Foto Ricardo Stuckert |
Ex presidente habla en exclusiva con BdF y señala que es necesario dar esperanza al pueblo de que otro Brasil es posible
Por Brasil de Fato
En entrevista exclusiva para Brasil de Fato mientras recorre nueve estados nordestinos en bus, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva comenta los motivos del golpe que sacó a Dilma Rousseff de la Presidencia y quien está tras esa conspiración. Lula comenta también la necesidad de que el pueblo se mantenga en lucha contra los retrocesos y por la democracia, y siga creyendo en la política.
Sobre la posición del gobierno de Temer respecto a la crisis venezolana, dispara: "Es ridículo un gobierno golpista, ilegítimo, enemigo de su propio pueblo, queriendo dar lecciones de democracia a Venezuela".
En su opinión, ¿cuál fue el motivo del golpe contra Dilma Rousseff?
En realidad, las fuerzas conservadoras nunca aceptaron el resultado de las elecciones de 2014. La derecha se rehusó a respetar la elección democrática de la población. Un día después de las elecciones, ya comenzó el sabotaje al gobierno de Dilma y la conspiración para derrocarlo. En la Cámara y en el Senado fue pauta bomba sobre pauta bomba, para inviabilizar la economía, para asustar inversores y consumidores, mientras los proyectos del gobierno, tan necesarios para el país, no pasaban o eran completamente desfigurados. Lo que está cada vez más claro hoy, inclusive para mucha gente que fue engañada por las mentiras de la prensa, es que no fue un golpe solo contra Dilma o el PT [Partido de los Trabajadores]. Fue un golpe contra la educación y la salud públicas, contra los derechos de los trabajadores y jubilados, para privatizar las empresas públicas y el Pre Sal [mayor yacimiento petrolífero marino del mundo, ubicado frente a las costas de Brasil], para desnacionalizar la Amazonia. Fue un golpe contra el país.
¿Cómo evalúa usted el papel de los medios y, especialmente de la Globo, en el golpe?
Los grandes monopolios de comunicación fueron decisivos para el golpe. La Red Globo, en particular, fue uno de sus principales articuladores y su gran propagandista. El golpe no habría sido posible sin el ataque sistemático y la sórdida campaña de desmoralización que la Globo hizo contra el gobierno Dilma y el PT. Para facilitar el golpe, ayudó a sofocar las acusaciones contra los lideres golpistas (el blindaje a Aécio Neves es un ejemplo flagrante de eso), que solo aparecieron después que la presidenta fuera derrocada. La Globo no dudó siquiera en aliarse a Eduardo Cunha [ex presidente del Congreso, actualmente preso sentenciado a pena de 15 años por corrupción] para sabotear al gobierno y lo protegió de modo escandaloso hasta que él terminara su servicio sucio. Ella vendió al país la falsa idea de que los problemas nacionales fueron creados por el PT, y que bastaría alejar al PT del gobierno – inclusive atentando contra la ley y la democracia – para que Brasil se volviera una maravilla. Hoy, con la misma cara de palo, trata de convencer a los trabajadores y al pueblo pobre de que las personas van vivir mejor sin derechos laborales y sin jubilación.
El juez Sergio Moro lo condenó en la acción sobre el apartamento de Guarujá. Usted también está siendo blanco de otros procesos. ¿Por qué esa persecución de la Justicia?
El juez Moro, en la sentencia con que me condenó, dice que el tal apartamento no es mío, pero que eso no importa. Responsables por la Operación Lava Jato ya dijeron que no hay pruebas contra mi, pero que ellos tienen la convicción personal de que yo soy culpable. Todo mundo sabe que un principio básico del derecho, que es sagrado en todas las verdaderas democracias, es que la carga de la prueba cabe al acusador, no al acusado. Para otros, ese principio vale. Para mi, no. Mi inocencia está más que probada en los autos, pero eso simplemente no es tomado en consideración. Tengo 40 años de vida pública, de dedicación a los trabajadores, a los pobres, al país. ¿Será este mi crimen? ¿Haber sacado a Brasil del mapa del hambre? No puedo conformarme con tanta arbitrariedad. ¿Cuál es la razón de esta partidización de la justicia? Llego a pensar que los que dieron el golpe no pueden admitir que Lula compita nuevamente por la Presidencia…
En caso de ser elegido, ¿cuáles son las medidas que usted tomará para mejorar la vida del pueblo y el rumbo del país?
