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Horrores en SEATECH
Por Gerardo Iglesias - Rel-UITA
Edna Guzmán Palacio es presidenta de la “Fundación Manos Muertas” y trabajó en SEATECH hasta que el cuerpo le dijo ¡basta! El atún “made in Colombia” se produce barato y se exporta a todo el mundo, pero está contaminado con el sufrimiento físico y emocional de un número creciente de mujeres y hombres, víctimas de un feudalismo despiadado.
-¿Dónde trabajabas?
-Trabajé en SEATECH durante más de 15 años, pero hace tres que me incapacité. Sufro de una enfermedad muscular denominada fibromialgia, de la enfermedad de túnel Carpiano y síndrome miofascial.
-¿Qué hacías en la empresa?
-Los primeros cinco años me desempeñaba en la procesadora donde manipulábamos el atún. Luego fui capacitada para controlar el empaque por horas. Debía controlar las máquinas donde se procesaban casi 300 latas de atún por minuto. Ahí adquirí las enfermedades por movimientos repetitivos, trabajando de pie durante jornadas de más de 16 horas casi sin descansos. Trabajé muchísimos años realizando esas tareas. Cuando me fui ya no soportaba el dolor y el cansancio. Sentía que no podía más con mi cuerpo.
Por Gerardo Iglesias - Rel-UITA
Edna Guzmán Palacio es presidenta de la “Fundación Manos Muertas” y trabajó en SEATECH hasta que el cuerpo le dijo ¡basta! El atún “made in Colombia” se produce barato y se exporta a todo el mundo, pero está contaminado con el sufrimiento físico y emocional de un número creciente de mujeres y hombres, víctimas de un feudalismo despiadado.
-¿Dónde trabajabas?
-Trabajé en SEATECH durante más de 15 años, pero hace tres que me incapacité. Sufro de una enfermedad muscular denominada fibromialgia, de la enfermedad de túnel Carpiano y síndrome miofascial.
-¿Qué hacías en la empresa?
-Los primeros cinco años me desempeñaba en la procesadora donde manipulábamos el atún. Luego fui capacitada para controlar el empaque por horas. Debía controlar las máquinas donde se procesaban casi 300 latas de atún por minuto. Ahí adquirí las enfermedades por movimientos repetitivos, trabajando de pie durante jornadas de más de 16 horas casi sin descansos. Trabajé muchísimos años realizando esas tareas. Cuando me fui ya no soportaba el dolor y el cansancio. Sentía que no podía más con mi cuerpo.
-¿En la empresa hay comedor?
-Sí, pero solo teníamos permiso de almorzar allí. Si llegaba la hora de la cena y todavía estábamos trabajando ̶ cosa que sucedía casi todos los días ̶ se nos daba un refresco, que aquí llamamos agua de panela, y pan. Eso era lo único que nos permitían ingerir luego del almuerzo.
Era muy duro mantenerse durante tantas horas con tan poco alimento, pero si nos quejábamos nos decían que afuera había 100 personas más queriendo ocupar nuestro puesto. Lo mismo sucedía con los permisos para ir al baño. Nos controlaban y solamente podíamos ir cuando físicamente no podíamos soportar más. La misma amenaza se repetía si protestábamos ante esta situación injusta e incómoda.
En el puesto que ocupaba en la máquina, si yo quería ir al baño debían ponerme un relevo. Pero casi nunca accedían, y yo me arriesgaba a poner en mi puesto a cualquiera mientras corría al baño e intentaba que no me vieran abandonar la máquina.
-¿No podías parar la máquina?
-Si detenía la máquina debía dar una causa justificada. Tener sed o necesidad de utilizar los servicios higiénicos no eran excusas válidas. En esos casos se me descontaba el tiempo que la máquina estuviese parada.
-En las zonas francas en Nicaragua, donde las mujeres tampoco pueden ir al baño cuando el físico lo demanda, la fórmula que ellas han encontrado es no tomar agua…
-Igual aquí. Yo casi no consumía agua, intentaba no ir al baño, no por acaso hoy en día sufro de los riñones. Con las comidas en tiempos mínimos, en horarios no habituales y la gran cantidad de horas que pasábamos sin comer, las enfermedades de estómago, hígado, gastritis y úlceras eran frecuentes entre las compañeras.
-Las condiciones de trabajo eran deplorables, ¿los sueldos eran buenos?
-Los sueldos estaban por encima del promedio, porque en la región se suele pagar el salario mínimo en la mayoría de los empleos similares. Pero el tema de los salarios tiene una arista que vuelve aún más complicada la cuestión. Cuando el trabajador ingresa a la empresa se le dice que recibirá el salario básico por su actividad, pero se le promete una prima extra en caso de que su productividad alcance la meta que ellos imponen.
Y es en busca de este bono adicional que los trabajadores permanecen en la empresa durante jornadas de más de 16 horas, sin descansos y sin prestar la atención adecuada a los síntomas que sienten, hasta que ya es demasiado tarde.
-¿Cuál es la situación financiera de la empresa?
-Económicamente le va muy bien. Por más que ellos digan que están teniendo problemas y realicen recesos en sus actividades, la verdad es otra. Creo firmemente, al igual que muchos compañeros, que esas “paradas” (cierres temporarios de la planta) solamente se realizan para perjudicar al Sindicato, despidiendo al personal que se ha afiliado a la organización.
-¿Qué sucede cuando la empresa advierte que uno de sus trabajadores está enfermo?
