lunes, 5 de febrero de 2018

Honduras: El lado oscuro de Maradiaga

L'Espresso
Por Emiliano Fittipaldi | L'Espresso

El cardenal ataca L'Espresso. Pero todavía no ha aclarado donde fueron a parar los 35.000 euros que una universidad católica le pagaba mensualmente: en los libro contables de la diócesis de Tegucigalpa, de hecho, no hay huella de ellos. 

Entretanto la viuda del ex embajador de Honduras en el Vaticano lo acusa de “mediación fraudulenta” junto con una compañía financiera de Londres. Por culpa del prelado, el matrimonio resulta haber perdido todo. A seguir presentamos los documentos de la investigación.

“La historia de los 35.000 euros mensuales que recibo de la Universidad Católica de Tegucigalpa es una calumnia”. La respuesta del cardenal Oscar Maradiaga a la publicación de una investigación llevada a cabo por L’Espresso hace un mes – en la cual se relataba de pagos (por casi medio millón de euros por año) a favor del cardenal y de la investigación encargado por el mismo Vaticano sobre la diócesis de Honduras y sobre el obispo auxiliar Juan José Pineda – ha sido muy dura. “El artículo publicado ”, ha dicho el cardenal, según algunos medios de prensa católicos italianos y extranjeros, “es de un periodista con poco ética, condenado a fracasar, que gana dinero con libros infames. Las noticias de la revista semanal son un ataque al Santo Padre lanzado por quién no quiere que la curia sea reformada”.

Dejando de lado los insultos y las hipótesis de conspiración, el coordinador del C9, el grupo de los nueve cardenales que tienen la tarea de ayudar a Francisco en la gestión de la Iglesia Universal, ha luego entrado en el vivo de la cuestión. Las denuncias no las ha planteado quién escribe, sino algunos testigos hondureños (entre ellos seminaristas, sacerdotes, empleados de la universidad, amigos íntimos del cardenal) que han hablado en mayo de 2017 con el obispo argentino Pedro Casaretto, el enviado apostólico del mismo Bergoglio a Honduras encargado de investigar sobre una diócesis de la cual se habla mucho.

“Fue mi obispo auxiliar Pineda a solicitar la visita con el fin de ‘limpiar’ su nombre después de las muchas calumnias de las cuales había sido objeto”, ha argumentado Maradiaga su Avvenire, confirmando así la veracidad de los documentos publicados. “En lo que respecta a la universidad, es verdad que es propiedad de la arquidiócesis. Y por esta razón, la universidad da a la diócesis una cantidad de dinero casi equivalente a la mencionada. Pero no para uso personal del cardenal. Ese dinero se usa para los seminaristas y para los sacerdotes de las parroquias rurales que casi no tienen recursos, para el mantenimiento de los edificios de culto, para los autos de las parroquias y para ayudar a muchas personas pobres “.

Si por un lado L'Espresso nunca afirmó que ese dinero se gastase para uso personal, destacando asimismo cómo los extraños desembolses de la universidad estuviesen efectivamente justificados con las palabras “sostén pastoral”, por el otro, Maradiaga no explica por qué los pagos mensuales de los primeros nueve meses del año se hicieron directamente a su nombre y no al de la diócesis de Tegucigalpa. Tampoco explica porque la universidad haya entregado dinero también a otros obispos, como el mismo Pineda o Romulo Emiliani (aunque mucho menos que a Maradiaga, solo unos 3500 euros por mes cada tres o cuatro meses). El cardenal, que acaba de cumplir 75 años, aún no ha aclarado tampoco la razón de las transferencias de importe de un millón de lempiras por mes (alrededor de 35 mil euros al tipo de cambio actual) hechas en octubre de 2015 a su nombre hayan sido luego trasferidas con el concepto genérico de “Iglesia Católica”.

Aceptando las aclaraciones de Maradiaga (que en el 2016 perdió un juicio contra un periódico local hondureño, El Confidencial, que había mencionado pagos al cardenal usando incluso la palabra “corrupción”) y comparándolas con otros documentos secretos que L’Espresso ha podido visionar recientemente, el misterio sin embargo se vuelve aún más denso.

Se trata de los balances finales del presupuesto entregados por la misma diócesis de Tegucigalpa al Vaticano en septiembre pasado durante la “visita ad limina apostolorum”, una reunión que tiene lugar cada cinco años y que sirve a los obispos del mundo para informar al Papa sobre el estado de salud de las diócesis que gobiernan. Bien, en el párrafo titulado “Situación económica global de la diócesis (previsión y saldo de los recursos ordinarios)” se enumeran los “ingresos brutos» del período de 2008 a 2016, crecidos de 6,4 millones de lempiras (alrededor de 220.000 de euros) a 8,9 millones en 2016 (alrededor de 305.000 euros). El dinero resulta derivar principalmente de las ofertas, una especie de “décimo” que las parroquias (Tegucigalpa controla cuarenta) pagan anualmente a su diócesis de pertenencia. Examinando los números resulta evidente que en 2015, el año en el cual la universidad paga a “Oscar Maradiaga” y luego a la “Iglesia Católica” la bella suma de 14,5 millones de lempiras (equivalente a medio millón de euros), el balance bajo el encabezado ingresos brutos señala una suma total de solo 8.4 millones de lempiras.

