Foto Conexihon |
Dentro de las paredes de los hogares hondureños nadie sabe qué pasa. Pero esto está ocurriendo: "si te vas te corro y no volvás", "debés quedarte con nosotros hasta que pase la crisis", "andate y regresás cuando pase el coronavirus".
Esas frases son las sentencias que reciben las trabajadoras domésticas por parte de sus empleadoras porque a unas las retienen por la fuerza, mientras que a otras las despachan pero sin dinero y comida a sus pueblos.
Llamaré Osiris a una de las trabajadoras domésticas que entrevisté para documentar este escrito y para ocultar su verdadera identidad porque si expongo datos reales de ella y de su patrona, la despedirán. Osiris es del oriente de Honduras y trabaja en una colonia de Tegucigalpa, capital de Honduras. Son cientos de kilómetros los que la separan de su familia. Le ha pedido a su empleadora que le dé permiso de irse a su casa para estar con sus dos hijos de 5 y 8 años de edad y sobrellevar juntos la crisis provocada por el coronavirus. Pero siempre, la respuesta que obtiene es “te pago muy bien; tenés que quedarte”.
Cada día que pasa es angustiante para Osiris y muchas otras trabajadoras de hogares que ganan entre 3 mil y 4 mil 500 lempiras mensualmente (entre 130 y unos 182 dólares) en Honduras, mediante la modalidad de “dormida adentro”. Osiris viaja dos veces al mes a su pueblo para ver a sus hijos y llevarle a sus ancianos padres, el dinero que recibe. Como sus vástagos viven con sus abuelitos, a ella la desespera el no saber si siguen las indicaciones para evitar contagiarse con coronavirus o si han tenido contacto con alguna persona portadora. No sabe, dice, si serán los próximos contagiados o los próximos muertos.
Otras trabajadoras, contrario a verse obligadas a quedarse en casa de sus patronos, han sido simplemente despedidas y hoy no cuentan con el ingreso que recibían por limpiar casas a diario. ¿Cómo me siento?, se pregunta Glenda Aguilar, mientras ella misma se responde: “con miedo porque no sé a dónde vamos a parar, porque esta situación con el coronavirus, pues yo creo que va para largo y nosotras no contamos con un marco legal”. Glenda es trabajadora doméstica que, a diferencia de Osiris, trabaja “por día”. Es decir, se dedica a limpiar casas y recibe un pago diariamente. Ella dice que el impacto que ha sufrido por el Covid-19, después de estar más de 14 días encerrada, sin salir, sin trabajar, es impensable. “En lo económico, lo emocional. Yo alquilo, los gastos para la luz, etc.”.
Karla Patricia López también es trabajadora doméstica. Dice que constantemente la atacan dolores de cabeza cuando se pregunta: ¿qué vamos hacer en esta situación?, ¿qué comeremos en el día? porque sus patronos la mandaron a su pueblo sin darle dinero ni comida. “Ha sido una situación para mí, realmente, muy fuerte.
Una, que no tenemos, somos madres que trabajamos al día, no tenemos cómo poder traer alimentos a nuestro hogar. Verdaderamente que aquí estamos como de correr, no comiendo como deberíamos”.
¡Explotación, abusos y hambre!
Desde que el pasado 15 de marzo el Gobierno de Honduras decretó toques de queda, suspender labores en el ámbito público y privado, más otras medidas que confinan a la población a permanecer en sus hogares para evitar la propagación del coronavirus, muchas mujeres del rubro doméstico han sido seriamente perjudicadas sin que sus problemáticas se conozcan fuera de las paredes de los hogares donde laboran.
“Hay más trabajo y al doble. Siempre tenemos que cumplir el horario pero estamos saliendo de noche porque hay que atender a toda la familia durante el día y se hacen interminables las tareas. Lo más temprano que salimos de la jornada es a las 8: 30 o 9: 00 p.m.”, afirma Denia, otra empleada que también pidió el anonimato. En mi caso, dice otra mujer consultada, “me dijo (la patrona), cuando le dije de ir a ver a mis hijos, que no podía ir seguido y que me ocupaba y normalmente el fin de semana es más pesado y ahorita, estas semanas, es peor porque no nos dejan descansar”.