Es pronto para hablar como candidato, mucho menos como electo. Antes, necesitamos impedir que los golpistas destruyan los derechos sociales arduamente conquistados por el pueblo brasileño en la última década. E impedir que privaticen a precio vil las empresas públicas. También es necesario garantizar que las próximas elecciones sean de hecho libres y democráticas. Un nuevo gobierno, legítimo, que tenga una visión progresista del país, puede perfectamente sacar al Brasil del atolladero en el que hoy está. Nosotros ya gobernamos el país y probamos en la práctica que Brasil puede ser una nación soberana, con verdadero crecimiento económico, generación de empleos, distribución de la renta, inclusión social y ampliación de las oportunidades educativas en todos los niveles. Para eso, es necesario creer que las clases populares no son un problema, y sí una solución. Cuando los pobres de la ciudad y del campo puedan volver a comprar es que el comercio va a vender y la industria producir y, con eso, la inversión va a regresar. Será muy importante también elegir un Congreso mejor que el actual, con más representantes de los trabajadores, de los campesinos, de las mujeres y de los jóvenes.
¿Qué recomienda usted en términos de organización y enfoque al Frente Brasil Popular para avanzar en la lucha contra los retrocesos y por la democracia?
El Frente es una cosa extraordinaria, porque reúne diferentes sectores de la sociedad para pensar el Brasil y luchar por su transformación. Ha sido fundamental en la resistencia contra los retrocesos políticos y sociales. El enfoque del Frente es correcto, combinando formulación y movilización permanente. Pienso que es muy importante también que expliquemos a la población lo que estamos defendiendo. Es necesario dar esperanza al pueblo de que otro Brasil es posible y que, con un gobierno popular, días mejores vendrán.
Por todo esto que Brasil ha vivido, mucha gente ya no cree en la política. ¿Qué debemos hacer frente a esa desesperanza?
Nosotros no tenemos el derecho de desistir. Mi madre me enseñó eso. Nosotros tenemos que luchar siempre. Tengo 71 años y no quiero desistir. No desistí de sobrevivir al nacer en una región donde muchos niños mueren antes de completar cinco años. No desistí de organizar a los trabajadores durante la dictadura. Construí con mis compañeros el mayor partido político de América Latina y fui presidente del Brasil por dos mandatos. Si conseguí todo eso sin diploma universitario, sin padre rico, ¿por qué algún joven debe desistir? Si usted cree que la política está mal, entre a la política y trate de ser usted mismo el militante o dirigente político que sueña para Brasil.
Hoy, ¿quiénes son los principales adversarios para que tengamos un país con justicia social, solidario y con oportunidades para todos?
Yo creo que hoy hay mucha gente resentida en Brasil, mucha gente que está de mal humor, creyendo que el egoísmo va a resolver alguna cosa. Hay mucho empresario que quiere quitar derechos a los trabajadores y jubilados sin percibir que si el trabajador y el jubilado no tienen dinero, no van consumir lo que él produce. La gran fuerza de nuestra economía es el mercado interno. Entonces él puede creer que le va a ir bien siendo enemigo de los trabajadores y al final sus ventas van a caer. Hay gente que se resiente por la mejora de las condiciones de vida de los más pobres y quiere un país para pocos, solo para un tercio de la población. Hay gente que defiende casi la vuelta de la esclavitud. Esas personas necesitan entender que eso no es bueno ni para ellas, porque un país para pocos es un país débil, inseguro, inestable. Un país así no atrae inversión extranjera, atrae solo a parásitos en busca de riqueza rápida, que vienen a extraer recursos naturales o a comprar empresas baratas. Una sociedad solidaria no es solo una cuestión de justicia – aunque eso sea lo más importante – sino también de necesidad. Cuando los pobres y los trabajadores mejoran su vida, toda la sociedad mejora.
Muchas veces los políticos se pasan decidiendo la vida de los brasileños y del país encerrados en oficinas en Brasilia. Usted ya hizo muchos viajes por el interior de Brasil, en caravanas como esta ahora en el Nordeste. ¿Qué aprendió usted sobre nuestro pueblo en esas experiencias?
