miércoles, 26 de diciembre de 2012

En México ha fracasado la democracia representativa

Foto Rodrigo Jardón
Por Annalisa Melandri

Un hombre de 67 años debatiéndose entre la vida y la muerte en coma inducido por la explosión en su cabeza de una bomba de gas lacrimógeno, Juan Francisco Kuykendall, “Kuy” como le dicen  los amigos;  un joven que ha perdido un ojo por una bala de goma;  más de cien heridos; casi  un centenar de detenidos, la mayoría  de forma ilegal; siete horas de guerrilla urbana. 

Así ha sido en Ciudad de México la juramentación del nuevo presidente del país Enrique Peña Nieto, el pasado 1 de diciembre.

La que se ve en la foto a lado es  una granada en dotación al Ejército mexicano que la Policía Federal ese día  estaba lanzando contra  los manifestantes. Más abajo la foto de un proyectil de goma  y la de la  herida que una de estas municiones “no letales” ha  causado a un joven. No letales dependiendo de donde te impacta. 

Su uso está cuestionado por todos los organismos internacionales de derechos humanos. El joven Uriel Sandoval Díaz,  no ha muerto por milagro, pero ha  perdido un ojo y junto a la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos lanzará una campaña contra el uso de estos artefactos que son muy utilizados por todas las policías del mundo contra las manifestaciones de protesta, dejando a lo largo del mapa de las “rebeldías”,  heridos y  lastimados muy graves.

Ha habido algunos episodios de violencia en el Distrito Federal por parte de algunos manifestantes, tiendas  y bancos asaltados, automóviles incendiados, robos y atracos. La Limeddh denuncia que “se consintieron actos vandálicos, para después dejar que tales personas huyeran y como se aprecia en diversos videos públicos,  se procedió a detener a personas que estaban en las inmediaciones”.

Como ha twiteado el periodista Epigmenio Ibarra ese mismo día, durante la cobertura de los hechos: “Marcharon, votaron, todo fue inútil. Se cansaron. Se radicalizaron. Pasaron a la acción directa. Esto no justifica violencia pero la explica”.

Es sumamente claro y evidente solamente a los que no lo quieren ver ni entender, que en México  lo que se ha expresado en ese día ha sido el fracaso de la “democracia representativa”. Con  el aumentar de la crisis, que va de paso con la diminución  para los jóvenes de las posibilidades de un futuro digno, este fracaso asumirá  tonos cada vez más dramáticos también en otros países, sobre todo de la Unión Europea.

¿Queda entonces la violencia como única opción? Seguramente no pero esta es una componente innegable de la rabia y no necesariamente la más despreciable. No es violencia fine a sí misma como los medios pretenden dibujar. Es rabia de masa que expresa indignación, miseria, oportunidades negadas, rechazo a gobiernos corruptos y criminales que se protegen desde décadas con la  impunidad.

A esta violencia “de pueblo” se contrapone otro tipo de violencia, la “de cuello blanco”,  la institucional, representada por la prepotencia y la soberbia  de un sistema, el de la “democracia representativa” siempre más parecida a una monarquía hereditaria.

Habría que preguntarse, en realidad, si era oportuno este año, este  1ro de diciembre — ya que  se habían previsto  enfrentamientos —  realizar  esa farsa del “cambio de gobierno”, o de la “asunción del poder” o de la “toma de posesión”. Palabras estas, que verdaderamente expresan muy bien la imagen de un poder que “se” asume, que “se” trasfiere, que pasa de mano en mano, que cambia sin cambiar nada, que “se” asume en el sentido que asume sí mismo, sin que la base del pueblo sienta de haberlo concedido,  un poder  que reproduce sí mismo cada vez más alejándose del pueblo. Un poder, que como en una monarquía, pasa intacto de rey en rey y que en este pasaje encuentra su confirmación y su legitimación.

La del 1 de diciembre, la ceremonia oficial en la que el monarca Felipe Calderón pasa la bandera mexicana como si fuera un cetro real a su sucesor Peña Nieto,  tenía que ser evitada, si por lo menos la monarquía de la que estamos hablando hubiera sido una monarquía iluminada por el sentido común. De hecho Calderón ha pasado a su sucesor Peña Nieto,  una bandera manchada por sangre y dolor, el de las más de 60mil víctimas y sus familiares del  “sexenio luctuoso”  como los mexicanos definen su gobierno.

¿Y como olvidar de Alexis Benhumea y de Javier Cortès de tan solo  14 años, de cuya muerte, en 2006  se responsabiliza Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del Estado de México? La policía en San Salvador Atenco se manchó entonces de crímenes horrendos en la represión de un movimiento ciudadano en lucha contra la construcción del nuevo aeropuerto internacional sobre sus tierras: violencia sexual contra las mujeres detenidas, torturas contra los presos, utilizo indiscriminado de la fuerza contra los manifestantes, muertos y heridos.

Las autoridades mexicanas este 1 de diciembre han actuado con  métodos  tristemente conocidos que regresan la memoria a un pasado no muy lejano. El poder se siente amenazado: al  Movimiento YoSoy132 lo llaman la ‘Primavera Mexicana” y cuando el poder se siente amenazado contesta con la misma arrogancia de siempre.

No solamente  en México, sino en todo el mundo, los tiempos que vendrán no dejan imaginar nada bueno. Quizás la crisis económica  pueda  representar una excelente ocasión para desmantelar  las estructuras obsoletas y anacrónicas de la llamada “democracia representativa”, quizás el momento brindará la ocasión para inclinar el fiel de la balanza una vez por todas hacia “las mayorías”, que claman, además de derechos, sobre todo mayor participación política.

Esta palabra, (mayorías),  mejor que su término correspondiente italiano (maggioranza) hace que sea más claro el sujeto del que  estamos hablando: la “maggioranza”, dejando un momento a lado el tema del fraude, es la que ha elegido Peña Nieto en las urnas, las “mayorías” son los que el 1 de diciembre lo han rechazado en las calles, después de haber ejercido su derecho al voto, después de haber asistido al deprimente cuanto ilegal juego electoral de compraventa de votos, sea por una lavadora nueva o una compra en un supermercado.

La elecciones en México, pero sin embargo ocurre lo mismo en los  grandes Estados Unidos o en la pequeña  Republica Dominicana, las gana el candidato que tiene mas dinero o ha capitalizado atrás de sí más poder económico, porque el dinero, este es el verdadero poder.

Quien se vende por un celular y quien por una nevera, quien cree en su voto y lo defiende en las  urnas  consciente que será inútil, quien anida y esconde la rabia que tarde o temprano tendrá que ser liberada.

Una grande grieta, quizás, como diría John Holloway, se está abriendo en la estructura de poder en México. Todavía indefinida, todavía incierta en sus pasos, indecisa y contradictoria, sin embargo es una grieta, y eso es cierto, las grietas caminan  solamente hacia adelante.


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