El Covid-19 desnuda, una vez más, la precariedad del trabajo doméstico
Eda Luna es vocera de la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras. Actualmente tiene 21 años de edad, pero trabaja en el rubro desde que era apenas una niña de 14 años porque en su familia había mucha pobreza. Integra, además, la comisión política de la Red, con la que luchan para mejorar sus condiciones laborales.
“Ahora con todo esto, la situación se ha agudizado más, se ha cuadriplicado la carga laboral”, dice, mientras agrega “nosotras cuestionamos que somos las que ayudamos a sostener las casas, los hogares, ¿pero quién cuida de nosotras, quién ve nuestra parte emocional? porque aparte de ser trabajadoras domésticas, nosotras sentimos, tenemos hijos, familia, pero nadie cuida de nosotras”.
Como vocera, Eda reprocha lo que ocurre con las mujeres que integran la organización que representa. “Las trabajadoras domésticas, a pesar de la situación de alerta roja, no paramos. Sabemos que la campaña quédate, pero eso es un tema de clases y de privilegios que no tenemos como el resto de trabajadores”.
Gabriela Pineda también pertenece a la Red de Trabajadoras del departamento de Francisco Morazán y está convencida que la emergencia sanitaria por el Covid19, una vez más, desnudó la precariedad de las condiciones del trabajo doméstico.
Ella está muy consciente que la situación de sus compañeras siempre ha sido dura, por eso ellas han luchado durante años por un marco normativo más justo. “Una trabajadora, por ejemplo, en esta emergencia, no tiene seguridad social. No sabemos a dónde vamos a ir a dar si nos enfermamos del coronavirus, no sabemos adónde nos van a ir a tirar”.
Tiempo de darle la importancia requerida al trabajo de los cuidados
La Red afirma que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Honduras hay 139 mil trabajadoras domésticas con edades que oscilan en promedio, entre los 25 y 70 años. Sin embargo, hay también 6, 250 niñas entre 10 y 16 años haciendo el trabajo doméstico. De igual forma, unos 3,680 jóvenes, entre 16 a 22 años de edad, que también se dedican al oficio doméstico.
Desde hace un par de años, en el Congreso Nacional de Honduras se introdujo un anteproyecto de Ley para el Trabajo Doméstico. Sin embargo, a la fecha solo se han aprobado 8 de un total de 47 artículos porque en el mes de febrero del año 2018, la discusión por la aprobación se trabó cuando los diputados y las diputadas discutían derechos que jamás han tenido las domésticas, como el pago obligatorio que todo empleador debe hacer del décimo tercer y décimo cuarto salario, la instauración obligatoria de la firma de un contrato de trabajo, conteniendo, entre otros aspectos fundamentales, un horario para la empleada, un salario justo para ambas partes y la definición de tareas y jefaturas dentro del hogar.
Las mujeres de la Red, desde entonces, han buscado apoyo en la Secretaría de Trabajo y con algunas diputadas, para continuar con la aprobación de una ley que podría cambiarles su contexto laboral, pero ha sido imposible avanzar.
“Es hora de colocar en el centro de la discusión el trabajo de los cuidados”, dice Eda, al referirse a lo que ellas hacen como eslabón en la cadena social. Agrega, “la sociedad debe tener consciencia del valor de este trabajo, del valor de las mujeres que realizamos este trabajo, porque nos merecemos el derecho que otros trabajadores tienen”.
Libros enteros podrían escribirse con las historias de estas mujeres. Pero, como si fuera una oda al desdén con el que las ha tratado la sociedad, las trabajadoras domésticas dicen:
“Somos las que nunca han tenido derechos, las que ayudan al sostén de la economía de las familias y del país; las que cuidamos los hijos de muchos pobres y muchos ricos, las nanas, las que ya no queremos ser las olvidadas entre las más las olvidadas”.
