EFE |
Por Narciso Isa Conde
La verdad es que no es cosa de genios
pensar y vaticinar lo que ha pasado con la pandemia, comenzando por el contagio
inicial a causa de la resistencia a
cerrar los aeropuertos para defender intereses de los magnates del turismo,
seguido del primer brote posterior a unas elecciones municipales realizadas a
la "cañona".
No queríamos tener razón, más bien deseábamos
equivocarnos. Pero para colmo, la aventura criticada se repitió en varias
oportunidades con una emergencia y una cuarentena mal manejadas, una apertura económica
inoportuna y sin posibilidades de cuajar, la convocatoria a elecciones presidenciales
y congresuales "sí o sí", una campaña electoral clientelista e irrespetuosa de
normas sanitarias vitales, y votaciones y celebraciones altamente contaminantes.
El rebrote no se hizo esperar… hasta generar la
alarma y los peligros actuales, quedando pendiente la sumatoria de lo
acontecido al finalizar la campaña y en
los comicios del 5 de junio, que podría generar algo peor. La salud
y la vida de tanta gente nunca ocuparon el primer lugar de atención de la clase
dominante-gobernante; no conmovió los corazones de partidocracia, grandes empresarios
y tutores supranacionales movidos fundamentalmente, o por el dinero, o por la
ambición y dominio sobre el Estado y el territorio nacional.
En materia de "Estado de Emergencia" y "Cuarentena"
primó el "comesolismo", el afán de control autoritario, el ventajismo
electoral, el uso clientelista del poder, el empleo de dinero sucio acumulado
en ocho años de corruptela y la oportunidad de robar con las ventajas que
permiten los atributos excepcionales de la emergencia.
Esto, a su vez, generó en la cúpula opositora -puntera
en cuanto a respaldo de electores- enormes tensiones que la condujeron a intensificar
sus prácticas clientelistas, al empleo de recursos espurios y a riesgosas
complacencias con la cúpula empresarial. ¡Hay criminalidad sistémica compartida
y responsables impunes en esas decisiones genocidas, que la historia habrá de juzgar y castigar!
No cuestiono la justeza del inmenso anhelo popular
de castigar todo eso y muchas perversidades previas. Incluso es explicable
el interés la mayoría de los votantes y de la propia partidocracia opositora en
desplazar al PLD. Pero es injustificable el desprecio esencial del PRM y
aliados, y de todo el abanico defensor de este sistema de dominación, respecto al
previsible impacto trágico de una apertura económica, una campaña electoral
y unas votaciones evidentemente a destiempo y reñidas con la salud y la vida de
esta sociedad.
Ciertos motivos justos no
eximen las culpas en tragedias expresamente provocadas y, además, previsibles.
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