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El pasado 19 de marzo, en una entrevista en Televisión Española, el presidente ecuatoriano Rafael Correa consiguió abordar uno de los temas blindados por la censura mediática: el de la naturaleza antidemocrática de los grandes medios de comunicación privados (1).
“Ya bájense, derrumben esos mitos, esos estereotipos de los políticos malvados persiguiendo a pobres periodistas y pobres medios de comunicación. Es al revés. Esa gente, esos medios de comunicación, son los que han respaldado las dictaduras, los que han callado las represiones, los atracos bancarios, etc., y son los que persiguen a los gobiernos que queremos cambiar las cosas. Desmitifiquemos eso, por favor. (...)
Por favor, no nos engañemos, entendamos lo que vive América Latina. De los 7 canales nacionales de televisión (en Ecuador) 5 pertenecían a la banca. ¿Vd. se imagina, si queríamos regular a la banca para que no ocurrieran los excesos que ocurrieron aquí en España y que nos han llevado a la crisis? Teníamos a todos los canales de televisión en contra. Hay conflicto de intereses. (...) Vds. se creen propietarios de la opinión pública, y no, Vd. son propietarios de la opinión publicada. La opinión pública es la de nuestros pueblos”.
Por vez primera, en muchos años, la audiencia de este canal público pudo escuchar una crítica al sistema global de medios de comunicación, y a su contradicción esencial. “Negocios privados dedicados a la comunicación social, dedicados a proveer un bien público fundamental para las sociedades. Es una contradicción de base. (...) Debe haber más medios públicos y más medios comunitarios que no tengan ese conflicto entre el lucro, el bolsillo, y la comunicación social”.
La directora y presentadora del programa “Los Desayunos de Televisión Española”, Ana Pastor, claramente incómoda ante las respuestas de Correa, asumió en la entrevista un papel de defensora del sistema mediático. Entrando varias veces en discusión con el entrevistado, la periodista le respondió que, en los medios, prima la profesionalidad por encima de los intereses económicos y políticos. “¿Vd. que cree que prevalece cuando un medio pertenece a la banca y tiene que criticar a la banca, qué va a prevalecer, el interés privado o el interés público?” –preguntó Correa-. “Pues, en algunos casos, incluso lo profesional” –respondió la presentadora-. “Nosotros tratamos de ejercer de intermediarios, presidente” –comentó en otro momento-. “Sí, pero a veces fracasan” –espetó Correa-. “Pero siempre, ya le digo, tratamos de hacerlo desde lo profesional” –se defendió Ana Pastor-.
También en defensa del establishment mediático, Ana Pastor -y la presentadora de la tertulia posterior- argumentaron la existencia de medios de referencia internacional, supuestamente serios y prestigiosos, una especie de jueces imparciales, como el diario New York Times, a pesar –recordemos- de su defensa de los intereses hegemónicos de EEUU en el mundo, y de haber jaleado invasiones militares como las de Irak, Afganistán o Libia (2).
Por vez primera, en muchos años, la audiencia de este canal público pudo escuchar una crítica al sistema global de medios de comunicación, y a su contradicción esencial. “Negocios privados dedicados a la comunicación social, dedicados a proveer un bien público fundamental para las sociedades. Es una contradicción de base. (...) Debe haber más medios públicos y más medios comunitarios que no tengan ese conflicto entre el lucro, el bolsillo, y la comunicación social”.
La directora y presentadora del programa “Los Desayunos de Televisión Española”, Ana Pastor, claramente incómoda ante las respuestas de Correa, asumió en la entrevista un papel de defensora del sistema mediático. Entrando varias veces en discusión con el entrevistado, la periodista le respondió que, en los medios, prima la profesionalidad por encima de los intereses económicos y políticos. “¿Vd. que cree que prevalece cuando un medio pertenece a la banca y tiene que criticar a la banca, qué va a prevalecer, el interés privado o el interés público?” –preguntó Correa-. “Pues, en algunos casos, incluso lo profesional” –respondió la presentadora-. “Nosotros tratamos de ejercer de intermediarios, presidente” –comentó en otro momento-. “Sí, pero a veces fracasan” –espetó Correa-. “Pero siempre, ya le digo, tratamos de hacerlo desde lo profesional” –se defendió Ana Pastor-.
También en defensa del establishment mediático, Ana Pastor -y la presentadora de la tertulia posterior- argumentaron la existencia de medios de referencia internacional, supuestamente serios y prestigiosos, una especie de jueces imparciales, como el diario New York Times, a pesar –recordemos- de su defensa de los intereses hegemónicos de EEUU en el mundo, y de haber jaleado invasiones militares como las de Irak, Afganistán o Libia (2).
“¿Cómo entiende que The New York Times, en un editorial durísimo, hable de (que Vd.) lidera una despiadada campaña contra la libertad de expresión?” –preguntó la directora del programa. “De hecho, Ana Pastor –decía con perplejidad la conductora de la tertulia posterior- le estaba poniendo (a Correa) ejemplos de medios mundialmente serios, como el New York Times, y sin embargo (él) ponía en duda todos los argumentos que ahí salían...”
El presidente Rafael Correa también llevó a la audiencia opiniones sobre temas habitualmente proscritos de los grandes canales de información, como el poder del capital y la banca. “Podrán inyectar millones por aquí, millones por acá. El problema esencial es la supremacía total del capital sbre los seres humanos, y esto se refleja bastante bien en la cuestión de las hipotecas. (...) Una cosa es ser pobre porque no existan recursos suficientes, otra es ser pobre por sistemas perversos, excluyentes”.
E hizo una condena -también raramente escuchada en canales de televisión- de las pretensiones ilegítimas de hegemonía de las grandes potencias en América Latina. “Que no se traten los temas candentes, urgentes, intolerables en el siglo XXI -criticaba los foros como la Cumbres de las Américas-. Por ejemplo, el bloqueo a Cuba, que rompe todo el derecho interamericano y todo el derecho internacional. O, por ejemplo, la colonización de las Malvinas”.
La venganza contra el entrevistado vino inmediatamente después de acabar la entrevista. Un panel de 3 tertulianos de medios privados más la presentadora dedicaron todo el resto del programa a condenar –los 4, sin excepción- las palabras del presidente Correa. Una muestra de lo que hoy entiende por pluralidad de ideas un medio público de Europa. “Como es un político populista, se ve que los medios de comunicación le molestan mucho” –decía el periodista de “El País”-. “Me puse en el lugar de un periodista que trabaje ahora mismo en Ecuador y entendería que a partir de ahora tengan miedo a ejercer el derecho a la libertad de expresión” –apuntaba la representante de “El Mundo”-. “Tiene una visión demasiado censuradora del papel que cumplen los medios” –completaba el director de Radio Cable-. “A mí el discurso que hace, insisto, me parece peligroso” –completaba la periodista de “El Mundo”-.
Terminado el programa, no tardó en activarse la maquinaria de la manipulación, alrededor, principalmente, de las palabras críticas de Rafael Correa hacia la organización Human Right Watch, que la presentadora Ana Pastor trató de presentar como otro juez internacional imparcial y respetable. Correa hizo un interesante análisis, también insólito en un gran medio, sobre el sometimiento a intereses privados y el carácter antidemocrático de algunas ONGs. “¿Vd. sabe cómo se financia Human Right Watch? Éste es uno de los graves problemas de nuestros tiempos. Legitimamos organizaciones no gubernamentales sin ningún asidero democrático, satanizamos la política. Se quiere hacer política desde el sector privado en la parte económica, privado con fines de lucro, así como (también desde el sector privado) en la parte supuestamente sin fines de lucro. Es uno de los graves problemas de nuestro tiempo. Rescatemos la política”.
