El 27 de febrero de 1989, el pueblo venezolano salió a la calle ante el paquetazo neoliberal que quería imponer el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Esta fue la primera rebelión popular contra el neoliberalismo en el continente.
A 24 años de la insurrección y posterior represión, que dejó un saldo de miles de muertos, las calles de Caracas serán tomadas para conmemorar ese día, en un presente muy distinto.
La movilización está convocada desde las 9 de la mañana. La actividad central en Caracas se tratará de una marcha que recorrerá unas veinte cuadras por la Avenida San Martín, desde la Escuela República del Ecuador, en la parroquia San Juan; hasta la calle Lecuna, para luego tomar la Avenida Baralt y llegar hasta plaza Caracas en pleno centro(ver infografía).
Hoy la situación del pueblo venezolano está lejos de ser la de 1989. En aquel momento, el país estaba gobernado por la IV República surgida del Pacto de Punto Fijo, en la que los partidos tradicionales ("adecos" y "copeyanos") se repartían el gobierno para mantener el mismo sistema capitalista.
El contexto mundial parecía adverso para los proyectos de cambio social, con el incipiente derrumbe de la URSS y la hegemonía de las políticas impulsadas por los presidentes de EE.UU y Gran Bretaña, Ronald Reagan y Margaret Tatcher. En el continente, la derrota de los proyectos revolucionarios en varios países se expresaba en una salida de dictaduras que dejaban democracias condicionadas y movimientos populares débiles, cuando no directamente aniquilados.
En Venezuela, la democracia formal bipartidista llevaba miles de desaparecidos y viraba cada vez más hacia la doctrina hegemónica neoliberal. El pueblo no gobernaba sino a través de sus representantes, que los tenían en cuenta cada dos o cuatro años, para pedirles el voto, y nada más. Es decir que el pueblo no gobernaba. Quizás en el momento de mayor debilidad relativa, el presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) lanzó un programa de ajustes macroeconómicos elaborado por el FMI (Fondo Monetario Internacional).
Las principales medidas anunciadas implicaban la liberalización del sistema financiero y el aumento de todos los productos de la canasta básica, además de la suba en las tarifas de los servicios públicos (transporte, gas, electricidad, agua potable, teléfono).
El pueblo reaccionó violentamente, comenzando en Guarenas, continuando en los barrios populares de Caracas e incluso extendiéndose a otras grandes ciudades, como Valencia, Barquisimeto, Ciudad Guayana, Mérida, entre otras. La burocracia política encomendó a la policía y a las Fuerzas Armadas la represión, que se cobró una gran cantidad de vidas, en una masacre sin precedentes en la historia del país. Oficialmente se reconocieron 332 asesinatos, que en realidad fueron muchos más. La mayoría de las fuentes indican que hubo más de 2 mil muertes.
Pero el pueblo no fue vencido, como lo muestra este afiche, de febrero de 1990, presentado en la Asamblea Nacional el año pasado por el actual canciller, Elías Jaua.
Tres años más tarde, un grupo de oficiales y soldados jóvenes con conciencia de pueblo, cansados de ponerse del lado de los poderosos para reprimirlo, encabezaron una rebelión cívico-militar que, aunque no logró completamente los objetivos en ese momento, fue el punto de partida para el proyecto popular que hoy gobierna el país. “El Caracazo fue la chispa que encendió el motor de la Revolución Bolivariana”, dijo Chávez alguna vez. Hoy el pueblo está decidido a mantener la marcha.
Hoy la situación del pueblo venezolano está lejos de ser la de 1989. En aquel momento, el país estaba gobernado por la IV República surgida del Pacto de Punto Fijo, en la que los partidos tradicionales ("adecos" y "copeyanos") se repartían el gobierno para mantener el mismo sistema capitalista.
El contexto mundial parecía adverso para los proyectos de cambio social, con el incipiente derrumbe de la URSS y la hegemonía de las políticas impulsadas por los presidentes de EE.UU y Gran Bretaña, Ronald Reagan y Margaret Tatcher. En el continente, la derrota de los proyectos revolucionarios en varios países se expresaba en una salida de dictaduras que dejaban democracias condicionadas y movimientos populares débiles, cuando no directamente aniquilados.
En Venezuela, la democracia formal bipartidista llevaba miles de desaparecidos y viraba cada vez más hacia la doctrina hegemónica neoliberal. El pueblo no gobernaba sino a través de sus representantes, que los tenían en cuenta cada dos o cuatro años, para pedirles el voto, y nada más. Es decir que el pueblo no gobernaba. Quizás en el momento de mayor debilidad relativa, el presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) lanzó un programa de ajustes macroeconómicos elaborado por el FMI (Fondo Monetario Internacional).
Las principales medidas anunciadas implicaban la liberalización del sistema financiero y el aumento de todos los productos de la canasta básica, además de la suba en las tarifas de los servicios públicos (transporte, gas, electricidad, agua potable, teléfono).
El pueblo reaccionó violentamente, comenzando en Guarenas, continuando en los barrios populares de Caracas e incluso extendiéndose a otras grandes ciudades, como Valencia, Barquisimeto, Ciudad Guayana, Mérida, entre otras. La burocracia política encomendó a la policía y a las Fuerzas Armadas la represión, que se cobró una gran cantidad de vidas, en una masacre sin precedentes en la historia del país. Oficialmente se reconocieron 332 asesinatos, que en realidad fueron muchos más. La mayoría de las fuentes indican que hubo más de 2 mil muertes.
Pero el pueblo no fue vencido, como lo muestra este afiche, de febrero de 1990, presentado en la Asamblea Nacional el año pasado por el actual canciller, Elías Jaua.
Tres años más tarde, un grupo de oficiales y soldados jóvenes con conciencia de pueblo, cansados de ponerse del lado de los poderosos para reprimirlo, encabezaron una rebelión cívico-militar que, aunque no logró completamente los objetivos en ese momento, fue el punto de partida para el proyecto popular que hoy gobierna el país. “El Caracazo fue la chispa que encendió el motor de la Revolución Bolivariana”, dijo Chávez alguna vez. Hoy el pueblo está decidido a mantener la marcha.
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