lunes, 5 de septiembre de 2016

Costa Rica y el espejismo del turismo como multiplicador de bienestar social

Foto Ernest Cañada | ALBA SUD
Por Giorgio Trucchi | Alba Sud / Rel-UITA

La imagen paradisiaca contrasta con la realidad cotidiana. Hablamos con Santiago Navarro, investigador de la Universidad de Costa Rica, que ha analizado los costos sociales del desarrollo turístico en Guanacaste.

El informe Happy Planet Index 2016, de la fundación británica New Economics, señala que Costa Rica es el país más feliz del mundo. Para llegar a esta conclusión, la fundación analizó variables de 140 naciones que incluyen, entre otras, esperanza de vida, salud de la población, huella ecológica y PIB per cápita. De igual manera, el Índice Global de Economía Verde (GGEI por su sigla en inglés), que elabora la consultora Dual Citizen LLC, asegura que Costa Rica es el tercer país más verde del mundo.

Esa imagen de país verde y feliz atrae cada año a millones de turistas y posiciona a Costa Rica como el país más visitado de la región centroamericana –26% del mercado– y con la mayor captación de divisa.


El peso de turismo en la economía costarricense

Entonces no es una sorpresa que el turismo haya pasado a ser la principal economía de exportación de Costa Rica. En su más reciente informe, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) señala que en el 2015 la actividad turística representó el 29,6% de las exportaciones totales, con un aumento del 6,4% respecto al 2014, superando ampliamente productos históricos o emergentes como el banano (8,6%) y la piña (8,5%). También se posicionó sobre sectores estratégicos como comunicaciones, construcción, seguros, servicios financieros, de informática e información.

De acuerdo con datos oficiales del Banco Central de Costa Rica (BCCR), en 2015 el turismo en Costa Rica representó el 5,4% del PIB, y registró más de 2,6 millones de llegadas internacionales -1,8 millones por vía aérea-, lo que significó un crecimiento del 5,5% con respecto al año anterior. Asimismo, contabilizó 2,850 millones por concepto de divisas, para un crecimiento del 8,8% con respecto al 2014. En el primer semestre de 2016, el aumento de las llegadas internacionales es del 12,3% respecto al año anterior. La misma fuente indica que las inversiones en el sector turismo generan alrededor de 150 mil empleos directos y 450 mil indirectos, es decir el 26% del total de la fuerza de trabajo costarricense.

Sin embargo, esta fotografía paradisiaca de una industria pujante que valoriza y preserva recursos naturales y genera divisa, empleo y bienestar social, se parece cada día más a un espejismo estereotipado muy alejado de la realidad cotidiana y de sus costos sociales.

En el artículo académico “Turismo e inmigración en Playa Matapalo. Resistencias comunitarias y laborales”, Santiago Navarro Cerdas analiza el caso de la construcción de un hotel de la transnacional española RIU en el territorio de Guanacaste, uno de los destinos turísticos más importantes del país. En su investigación, el académico investiga las diferentes formas de resistencia y de protesta por la explotación laboral y la expropiación comunitaria de los bienes comunes de la naturaleza, que se generan a medida que avanza el proyecto.

Turismo, inmigración y trabajo: trinomio invisibilizado

Uno de las temáticas más sensibles que surgen de la investigación de Navarro tiene que ver con la relación entre turismo, inmigración y trabajo. Costa Rica es un país receptor de migrantes económicos, sobre todo de la vecina Nicaragua. Según cálculos no oficiales, unos 450 mil nicaragüenses viven en el país vecino y se desempeñan mayoritariamente en sectores como la agroindustria, trabajo doméstico y el turismo.

La presencia de migrantes en la industria turística se da principalmente en los sectores de la construcción y los servicios (hoteles, restaurantes, polos turísticos), y ha generado fuertes contradicciones que son constantemente invisibilizadas, tanto por los inversionistas nacionales e internacionales como por las autoridades de gobierno.

