Foto G. Trucchi |
Por Ricardo Salgado
Estamos cerrando el año con noticias que acaparan titulares: se
construyó el árbol de navidad humano más grande y se registró en el
libro Guinness de récords; la violencia crece en la misma medida que la
militarización de la sociedad, y Juan Orlando Hernández anuncia con
bombos y platillos la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional.
Como en todas partes del mundo, los titulares los llenan las cosas
más escandalosas; aquí asesinaron a una miss Honduras y la noticia
estuvo en todos los titulares del mundo que conocemos (y que nos
conoce), el resto de los asesinatos sigue cayendo en la máquina de las
cifras, esa que condena al olvido y al anonimato a miles de seres
humanos en esta tierra olvidada, pequeña pero vital para los planes
geoestratégicos del imperio y para el futuro de la Patria Grande.
La sola firma de acuerdo con el FMI, después de 5 años del Golpe de
Estado y la suspensión de tales acuerdos, implica directamente el
despido de miles de hondureños y hondureñas, que pasaran a engrosar las
ya escandalosas cifras del desempleo, el aumento de las tarifas de los
servicios públicos, y la eliminación de la inversión social. Si hasta la
fecha, la propaganda de la oligarquía aplaudía a este gobierno por sus
“avances en seguridad”, habrá que ver que hacen los mercadólogos para
presentar con buena cara este agujero negro que atrae hacia sus entrañas
toda la riqueza, ahora incluso las migajas, mientras los que quedan
fuera no son capaces de distinguir entre lo que es alimentación y lo que
es comida.
Lamentablemente, lo que pasa dentro de Honduras está muy oculto, y
tampoco da para llenar los titulares. Como en todas las conspiraciones,
la única prueba aceptable es el cadáver, y aunque aquí tenemos de esos
por miles, falta que sean más conocidos o que puedan “asustar” a la
opinión publica. Pero no somos solo un país de víctimas, hay coraje,
predisposición revolucionaria y Juan Orlando Hernández no es el único
actor con palabra en esta tragedia.
Existe una lucha permanente, creciente, que quizá merece más atención
de sus dirigentes, mejores planteamientos de lucha y más visión
política para entender la marcha inexorable de un pueblo que sufre los
embates descarados sabiendo que el tiempo cuenta, y que las horas hacia
las victorias son menos.
Juan Orlando Hernández ha luchado por dar la imagen de dictador (y
nosotros muchas veces hemos caído en ese juego), y con cientos de
militares a su espalda se pasa el tiempo lanzando imágenes amenazantes
de que el todo lo puede y que el miedo nos pertenece a las mayorías
mientras la clase que él representa puede hacer lo que quiera contra el
pueblo en medio de la mayor impunidad que se conoce.
Esta imagen de consumo interno se produce mientras nadie se da cuenta
en el exterior lo que aquí sucede. Él se vende como lo hizo Uribe en la
década pasada, masacrando al pueblo colombiano, incluso agredía otros
países de la región pero, imperio gratia, daba a la opinión pública
internacional la idea de que su democracia estaba en comprometida con la
integración.
Hoy el mundo debe saber que el régimen trabaja laboriosamente en
convertir la persecución política en un asunto de delincuencia común.
Los ladrones de todos los tiempos, los que siguen saqueando
escandalosamente este país, son también jueces que pretenden sacrificar a
aquellos que se plantaron por validar la voz del pueblo soberano. Son
los mismos, que han manchado de sangre el país, sin juzgar un solo caso
hasta la fecha. En Honduras no hay exiliados, ni perseguidos políticos;
hay corruptos, ladrones, narcotraficantes, un candidato perfecto para
que le castigue cual Sodoma y Gomorra, y los jueces, que no condenan a
nadie, que tienen los vínculos con el narcotráfico, que condenan
inocentes, que protegen ladrones y corruptos, que son cómplices por
omisión de crímenes horrendos, son los grandes señores que se rasgan las
vestiduras, y que persiguen a los luchadores.
Es tan singular la situación, que hasta los pastores piden la pena de
muerte y dicen que Dios ha otorgado esta singular prerrogativa a los
Estados, por aquello del no matarás. Claman por que se le otorgue al
matador la licencia de matar.
Hernández, hombre de poca imaginación, pero muy tenaz y con el pleno
respaldo de al menos un sector poderoso de la oligarquía golpista, ha
preparado a lo largo de 2014, la idea de que el buscará la reelección.
No ha hecho pública una declaración al respecto pero es discusión en
todas partes, nadie ignora la intención. Con ello envía un mensaje más
de fuerza, además, para quienes han olvidado que aquí se dio un Golpe de
Estado Militar (igual que Peña Nieto pide que olviden Ayotzinapa,
cualquier parecido No es coincidencia), aquí este señor puede hacer lo
que le plazca, no existe ninguna ley o institución que pueda cambiar las
cosas, todo se maneja vía soborno o chantaje. Solo funciona el
ejército, y ese también tiene precio, y sigue órdenes expresas del
Comando Sur.
Esto se traduce simplemente en que nuestro único camino es luchar
contra toda la adversidad, sin esperar de ellos absolutamente nada.
El tema de la reelección cobrará gran relevancia, y está claro que
derrotar este circo abominable solo será posible si salimos del miedo,
del estado de conmoción en que vivimos escondidos, y asumimos que la
misión de todo el pueblo es tomar la iniciativa. La reelección lejos de
ser un problema es un escenario más, y tenemos muchos argumentos para
aceptar el reto de derrotar a este enemigo en su propio campo, aun con
sus propias reglas. No es con las leyes que ellos nos den o no que
tendremos esperanza, es con la determinación de luchar, aceptar los
retos, y derrotar al enemigo en todas las líneas. Con nuestro pueblo
organizado y movilizado no existe ningún fraude que nos pueda detener.
La reelección de Juan Orlando Hernández no es algo que no podemos
vencer, es tiempo del valor, de levantarnos a luchar todos los días, y
por fin terminar con la pesadilla.
A los pueblos hermanos, simplemente que no quiten sus ojos de este
pequeño lugar en el orbe, aquí seguimos en combate, y venceremos.
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