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Por Mariano Vázquez | Canal Abierto
En abril de este año, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, propuso una reforma al sistema de pensiones públicas. La medida tuvo rechazo ciudadano e importantes manifestaciones que se tornaron violentas y fueron reprimidas.
Sectores opositores afirman que las manifestaciones mostraron el hartazgo ciudadano ante un gobierno autoritario y en decadencia. Desde el gobierno y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) refutaron el carácter pacífico de la protesta y denunciaron un intento desestabilizador con apoyo externo.
La comparación remite irremediablemente a las guarimbas venezolanas de 2014. Misma metodología azuzada por los medios hegemónicos y las redes sociales. Con la etiqueta #SOSNicaragua, se demonizó al gobierno sandinista y se enmascararon los hilos de los titiriteros detrás del telón. No hubo imágenes de los incendios a entidades públicas en Managua, Granada, León y Masaya; de los saqueos a casas del FSLN; de los militantes sandinistas vejados, quemados vivos en plena calle o asesinados con tácticas paramilitares.
¿Por qué la prensa “independiente” no públicó que “manifestantes pacíficos”, por ejemplo, asesinaron en La Trinidad al referente sandinista Miguel Ramos, destruyeron la emisora Nueva Radio Ya, quemaron la Caja Rural Nacional (Caruna), o saquearon el edificio del Ministerio de Economía Familiar?
La polarización ancestral
El odio en Nicaragua viene de lejos. Históricamente entre liberales y conservadores y luego con la irrupción hace casi un siglo de Augusto C. Sandino en la lucha por la soberanía del país. La dictadura dinástica de los Somoza profundizó los enconos y con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979 esa dicotomía pasó a ser entre revolucionarios y contrarrevolucionarios. No es posible analizar lo que pasó a partir de abril de este año sin tomar en cuenta esta polarización: no sólo es política o económica, anidan en ella fuertes rencores personales. Ahora también se da al interior del sandinismo, con la escisión en 1995 de un sector que se autodenominó Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
El 4 de diciembre, Ortega clausuró el XVI Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) y fustigó con dureza a su hermano Humberto, que fue junto a él uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN, jefe del Ejército Popular Sandinista entre 1979 y 1990 y comandante de las fuerzas armadas durante el mandato de Violeta Chamorro. El presidente acusó a su hermano de transformarse en “peón y servidor de la oligarquía y del imperio” estadounidense.
Humberto había pedido en una carta pública “una solución pacífica a la trágica crisis que sufrimos y el presidente Daniel Ortega, al adelantar constitucionalmente las elecciones presidenciales para el año entrante, dice sí a la paz”.
Activistas sandinistas consultados se han sorprendido de este cruce furibundo entre los hermanos, coincidiendo en que la suma discrecional del poder en manos de la dupla matrimonial-presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo ha enojado a parte de la base sandinista. Algunos apuntan al error inicial de reprimir la protesta sin diferenciar entre los sectores financiados y los de la población legítimamente descontenta.
Por supuesto que el Estado como detentor del uso de la fuerza debe actuar con decisión, pero también con prudencia. Dicho esto, resulta infantil y cínico ignorar el proyecto injerencista y desestabilizador de los Estados Unidos mediante una guerra de cuarta generación, inspirada en las revoluciones de colores de baja intensidad del politólogo Gene Sharp. El autor del ensayo titulado “De la dictadura a la democracia” describe al detalle la existencia de 198 métodos para derrocar gobiernos a través de golpes suaves.
Este modelo, que tiene a los estudiantes universitarios como vanguardia pacífica e iluminada, ataca en América Latina a los gobiernos de izquierda. Como pasó en Venezuela, en Nicaragua también los medios de comunicación decidieron omitir arbitrariamente tanto el uso de métodos paramilitares para asesinar a dirigentes de base, como el financiamiento internacional a estos sectores opositores supuestamente democráticos.
El uso de los muertos
El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indica que fueron asesinadas por las fuerzas represivas del gobierno 322 personas. Resulta extraño que en apenas tres días y con la presencia de sólo cinco personas este organismo de la OEA haya podido llegar a tamaña aseveración. La investigación es fruto de un copypaste de tres organismos de derechos humanos nicaragüenses que hacen votos de independencia pero que son parte de la más rancia oposición política. Se trata de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), creada en Estados Unidos en 1986 por la Contra con respaldo del gobierno de Ronald Reagan, que se instala en Nicaragua en 1990 tras el triunfo de Chamorro, su presidente histórico fue el arzobispo de ultraderecha Abelardo Mata; del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), vinculado al MRS; y de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua (CPDH), apoyada por los liberales.
