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Con imprudencias y ataques al tema de los derechos humanos, Porfirio
Lobo no ha sido capaz de construir una relación inteligente con la
realidad nacional desde el comienzo mismo de su debilitado mandato en
enero de 2010, hasta nuestros días.
En poco tiempo Sosa cumplirá dos años en el “gobierno sin poder”, al frente del régimen impuesto por los pillos como llama Sosa Coello a los canallas que dieron el golpe de estado para robarse lo poco que quedaba.
Sin darse cuenta de sus limitaciones que causan a veces hilaridad,
lástima y compasión, otras veces cólera y olvido, Pepe ha construido en
estos dos años una pésima relación con el mundo en materia de derechos
humanos.
Primero atacó a las organizaciones independientes de promoción y defensa de los derechos humanos, las que trabajan con las víctimas sin relaciones de subordinación ni colaboracionismo con el régimen heredero del golpe.
Después capturó voluntades serviciales de personas utileras del sistema para tratar de minimizar u ocultar las torturas, desapariciones, asesinatos, fuerzas excesivas contra manifestantes, detenciones arbitrarias y una serie de delitos y violaciones que sobrepasan las 12 mil durante su período.
Incluyó como mediadoras o notables a personas afines a la lógica del poder, no importa qué poder, y hasta acabó entregándoles reconocimientos públicos para someterlos como aliados o súbditos de su lógica fallida.
Al no poder ocultar la impunidad como política del Estado golpista, Lobo Sosa encabezó una campaña mediática contra las organizaciones que hacemos uso objetivo del sistema interamericano y universal de los derechos humanos, en Washington, Nueva York y Ginebra.
Nos acusó de defender la vida y la libertad a cambio de recibir dinero del exterior, para poner en mal predicado la imagen de Honduras en el mundo y hacer que los hechos sean exagerados sin correspondencia con la realidad.
Puso en duda la existencia de exiliados y exiliadas por razones políticas y hasta repetía inútilmente que Manuel Zelaya no regresaba al país porque no quería o porque le faltaba valor.
Minimizó las ejecuciones extrajudiciales de jóvenes y mujeres, y solamente mostró preocupación aparente por esclarecer las muertes violentas de periodistas e integrantes de la comunidad LGTBI, ambos temas de la embajada de Estados Unidos, condiciones exigidas para firmar el segundo desembolso de la Cuenta Desafíos del Milenio.
Instaló el llamado ministerio de derechos humanos para su defensa y la del golpismo, hasta lo convirtió al final de este año en la oficina ejecutora de las recomendaciones políticas de la comisión oficial de la verdad.
Fue personalmente a Nueva York a pedir una comisión contra la impunidad y envió a súbditos civiles y policiales del golpismo a defender lo indefendible a Ginebra, a exhibirse como desvergonzados agentes.
Mientras verbalizaban la “falsa normalidad” del país donde ya todo pasó, avanzaban con la militarización de las zonas agrícolas en conflicto por la tierra y los territorios indígenas y garífunas codiciados por los agroindustriales, narcotraficantes y hoteleros sin patria.
Aprobaron leyes contra los ríos que son patrimonio nacional y pusieron en venta el país a pedazos, junto a una ley antiterrorista para criminalizar las protestas sociales y someter a las organizaciones opositoras al espionaje vil del régimen despótico.
Pusieron cara triste en junio pasado para fingir arrepentimiento al devolver a Mel Zelaya al país a cambio de volver el golpismo a la OEA, pero luego se desataron con cobardía hacia la gente que creyó en su falsa contrición.
Pero fue imposible que sacaran de la agenda nacional e internacional la violencia, la inseguridad y el terrorismo de estado que produce sistemáticas violaciones a derechos humanos a un ritmo mayor que en una guerra convencional, ya cerca de 90 víctimas por cien mil habitantes.
Lobo y sus defensores oficiosos no necesitaron a Custodio ni a Pineda para maquillar la cara sucia de la impunidad, porque ésta acabó estallándoles en todo el cuerpo como una granada de fragmentación cuya espoleta estaba en Casamata y en el Obelisco. Dentro del propio estado criminal.
En el período más crítico el asesinato del activista Emmo Sadlo, luego dos jóvenes universitarios incluyendo un hijo de la rectora Julieta Castellanos, más tarde la periodista Luz Marina Paz y enseguida el asesor policial Alfredo Landaverde, derramaron completamente el vaso que ya rebosaba.
Pero el sistema cancerígeno mostró su enorme capacidad de regeneración de los tejidos mortis, aprobó para protegerse cinco leyes en dos semanas incluyendo la que convierte a los militares en policías y viceversa, y la ley de intervención de las comunicaciones. Pura regresión en materia de derechos humanos, más instrumentos para la impunidad.
Aquél Lobo que empezó lanzando dardos venenosos contra el Cofadeh, el CDM, la FIAN, las Chonas y ACI Participa, acabó disparándole en diciembre al mismo imperio de Estados Unidos por el mismo tema.
“Estaba pensando decirle a la vicepresidenta (María Antonieta Guillén), que el próximo año diga que renunciamos a eso de la Cuenta del Milenio, porque nos exhiben por no portarnos bien y eso no es justo”, dijo Lobo el miércoles desde Casa Presidencial.
Estados Unidos, bajo presión de los contribuyentes y senadores honestos dentro del Legislativo en Washington, exigen el cese de la impunidad de las fuerzas policiales y militares y parar las masivas violaciones a derechos humanos en Honduras, antes de nuevos desembolsos.
“Si un país quiere ayudar y sabe que tenemos problemas de investigación de los casos, pues lo que hace es enviar un contingente de 50 investigadores, esa es voluntad, porque cuando se quiere ayudar se ayuda sin tantas vueltas”, añadió enojado el Lobo clamando por la intervención gringa.
Contradictoriamente calificó de injustas las exigencias de Estados Unidos, pues según dijo, el gobierno no ha negado sus debilidades en materia de investigación de violaciones a derechos humanos. Afuera de la Presidencial sus guardias gaseaban y garroteaban a más de 50 periodistas independientes que exigían respeto a la vida.
“Hemos hecho un esfuerzo enorme, nosotros no hemos escondido lo que pasa ni la falta de capacidad de investigación; por eso pedimos ayuda a la ONU y a otros países”.
Eso dijo un presidente impotente frente a la realidad, el mismo que al inicio de su frágil mandato negaba los hechos y nos acusaba a nosotras de exagerarlos.
Para nada nos hace felices esta situación, pero en lenguaje popular esto es recibir uno de la propia medicina, o ganarse un portazo en la nariz en casa del amigo o, mejor dicho, escupir hacia arriba y quedarse viendo el cielo.
Pueda ser que el Departamento de Estado cambie de opinión y entregue más dinero sin avanzar nada contra la impunidad ni parar esta locura que ellos mismos estimulan, pero especialmente a Lobo le decimos: ¡Con los derechos humanos, que son la vida, la libertad e integridad de las personas, no se juega señor!
Primero atacó a las organizaciones independientes de promoción y defensa de los derechos humanos, las que trabajan con las víctimas sin relaciones de subordinación ni colaboracionismo con el régimen heredero del golpe.
Después capturó voluntades serviciales de personas utileras del sistema para tratar de minimizar u ocultar las torturas, desapariciones, asesinatos, fuerzas excesivas contra manifestantes, detenciones arbitrarias y una serie de delitos y violaciones que sobrepasan las 12 mil durante su período.
Incluyó como mediadoras o notables a personas afines a la lógica del poder, no importa qué poder, y hasta acabó entregándoles reconocimientos públicos para someterlos como aliados o súbditos de su lógica fallida.
Al no poder ocultar la impunidad como política del Estado golpista, Lobo Sosa encabezó una campaña mediática contra las organizaciones que hacemos uso objetivo del sistema interamericano y universal de los derechos humanos, en Washington, Nueva York y Ginebra.
Nos acusó de defender la vida y la libertad a cambio de recibir dinero del exterior, para poner en mal predicado la imagen de Honduras en el mundo y hacer que los hechos sean exagerados sin correspondencia con la realidad.
Puso en duda la existencia de exiliados y exiliadas por razones políticas y hasta repetía inútilmente que Manuel Zelaya no regresaba al país porque no quería o porque le faltaba valor.
Minimizó las ejecuciones extrajudiciales de jóvenes y mujeres, y solamente mostró preocupación aparente por esclarecer las muertes violentas de periodistas e integrantes de la comunidad LGTBI, ambos temas de la embajada de Estados Unidos, condiciones exigidas para firmar el segundo desembolso de la Cuenta Desafíos del Milenio.
Instaló el llamado ministerio de derechos humanos para su defensa y la del golpismo, hasta lo convirtió al final de este año en la oficina ejecutora de las recomendaciones políticas de la comisión oficial de la verdad.
Fue personalmente a Nueva York a pedir una comisión contra la impunidad y envió a súbditos civiles y policiales del golpismo a defender lo indefendible a Ginebra, a exhibirse como desvergonzados agentes.
Mientras verbalizaban la “falsa normalidad” del país donde ya todo pasó, avanzaban con la militarización de las zonas agrícolas en conflicto por la tierra y los territorios indígenas y garífunas codiciados por los agroindustriales, narcotraficantes y hoteleros sin patria.
Aprobaron leyes contra los ríos que son patrimonio nacional y pusieron en venta el país a pedazos, junto a una ley antiterrorista para criminalizar las protestas sociales y someter a las organizaciones opositoras al espionaje vil del régimen despótico.
Pusieron cara triste en junio pasado para fingir arrepentimiento al devolver a Mel Zelaya al país a cambio de volver el golpismo a la OEA, pero luego se desataron con cobardía hacia la gente que creyó en su falsa contrición.
Pero fue imposible que sacaran de la agenda nacional e internacional la violencia, la inseguridad y el terrorismo de estado que produce sistemáticas violaciones a derechos humanos a un ritmo mayor que en una guerra convencional, ya cerca de 90 víctimas por cien mil habitantes.
Lobo y sus defensores oficiosos no necesitaron a Custodio ni a Pineda para maquillar la cara sucia de la impunidad, porque ésta acabó estallándoles en todo el cuerpo como una granada de fragmentación cuya espoleta estaba en Casamata y en el Obelisco. Dentro del propio estado criminal.
En el período más crítico el asesinato del activista Emmo Sadlo, luego dos jóvenes universitarios incluyendo un hijo de la rectora Julieta Castellanos, más tarde la periodista Luz Marina Paz y enseguida el asesor policial Alfredo Landaverde, derramaron completamente el vaso que ya rebosaba.
Pero el sistema cancerígeno mostró su enorme capacidad de regeneración de los tejidos mortis, aprobó para protegerse cinco leyes en dos semanas incluyendo la que convierte a los militares en policías y viceversa, y la ley de intervención de las comunicaciones. Pura regresión en materia de derechos humanos, más instrumentos para la impunidad.
Aquél Lobo que empezó lanzando dardos venenosos contra el Cofadeh, el CDM, la FIAN, las Chonas y ACI Participa, acabó disparándole en diciembre al mismo imperio de Estados Unidos por el mismo tema.
“Estaba pensando decirle a la vicepresidenta (María Antonieta Guillén), que el próximo año diga que renunciamos a eso de la Cuenta del Milenio, porque nos exhiben por no portarnos bien y eso no es justo”, dijo Lobo el miércoles desde Casa Presidencial.
Estados Unidos, bajo presión de los contribuyentes y senadores honestos dentro del Legislativo en Washington, exigen el cese de la impunidad de las fuerzas policiales y militares y parar las masivas violaciones a derechos humanos en Honduras, antes de nuevos desembolsos.
“Si un país quiere ayudar y sabe que tenemos problemas de investigación de los casos, pues lo que hace es enviar un contingente de 50 investigadores, esa es voluntad, porque cuando se quiere ayudar se ayuda sin tantas vueltas”, añadió enojado el Lobo clamando por la intervención gringa.
Contradictoriamente calificó de injustas las exigencias de Estados Unidos, pues según dijo, el gobierno no ha negado sus debilidades en materia de investigación de violaciones a derechos humanos. Afuera de la Presidencial sus guardias gaseaban y garroteaban a más de 50 periodistas independientes que exigían respeto a la vida.
“Hemos hecho un esfuerzo enorme, nosotros no hemos escondido lo que pasa ni la falta de capacidad de investigación; por eso pedimos ayuda a la ONU y a otros países”.
Eso dijo un presidente impotente frente a la realidad, el mismo que al inicio de su frágil mandato negaba los hechos y nos acusaba a nosotras de exagerarlos.
Para nada nos hace felices esta situación, pero en lenguaje popular esto es recibir uno de la propia medicina, o ganarse un portazo en la nariz en casa del amigo o, mejor dicho, escupir hacia arriba y quedarse viendo el cielo.
Pueda ser que el Departamento de Estado cambie de opinión y entregue más dinero sin avanzar nada contra la impunidad ni parar esta locura que ellos mismos estimulan, pero especialmente a Lobo le decimos: ¡Con los derechos humanos, que son la vida, la libertad e integridad de las personas, no se juega señor!
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