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Por Rubén D. Atahuichi López - La Razón
Ignacio Ramonet llegó a La Paz, a invitación de la Vicepresidencia del Estado. Nada más al llegar, sintió que valía la pena estar en La Paz y ver de cerca el proceso boliviano. Estaba en sus planes reunirse con Evo Morales, a quien conoció antes de que éste fuera Presidente.
Aunque a ratos la voz lo traiciona (hace efecto La Paz, 3600 mts, pues), Ignacio Ramonet vence el problema con un mate de coca.
Aunque a ratos la voz lo traiciona (hace efecto La Paz, 3600 mts, pues), Ignacio Ramonet vence el problema con un mate de coca.
De sus palabras emergen la experiencia sobre periodismo y política, y como tal impone un adjetivo, “webactores”, para los no periodistas que están irrumpiendo en las redes sociales, y una afirmación letal para el gremio: los medios “asumen la función de oposición política”.
Habla con convicción de Evo Morales, dice que éste es el “mejor presidente” de la historia del país y que lo imagina más allá de 2014, el año de las elecciones generales. ¿De la oposición? “Francamente, le digo que en este momento no veo oposición en ninguna parte de América Latina. La oposición viene de los propios movimientos sociales”, afirma.
— ¿Sigue pensando en la tiranía de la comunicación?
— Sí, la comunicación es una tiranía, pero es una necesidad. Hoy, no se puede no comunicar, y eso crea una serie de obligaciones, y vemos las consecuencias en los ámbitos político, ideológico, cultural y también en la medida en que la comunicación invadió nuestras vidas.
Antes podíamos decir que “no trabajo en una radio” o “no trabajo en la televisión o un periódico y no tengo obligación de comunicar”; pero hoy, la mayoría tiene acceso a internet, a las redes sociales; mediante un simple teléfono hay que estar comunicando vía Twitter, Facebook o mensajería. Hay un imperativo.
La tiranía, entre el momento que escribí ese libro (Tiranía de la comunicación), hace unos diez años, ha aumentado.
— ¿Pasa en Bolivia lo que una vez cuestionó de Venezuela: ante la decadencia de los partidos, los medios cumplen ese rol?
— Sí. Había teorizado esto desde el principio en Venezuela, cuando ocurrió el golpe en 2002. Lo que hemos visto es que ese mismo fenómeno se ha ido generalizando. Podríamos decir que, en América Latina, en los países donde hay gobiernos de progreso que están haciendo transformaciones sociales muy importantes, las oposiciones no tienen fuerza y en algunos países casi han desaparecido como organizaciones políticas consistentes.
En la mayoría de esos países son los medios los que han tomado el relevo, los que asumen la función de oposición política, cosa que no es el rol de los medios. Hemos visto la batalla que acaba de darse en Ecuador, lo mismo que padeció Luis Inácio Lula da Silva en Brasil, Cristina Fernández en Argentina con Clarín, y en Bolivia, donde los medios asumen la función de llevar el rol de la oposición política frente al Gobierno.
— Es un fenómeno contra gobiernos de izquierda, verdad de Perogrullo: ¿Incide la empresa o es el factor ideológico?
— Evidentemente, en muchos países, en América Latina, los medios privados han dominado el sector de la comunicación. Sobre todo eran sectores industriales ligados a las oligarquías que controlaban las economías de estos países.
Hoy, estas oligarquías han perdido —por el momento— el poder político y usan del poder ideológico que aún tienen los medios para tratar de mantenerse en el debate político.
— ¿En Bolivia?
— No conozco bien el problema en Bolivia. Pero, digamos que hemos visto cómo aquí algunos periódicos han llevado a cabo campañas contra las realizaciones del Gobierno.
— ¿Tiene ejemplos?
— Cuando hubo el fenómeno de la secesión separatista de Santa Cruz y de otros departamentos, a escala internacional los medios trabajaron mucho en la idea de que la legitimidad estaba del lado de la oposición contra el poder central.
— ¿Cómo considera esa acción?
— Sencillamente, los medios están asumiendo una función que no es suya, una función política. A lo sumo, los medios tienen la función de informar; aunque pueden tener una función ideológica en sentido de que contribuyen a formar conciencias.
Pero cuando se proponen cambiar un régimen o derrocar un gobierno democráticamente elegido, o cuando apoyan golpes de Estado (aquí, en un momento hubo un conato de golpe de Estado apoyado por los medios, como en Ecuador, y como en 2002 en Venezuela), es obvio que los medios están ultrapasando su función y que están asumiendo una función que una parte de la ciudadanía debe indiscutiblemente criticar, no sólo el Gobierno; porque unos medios militantes de esa manera contra las decisiones democráticas están jugando un papel de regresión política y social en un país.
— Ante esa actitud, Morales consideró a algunos medios como sus 'enemigos'…
— Es posible, no me extraña. En el momento en que los medios asumen esa función, de pretender derrocar a un gobierno democráticamente elegido, evidentemente ellos mismos se están definiendo como enemigos de la democracia.
— ¿Puede atribuirse eso a la mayor votación que, en el segundo periodo, recibió Morales?
— Seguro que el hecho de haber sido elegido de una manera tan neta ha debido desesperar a varios medios, ante la perspectiva de que la oposición perdiese toda esperanza de llegar en corto plazo, y por la vía legítima, al poder.
— ¿Cómo ve desde afuera que gobierna Morales?
— Globalmente, a Evo Morales se le tiene una gran simpatía. Representa una personalidad que ha surgido desde abajo, desde los movimientos sociales; que ha sido un combatiente, primero, con los propios trabajadores y ha asumido el sentir de la población.
Su carácter de pertenecer a los pueblos originarios, de ser indígena, ha creado también un fenómeno de gran simpatía, como si una historia de 500 años se terminase y que él asumiese un nuevo ciclo en la historia de este país. Más allá, es un símbolo para otros países y continentes.
Por otra parte, se considera que su gobierno ha llevado a cabo políticas de inclusión social importantes. De ahí que estas últimas semanas haya cierto desconcierto a escala internacional porque los medios internacionales han difundido mucho el conflicto por el TIPNIS (Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure) y de los minusválidos.
Entonces, la opinión pública internacional no entiende cómo alguien que es la encarnación del sentimiento de reivindicación de los pueblos originarios, en el caso del TIPNIS, tiene una actitud que parece que no respeta la Madre Tierra. Hay una sorpresa.
Segundo, cómo alguien que está a favor de la inclusión social y que ejecuta políticas en ese ámbito puede tener una actitud de represión contra los minusválidos? En función de las imágenes que recorrieron Europa.
Es una contradicción, en la medida que el adversario no es, en este caso, la burguesía ni la oligarquía ni los grandes poderes internacionales, sino las clases sociales humildes de las que Evo Morales es el representante. Ahí es donde se crea un desconcierto.
— ¿Casuales o tensiones al fin?
— No le puedo decir, no los conozco. No cabe duda de que el Gobierno y las autoridades deben hacer un esfuerzo de comunicación para tratar de explicar esta contradicción, porque es evidente que nadie puede creer que las autoridades bolivianas tengan una actitud de violencia contra los minusválidos o una actitud de irrespeto contra la madre naturaleza.
Esto hay que explicarlo; si no, se les está dando argumentos a los adversarios de este gobierno.
— ¿Estarán mellando estos dos problemas la condición con que la que se conoce a Morales?
No sé cómo surgieron. Lo que sí veo es la consecuencia en el exterior. Desde el punto de vista comunicacional, las imágenes que se difundieron y las tesis que se han desarrollado provocan desconcierto.
Usted me hablaba de Boaventura de Sousa Santos (estábamos juntos hace poco en el foro de Porto Alegre) y él se interrogó en una de sus intervenciones si frente a las necesidades del desarrollo —hablando de Bolivia— se estaban olvidando los imperativos ecológicos.
No podemos decir que (minusválidos e indígenas) sean adversarios de este Gobierno; al contrario, se definen como amigos de esta experiencia.
— ¿Cómo se ve afuera el proceso boliviano?
— Con una gran simpatía, sobre todo porque Bolivia se conocía como un país de grandes injusticias, que había sufrido el mayor número de golpes de Estado en la historia de América Latina, de mayores desigualdades (se la representaba como un mendigo sentado sobre un trono de oro)… Evo Morales se ha visto como alguien que llegó de manera sensata a tratar de reducir las desigualdades y hacer una transformación social para permitir un desarrollo social, humano, económico y ecológico muy importante. Todo lo que se está haciendo desde entonces va en esa dirección.
La Explosión del periodismo
— "La gente no sólo toma la palabra, sino las calles", ha dicho usted. ¿El nuevo orden de la comunicación está regido por las redes sociales?
— Tienen una influencia considerable, no se puede pensar el nuevo orden sin las redes sociales.
— ¿Pone en riesgo al oficio?
— Seguro, lo cambia. Yo acabo de escribir un libro que se llama La explosión del periodismo, en el que trato de explicar los cambios que se están produciendo. Toda empresa periodística y los periodistas que no estudien los cambios, pueden tener una mala sorpresa.
— ¿Cómo tendría que blindarse el periodismo ante esa irrupción?
— No sé si tiene que blindarse o tiene que cabalgar en ella; tiene que ver qué puede hacer con ella. Lo que no cabe duda es que no puede ocultar que existe; existe cada vez más.
— ¿Tiene consecuencias en los grandes medios?
— Sí, los mayores conglomerados están en crisis y tienen dificultades que antes no tenían; están tratando de adaptarse a la nueva era de la comunicación. Y en este tiempo de adaptación están sufriendo, el propio Rupert Murdoch lo sufre (su hijo renunció); y es el dueño del mayor grupo de comunicación del mundo.
— También despierta el interés ciudadano de tomar la palabra.
— Sí, es el fenómeno. No solamente toma la palabra, sino las calles, como pasó en España, con los estudiantes chilenos, en Israel o con los ocupy en Estados Unidos.
— ¿Cómo encuentra la libertad de expresión en Bolivia desde su lectura exterior?
— Aquí constato una gran libertad de expresión, no tengo la impresión de que se la vulnere.
— Tenemos una Ley de Imprenta nonagenaria. ¿Hay necesidad de modificarla?
— Las leyes hay que revisarlas sobre todo si son de comunicación, por tantos cambios que existen. La libertad de expresión hay que mantenerla; lo que ocurre es que la libertad de expresión no es la libertad de hacer cualquier cosa.
— ¿Cree en la autorregulación?
— Creo, es necesaria. Sin embargo, la ley también es necesaria; los periodistas deben imponerse autodisciplina, aunque sea sólo para llevar su trabajo con dignidad necesaria.
— ¿En qué medida debe incidir el Estado en el trabajo periodístico?
— Cuanto menos incida, mejor, no cabe duda.
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