Giorgio Trucchi, periodista de origen italiano radicado en Nicaragua, en diálogo telefónico detalla con precisión los claroscuros de esta crisis: “La ANPDH es la que da los datos más dramáticos: denuncia 600 muertos, 1000 desaparecidos, 500 presos políticos y el mainstream goza cuando tiene esas cifras para poner en primera plana. Cuando estas organizaciones dan datos no son creíbles porque más que defensa ejercen un uso político de los derechos humanos. La Comisión de la Verdad, Justicia y Paz que se conformó en la Asamblea Nacional es la que ha tratado de hacer un trabajo más serio y profesional, tratando hasta de cotejar datos e informaciones sobre fallecidos y heridos en el marco de la crisis con las demás organizaciones nacionales e internacionales, como por ejemplo la CIDH, la OACNUDH. Además, reporta la magnitud de los daños ocasionados a bienes muebles e inmuebles públicos, algo que ninguna de las organizaciones de derechos humanos ha hecho en sus informes. A nivel internacional no la toman en cuenta, pero quienes la integran son en su mayoría personas intachables. La cantidad de muertos que divulgó esta Comisión fue de 282, más de la mitad policías o ciudadanos afines al sandinismo”.
Plata sucia
"La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de fundaciones, institutos, ONGs, centros y sociedades, unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas”, señala el analista venezolano Álvaro Verzi Rangel.
En esta conspiración aparecen además tapaderas clásicas de la CIA, como la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, más conocida como la USAID, que fue expulsada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, de ese país en 2013. También la Freedom House.
¿Cómo se explica que los líderes estudiantiles de la Alianza Estudiantil M-19 hayan sido invitados a Estados Unidos por esta fundación y se fotografiaran felices con los más conspicuos representantes de la ultraderecha cubano-americana como Ileana Rhos-Letinen, Marco Rubio y Ted Cruz?
Félix Madariaga, uno de los líderes del M-19, está al frente del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas. Otro de ellos, Luciano García preside la organización Hagamos Democracia. Ambos reciben cuantiosos fondos de la USAID.
Las investigaciones del periodista estadounidense Max Blumenthal y de Verzi Rangel pusieron al descubierto el rol de estas entidades estadounidenses y sus lazos de sangre con organizaciones no gubernamentales nicaragüenses que llamaron al derrocamiento de Ortega. Señalan que la USAID aportó 5,2 millones de dólares para “la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”.
En 2017, un millón de dólares fue entregado por la NED a la CPDH, al Centro para la Empresa Privada, a la Fundación Iberoamericana de Cultura y a la Fundación Desarrollo Económico Social, y 305 mil dólares a otros grupos para la “promoción de la democracia”.
Para Trucchi “la reforma de pensiones sirvió para echar a andar el plan. El segundo día, el 19 de abril, se observa cómo el tipo de protesta pasa a otro nivel, más violento. Se infiltró la protesta para generar enfrentamientos cada vez más violentos con la policía y, a través de la manipulación mediática en las redes sociales y medios críticos con el gobierno, generar conmoción en la población para que se movilizara y así forzara la renuncia del gobierno Sandinista”.
Y agrega: “No hay que sorprenderse cuando se mira a esta gente, financiada por organizaciones como la Freedom House o grandes ONG’s europeas y agencias estadounidenses, reunirse en Estados Unidos con la mafia cubano-americana, con los ultraderechistas de Arena asesinos de Monseñor Romero en El Salvador; y, al mismo tiempo, con Podemos de España, con movimientos feministas en Centroamérica, con organizaciones troskistas o con los zapatistas en Chiapas. La hipocresía y falta de valores de siempre. Fue un intento de golpe que no les funcionó”.
Trump ataca
“Yo, Donald Trump, como presidente de Estados Unidos, considero que la situación en Nicaragua (…) constituye una extraordinaria e inusual amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos y, por tanto, declaro una emergencia nacional para lidiar con esta amenaza”, afirma la orden ejecutiva firmada el 27 de noviembre por el mandatario.