Si fuese verdad lo que ha dicho el principal colaborador de Bergoglio, es decir, que los pagos que la universidad católica de Honduras 'Nuestra Señora Reina de la Paz', que él mismo había fundado en 1992 y de la que es “Gran Canciller”, ha recibido se han entregado directamente a la diócesis que de hecho controla, ¿cómo es que no hay evidencia de ello en los documentos contables? No hay alguna otra indicación de entradas extraordinarias: los párrafos, muy sucintos, enumeran los montos globales divididos por año de los “gastos ordinarios” (siempre algo más altos que los ingresos) y los “extraordinarios”, así como algunas inversiones anuales en “certificados de depósito a plazo fijo“ por un total de 25 millones de lempiras.

No es solo eso. En el balance oficial que la arquidiócesis ha presentado a Francisco no figuran tampoco los 30 millones de lempiras (maás de un millón de euros), que el hombre fiel al cardenal, el obispo Pineda, ha obtenido de una agencia gubernamental en 2015 para la “seguridad de población“ y que según algunos medios del pobre estado centroamericano no aparecen en las cuentas de la diócesis porque habrían ido directamente al Obispo. Otro simple giro de dinero? Puede ser, pero es un hecho que todavía no han salido a relucir los recibos relativos a los proyectos del valor de cientos de miles de euros destinados a la “formación de los valores de los feligreses” y a “la comprensión de las leyes y la vida social”.

Maradiaga respondió también secamente a las acusaciones de algunos testigos auditados por el obispo Casaretti, que han mencionado fuertes sumas invertidas, con la mediación del cardenal, en ciertas sociedades financieras londinenses como la Leman Wealth Management del señor Youssry Henien. Ese dinero en parte parece haber desaparecido. “La arquidiócesis tiene un consejo económico que nunca ha autorizado este tipo de inversión... en lo que me respecta yo ni sé si en Londres hay una empresa financiera con ese nombre”, ha sido la respuesta de Su Excelencia.

Puede ser que el cardenal no conozca el nombre de la sociedad inglesa. Pero sin duda, durante la visita apostólica en mayo de 2017 – cuyos resultados contenidos en los informes enviados por Casaretto a la Congregación de los Obispos encabezada por el cardenal Marc Ouellet y Bergoglio, son todavía secretos – Martha Alegria Reichmann ha hablado extensamente de los estrechos vínculos entre Maradiaga y el financiero londinense Henien, que tenía sociedades también en Dubai.

Se trata de una testigo que el cardenal, que ama tocar el saxofón, conoce muy bien, tratándose de la viuda del ex embajador hondureño en la Santa Sede, Alejandro Valladares. Valladares era un hombre de gran alcance que conservó el prestigioso cargo por 22 años, al punto de ser nombrado en 2008 – como se lee en la homilía funeraria que recitó por él el Secretario de Estado Pietro Parolin en diciembre de 2013 – Decano del cuerpo diplomático del Vaticano.

Alegría Reichmann, a quien la Librería Editorial Vaticana ha publicado un libro, ha contado a Casaretto que Maradiaga (que era tan viejo amigo de la familia que durante lustros cuando estaba en Roma era hospedado por el embajador y su esposa) había llevado a cabo una “mediación fraudulenta“ insistiendo en que ella y su esposo invirtiesen todos sus ahorros en la sociedad del raider londinense.

Según la testigo, Maradiaga habría aconsejado esa operación financiera a los dos amigos en una reunión celebrada a principios de 2013, explicando que los intereses eran muy altos y que él estaba tan seguro de la operación que había también invertido en ella el dinero de la diócesis de Tegucigalpa. Alegría Reichmann añadió que en febrero de 2015 había descubierto que la herencia de la familia, invertida en ciertos bancos alemanes, habría desaparecido, que los certificados eran falsos y que cualquier intento de contactar a Henien o a Maradiaga para ajustar lo sucedido había fracasado estrepitosamente. L'Espresso ha logrado contactar la esposa del ex embajador sólo para recibir un seco “Sin comentarios”.

No sabemos si la viuda Valladares tenga pruebas concretas para demostrar la veracidad de las graves acusaciones lanzadas. Tampoco sabemos si existe una contabilidad paralela de la diócesis de Tegucigalpa que pueda explicar cómo se gastó el dinero que la universidad transfirió al beneficiario “Maradiaga”. Es también difícil imaginar que los testigos escuchados por el obispo Casaretto (sacerdotes humildes que dicen la misa en parroquias aisladas en las selvas de Honduras, seminaristas, empleados laicos, e incluso ancianas viudas ex amigas del cardenal) se hayan unido todos y puesto de acuerdo – como Maradiaga y una gran parte de la prensa católica y laica dejan entender –- para atacar al cardenal y a su pupilo Pineda para fomentar un complot contra el Santo Padre.

A saber, enviamos al cardenal un correo electrónico solicitando cualquier aclaración, pero no hamos recibido respuesta. El Vaticano ha preferido no emitir comentarios, especificando que sobre este caso prefiere dejar que responda la arquidiócesis. 

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