Este jueves se cumplen 36 años del asesinato del Monseñor Óscar
Arnulfo Romero, sacerdote salvadoreño que entregó su vida al auxilio de
los más necesitados y predicó con su palabra la lucha en contra de las
injusticias sociales.
La tarde del 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba una misa en el
Hospital Divina Providencia de San Salvador, Romero fue asesinado por
una bala fulminante directo al corazón, por parte de un francotirador
enviado por la extrema derecha de la Fuerza Armada, quienes pretendían a
través de este crimen doblegar al pueblo salvadoreño.
Sin embargo, este acto de injusticia y cobardía por parte del sector castrense encendió la llama de las luchas sociales en el país centroamericano, personificadas en un hombre que más tarde sería reconocido por el pueblo como el mártir de los sin voz.
Hablar del Monseñor Arnulfo es referirse a una de las épocas más
crudas en cuanto a represión ocurridas en San Salvador. Su asesinato
marcó la explosión de una guerra entre las clases oprimidas y las
fuerzas de seguridad de la dictadura, mejor conocidas como Escuadrones
de la Muerte, grupos conformados por militares, policías y civiles
fascistas financiados por Estados Unidos.
De acuerdo con datos de la Iglesia, sólo entre enero y marzo de 1.980
los comandos de la muerte habían acabado con la vida de 1.000
campesinos y agricultores salvadoreños, quienes luchaban en defensa de
una reforma agraria y en contra de las injusticias que sufrían.
Tras las investigaciones del crimen se conoció que la orden de
asesinar al Monseñor Óscar Romero, fue dada por el mayor Roberto
D'Aubuisson, quien fue director de la Agencia Nacional de Seguridad
Salvadoreña (Ansesal), diputado y fundador del partido ultraderechista
Arena.
Asimismo el francotirador, no identificado, fue contratado por el
hijo del presidente Arturo Molina y, el chofer, Amado Garay, quien vive
como testigo protegido en Estados Unidos.
A pesar de la culpabilidad ratificada por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos y las pruebas (una agenda de Saravia donde se
describe el crimen planificado como Operación Piña), ninguno de los
implicados fue apresado. Por el contrario, en el año 2006 el presidente
de El Salvador, Elías Antonio Saca, erigió un monumento en "honor" a
D'Aubuisson, a lo que le siguieron protestas de movimientos de izquierda
y defensores de Derechos Humanos.
Como reivindicación a la labor realizada por el Monseñor Romero, el
23 de mayo de 2015, a 35 años de su desaparición física, fue
oficialmente beatificado en una ceremonia efectuada en la plaza de
Salvador del Mundo, en San Salvador, donde asistieron miles de
feligreses y extranjeros, así como Jefes de Estados y delegaciones
diplomáticas.
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