El presidente ecuatoriano habló entonces con ironía sobre la financiación de la citada ONG Human Right Watch. “¿Vd. sabe cómo se financia Human Right Watch? ¿Lo financian las Hermanitas de la Caridad, el cartel de Sinaloa?”
Pero este tono irónico de su respuesta, al parecer, no fue entendido por Ana Pastor quien, posteriormente, en su cuenta de Twitter, publicaba que Correa había afirmado que "a Human Rigth Watch lo financia el cartel de Sinaloa", recordemos, un grupo mafioso mexicano vinculado al tráfico de droga (3). Durante la propia emisión de la entrevista, que era grabada, el programa colocó incluso un título en pantalla con esa misma frase entrecomillada.
Días después, el canal público latinoamericano Telesur explicaba perfectamente lo ocurrido (4).
Pero la propia organización aludida, Human Right Watch, engordó la bola de la manipulación. Su director para las Américas, José Miguel Vivanco, declaraba a los medios que las palabras de Correa eran un “disparate irracional” y una muestra de su “intolerancia” a la crítica (5).
Otro elemento de ataque a Correa en los días posteriores a la entrevista fue un supuesto desprecio sexista del presidente ecuatoriano hacia la presentadora, por el empleo del diminutivo de su nombre (“Anita”), tratamiento cariñoso y de cercanía muy empleado en Latinoamérica con nombres tanto masculinos como femeninos (6).
Recordemos que la periodista Ana Pastor alcanzó una notable notoriedad tras su entrevista, en marzo de 2011, al presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad. La caída del pañuelo que cubría su cabeza en plena entrevista fue narrada en los medios como un singular acto de heroísmo (7). Ana Pastor concedió entonces numerososas entrevistas, en las que demostró lo permeado que está su concepto del periodismo de una rancia prepotencia neocolonial. Así hablaba en el programa de Buenafuente (La Sexta TV) sobre el encuentro con el presidente iraní: “En eso consiste preparar una entrevista: en el tema que me preocupaba de los derechos humanos, que es algo que aquí, en Europa, nos preocupa, me había leído el informe del Parlamento Europeo sobre las ejecuciones. (...) He de reconocer que cuando pisas suelo del mundo libre, para una mujer, se agradece” (8).
La entrevista al presidente Rafael Correa consiguió, de manera absolutamente excepcional, que la audiencia de Televisión Española pudiera escuchar opiniones que son sistemáticamente censuradas en los grandes medios de comunicación, que jamás admiten análisis y críticas que apunten a su falta de legitimidad social y a su carácter antidemocrático, y que condena a que éstas no traspasen el limitado espacio de los medios alternativos.
El presidente Rafael Correa también llevó a la audiencia opiniones sobre temas habitualmente proscritos de los grandes canales de información, como el poder del capital y la banca. “Podrán inyectar millones por aquí, millones por acá. El problema esencial es la supremacía total del capital sbre los seres humanos, y esto se refleja bastante bien en la cuestión de las hipotecas. (...) Una cosa es ser pobre porque no existan recursos suficientes, otra es ser pobre por sistemas perversos, excluyentes”.
E hizo una condena -también raramente escuchada en canales de televisión- de las pretensiones ilegítimas de hegemonía de las grandes potencias en América Latina. “Que no se traten los temas candentes, urgentes, intolerables en el siglo XXI -criticaba los foros como la Cumbres de las Américas-. Por ejemplo, el bloqueo a Cuba, que rompe todo el derecho interamericano y todo el derecho internacional. O, por ejemplo, la colonización de las Malvinas”.
La venganza contra el entrevistado vino inmediatamente después de acabar la entrevista. Un panel de 3 tertulianos de medios privados más la presentadora dedicaron todo el resto del programa a condenar –los 4, sin excepción- las palabras del presidente Correa. Una muestra de lo que hoy entiende por pluralidad de ideas un medio público de Europa. “Como es un político populista, se ve que los medios de comunicación le molestan mucho” –decía el periodista de “El País”-. “Me puse en el lugar de un periodista que trabaje ahora mismo en Ecuador y entendería que a partir de ahora tengan miedo a ejercer el derecho a la libertad de expresión” –apuntaba la representante de “El Mundo”-. “Tiene una visión demasiado censuradora del papel que cumplen los medios” –completaba el director de Radio Cable-. “A mí el discurso que hace, insisto, me parece peligroso” –completaba la periodista de “El Mundo”-.
