jueves, 19 de junio de 2014

Paraguay: A dos años de la masacre de Curuguaty. La hora de la justicia

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Carta abierta de un grupo de religiosos y campesinos

El 15 de junio de 2012 morían en Marina Kue, Curuguaty, en un hecho todavía no aclarado, 17 personas, 11 de ellas campesinos y seis policías. La matanza dio pie días después al “golpe de Estado parlamentario” que derrocó al presidente Fernando Lugo y al arresto, sin prueba alguna, de cinco militantes sociales campesinos.

En una misa recordatoria celebrada el fin de semana, tres obispos, sacerdotes, religiosas y 243 campesinos pobres de la región difundieron una carta abierta en la que reclaman justicia y profundas reformas en Paraguay. La Rel difunde a continuación ese texto*.

Carta Abierta

Somos un grupo de obispos - monseñores Melanio Medina, Cárdenas, Oscar Páez -, sacerdotes, religiosos/as y laicos/as y 243 campesinos/as pobres de Curuguaty.

Como cristianos queremos comprometernos en vivir en una patria donde quepamos todos, disfrutando de una vida digna.

El motivo que nos mueve es únicamente el deseo de contribuir al bien común de todo nuestro pueblo. Nos impulsa a ello la fidelidad al Cristo que puso su casa entre nosotros para que todos tengamos vida en abundancia.

Muchas son las heridas que nuestro pueblo  soporta desde hace tiempos inmemoriales. Especialmente nuestros hermanos indígenas y campesinos, en los que se concentra la mayor parte de la pobreza de nuestra nación.

Para una conciencia cristiana, esta situación es absolutamente inaceptable y para una conciencia ciudadana, patriota y sana, es intolerable.

Paraguay es  bendecido por Dios con riquezas naturales invalorables como el agua, la tierra y la producción abundante de alimentos.

Esa riqueza, la conciencia patriota y cristiana, el sufrimiento de los pobres y el justo deseo de construir una sociedad verdaderamente pacífica y fraterna nos lleva a escribir esta  carta.

Ahora, cuando se cumplen dos años de la masacre de Marina Kue, el 15 de junio de 2012 en Curuguaty, queremos insistir en este  tema,

La intolerable y agobiante pobreza


Lo más trágico ha sido la muerte de 17 paraguayos pobres, policías y campesinos, y la secuela de sufrimientos en sus familias. Toda vida humana es sagrada y su defensa es para la Iglesia un deber y una tarea impostergable.

También nos golpea muy fuerte las injusticias que han soportado los compañeros  campesinos presos en Marina  Kue, las dos huelgas de hambre de casi 60 días de algunos de ellos para lograr la prisión domiciliaria,  la renovación de otro juicio para Rubén Villalba.

Lo que ocurrió en Curuguaty no fue un hecho aislado o producido por un grupo que aparecieran de pronto.

Las ocupaciones campesinas se suceden ininterrumpidamente desde hace décadas. 

La pobreza en el campo, especialmente en  algunos departamentos, es agobiante e intolerable (falta de vías de comunicación, mala o casi nula presencia de instituciones de salud, de educación, de vivienda, escaso socorro a la población más vulnerable: ancianos, niños, madres abandonadas, falta de una verdadera reforma agraria). Y todos estos problemas están en la base de hechos luctuosos como el ocurrido en Curuguaty.

La Conferencia Episcopal se ha ocupado numerosas veces de este  problema campesino.

En 1963, en la carta  “El problema social paraguayo”,  declaró: “Somos un pueblo de agricultores y es precisamente el sector agrícola el que ha sido golpeado con mayor crueldad por el desequilibrio social que estamos padeciendo”.

En el año 1983 emitió un documento sobre “El campesino paraguayo y la tierra”  donde señalaba como principales problemas: “el empobrecimiento del campesino,  la especulación sobre la tierra, la concentración en grandes propiedades, la apropiación de campos comunales, los desalojos, la desconfianza en la actuación de los jueces”.

