de monocultivos, centro comerciales, ventas de vehículo, lavados de carros, supermercados, etcétera, que son quienes utilizan y contaminan y destruyen nuestros ríos y nuestros nacimientos.
La marcha por el agua, que termina hoy, si bien es cierto es importante valorarlo y saludar, también no hay que perder de vista que es una demostración de lo que hacen diario las comunidades y pueblos para defender y proteger lo poco que queda agua.
Si antes se caminaba horas para llevar agua a la casa, por lo menos se sabía que el agua estaba allí, ahora se camina siempre mucho y con las posibilidades de no encontrar nada. En todas las regiones hay una marcha permanente para defender y cuidar el agua. Hay una marcha permanente para exigir el retiro de la palma africana, caña de azúcar, hidroeléctricas y minería. Hay una marcha permanente para estar en reuniones con funcionarios públicos, a quienes se les exige que defienda a los pueblos, cuando nunca están a favor de los más pobres. Hay una marcha permanente para exigir que se liberen a los líderes presos políticos, que además de ser defensores de derechos humanos son defensores del agua.
Por eso siguiente el ejemplo de nuestros abuelos y nuestras abuelas, la marcha no debe terminar en una determinada ley, tampoco en una tribunal de conciencia, ni muchos menos en una mesa de diálogo con los tres poderes. La marcha deber ser el inicio o el fortalecimiento de las formar de organización comunitaria o por lo menos el reconocimiento que hay muchas comunidades que no pudieron ir a la marcha, no porque no quisieron ir, sino porque se quedaron cuidando los ríos, las aves, las montañas, la vida. Se quedaron cuidando el territorio, porque quienes tienen el poder, no descansan y no quieren descansar, porque nos quieren ver derrotados. Por ejemplo, cuando recién comenzaba la marcha indígena y campesina se quiso instalar un destacamento militar en la comunidad de Monte Olivo para darle seguridad a la empresa Hidro Santa Rita y ahora que casi termina la marcha, se pretendía inaugurar el destacamento militar en San Pedro Ayampuc, para controlar la resistencia de la Puya.
Desde aquí, saludamos la marcha por el agua, pero también saludamos a las comunidades que marchan a diario para defender su agua y que ni se dieron cuenta que hubo una marcha por el agua y que también sufren la represión y la criminalización por parte del poder y del Estado.
… Después se encaminaron a donde su abuela al río. Todavía estaban su abuela y su madre, tratando de tapar el agujero de la tinaja. Cuando ellos llegaron cada uno llevada su cerbatana al arribar al río… (Pop Wuj)
[1] Conversaciones con amigos y amigas de diferentes pueblos mayas.
[2] Ba Tiul, Máximo, Monografía de Uspantan, ALMG, Guatemala, 1997.
[3] Lo escribo así, porque no existe el Katun en el pensamiento maya, es un invento del Kaxlan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario