domingo, 11 de diciembre de 2011

Durban COP 17: Marchando hacia el precipicio

Foto Reuters
Por Noam Chomsky -  lajornada.unam.mx

Una tarea de la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, que en la actualidad está teniendo lugar en Durban, Sudáfrica, es extender las decisiones políticas previas, limitadas en alcance y solamente parcialmente aplicadas. 

Estas decisiones se remontan a la Convención de 1992 de la ONU y al Protocolo de Kyoto de 1997, al que Estados Unidos rehusó unirse. El primer periodo de compromiso del Protocolo de Kyoto termina en 2012. El ambiente más o menos general anterior a la conferencia fue capturado por The New York Times en un titular: Asuntos urgentes, pero bajas expectativas

Conforme los delegados se reúnen en Durban, un informe sobre un nuevo resumen actualizado de sondeos realizados por el Consejo de Relaciones Exteriores y el Programa sobre Actitudes Políticas Internacionales (PIPA, por sus siglas en inglés) revela el público de todo el mundo y de Estados Unidos dice que sus gobiernos deben dar a una prioridad más alta al calentamiento global y apoyan vigorosamente acciones multilaterales para atenderlo.

La mayoría de los ciudadanos estadounidenses está de acuerdo, aunque el PIPA aclara que el porcentaje “ha estado declinando durante los últimos años, de forma que la preocupación de Estados Unidos es significativamente más baja que el promedio mundial —79 por ciento, en comparación con 84 por ciento-”.

Los estadounidenses no perciben que hay un consenso científico acerca de la necesidad de acción urgente sobre el cambio climático... Una gran mayoría piensa que se verá afectada personalmente eventualmente por el cambio climático, pero sólo una minoría cree que está siendo afectada ahora, contrariamente a la opinión de la mayoría de los demás países. Los estadounidenses tienden a subestimar el nivel de preocupación de otros estadounidenses.

Estas actitudes no son accidentales. En 2009 las industrias de energía, apoyadas por el cabildeo corporativo, lanzaron varias grandes campañas que arrojan dudas sobre el casi unánime consenso científico sobre la severidad de la amenaza de calentamiento global inducido por los seres humanos.

El consenso solo es casi unánime porque no incluye a los muchos expertos convencidos de que las advertencias acerca del calentamiento global no son suficientemente fuertes, y por el grupo marginal que niega por completo la validez de la amenaza.

La cobertura habitual de este problema, dijo, se basa en lo que se llama mantener un balance: la abrumadora mayoría de los científicos en un lado, y los negadores en el otro. Los científicos que emiten las advertencias más sombrías son ignorados en su mayor parte.

Un efecto de esto es que escasamente una tercera parte de la población de EEUU cree que existe un consenso científico sobre la amenaza del calentamiento global, mucho menos que el promedio mundial, y radicalmente inconsistente con los hechos.

No es un secreto que el gobierno estadounidense está arrastrando los pies en cuanto a asuntos climáticos. Los públicos de todo el mundo han criticado en gran parte la forma en que Estados Unidos está manejando el problema del cambio climático, según el PIPA. En general, Estados Unidos se percibe ampliamente como el país que ha tenido el efecto más negativo sobre el ambiente del mundo, seguido por China. Alemania ha recibido las mejores calificaciones.

A veces es útil, para tener una perspectiva de lo que está ocurriendo en el mundo, adoptar la posición de observadores extraterrestres inteligentes que contemplan las extrañas ocurrencias en la Tierra. Observarían, asombrados, que el país más rico y poderoso en la historia del planeta ahora encabeza a los lemmings en su alegre avance hacia el precipicio.

El mes pasado, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), formada en 1974 a instancias del secretario estadounidense de Estado Henry Kissinger, emitió su informe más reciente sobre el acelerado incremento de las emisiones de carbono provenientes del uso de combustible fósil.

LA AIEA calculó que si el mundo sigue avanzando por su ruta actual, el presupuesto de carbono se habrá agotado para 2017. El presupuesto es la cantidad de emisiones que puede mantener el calentamiento global en un nivel de 2 grados Celsius, considerado el límite de seguridad.

El economista en jefe de la AIEA, Fatih Birol, dijo: La puerta se está cerrando... Si no cambiamos la dirección ahora en cuanto a cómo usamos la energía, terminaremos más allá de lo que los científicos nos han dicho que es el mínimo (de seguridad). La puerta se habrá cerrado para siempre.

También el mes pasado, el Departamento de Energía estadounidense informó acerca de las cifras de emisiones para 2010. Las emisiones aumentaron en la mayor cantidad registrada hasta ahora, citó la Associated Press, lo que significa que los niveles de gases de invernadero son más elevados que el peor de los escenarios posibles anticipados por el Panel Internacional sobre Cambio Climático en 2007.

John Reilly, codirector del Programa sobre Cambio Climático del Instituto de Tecnología (IPCC, por sus siglas en inglés) de Massachusetts, dijo a la Ap que los científicos han considerado, en general, que las predicciones del IPCC pecan de conservadoras –a diferencia del pequeño grupo que negadores que atraen la atención pública-. Reilly informó de que el escenario del peor de los casos estaba aproximadamente a la mitad de los cálculos de posibles resultados dados a conocer por científicos del MIT.

A medida que estos ominosos informes se daban a conocer, el diario Financial Times dedicó una plana entera a las optimistas expectativas de que Estados Unidos podría llegar a ser independiente en cuanto a energía durante un siglo con la nueva tecnología para la extracción de combustibles fósiles estadounidenses.

Aunque las proyecciones son inciertas, informa el Financial Times, Estados Unidos podría pasar de un salto sobre Arabia Saudí y Rusia para convertirse en el mayor productor del mundo de hidrocarburos líquidos, contando tanto el petróleo crudo como los líquidos ligeros de gas natural.

De ocurrir este feliz suceso, Estados Unidos podría conservar su hegemonía mundial. Más allá de algunos comentarios sobre el impacto ecológico a escala local, el Financial Times nada dijo acerca de qué tipo de mundo emergería de esas emocionantes perspectivas. La energía es para quemarse, y que se lleve el diablo al ambiente global.

Prácticamente todos los gobiernos están dando al menos pasos vacilantes para hacer algo acerca de la catástrofe que se avecina. Estados Unidos está la cabeza en esto –al revés-. La Cámara de Representantes de Estados Unidos, dominada por los republicanos, ahora está desmantelando las medidas ambientales introducidas por Richard Nixon, que en muchos aspectos fue el último presidente liberal.

Este comportamiento reaccionario es una de muchas señales de la crisis de la democracia estadunidense durante la generación pasada. La brecha entre la opinión pública y la política pública ha crecido hasta convertirse en un abismo en asuntos centrales del debate político actual, como el del déficit y los empleos. Sin embargo, gracias a la ofensiva propagandística, la brecha es menos de lo que debería en el asunto más serio de la agenda internacional hoy en día, y posiblemente en la historia.

Se puede perdonar a los hipotéticos observadores extraterrestres si llegan a la conclusión de que al parecer estamos infectados por algún tipo de locura letal.



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