Esas frases son las sentencias que reciben las trabajadoras domésticas por parte de sus empleadoras porque a unas las retienen por la fuerza, mientras que a otras las despachan pero sin dinero y comida a sus pueblos.
Llamaré Osiris a una de las trabajadoras domésticas que entrevisté para documentar este escrito y para ocultar su verdadera identidad porque si expongo datos reales de ella y de su patrona, la despedirán. Osiris es del oriente de Honduras y trabaja en una colonia de Tegucigalpa, capital de Honduras. Son cientos de kilómetros los que la separan de su familia. Le ha pedido a su empleadora que le dé permiso de irse a su casa para estar con sus dos hijos de 5 y 8 años de edad y sobrellevar juntos la crisis provocada por el coronavirus. Pero siempre, la respuesta que obtiene es “te pago muy bien; tenés que quedarte”.
Cada día que pasa es angustiante para Osiris y muchas otras trabajadoras de hogares que ganan entre 3 mil y 4 mil 500 lempiras mensualmente (entre 130 y unos 182 dólares) en Honduras, mediante la modalidad de “dormida adentro”. Osiris viaja dos veces al mes a su pueblo para ver a sus hijos y llevarle a sus ancianos padres, el dinero que recibe. Como sus vástagos viven con sus abuelitos, a ella la desespera el no saber si siguen las indicaciones para evitar contagiarse con coronavirus o si han tenido contacto con alguna persona portadora. No sabe, dice, si serán los próximos contagiados o los próximos muertos.
Otras trabajadoras, contrario a verse obligadas a quedarse en casa de sus patronos, han sido simplemente despedidas y hoy no cuentan con el ingreso que recibían por limpiar casas a diario. ¿Cómo me siento?, se pregunta Glenda Aguilar, mientras ella misma se responde: “con miedo porque no sé a dónde vamos a parar, porque esta situación con el coronavirus, pues yo creo que va para largo y nosotras no contamos con un marco legal”. Glenda es trabajadora doméstica que, a diferencia de Osiris, trabaja “por día”. Es decir, se dedica a limpiar casas y recibe un pago diariamente. Ella dice que el impacto que ha sufrido por el Covid-19, después de estar más de 14 días encerrada, sin salir, sin trabajar, es impensable. “En lo económico, lo emocional. Yo alquilo, los gastos para la luz, etc.”.
Karla Patricia López también es trabajadora doméstica. Dice que constantemente la atacan dolores de cabeza cuando se pregunta: ¿qué vamos hacer en esta situación?, ¿qué comeremos en el día? porque sus patronos la mandaron a su pueblo sin darle dinero ni comida. “Ha sido una situación para mí, realmente, muy fuerte.
Una, que no tenemos, somos madres que trabajamos al día, no tenemos cómo poder traer alimentos a nuestro hogar. Verdaderamente que aquí estamos como de correr, no comiendo como deberíamos”.
¡Explotación, abusos y hambre!
Desde que el pasado 15 de marzo el Gobierno de Honduras decretó toques de queda, suspender labores en el ámbito público y privado, más otras medidas que confinan a la población a permanecer en sus hogares para evitar la propagación del coronavirus, muchas mujeres del rubro doméstico han sido seriamente perjudicadas sin que sus problemáticas se conozcan fuera de las paredes de los hogares donde laboran.
“Hay más trabajo y al doble. Siempre tenemos que cumplir el horario pero estamos saliendo de noche porque hay que atender a toda la familia durante el día y se hacen interminables las tareas. Lo más temprano que salimos de la jornada es a las 8: 30 o 9: 00 p.m.”, afirma Denia, otra empleada que también pidió el anonimato. En mi caso, dice otra mujer consultada, “me dijo (la patrona), cuando le dije de ir a ver a mis hijos, que no podía ir seguido y que me ocupaba y normalmente el fin de semana es más pesado y ahorita, estas semanas, es peor porque no nos dejan descansar”.