Aprendí que el pueblo brasileño es de una gran fuerza y una gran generosidad, y que no se puede gobernar el país desde Brasilia, desde la Avenida Paulista o desde la zona sur de Rio de Janeiro. Para alguien que vive en esas regiones, un programa como el Luz para Todos puede no significar nada. Pero él llevó energía, trajo al siglo 21 a millones de brasileños. Sin luz, un joven no puede estudiar. Sin alimentarse, sin una buena merienda en la escuela, el joven no puede estudiar. Creamos el Programa de Adquisición de Alimentos, que apoya al agricultor local y refuerza la merienda con comida saludable, hoy eso está siendo destruido. El niño tiene que comer, pero también tiene que tener ropa para ir a la escuela. El [programa] Bolsa Familia exige que para recibir el beneficio, el niño frecuente el aula de clases. Sin transporte, un joven de la zona rural no puede estudiar. Creamos el programa Caminos a la Escuela, que llevó buses escolares por el interior de Brasil. Sin agua, ¿cómo se puede vivir, todavía menos estudiar? Instalamos millones de cisternas en el sertão. Y si no tiene facultad próxima, ¿cómo estudiar? Ampliamos las universidades, los institutos federales de enseñanza, las escuelas técnicas, llevandolas para el interior. Fueron centenas de nuevas extensiones universitarias en todos los estados del país. Bahia tenía solo una universidad federal, hoy tiene cuatro. Conozco personalmente el tamaño de este país, no es pequeño, y quien lo gobierna no puede tener la mente ni el alma pequeñas. Tiene que oír al pueblo y con los pies en la tierra, conversar, buscar soluciones, dar fuerza a la sociedad civil. Y tiene que abrir el palacio al pueblo, hacer que la sociedad civil participe de la construcción de las soluciones para el país.
¿Cómo evalúa usted las amenazas del gobierno de los EUA frente a la situación de Venezuela? ¿Cómo debería haber actuado Brasil en el proceso de paz en Venezuela?
Es inadmisible que Donald Trump haga amenazas militares a Venezuela. Aún más, a cualquier país, en cualquier región del planeta. Venezuela tiene derecho a su autodeterminación. Es el pueblo venezolano que debe decidir libremente el destino del país. Si hay una crisis institucional, que se busque superarla por medio del diálogo y de la negociación política, pero respetando siempre a los gobernantes que fueron electos por voto popular, dentro de las reglas democráticas, como era el caso del presidente Hugo Chávez y es el caso del presidente Nicolás Maduro. En 2003, cuando Venezuela vivía una crisis semejante, yo mismo propuse la formación de un grupo de países amigos de Venezuela, bastante plural, que acabó contribuyendo para el restablecimiento de la normalidad y de la paz. Hoy, infelizmente, Brasil no tiene ninguna autoridad moral para ayudar. Es ridículo un gobierno golpista, ilegítimo, enemigo de su propio pueblo, queriendo dar lecciones de democracia a Venezuela. Cuando tengamos nuevamente un gobierno democrático y popular, Brasil volverá a colaborar, sin interferencias indebidas en la soberanía de los vecinos, para consolidar la paz y la estabilidad democrática en América del Sur.
En su opinión, ¿cuál fue el motivo del golpe contra Dilma Rousseff?
En realidad, las fuerzas conservadoras nunca aceptaron el resultado de las elecciones de 2014. La derecha se rehusó a respetar la elección democrática de la población. Un día después de las elecciones, ya comenzó el sabotaje al gobierno de Dilma y la conspiración para derrocarlo. En la Cámara y en el Senado fue pauta bomba sobre pauta bomba, para inviabilizar la economía, para asustar inversores y consumidores, mientras los proyectos del gobierno, tan necesarios para el país, no pasaban o eran completamente desfigurados. Lo que está cada vez más claro hoy, inclusive para mucha gente que fue engañada por las mentiras de la prensa, es que no fue un golpe solo contra Dilma o el PT [Partido de los Trabajadores]. Fue un golpe contra la educación y la salud públicas, contra los derechos de los trabajadores y jubilados, para privatizar las empresas públicas y el Pre Sal [mayor yacimiento petrolífero marino del mundo, ubicado frente a las costas de Brasil], para desnacionalizar la Amazonia. Fue un golpe contra el país.
¿Cómo evalúa usted el papel de los medios y, especialmente de la Globo, en el golpe?
Los grandes monopolios de comunicación fueron decisivos para el golpe. La Red Globo, en particular, fue uno de sus principales articuladores y su gran propagandista. El golpe no habría sido posible sin el ataque sistemático y la sórdida campaña de desmoralización que la Globo hizo contra el gobierno Dilma y el PT. Para facilitar el golpe, ayudó a sofocar las acusaciones contra los lideres golpistas (el blindaje a Aécio Neves es un ejemplo flagrante de eso), que solo aparecieron después que la presidenta fuera derrocada. La Globo no dudó siquiera en aliarse a Eduardo Cunha [ex presidente del Congreso, actualmente preso sentenciado a pena de 15 años por corrupción] para sabotear al gobierno y lo protegió de modo escandaloso hasta que él terminara su servicio sucio. Ella vendió al país la falsa idea de que los problemas nacionales fueron creados por el PT, y que bastaría alejar al PT del gobierno – inclusive atentando contra la ley y la democracia – para que Brasil se volviera una maravilla. Hoy, con la misma cara de palo, trata de convencer a los trabajadores y al pueblo pobre de que las personas van vivir mejor sin derechos laborales y sin jubilación.
El juez Sergio Moro lo condenó en la acción sobre el apartamento de Guarujá. Usted también está siendo blanco de otros procesos. ¿Por qué esa persecución de la Justicia?
El juez Moro, en la sentencia con que me condenó, dice que el tal apartamento no es mío, pero que eso no importa. Responsables por la Operación Lava Jato ya dijeron que no hay pruebas contra mi, pero que ellos tienen la convicción personal de que yo soy culpable. Todo mundo sabe que un principio básico del derecho, que es sagrado en todas las verdaderas democracias, es que la carga de la prueba cabe al acusador, no al acusado. Para otros, ese principio vale. Para mi, no. Mi inocencia está más que probada en los autos, pero eso simplemente no es tomado en consideración. Tengo 40 años de vida pública, de dedicación a los trabajadores, a los pobres, al país. ¿Será este mi crimen? ¿Haber sacado a Brasil del mapa del hambre? No puedo conformarme con tanta arbitrariedad. ¿Cuál es la razón de esta partidización de la justicia? Llego a pensar que los que dieron el golpe no pueden admitir que Lula compita nuevamente por la Presidencia…
En caso de ser elegido, ¿cuáles son las medidas que usted tomará para mejorar la vida del pueblo y el rumbo del país?
Es pronto para hablar como candidato, mucho menos como electo. Antes, necesitamos impedir que los golpistas destruyan los derechos sociales arduamente conquistados por el pueblo brasileño en la última década. E impedir que privaticen a precio vil las empresas públicas. También es necesario garantizar que las próximas elecciones sean de hecho libres y democráticas. Un nuevo gobierno, legítimo, que tenga una visión progresista del país, puede perfectamente sacar al Brasil del atolladero en el que hoy está. Nosotros ya gobernamos el país y probamos en la práctica que Brasil puede ser una nación soberana, con verdadero crecimiento económico, generación de empleos, distribución de la renta, inclusión social y ampliación de las oportunidades educativas en todos los niveles. Para eso, es necesario creer que las clases populares no son un problema, y sí una solución. Cuando los pobres de la ciudad y del campo puedan volver a comprar es que el comercio va a vender y la industria producir y, con eso, la inversión va a regresar. Será muy importante también elegir un Congreso mejor que el actual, con más representantes de los trabajadores, de los campesinos, de las mujeres y de los jóvenes.
¿Qué recomienda usted en términos de organización y enfoque al Frente Brasil Popular para avanzar en la lucha contra los retrocesos y por la democracia?
El Frente es una cosa extraordinaria, porque reúne diferentes sectores de la sociedad para pensar el Brasil y luchar por su transformación. Ha sido fundamental en la resistencia contra los retrocesos políticos y sociales. El enfoque del Frente es correcto, combinando formulación y movilización permanente. Pienso que es muy importante también que expliquemos a la población lo que estamos defendiendo. Es necesario dar esperanza al pueblo de que otro Brasil es posible y que, con un gobierno popular, días mejores vendrán.
Por todo esto que Brasil ha vivido, mucha gente ya no cree en la política. ¿Qué debemos hacer frente a esa desesperanza?
Nosotros no tenemos el derecho de desistir. Mi madre me enseñó eso. Nosotros tenemos que luchar siempre. Tengo 71 años y no quiero desistir. No desistí de sobrevivir al nacer en una región donde muchos niños mueren antes de completar cinco años. No desistí de organizar a los trabajadores durante la dictadura. Construí con mis compañeros el mayor partido político de América Latina y fui presidente del Brasil por dos mandatos. Si conseguí todo eso sin diploma universitario, sin padre rico, ¿por qué algún joven debe desistir? Si usted cree que la política está mal, entre a la política y trate de ser usted mismo el militante o dirigente político que sueña para Brasil.
Hoy, ¿quiénes son los principales adversarios para que tengamos un país con justicia social, solidario y con oportunidades para todos?
Yo creo que hoy hay mucha gente resentida en Brasil, mucha gente que está de mal humor, creyendo que el egoísmo va a resolver alguna cosa. Hay mucho empresario que quiere quitar derechos a los trabajadores y jubilados sin percibir que si el trabajador y el jubilado no tienen dinero, no van consumir lo que él produce. La gran fuerza de nuestra economía es el mercado interno. Entonces él puede creer que le va a ir bien siendo enemigo de los trabajadores y al final sus ventas van a caer. Hay gente que se resiente por la mejora de las condiciones de vida de los más pobres y quiere un país para pocos, solo para un tercio de la población. Hay gente que defiende casi la vuelta de la esclavitud. Esas personas necesitan entender que eso no es bueno ni para ellas, porque un país para pocos es un país débil, inseguro, inestable. Un país así no atrae inversión extranjera, atrae solo a parásitos en busca de riqueza rápida, que vienen a extraer recursos naturales o a comprar empresas baratas. Una sociedad solidaria no es solo una cuestión de justicia – aunque eso sea lo más importante – sino también de necesidad. Cuando los pobres y los trabajadores mejoran su vida, toda la sociedad mejora.
Muchas veces los políticos se pasan decidiendo la vida de los brasileños y del país encerrados en oficinas en Brasilia. Usted ya hizo muchos viajes por el interior de Brasil, en caravanas como esta ahora en el Nordeste. ¿Qué aprendió usted sobre nuestro pueblo en esas experiencias?
Aprendí que el pueblo brasileño es de una gran fuerza y una gran generosidad, y que no se puede gobernar el país desde Brasilia, desde la Avenida Paulista o desde la zona sur de Rio de Janeiro. Para alguien que vive en esas regiones, un programa como el Luz para Todos puede no significar nada. Pero él llevó energía, trajo al siglo 21 a millones de brasileños. Sin luz, un joven no puede estudiar. Sin alimentarse, sin una buena merienda en la escuela, el joven no puede estudiar. Creamos el Programa de Adquisición de Alimentos, que apoya al agricultor local y refuerza la merienda con comida saludable, hoy eso está siendo destruido. El niño tiene que comer, pero también tiene que tener ropa para ir a la escuela. El [programa] Bolsa Familia exige que para recibir el beneficio, el niño frecuente el aula de clases. Sin transporte, un joven de la zona rural no puede estudiar. Creamos el programa Caminos a la Escuela, que llevó buses escolares por el interior de Brasil. Sin agua, ¿cómo se puede vivir, todavía menos estudiar? Instalamos millones de cisternas en el sertão. Y si no tiene facultad próxima, ¿cómo estudiar? Ampliamos las universidades, los institutos federales de enseñanza, las escuelas técnicas, llevandolas para el interior. Fueron centenas de nuevas extensiones universitarias en todos los estados del país. Bahia tenía solo una universidad federal, hoy tiene cuatro. Conozco personalmente el tamaño de este país, no es pequeño, y quien lo gobierna no puede tener la mente ni el alma pequeñas. Tiene que oír al pueblo y con los pies en la tierra, conversar, buscar soluciones, dar fuerza a la sociedad civil. Y tiene que abrir el palacio al pueblo, hacer que la sociedad civil participe de la construcción de las soluciones para el país.
¿Cómo evalúa usted las amenazas del gobierno de los EUA frente a la situación de Venezuela? ¿Cómo debería haber actuado Brasil en el proceso de paz en Venezuela?
Es inadmisible que Donald Trump haga amenazas militares a Venezuela. Aún más, a cualquier país, en cualquier región del planeta. Venezuela tiene derecho a su autodeterminación. Es el pueblo venezolano que debe decidir libremente el destino del país. Si hay una crisis institucional, que se busque superarla por medio del diálogo y de la negociación política, pero respetando siempre a los gobernantes que fueron electos por voto popular, dentro de las reglas democráticas, como era el caso del presidente Hugo Chávez y es el caso del presidente Nicolás Maduro. En 2003, cuando Venezuela vivía una crisis semejante, yo mismo propuse la formación de un grupo de países amigos de Venezuela, bastante plural, que acabó contribuyendo para el restablecimiento de la normalidad y de la paz. Hoy, infelizmente, Brasil no tiene ninguna autoridad moral para ayudar. Es ridículo un gobierno golpista, ilegítimo, enemigo de su propio pueblo, queriendo dar lecciones de democracia a Venezuela. Cuando tengamos nuevamente un gobierno democrático y popular, Brasil volverá a colaborar, sin interferencias indebidas en la soberanía de los vecinos, para consolidar la paz y la estabilidad democrática en América del Sur.
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