Terminado el programa, no tardó en activarse la maquinaria de la manipulación, alrededor, principalmente, de las palabras críticas de Rafael Correa hacia la organización Human Right Watch, que la presentadora Ana Pastor trató de presentar como otro juez internacional imparcial y respetable. Correa hizo un interesante análisis, también insólito en un gran medio, sobre el sometimiento a intereses privados y el carácter antidemocrático de algunas ONGs. “¿Vd. sabe cómo se financia Human Right Watch? Éste es uno de los graves problemas de nuestros tiempos. Legitimamos organizaciones no gubernamentales sin ningún asidero democrático, satanizamos la política. Se quiere hacer política desde el sector privado en la parte económica, privado con fines de lucro, así como (también desde el sector privado) en la parte supuestamente sin fines de lucro. Es uno de los graves problemas de nuestro tiempo. Rescatemos la política”.
El presidente ecuatoriano habló entonces con ironía sobre la financiación de la citada ONG Human Right Watch. “¿Vd. sabe cómo se financia Human Right Watch? ¿Lo financian las Hermanitas de la Caridad, el cartel de Sinaloa?”
Pero este tono irónico de su respuesta, al parecer, no fue entendido por Ana Pastor quien, posteriormente, en su cuenta de Twitter, publicaba que Correa había afirmado que "a Human Rigth Watch lo financia el cartel de Sinaloa", recordemos, un grupo mafioso mexicano vinculado al tráfico de droga (3). Durante la propia emisión de la entrevista, que era grabada, el programa colocó incluso un título en pantalla con esa misma frase entrecomillada.
Días después, el canal público latinoamericano Telesur explicaba perfectamente lo ocurrido (4).
Pero la propia organización aludida, Human Right Watch, engordó la bola de la manipulación. Su director para las Américas, José Miguel Vivanco, declaraba a los medios que las palabras de Correa eran un “disparate irracional” y una muestra de su “intolerancia” a la crítica (5).
Otro elemento de ataque a Correa en los días posteriores a la entrevista fue un supuesto desprecio sexista del presidente ecuatoriano hacia la presentadora, por el empleo del diminutivo de su nombre (“Anita”), tratamiento cariñoso y de cercanía muy empleado en Latinoamérica con nombres tanto masculinos como femeninos (6).
Recordemos que la periodista Ana Pastor alcanzó una notable notoriedad tras su entrevista, en marzo de 2011, al presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad. La caída del pañuelo que cubría su cabeza en plena entrevista fue narrada en los medios como un singular acto de heroísmo (7). Ana Pastor concedió entonces numerososas entrevistas, en las que demostró lo permeado que está su concepto del periodismo de una rancia prepotencia neocolonial. Así hablaba en el programa de Buenafuente (La Sexta TV) sobre el encuentro con el presidente iraní: “En eso consiste preparar una entrevista: en el tema que me preocupaba de los derechos humanos, que es algo que aquí, en Europa, nos preocupa, me había leído el informe del Parlamento Europeo sobre las ejecuciones. (...) He de reconocer que cuando pisas suelo del mundo libre, para una mujer, se agradece” (8).
La entrevista al presidente Rafael Correa consiguió, de manera absolutamente excepcional, que la audiencia de Televisión Española pudiera escuchar opiniones que son sistemáticamente censuradas en los grandes medios de comunicación, que jamás admiten análisis y críticas que apunten a su falta de legitimidad social y a su carácter antidemocrático, y que condena a que éstas no traspasen el limitado espacio de los medios alternativos.
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