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Bain Capital y los escuadrones de la muerte salvadoreños
Revelaciones recientes sobre la altamente lucrativa compañía Bain Capital de Mitt Romney ayudan a conectar los puntos entre paraísos fiscales offshore, inversionistas sospechosos y el papel que los beneficios mal habidos juegan en el casino del actual capital financiero.
Los Angeles Times y Huffington Post publicaron el mes pasado investigaciones que muestran que más de un tercio de los 37 millones de dólares reunidos por Romney para lanzar Bain Capital a mediados de los años ochenta provino de ricos latinoamericanos, en su mayoría de familias salvadoreñas vinculadas a los escuadrones de la muerte.
Un paraíso fiscal en Panamá aseguró a Bain el secreto necesario para atraer los aproximadamente 6,5 millones de dólares de familias salvadoreñas de lo que muchos expertos en derechos humanos calificarían de “dinero sangriento”.
Mientras vivía en El Salvador en 1989, mi familia fue víctima del terror derechista, por lo tanto la noticia fue como un golpe en la cara. Pero como profesora, sé que la generación de estadounidenses nacidos a partir de 1980 tiene poca idea de la inquietante historia de ayuda de EE.UU. al militarismo centroamericano. Tal vez sea el motivo por el cual no se ha informado más sobre esta historia. Quisiera explicar por qué utilizo una expresión tan brutal como dinero sangriento.
Las revelaciones me hicieron volver a noviembre de 1989 cuando trabajé como corresponsal a tiempo parcial para el New York Times y otros periódicos estadounidenses en San Salvador. Era por la noche. Estaba sentada en el piso de mi dormitorio con un laptop terminando un artículo sobre las recientes incursiones de la fuerza aérea en vecindarios urbanos en la capital. Momentos después de enviar el archivo sonó el teléfono. “Tiene 24 horas para abandonar el país o se puede despedir de su familia”, dijo un hombre en inglés con acento.
Los tenebrosos escuadrones de la muerte de mis artículos se materializaron repentinamente en una amenaza personal, alguien con un fusil nos tenía a mi hijo pequeño y a mi en su punto de mira. Era imposible partir porque el aeropuerto y las compañías de autobuses estaban cerrados por los combates, por lo tanto estuve oculta una semana de pesadilla con mi hijo mientras pasaba largas horas corriendo entre él y mi oficina del cuerpo de prensa extranjera constantemente en alerta mirando por el retrovisor de mi jeep.
Durante ese año habíamos perdido a la tía de mi hijo debido al terror. Marta Lidia “Tita” Guzmán, activista de UNADES, un grupo que defendía a las víctimas del terremoto de 1986, desapareció pocas horas después de que la Policía Nacional allanara su oficina en junio de 1989. Nunca hallamos su cuerpo. Decenas de miles de personas murieron de la misma manera, asesinados por lo que el politólogo William Stanley llamó un “Estado de extorsión a cambio de protección”.
Para mí es grotesco imaginar que familias profundamente enredadas en las operaciones de “la extorsión a cambio de protección” tras el asesinato de Tita hayan ayudado a financiar el ascenso al poder de un candidato a la presidencia de EE.UU. Lejos de desmentir las afirmaciones, Romney nombró y agradeció públicamente a varios inversionistas salvadoreños en un discurso de 2007 en Miami. Funcionarios estadounidenses e investigadores de derechos humanos habían relacionado a parientes cercanos de los inversionistas, pertenecientes a las familias Poma, Dueñas, de Sola y Salaverria, con la violencia paramilitar den 1984 cuando se reunieron con Romney. Algunos de sus parientes fueron acusados de haber dirigido personalmente la violencia, otros de haberla apoyado entre bastidores bajo cobertura del partido de extrema derecha ARENA que orquestó los escuadrones de la muerte en esos años.
El un artículo del Times del 19 de julio cita las solicitudes corporativas de Bain en Massachusetts, así como una revelación de 1994 del Boston Globe que calculó la inversión de los salvadoreños en Bain en 6,5 millones de dólares, sobre la base de escritos del exejecutivo de Bain, Harry Strachan, quien presentó a Romney a los inversionistas. El Globe citó dichos escritos de Romney en los que afirmaba que Bain había revisado los antecedentes de los inversionistas individuales (ninguno de los cuales está acusado de crímenes contra los derechos humanos) pero no había investigado a sus familias. El blog Salon también informó del reclutamiento por parte de Romney de los inversionistas salvadoreños en enero.
Aproximadamente 35.000 salvadoreños fueron asesinados, la mayoría por motivos políticos, entre 1979 y 1984 cuando la violencia llegó a niveles genocidas, cuando habitualmente se encontraban cadáveres mutilados en vertederos o arrojados al borde de las rutas. En su libro de 1992 How Holocausts Happen el sociólogo Douglas Porpora argumentó que, considerando la proporción de salvadoreños afectados y la naturaleza sistemática de la violencia a principios de los años ochenta, se justificaba considerar este período como un acontecimiento parecido al Holocausto.
La generosa ayuda exterior del gobierno de Reagan al régimen militar protegió a una pequeña oligarquía de familias cuya riqueza provenía de plantaciones dependientes de mano de obra barata y de un campesinado despojado de sus tierras por la fuerza. Después de un alto el fuego de 1992 un estudio de las Naciones Unidas culpó a los militares del gobierno y a los escuadrones de la muerte aliados de un 85% de las muertes de civiles. Documenté la cantidad de víctimas de los despojos de tierras y del militarismo salvadoreño en mi libro de 2010 Healing the Body Politic (Rutgers University Press), que rastreó 25 años de resistencia al régimen por parte de las organizadores de la salud comunitaria rural durante los 12 años de guerra y después.
El partido ARENA se transformó posteriormente de una fachada de los escuadrones de la muerte a un partido del gran dinero en 1989 cuando conquistó la presidencia, gobernando el país y gozando de una estrecha alianza con los gobiernos de EE.UU. hasta su derrota electoral en 2009. El respaldo a los militares salvadoreños de la era de Reagan es visto ahora por los historiadores como negativo para la credibilidad de EE.UU. respecto a los derechos humanos. Es una señal de cambio que durante la visita del presidente Obama en 2011 al país haya honrado la tumba del arzobispo Óscar Romero, un amado sacerdote que se pronunció contra los asesinatos y fue asesinado él mismo por un escuadrón de la muerte. ¡Qué revés sería que una victoria de Romney en noviembre volviera a colocar a EE.UU. al servicio de actuales y antiguos oligarcas latinoamericanos con las manos manchadas de sangre!
Aunque es difícil desenterrar rastros escritos de los bancos de inversiones, los expertos comprenden cada vez mejor que los regímenes genocidas no dependen solo del apoyo militar, sino también de financistas inescrupulosos. A fines de los años noventa el público se sorprendió ante la evidencia de que los nazis alemanes también dependían de financistas vestidos con trajes de negocios. Las audiencias del Comité Bancario del Senado de EE.UU. realizadas durante el gobierno de Clinton evidenciaron que los bancos suizos habían lavado oro nazi robado a las víctimas del Holocausto. Los resultados ayudaron a conducir a un acuerdo en un juicio por 1.250 millones de dólares del Congreso Judío Mundial en el año 2000 que benefició a los sobrevivientes, los cuales habían intentado durante mucho tiempo conseguir acceso a los bienes de sus familias en los bancos.
En 2002 víctimas de la tortura nacidas en El Salvador demandaron con éxito a dos generales salvadoreños retirados (ahora residentes en Florida) ante un tribunal federal de EE.UU. ¡Qué cambio sería si familias de otros salvadoreños asesinados por los escuadrones de la muerte utilizaran esos precedentes para recuperar los bienes de la antigua oligarquía invertidos en cuentas como las de Bain Capital! ¡Pero no solo los salvadoreños deberían preocuparse de las finanzas de casino al estilo de Bain Capital!
¡Qué irónico que mientras la clase media estadounidense perdía terreno en salarios y seguridad laboral en los últimos años, el capitalismo buitre de Bain Capital, que desmanteló compañías y deslocalizó puestos de trabajo estadounidenses haya prosperado, generando beneficios de más de un 50% anual a principios de los años noventa para Romney y sus socios salvadoreños!
Las finanzas tipo casino han gozado desde hace tiempo del proteccionismo republicano. Pero cuando el candidato a presidente del partido obtiene su riqueza asociándose a familias de oligarcas que roban a pobres agricultores y financian asesinatos políticos, las afirmaciones de responsabilidad fiscal y valores de familia comienzan a parecer bastante faltas de contenido.
Mártires como Tita, el arzobispo Romero y miles de asesinados mas merecen algo mejor, y también lo merecen los electores estadounidenses.
Fuente: Counter Punch
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