El Covid-19 desnuda, una vez más, la precariedad del trabajo doméstico
Eda Luna es vocera de la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras. Actualmente tiene 21 años de edad, pero trabaja en el rubro desde que era apenas una niña de 14 años porque en su familia había mucha pobreza. Integra, además, la comisión política de la Red, con la que luchan para mejorar sus condiciones laborales.
“Ahora con todo esto, la situación se ha agudizado más, se ha cuadriplicado la carga laboral”, dice, mientras agrega “nosotras cuestionamos que somos las que ayudamos a sostener las casas, los hogares, ¿pero quién cuida de nosotras, quién ve nuestra parte emocional? porque aparte de ser trabajadoras domésticas, nosotras sentimos, tenemos hijos, familia, pero nadie cuida de nosotras”.
Como vocera, Eda reprocha lo que ocurre con las mujeres que integran la organización que representa. “Las trabajadoras domésticas, a pesar de la situación de alerta roja, no paramos. Sabemos que la campaña quédate, pero eso es un tema de clases y de privilegios que no tenemos como el resto de trabajadores”.
Gabriela Pineda también pertenece a la Red de Trabajadoras del departamento de Francisco Morazán y está convencida que la emergencia sanitaria por el Covid19, una vez más, desnudó la precariedad de las condiciones del trabajo doméstico.
Ella está muy consciente que la situación de sus compañeras siempre ha sido dura, por eso ellas han luchado durante años por un marco normativo más justo. “Una trabajadora, por ejemplo, en esta emergencia, no tiene seguridad social. No sabemos a dónde vamos a ir a dar si nos enfermamos del coronavirus, no sabemos adónde nos van a ir a tirar”.
Tiempo de darle la importancia requerida al trabajo de los cuidados
La Red afirma que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Honduras hay 139 mil trabajadoras domésticas con edades que oscilan en promedio, entre los 25 y 70 años. Sin embargo, hay también 6, 250 niñas entre 10 y 16 años haciendo el trabajo doméstico. De igual forma, unos 3,680 jóvenes, entre 16 a 22 años de edad, que también se dedican al oficio doméstico.
Desde hace un par de años, en el Congreso Nacional de Honduras se introdujo un anteproyecto de Ley para el Trabajo Doméstico. Sin embargo, a la fecha solo se han aprobado 8 de un total de 47 artículos porque en el mes de febrero del año 2018, la discusión por la aprobación se trabó cuando los diputados y las diputadas discutían derechos que jamás han tenido las domésticas, como el pago obligatorio que todo empleador debe hacer del décimo tercer y décimo cuarto salario, la instauración obligatoria de la firma de un contrato de trabajo, conteniendo, entre otros aspectos fundamentales, un horario para la empleada, un salario justo para ambas partes y la definición de tareas y jefaturas dentro del hogar.
Las mujeres de la Red, desde entonces, han buscado apoyo en la Secretaría de Trabajo y con algunas diputadas, para continuar con la aprobación de una ley que podría cambiarles su contexto laboral, pero ha sido imposible avanzar.
“Es hora de colocar en el centro de la discusión el trabajo de los cuidados”, dice Eda, al referirse a lo que ellas hacen como eslabón en la cadena social. Agrega, “la sociedad debe tener consciencia del valor de este trabajo, del valor de las mujeres que realizamos este trabajo, porque nos merecemos el derecho que otros trabajadores tienen”.
Libros enteros podrían escribirse con las historias de estas mujeres. Pero, como si fuera una oda al desdén con el que las ha tratado la sociedad, las trabajadoras domésticas dicen:
“Somos las que nunca han tenido derechos, las que ayudan al sostén de la economía de las familias y del país; las que cuidamos los hijos de muchos pobres y muchos ricos, las nanas, las que ya no queremos ser las olvidadas entre las más las olvidadas”.
Fuente: CESPAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario