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Por José Antonio Gutiérrez D. | Rebelión
Colombia, por más de un siglo, ha sido sinónimo de excelente café en
todo el mundo. Pero su café también esconde una amarga historia de
violencia y de miseria; desde los tiempos de la “Violencia” el eje
cafetero y otras zonas productoras de café como el Viotá en Cundinamarca
o Tolima, fueron duramente golpeadas debido a la presión por la tierra.
En las últimas décadas, de la mano de la destrucción de la economía
campesina, por las armas de la violencia oficial y paraoficial así como
del aperturismo neoliberal, los pequeños y medianos cafeteros se han
sumido en una situación miserable. Esta situación ha sido exacerbada por
el abandono del sector campesino, mientras el Estado firma Tratados de
Libre Comercio que arruinan al agro y beneficia a manos llenas con toda
clase de beneficios y aportes a los agroindustriales, a los grandes
terratenientes y a las empresas minero-extractivas multinacionales.
Como
resultado palpable de esta política deliberada en contra del pequeño y
mediano campesino cafetero, la proporción total del café en las
exportaciones colombianas bajó dramáticamente del 60% en 1986 a un magro
6% para el 2007; en 1993 Colombia exportaba 17 millones de sacos de
café, mientras que en el 2012 apenas se exportaron 7,7 millones [2].
Hoy, la situación es tan desastrosa, que el costo de venta del café no
alcanza a cubrir los costos de recolección y secado: acorde a ciertos
cálculos, el costo de producción de una arroba de café es de $65.000 y
el precio de venta es $58.000; según otros cálculos, el precio está a
$504.000 por carga (125 kgs), mientras los costos de producción son del
orden de los $650.000 [3]. Como se aprecia, la situación es francamente
insostenible.
La actual crisis del sector cafetero, que se
arrastra y agudiza desde hace más de dos décadas, exacerbada por el
aperturismo neoliberal y los acuerdos de libre comercio, se explica,
según los cafeteros, por tres factores principales –Primero, por la
disminución de la producción (mientras casi todo el café de consumo
interno se está importando); Segundo, por la baja en el precio del café
(en Diciembre del 2011 la carga se vendía a $1.100.000; en Febrero del
2012 estaba a $650.000 y en estos momentos está a $490.000); Tercero,
por la revaluación del peso frente al dólar, consecuencia de la
hegemonía del modelo minero-extractivista, lo que ha conllevado pérdidas
superiores a los $2.100.000.000.000 a los pequeños y medianos cafeteros
[4].
Si bien el gobierno dice que ha sido el que más ha ayudado
a los cafeteros, los campesinos se quejan que esta ayuda solamente
sirve para beneficiar a los grandes productores y que los medianos y
pequeños no ven un peso; dado el antecedente de Agro Ingreso Seguro,
sabemos que el gobierno colombiano tiene vocación de Robin Hood perverso
que roba a los pobres para dar a los ricos. Debido a esta situación, en
Febrero del 2012, en Pereira, se constituye el Movimiento Nacional por
la Defensa y la Dignidad Cafetera (MNDDC); en Agosto se movilizan más de
20.000 cafeteros en Manizales por un pliego de ocho puntos que en lo
fundamental piden transparencia en el manejo de los fondos de asistencia
técnica, mayores recursos y facilidades crediticias, precios estables y
mejores, así como manifiestan su oposición al modelo económico actual
(Tratados de Libre Comercio y modelo extractivista) [5].
A esta movilización, siguieron movilizaciones multitudinarias de los cafeteros durante los meses de Octubre y Noviembre. Es después de todas estas tentativas fallidas de los pequeños cafeteros por ser escuchados y tomados en consideración, que el MNDDC llama a un Paro Cívico Nacional Cafetero, de carácter indefinido, para el lunes 25 de Febrero, paro al cual también se sumaron los cacaoteros. Que no diga el gobierno de Santos que este Paro Cívico lo pilló desprevenido. Tras fracasar una reunión de última hora el domingo 24 de Febrero, a la cual no se presentaron los dirigentes cafeteros por considerarla una falta de respeto, en una alocución Santos se refirió cínicamente al paro como “inoportuno, injusto e inconveniente” [6].
Pese a las amenazas,
chantajes y amenazas del gobierno, así como a la oposición de la
Federación Nacional de Cafeteros, cuya burocracia se chupa todos los
recursos que deberían ser destinados a los campesinos pobres, el paro ha
sido todo un éxito, movilizando a miles de campesinos y recibiendo el
respaldo de las comunidades y comerciantes locales en los departamentos
de Risaralda, Quindío, Caldas, Huila, Cauca, Cundinamarca, Santander y
partes de Antioquia, Valle del Cauca y Tolima. La respuesta del Estado a
las demandas de cafeteros y cacaoteros ha sido el recurso a la fuerza
bruta, a la represión. En la carretera de Barrancabermeja a Bucaramanga,
durante una movilización de unos 4000 campesinos cacaoteros, el ESMAD
arremetió con granadas aturdidoras, balas de goma y gases. Como
resultado de la violencia policial, el campesino Ramiro Amado, de
Cimitarra, sufrió la amputación de una de sus manos al estallarle una
granada policial -hecho que quedó registrado en toda su brutalidad en un
video (disponible en nota al pie de página). En Huila, Garzón, se
reporta también un campesino asesinado (aún no identificado) [7].
Esta
violencia se da en medio de las declaraciones del gobierno de que el
paro estaría “infiltrado” por las FARC-EP o que detrás de él habrían, no
justos reclamos de los campesinos, sino siniestros intereses de “otra
índole, políticos” [8]. Como es típico del gobierno colombiano, la
protesta social se ha vuelto un problema militar, un problema de
seguridad interna: así lo atestigua el involucramiento del Ministerio
del Interior y de Defensa en el “seguimiento” a la protesta para evitar
las “vías de hecho” [9]. Por nuestra parte, saludamos que ante la
amenaza y la violencia los campesinos conserven intacta su determinación
de luchar por el bienestar más de medio millón de familias que dependen
del café y que actualmente están totalmente desamparadas, siendo
agredidas constantemente por el impulso al gran Capital rentista que
caracteriza al régimen colombiano en su fase uribista-santista.
La
actual protesta demuestra que las directivas dóciles, domesticadas,
corruptas, burocratizadas en los gremios no pueden frenar la dinámica
arrolladora que asume la lucha de clases en Colombia. Liderazgos y
movimientos alternativos se gestarán ahí donde la cooptación crea tener
todo bajo control. En vano el oportunista y pantallero de Uribe, que
posa ahora de paladín de los cafeteros [10], tratará de canalizar la
protesta en respaldo para las próximas elecciones –los cafeteros no
tienen tan mala memoria y saben que él es responsable como nadie de la
crisis del sector. El grito de los cafeteros y cacaoteros, por otra
parte, encuentra eco en grandes sectores del agro colombiano, incluidos
los cocaleros, arroceros, corteros y otros sectores que ya comienzan a
agitarse al calor de esta movilización. Algo está ocurriendo en el campo
colombiano, donde las banderas de la reforma agraria renacen al calor
de propuestas como las zonas de reserva campesina y donde variadas
expresiones de resistencia son alimentadas por la misma violencia del
régimen.
Esta movilización es parte de un malestar generalizado
que recorre a Colombia: un malestar que tiene sus raíces hondas clavadas
en el modelo impuesto a sangre y fuego en las últimas dos décadas.
Aunque el gobierno intente excluir, a toda costa, la discusión del
modelo económico de las negociaciones de paz en La Habana, es imposible
referirse al agro sin tener en consideración al modelo. Pero los
cafeteros y cacaoteros demuestran en la práctica que si el modelo no se
tocara en la mesa, la movilización social en las calles y el campo
colombiano se encargarán de poner la discusión a la orden del día.
Aunque en su infinita ingenuidad Santos crea que los problemas de la
lucha de clases en Colombia puedan confinarse a una mesa de
negociaciones, el pueblo colombiano demuestra que la transformación
profunda del país pasa por la construcción cotidiana de alternativas, de
resistencias, de nuevos horizontes políticos. Y estos vientos que hoy
soplan a favor del pueblo no podrán ser, una vez más, contenidos
mediante la violencia. Algo está pasando en Colombia...
NOTAS:
[1] http://www.elespectador.com/
[2] Richani, Nazih “Colombia: Predatory State and Rentier Political Economy”, Labour, Capital and Society 43 (2), 2010, p.134 ; Ver también http://www.prensarural.org/
[3] http://www.elespectador.com/
[4] http://prensarural.org/spip/
[5] Ibid. Los puntos de la agenda son: Precio remunerativo y estable; promoción de la siembra del café para evitar la importación del grano; No al aumento de la contribución cafetera; control a los precios y la calidad de los insumos para el café; informe de los recursos o activos que manejó la Federación y el Fondo nacional del café y que el gobierno defina cuál es la entidad que debe seguir atendiendo la asistencia técnica de la producción cafetera; subsidios para el control de roya y broca; atención a las deudas de los caficultores; no a los TLC, especialmente con Estados Unidos y luego se agregó el punto de No a la explotación de la Gran Minería.
[6] http://www.elespectador.com/
[7] http://prensarural.org/spip/
[8] http://www.elespectador.com/
[9] http://www.elespectador.com/
[10] http://www.elespectador.com/
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