Tres días después, el gobierno estadounidense anunció que donará a través de la USAID 4 millones de dólares para organizaciones civiles nicaragüenses.
“Es una decisión muy peligrosa de Trump —advierte Trucchi—, apoyado en la irresponsabilidad de la oposición aquí. Es un doble plan: cercar a la administración sandinista al interior y exterior del país con una campaña brutal desde los medios hegemónicos y las redes sociales. Ante la incapacidad de movilizar gente y las diferencias internas históricas y cada vez más profundas, la oposición no tiene otra opción que rogar la intervención e injerencia internacional”.
Por último, el periodista italo-nicaragüense hace un balance de lo ocurrido desde abril hasta la fecha: “Después de ocho meses, quedó demostrado que esa ‘insurrección’ no fue ni pacífica, ni espontánea, ni autoconvocada. De los 282 muertos, los estudiantes universitarios muertos son ocho o nueve. Algo seguramente grave, pero que evidencia la falsedad de una campaña mediática que pretende mostrar a un movimiento universitario vanguardizando la protesta y víctima de la brutal represión gubernamental”.
“La ciudadanía de los barrios cercanos a las universidades tomadas tuvo que encerrarse en sus casas durante abril, mayo y junio. Fueron tres meses de pesadilla por la violencia que ejercían estos sectores -continúa-. El desalojo en julio de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) de Managua duró trece horas. Fue un combate, un grupo pacífico no tiene opción de aguantar trece horas de asedio de la policía. Estaban muy bien pertrechados. Fue un plan organizado el que se montó para derrocar a un gobierno legítimamente electo.
Es la misma gente de siempre, aunque se cambien el nombre la Alianza Cívica, la Unión Azul y Blanco, quien conoce Nicaragua sabe quién es esa gente, son siempre los mismos: disidentes del sandinismo, empresarios, ex contras, ONGs y sectores ultra conservadores de la jerarquía católica, con la presencia de sectores estudiantiles que fueron formados y capacitados ideológicamente y tecnológicamente en uso de medios y redes sociales durante la ultima década a través de programas financiados desde el exterior”.
Sectores opositores afirman que las manifestaciones mostraron el hartazgo ciudadano ante un gobierno autoritario y en decadencia. Desde el gobierno y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) refutaron el carácter pacífico de la protesta y denunciaron un intento desestabilizador con apoyo externo.
La comparación remite irremediablemente a las guarimbas venezolanas de 2014. Misma metodología azuzada por los medios hegemónicos y las redes sociales. Con la etiqueta #SOSNicaragua, se demonizó al gobierno sandinista y se enmascararon los hilos de los titiriteros detrás del telón. No hubo imágenes de los incendios a entidades públicas en Managua, Granada, León y Masaya; de los saqueos a casas del FSLN; de los militantes sandinistas vejados, quemados vivos en plena calle o asesinados con tácticas paramilitares.
¿Por qué la prensa “independiente” no públicó que “manifestantes pacíficos”, por ejemplo, asesinaron en La Trinidad al referente sandinista Miguel Ramos, destruyeron la emisora Nueva Radio Ya, quemaron la Caja Rural Nacional (Caruna), o saquearon el edificio del Ministerio de Economía Familiar?
La polarización ancestral
El odio en Nicaragua viene de lejos. Históricamente entre liberales y conservadores y luego con la irrupción hace casi un siglo de Augusto C. Sandino en la lucha por la soberanía del país. La dictadura dinástica de los Somoza profundizó los enconos y con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979 esa dicotomía pasó a ser entre revolucionarios y contrarrevolucionarios. No es posible analizar lo que pasó a partir de abril de este año sin tomar en cuenta esta polarización: no sólo es política o económica, anidan en ella fuertes rencores personales. Ahora también se da al interior del sandinismo, con la escisión en 1995 de un sector que se autodenominó Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
El 4 de diciembre, Ortega clausuró el XVI Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) y fustigó con dureza a su hermano Humberto, que fue junto a él uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN, jefe del Ejército Popular Sandinista entre 1979 y 1990 y comandante de las fuerzas armadas durante el mandato de Violeta Chamorro. El presidente acusó a su hermano de transformarse en “peón y servidor de la oligarquía y del imperio” estadounidense.
Humberto había pedido en una carta pública “una solución pacífica a la trágica crisis que sufrimos y el presidente Daniel Ortega, al adelantar constitucionalmente las elecciones presidenciales para el año entrante, dice sí a la paz”.
Activistas sandinistas consultados se han sorprendido de este cruce furibundo entre los hermanos, coincidiendo en que la suma discrecional del poder en manos de la dupla matrimonial-presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo ha enojado a parte de la base sandinista. Algunos apuntan al error inicial de reprimir la protesta sin diferenciar entre los sectores financiados y los de la población legítimamente descontenta.
Por supuesto que el Estado como detentor del uso de la fuerza debe actuar con decisión, pero también con prudencia. Dicho esto, resulta infantil y cínico ignorar el proyecto injerencista y desestabilizador de los Estados Unidos mediante una guerra de cuarta generación, inspirada en las revoluciones de colores de baja intensidad del politólogo Gene Sharp. El autor del ensayo titulado “De la dictadura a la democracia” describe al detalle la existencia de 198 métodos para derrocar gobiernos a través de golpes suaves.
Este modelo, que tiene a los estudiantes universitarios como vanguardia pacífica e iluminada, ataca en América Latina a los gobiernos de izquierda. Como pasó en Venezuela, en Nicaragua también los medios de comunicación decidieron omitir arbitrariamente tanto el uso de métodos paramilitares para asesinar a dirigentes de base, como el financiamiento internacional a estos sectores opositores supuestamente democráticos.
El uso de los muertos
El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indica que fueron asesinadas por las fuerzas represivas del gobierno 322 personas. Resulta extraño que en apenas tres días y con la presencia de sólo cinco personas este organismo de la OEA haya podido llegar a tamaña aseveración. La investigación es fruto de un copypaste de tres organismos de derechos humanos nicaragüenses que hacen votos de independencia pero que son parte de la más rancia oposición política. Se trata de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), creada en Estados Unidos en 1986 por la Contra con respaldo del gobierno de Ronald Reagan, que se instala en Nicaragua en 1990 tras el triunfo de Chamorro, su presidente histórico fue el arzobispo de ultraderecha Abelardo Mata; del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), vinculado al MRS; y de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua (CPDH), apoyada por los liberales.
Giorgio Trucchi, periodista de origen italiano radicado en Nicaragua, en diálogo telefónico detalla con precisión los claroscuros de esta crisis: “La ANPDH es la que da los datos más dramáticos: denuncia 600 muertos, 1000 desaparecidos, 500 presos políticos y el mainstream goza cuando tiene esas cifras para poner en primera plana. Cuando estas organizaciones dan datos no son creíbles porque más que defensa ejercen un uso político de los derechos humanos. La Comisión de la Verdad, Justicia y Paz que se conformó en la Asamblea Nacional es la que ha tratado de hacer un trabajo más serio y profesional, tratando hasta de cotejar datos e informaciones sobre fallecidos y heridos en el marco de la crisis con las demás organizaciones nacionales e internacionales, como por ejemplo la CIDH, la OACNUDH. Además, reporta la magnitud de los daños ocasionados a bienes muebles e inmuebles públicos, algo que ninguna de las organizaciones de derechos humanos ha hecho en sus informes. A nivel internacional no la toman en cuenta, pero quienes la integran son en su mayoría personas intachables. La cantidad de muertos que divulgó esta Comisión fue de 282, más de la mitad policías o ciudadanos afines al sandinismo”.
Plata sucia
"La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de fundaciones, institutos, ONGs, centros y sociedades, unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas”, señala el analista venezolano Álvaro Verzi Rangel.
En esta conspiración aparecen además tapaderas clásicas de la CIA, como la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, más conocida como la USAID, que fue expulsada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, de ese país en 2013. También la Freedom House.
¿Cómo se explica que los líderes estudiantiles de la Alianza Estudiantil M-19 hayan sido invitados a Estados Unidos por esta fundación y se fotografiaran felices con los más conspicuos representantes de la ultraderecha cubano-americana como Ileana Rhos-Letinen, Marco Rubio y Ted Cruz?
Félix Madariaga, uno de los líderes del M-19, está al frente del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas. Otro de ellos, Luciano García preside la organización Hagamos Democracia. Ambos reciben cuantiosos fondos de la USAID.