A ese propósito, el también psicólogo comunitario del Centro de Derechos Sociales de la Persona Migrante (CENDEROS) introduce el concepto de ‘dislocales’, aludiendo con este término a la “conjunción conflictiva, en un mismo espacio, de locales tradicionales con nuevos y nuevas locales”. Según él, la turistificación de un espacio geográfico supone un “reordenamiento de poder en las posiciones que antes estaban más firmes en la red psicosocial de las comunidades donde llega el turismo”. La interacción entre poblaciones locales tradicionales e inmigrantes que llegan en búsqueda de trabajo –nuevos habitantes locales– desemboca frecuentemente en conflictos.

“Cuando se instala en un territorio, la industria turística siempre promete progreso, desarrollo, crecimiento y generación de empleo para las comunidades locales. Sin embargo, al aprovechar la presencia de personas migrantes para implementar prácticas de desprotección laboral, lo que de verdad hace es generan competencia desleal y fuertes tensiones sociales”, dijo Navarro a Alba Sud.

En la zona de Guanacaste, por ejemplo, la expansión turística ha venido desplazando a las actividades tradicionales. Muchos agricultores, pescadores o ganaderos locales han abandonado su actividad para dedicarse a la actividad turística, y ahora están desempleados.

“Sobre todo en el sector construcción, las personas migrantes están más expuestas a la violación de sus derechos. Con tal de poder trabajar, ellos soportan extenuantes jornadas laborales, salarios de miseria, sin pago de horas extras, ni de prestaciones sociales. Tampoco tienen posibilidad de organizarse y crear sindicatos, y si se enferman tienen que seguir trabajando porque siempre hay una reserva de personas que, por necesidad, están dispuestas a ser contratadas por iguales o hasta peores condiciones”, explicó el investigador.

Las empresas aprovechan esta situación para crear una profunda competencia desleal que, además de generar fuertes tensiones que hasta desembocan en episodios recurrentes de racismo y xenofobia hacia “el enemigo externo”, eleva los índices de desempleo, subempleo y migración interna hacia la capital San José.

En su artículo, Navarro describió muy bien esta situación: “En las giras de campo fue posible constatar que durante la segunda parte de la construcción del hotel RIU Palace, un ejército de reserva de personas hacía fila en las afueras de la construcción a la espera de que alguien fuera literalmente echado para ser ellas contratadas. Se formaban filas de entre 30 y 100 personas que dormían ahí mismo hasta varios días, en campamentos improvisados, tiendas de campaña, algunas hechas con bolsas negras para taparse del mal clima, y que se bañaban en un pequeño riachuelo cercano”, escribe.

El experto en temas migratorios relató a Alba Sud óomo, durante el trabajo en terreno, varios trabajadores costarricenses atacaban con violencia verbal a las personas migrantes que llegaban a la zona en búsqueda de trabajo.

“Se genera una distorsión de la realidad, donde el principal enemigo es el nicaragüense y no la empresa transnacional que explota a las personas migrantes. Tampoco el Estado, que no hace nada para hacer respetar los derechos contemplados en la legislación laboral y los convenios internacionales, garantizando así que todos tengamos igualdad de condiciones y oportunidades. De esta manera se anula la lucha de clase, el sistema se cierra y se invisibiliza la responsabilidad patronal”, indicó Navarro.

¿Bienestar para quiénes?

El académico explicó también que no hay datos ciertos que evidencian que el boom turístico en Costa Rica haya generado bienestar difuso. “La industria turística entró con fuerza como política estructural del Estado y generó un fuerte cambio de la economía tradicional agroalimentaria y ganadera hacia el sector servicios. Si por un lado se multiplicó la inversión extranjera, por el otro vemos como en todas estas zonas se multiplicaron también los índices de desempleo, pobreza, delincuencia y hasta prostitución”, manifestó.

El Estado convenció a sectores de la población a invertir en actividades relacionadas con el turismo, sin embargo la profundización del modelo turístico de enclave y del ‘todo incluido’ no permitió ninguna redistribución de la riqueza generada. “El turismo llegó, se desarrolló y creó problemáticas sociales relacionadas con la urbanización, la electrificación urbana y la creación de un universo comunitario conflictivo. El bienestar fue sólo para unos pocos”, concluyó.


Este artículo se realiza en el marco del proyecto "Turismo responsable, derechos humanos y trabajo decente" ejecutado por Alba Sud con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona - Programa Barcelona Solidaria convocatoria 2015.

 
Fuente: ALBA SUD | Rel-UITA


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