En ese mismo documento ya proponía como tareas a largo plazo (han pasado 31 años) “la necesidad de revisar cuidadosamente la existencia de latifundios, especialmente los improductivos y asentados en terrenos aptos para la agricultura, en cuyas proximidades existen numerosos campesinos sin tierra, o sin tierra suficiente para un digno desarrollo de la persona humana”.

Por su parte, el Consejo Pontificio Justica y Paz de la Santa Sede elaboró en 1997 el documento “Para una mejor distribución de la tierra”, en el que dice: “Para la Doctrina Social de la Iglesia el latifundio está en neto contraste con el principio de que ‘la tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos’, de modo que “no hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario”.

El papa Francisco, en la exhortación apostólica sobre “El anuncio del Evangelio en el mundo actual”, nos insta a trabajar, como parte de la evangelización, en la inclusión de los pobres y en la construcción de una sociedad justa y pacífica, porque “son partes del anuncio gozoso de la buena noticia comunicada por Cristo”.

No fue causalidad

Además, Curuguaty, por el uso que después hicieron de él  los políticos, no pensamos que haya sido un hecho casual.  Más bien sospechamos que fue una  excusa bien pensada para meter miedo al campesinado que invade tierras  y dar un golpe parlamentario  a la  democracia.

Por todo ello, los firmantes de esta   deseamos exponer al pueblo cristiano en particular, y a todas las personas de buena voluntad. Las siguientes reflexiones y propuestas:
 
Lamentamos la muerte violenta y en circunstancias todavía no aclaradas de 17 compatriotas y hermanos nuestros. Cada una de esas vidas es para nosotros sagrada y pedimos que se haga justicia cuanto antes y se esclarezca la muerte de las 17 personas sin discriminación ni exclusión ninguna. Añadimos el asesinato posterior de Vidal Vega, que nos parece fue una verdadera quema de archivo.

Exigimos que el juicio de los campesinos presos se realice en Asunción y que no comience hasta que se esclarezca oficialmente que las tierras en la que entraron  eran fiscales, según el documento emitido por el INDERT.

Exigimos, antes o en el juicio, la liberación de todos los presos de Marina Kue, inocentes todos ellos.

Queremos que las tierras de Marina Kue, tierras fiscales, sean dadas a los campesinos y familiares víctimas de la masacre con las ayudas necesarias para su pleno rendimiento. Esto lo  exige además una exitosa campaña  internacional actualmente en marcha.

Deseamos la pacificación y la seguridad en nuestra sociedad, imprescindibles para el desarrollo integral que buscamos sobre todo para nuestro pueblo campesino pobre, por tanto tiempo explotado y postergado.

No hay paz sin justicia

Pero, a la vez, y con todo respeto, queremos señalar al gobierno que la paz y la seguridad verdaderamente humanas son imposibles si no van acompañadas de la justicia, la equidad, el amor y la búsqueda del bien común.

Que este hecho de la masacre de Marina Kue en Curuguaty sea la ocasión para toda la sociedad paraguaya de revisar la situación de los campesinos, de los  indígenas y de los casi tres millones que padecen pobreza  en el país.

El papa Francisco nos ilumina con absoluta claridad a este respecto: “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar. (…) Los planes asistenciales, que atienden ciertas emergencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres (…) atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica” (EG 202, 203).

Necesidad de reformas

En nuestro país esas reformas estructurales pasan por una reforma agraria seria y sostenida, por una reforma fiscal imprescindible,  por la inversión en los derechos sociales: trabajo, salud, educación, vivienda, seguridad social y  por una política transparente y honesta.

Los firmantes de esta carta  ofrecemos estas reflexiones, nuestra mediación y compromiso, con un sentimiento sincero de servicio  a todos los paraguayos sin excepción, a los más pobres de un modo especial y por fidelidad al gozoso mensaje de Jesucristo, un mensaje de alegría, de paz, de justicia, de amor, de libertad e igualdad que estamos seguros encontrará su plenitud en el cielo, pero que Cristo ya lo quiere iniciado y realizándose aquí en la tierra.

Nos solidarizamos también con todas las víctimas de muertes violentas y de extorsiones inhumanas como el secuestro de Arlan. Denunciamos estos hechos como contrarios al plan de Dios y contrarios a nuestra conciencia y valores humanos y cristianos.



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