La Primerísima, como otras importantes emisoras de América, hace lucir al dial sonoramente saludable.
Nicaragua que en los años 60 y parte de los 70 marcaba su propia
distancia con programación de calidad y emisoras orgullosas de contar
con su propio Cuadro Dramático, en los 90 experimentó un declive.
Sabemos los años duros de los 80, pero aun así, se amalgamó una red
en todo el territorio en las que estaba La Primerísima y se mantuvo la
radio, no solo como un transmisor encendido y una antena para cubrir
determinadas zonas y demandas. Ahí surgieron profesionales, trabajadores
que no se encontraban en el mapa radiofónico de antes de la Revolución.
La Primerísima no solo es una simple estación: es un aporte a la
patria. Sin poner dudas o peros, puede decirse que están haciendo radio,
y eso ocurre a miles de años luz de donde un radiodifusor cree que con
un locutor monta discos, a veces el mismo controlista, y dos enlatados,
resolvió su empresa.
Es aquí donde se distingue la frecuencia 680 en Amplitud Modulada, y
aunque su nombre nos diga mucho, como le dijo un filósofo arriero a José
Alfredo Jiménez – así me refiero a vocalistas y compositores de la
abundante veta de la sabiduría de los pueblos--, La Primerísima supo
que “no hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”.
Dos magníficos programas constituyen la columna vertebral, sin que
los otros mermen en profesionalismo: “Sin Fronteras” y “Sabemos lo que
decimos”, y por supuesto, la dirección de William Grigsby.
En momentos históricos trascendentales como las elecciones nacionales
y también las regionales, el equipo periodístico de La Primerísima en
la que destaca Tirsa Sáenz, no engaña ni crea falsas expectativas,
informa lo que pasa, y el o la radioescucha puede sentirse verazmente
informado, porque como dice Omar García “sabemos lo que decimos”.
Y ese ímpetu por escudriñar la verdad es parte del ejercicio
cotidiano por desarrollar periodismo y no la agenda política de una
minoría radical apartada de la gente.
Solo la pasión por la radio que siente William podría darnos una
explicación de cómo mantener por casi tres décadas un sentir, un
espíritu, un corazón que da voz y brújula al amplio auditorio nacional.
Esta es una emisora que comunica realidades, no rencores; paz, no
violencia; que razona, promueve el diálogo y busca y rebusca las
soluciones de las familias, los barrios, las comunidades.
La Primerísima revela su nicaraguanitud al difundir lo nuestro, a sus
compositores, solistas y conjuntos. Su enfoque cultural es de
Primerísima autoridad con Wilmor López y el País Azul del profesor Mario
Fulvio Espinoza.
Algunos que son dueños de emisoras e incluso de programas, no
entienden la responsabilidad de disponer de este medio efectivo. Es como
colocar un poderoso altavoz a lo más profundo del alma, de ahí que uno
debe cuidarse de cómo anda.
Hay beneficios colectivos cuando se irradia amor, al limpiar los
aires de Nicaragua, como es el caso de esta bandera que ondea libertad
en las ondas hertzianas, pero estragos cuando se contamina el ambiente
con cizañas y otros perversos sentimientos…
Y así como es peligroso mezclar el alcohol con el timón, también es
un mortífero coctel ligar un corazón emponzoñado con el micrófono.
Gracias a Dios, el Norte y el Sur de La Primerísima es Nicaragua Sin Fronteras.
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