-Encuentran cualquier excusa para despedirlo, o simplemente se le dice que ese puesto de trabajo desaparecerá y que ya no necesitan de sus servicios. Muchas compañeras se han visto ante esa situación, y sin contar con el asesoramiento adecuado han vuelto a sus casas dejando que la empresa saliera impune. Eso es lo que pretendemos cambiar hoy en día con la Fundación Manos Muertas. No podemos dejar que esto continúe sucediendo por falta de información.
-Si pudieras volver el tiempo atrás…
-¿Sí volvería a la empresa…?
-Sí
-Actualmente estoy en un proceso de reubicación y sé que tarde o temprano me van a dar otro puesto en la empresa, pero la verdad, yo desearía que ese momento no llegara nunca. El trabajo en SEATECH no solo afecta la salud física, también la salud mental y la relación con nuestras familias. Muchas compañeras han perdido a sus familias a causa de las enfermedades contraídas, porque es muy difícil convivir con personas que sufren y se quejan de dolor permanentemente. Dolor que lleva a la depresión, porque uno puede ser joven pero ya no sirve para nada.
Muchas de las mujeres que llegan a la Fundación se sienten así: inútiles e infelices. Hay que entender: es muy difícil para nosotras poder llevar una vida normal cuando nos acostamos y levantamos con dolor.
-Sí, pero solo teníamos permiso de almorzar allí. Si llegaba la hora de la cena y todavía estábamos trabajando ̶ cosa que sucedía casi todos los días ̶ se nos daba un refresco, que aquí llamamos agua de panela, y pan. Eso era lo único que nos permitían ingerir luego del almuerzo.
Era muy duro mantenerse durante tantas horas con tan poco alimento, pero si nos quejábamos nos decían que afuera había 100 personas más queriendo ocupar nuestro puesto. Lo mismo sucedía con los permisos para ir al baño. Nos controlaban y solamente podíamos ir cuando físicamente no podíamos soportar más. La misma amenaza se repetía si protestábamos ante esta situación injusta e incómoda.
En el puesto que ocupaba en la máquina, si yo quería ir al baño debían ponerme un relevo. Pero casi nunca accedían, y yo me arriesgaba a poner en mi puesto a cualquiera mientras corría al baño e intentaba que no me vieran abandonar la máquina.
-¿No podías parar la máquina?
-Si detenía la máquina debía dar una causa justificada. Tener sed o necesidad de utilizar los servicios higiénicos no eran excusas válidas. En esos casos se me descontaba el tiempo que la máquina estuviese parada.
-En las zonas francas en Nicaragua, donde las mujeres tampoco pueden ir al baño cuando el físico lo demanda, la fórmula que ellas han encontrado es no tomar agua…
-Igual aquí. Yo casi no consumía agua, intentaba no ir al baño, no por acaso hoy en día sufro de los riñones. Con las comidas en tiempos mínimos, en horarios no habituales y la gran cantidad de horas que pasábamos sin comer, las enfermedades de estómago, hígado, gastritis y úlceras eran frecuentes entre las compañeras.
-Las condiciones de trabajo eran deplorables, ¿los sueldos eran buenos?
-Los sueldos estaban por encima del promedio, porque en la región se suele pagar el salario mínimo en la mayoría de los empleos similares. Pero el tema de los salarios tiene una arista que vuelve aún más complicada la cuestión. Cuando el trabajador ingresa a la empresa se le dice que recibirá el salario básico por su actividad, pero se le promete una prima extra en caso de que su productividad alcance la meta que ellos imponen.
Y es en busca de este bono adicional que los trabajadores permanecen en la empresa durante jornadas de más de 16 horas, sin descansos y sin prestar la atención adecuada a los síntomas que sienten, hasta que ya es demasiado tarde.
-¿Cuál es la situación financiera de la empresa?
-Económicamente le va muy bien. Por más que ellos digan que están teniendo problemas y realicen recesos en sus actividades, la verdad es otra. Creo firmemente, al igual que muchos compañeros, que esas “paradas” (cierres temporarios de la planta) solamente se realizan para perjudicar al Sindicato, despidiendo al personal que se ha afiliado a la organización.
-¿Qué sucede cuando la empresa advierte que uno de sus trabajadores está enfermo?
-Encuentran cualquier excusa para despedirlo, o simplemente se le dice que ese puesto de trabajo desaparecerá y que ya no necesitan de sus servicios. Muchas compañeras se han visto ante esa situación, y sin contar con el asesoramiento adecuado han vuelto a sus casas dejando que la empresa saliera impune. Eso es lo que pretendemos cambiar hoy en día con la Fundación Manos Muertas. No podemos dejar que esto continúe sucediendo por falta de información.
-Si pudieras volver el tiempo atrás…
-¿Sí volvería a la empresa…?
-Sí
-Actualmente estoy en un proceso de reubicación y sé que tarde o temprano me van a dar otro puesto en la empresa, pero la verdad, yo desearía que ese momento no llegara nunca. El trabajo en SEATECH no solo afecta la salud física, también la salud mental y la relación con nuestras familias. Muchas compañeras han perdido a sus familias a causa de las enfermedades contraídas, porque es muy difícil convivir con personas que sufren y se quejan de dolor permanentemente. Dolor que lleva a la depresión, porque uno puede ser joven pero ya no sirve para nada.
Muchas de las mujeres que llegan a la Fundación se sienten así: inútiles e infelices. Hay que entender: es muy difícil para nosotras poder llevar una vida normal cuando nos acostamos y levantamos con dolor.
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