Estados Unidos no tardó en calificar como "represor" y "violador" de los derechos humanos a Venezuela durante las guarimbas promovidas por la ultraderecha a principios del año 2014.
El macabro plan orquestado y legitimado internacionalmente fue parado en seco gracias a la actuación del Estado venezolano y a la capacidad de decisión de Nicolás Maduro como conductor, conservando con eficacia el orden público y la seguridad de la población en general. Incluso, en los momentos de mayor agudización guarimbera, nunca se decretó el toque de queda ni el Estado de emergencia.
El macabro plan orquestado y legitimado internacionalmente fue parado en seco gracias a la actuación del Estado venezolano y a la capacidad de decisión de Nicolás Maduro como conductor, conservando con eficacia el orden público y la seguridad de la población en general. Incluso, en los momentos de mayor agudización guarimbera, nunca se decretó el toque de queda ni el Estado de emergencia.
Nunca fue necesario recurrir a la suspensión de las garantías porque el contexto no estaba determinado por la conmoción colectiva y generalizada. Todo lo contrario: pocos guarimberos entrenados paramilitarmente haciendo estragos en el este capitalino tratando de desestabilizar la autoridad del Gobierno adentro y afuera del país.
No hubo saqueos, ni disturbios masivos, ni levantamientos populares. Simplemente la puesta en práctica de una estrategia desestabilizadora planificada que el Gobierno venezolano cortó de raíz.
Barack Obama, al principio y luego de las guarimbas, mantuvo siempre una misma línea con respecto a Venezuela. Los delincuentes fueron transformados rápidamente en "manifestantes pacíficos" que luchaban por la “democracia”. Y el presidente Nicolás Maduro en un "violador de derechos humanos" por resguardar la vida de la población, aniquilando quirúrgicamente los focos de violencia.
Obama estaba protegiendo su inversión política contra Venezuela. Por esa razón la Cidh y las ONGs financiadas por la NED y la Usaid fueron las primeras en denunciar la supuesta violación de los derechos humanos internacionalmente. En esa misma línea, también, se aprueba la primera ley de sanciones gringas contra el país en diciembre de 2014.
Claridad en la calle
Lo que está ocurriendo en Baltimore a esta hora es radicalmente distinto a lo sucedido en Venezuela durante "La Salida". Es una sublevación en la cual el principal protagonista es la población negra de Baltimore.
Los fuertes disturbios iniciados por el asesinato sumarial a manos de la policía local del joven afroamericano, Freddie Gray, se han extendido ocasionando saqueos en establecimientos comerciales de la ciudad.
Es una respuesta colectiva ante el Estado ultrapolicial y la sociedad de control reinante en Estados Unidos. Por ende, la población negra que sale a las calles a protestar es recibida con brutal represión siguiendo la línea dictada por Barack Obama, que en declaraciones a la agencia de noticias EFE dijo: "Es un puñado de gente que se aprovecha de una situación por sus propios motivos, y tienen que ser tratados como criminales".
La declaración del toque de queda y el Estado de emergencia en Baltimore define la estrategia ultrarrepresiva de Estados Unidos hacia la población en general. Se abren de esta forma los resquicios legales que facultan a la Guardia Nacional gringa para acometer los excesos pertinentes contra los manifestantes, contra aquellas personas que violen el toque de queda por escasos minutos, contra cualquier habitante que apoye (directa o indirectamente) las protestas en curso.
La sociedad de control gringa no sólo instaura la represión policial como mecanismo de atemorización colectiva. También coloca a la gente de a pie como potenciales sospechosos que deben ser vigilados y apuntados eficazmente con el arma de reglamento.
Allá las protestas son "actos criminales" porque los encarna la gente de a pie reclamando freno en la represión policial hacia la población negra. Acá son "manifestantes pacíficos" porque, a parte de ser pocos, ostentaban la responsabilidad de ejecutar los planes políticos del gobierno norteamericano en pro del derrocamiento del presidente Maduro.
Allá las protestas son condenadas por Barack Obama porque la población negra está rebatiendo en la calle la intensificación del Estado ultrapolicial, que también es ultrarracista y ultraexplotador. Acá son "reinvidicables" porque unos pocos guarimberos, financiados por la Casa Blanca, intentan derrocar un proyecto de país elegido y legitimado por la amplia mayoría del país.
Allá, supuestamente, no se están violando los derechos humanos porque la población negra sencillamente no tiene derechos. El acto de protestar, en ese sentido, es un desafío inaceptable que debe aplanarse con plomo. Acá, según esa lógica, sí se estaban "violando" los derechos humanos porque los guarimberos en acción son más humanos ("superiores") que el resto de la población que decidió elegir a un autobusero como presidente.