Las investigaciones del periodista estadounidense Max Blumenthal y de Verzi Rangel pusieron al descubierto el rol de estas entidades estadounidenses y sus lazos de sangre con organizaciones no gubernamentales nicaragüenses que llamaron al derrocamiento de Ortega. Señalan que la USAID aportó 5,2 millones de dólares para “la capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de medios de comunicación”.
En 2017, un millón de dólares fue entregado por la NED a la CPDH, al Centro para la Empresa Privada, a la Fundación Iberoamericana de Cultura y a la Fundación Desarrollo Económico Social, y 305 mil dólares a otros grupos para la “promoción de la democracia”.
Para Trucchi “la reforma de pensiones sirvió para echar a andar el plan. El segundo día, el 19 de abril, se observa cómo el tipo de protesta pasa a otro nivel, más violento. Se infiltró la protesta para generar enfrentamientos cada vez más violentos con la policía y, a través de la manipulación mediática en las redes sociales y medios críticos con el gobierno, generar conmoción en la población para que se movilizara y así forzara la renuncia del gobierno Sandinista”.
Y agrega: “No hay que sorprenderse cuando se mira a esta gente, financiada por organizaciones como la Freedom House o grandes ONG’s europeas y agencias estadounidenses, reunirse en Estados Unidos con la mafia cubano-americana, con los ultraderechistas de Arena asesinos de Monseñor Romero en El Salvador; y, al mismo tiempo, con Podemos de España, con movimientos feministas en Centroamérica, con organizaciones troskistas o con los zapatistas en Chiapas. La hipocresía y falta de valores de siempre. Fue un intento de golpe que no les funcionó”.
Trump ataca
“Yo, Donald Trump, como presidente de Estados Unidos, considero que la situación en Nicaragua (…) constituye una extraordinaria e inusual amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos y, por tanto, declaro una emergencia nacional para lidiar con esta amenaza”, afirma la orden ejecutiva firmada el 27 de noviembre por el mandatario.
Tres días después, el gobierno estadounidense anunció que donará a través de la USAID 4 millones de dólares para organizaciones civiles nicaragüenses.
“Es una decisión muy peligrosa de Trump —advierte Trucchi—, apoyado en la irresponsabilidad de la oposición aquí. Es un doble plan: cercar a la administración sandinista al interior y exterior del país con una campaña brutal desde los medios hegemónicos y las redes sociales. Ante la incapacidad de movilizar gente y las diferencias internas históricas y cada vez más profundas, la oposición no tiene otra opción que rogar la intervención e injerencia internacional”.
Por último, el periodista italo-nicaragüense hace un balance de lo ocurrido desde abril hasta la fecha: “Después de ocho meses, quedó demostrado que esa ‘insurrección’ no fue ni pacífica, ni espontánea, ni autoconvocada. De los 282 muertos, los estudiantes universitarios muertos son ocho o nueve. Algo seguramente grave, pero que evidencia la falsedad de una campaña mediática que pretende mostrar a un movimiento universitario vanguardizando la protesta y víctima de la brutal represión gubernamental”.
“La ciudadanía de los barrios cercanos a las universidades tomadas tuvo que encerrarse en sus casas durante abril, mayo y junio. Fueron tres meses de pesadilla por la violencia que ejercían estos sectores -continúa-. El desalojo en julio de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) de Managua duró trece horas. Fue un combate, un grupo pacífico no tiene opción de aguantar trece horas de asedio de la policía. Estaban muy bien pertrechados. Fue un plan organizado el que se montó para derrocar a un gobierno legítimamente electo.
Es la misma gente de siempre, aunque se cambien el nombre la Alianza Cívica, la Unión Azul y Blanco, quien conoce Nicaragua sabe quién es esa gente, son siempre los mismos: disidentes del sandinismo, empresarios, ex contras, ONGs y sectores ultra conservadores de la jerarquía católica, con la presencia de sectores estudiantiles que fueron formados y capacitados ideológicamente y tecnológicamente en uso de medios y redes sociales durante la ultima década a través de programas financiados desde el exterior”.
Fuente: Canal Abierto
1 comentario:
Muito obrigado, Giorgio, por nos oferecer informação com análise, e sempre de excelente qualidade. Um abraço desde o Brasil!
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