Hasta la tarde de hoy, el bozal de dólares que les fractura la mandíbula a CNN, a las ONGs, a la Cidh y demás bases misilítiscas de la difamación internacional contra Venezuela ha impedido que emitan algún pronunciamiento sobre la represión policial en Baltimore.
Según la mediática internacional no existe tal cosa como “violación de derechos humanos” en Baltimore, pues la población negra no tiene ningún derecho que reclamar.
Oscuridad en la casa.
No hubo saqueos, ni disturbios masivos, ni levantamientos populares. Simplemente la puesta en práctica de una estrategia desestabilizadora planificada que el Gobierno venezolano cortó de raíz.
Barack Obama, al principio y luego de las guarimbas, mantuvo siempre una misma línea con respecto a Venezuela. Los delincuentes fueron transformados rápidamente en "manifestantes pacíficos" que luchaban por la “democracia”. Y el presidente Nicolás Maduro en un "violador de derechos humanos" por resguardar la vida de la población, aniquilando quirúrgicamente los focos de violencia.
Obama estaba protegiendo su inversión política contra Venezuela. Por esa razón la Cidh y las ONGs financiadas por la NED y la Usaid fueron las primeras en denunciar la supuesta violación de los derechos humanos internacionalmente. En esa misma línea, también, se aprueba la primera ley de sanciones gringas contra el país en diciembre de 2014.
Claridad en la calle
Lo que está ocurriendo en Baltimore a esta hora es radicalmente distinto a lo sucedido en Venezuela durante "La Salida". Es una sublevación en la cual el principal protagonista es la población negra de Baltimore.
Los fuertes disturbios iniciados por el asesinato sumarial a manos de la policía local del joven afroamericano, Freddie Gray, se han extendido ocasionando saqueos en establecimientos comerciales de la ciudad.
Es una respuesta colectiva ante el Estado ultrapolicial y la sociedad de control reinante en Estados Unidos. Por ende, la población negra que sale a las calles a protestar es recibida con brutal represión siguiendo la línea dictada por Barack Obama, que en declaraciones a la agencia de noticias EFE dijo: "Es un puñado de gente que se aprovecha de una situación por sus propios motivos, y tienen que ser tratados como criminales".
La declaración del toque de queda y el Estado de emergencia en Baltimore define la estrategia ultrarrepresiva de Estados Unidos hacia la población en general. Se abren de esta forma los resquicios legales que facultan a la Guardia Nacional gringa para acometer los excesos pertinentes contra los manifestantes, contra aquellas personas que violen el toque de queda por escasos minutos, contra cualquier habitante que apoye (directa o indirectamente) las protestas en curso.
La sociedad de control gringa no sólo instaura la represión policial como mecanismo de atemorización colectiva. También coloca a la gente de a pie como potenciales sospechosos que deben ser vigilados y apuntados eficazmente con el arma de reglamento.
Allá las protestas son "actos criminales" porque los encarna la gente de a pie reclamando freno en la represión policial hacia la población negra. Acá son "manifestantes pacíficos" porque, a parte de ser pocos, ostentaban la responsabilidad de ejecutar los planes políticos del gobierno norteamericano en pro del derrocamiento del presidente Maduro.
Allá las protestas son condenadas por Barack Obama porque la población negra está rebatiendo en la calle la intensificación del Estado ultrapolicial, que también es ultrarracista y ultraexplotador. Acá son "reinvidicables" porque unos pocos guarimberos, financiados por la Casa Blanca, intentan derrocar un proyecto de país elegido y legitimado por la amplia mayoría del país.
Allá, supuestamente, no se están violando los derechos humanos porque la población negra sencillamente no tiene derechos. El acto de protestar, en ese sentido, es un desafío inaceptable que debe aplanarse con plomo. Acá, según esa lógica, sí se estaban "violando" los derechos humanos porque los guarimberos en acción son más humanos ("superiores") que el resto de la población que decidió elegir a un autobusero como presidente.
Hasta la tarde de hoy, el bozal de dólares que les fractura la mandíbula a CNN, a las ONGs, a la Cidh y demás bases misilítiscas de la difamación internacional contra Venezuela ha impedido que emitan algún pronunciamiento sobre la represión policial en Baltimore.
Según la mediática internacional no existe tal cosa como “violación de derechos humanos” en Baltimore, pues la población negra no tiene ningún derecho que reclamar.
Oscuridad en la casa.
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