jueves, 7 de mayo de 2020

Nicaragua y la nostalgia colonial de la UE

por Fabrizio Casari | Altrenotizie

La resolución del Consejo de la Unión Europea que impone sanciones a algunos dirigentes nicaragüenses (6) se emitió sobre la base de una narración de los hechos totalmente inventada, que cuenta de una crisis política que no existe, en referencia a un país que no es, citando un represión que no se da.

Algunas de las personas sancionadas desempeñan cargos en la Policía Nacional y la tendencia bipolar del imperio se confirma en esta ocasión: "tolerancia cero" en su casa, pero se condena a la Policía en los países de inspiración socialista por hacer cumplir la ley y se respaldan a los terroristas por violarla.


El contenido de la disposición es totalmente político y se basa en la adhesión incondicional de la Unión Europea (UE) a las sanciones unilaterales de los Estados Unidos. De hecho, recoge los siete puntos de la ley estadounidense aprobada en marzo pasado, conocida como HR 754 (House Resolution 754). Incluso el documento que contiene las motivaciones es un 'copia y pega' del aprobado por Estados Unidos y hasta las sanciones son idénticas a las de Washington.

Como siempre lo hizo desde su fundación, la Unión Europea no va más allá de confirmar opiniones y decisiones que toma Estados Unidos. Nunca se desmarca
o toma distancia de ellas. La Unión Europea confirma su reputación histórica de gigante económico, enano político y gusano militar.

Nunca hubo una investigación exhaustiva para corroborar los hechos y poder tener una opinión consistente con los eventos. La base fundamental de la narrativa europea sobre los asuntos socio-políticos de Nicaragua es el informe diario que los líderes de la ultraderecha golpista nicaragüense dispensan a través de los canales del Departamento de Estado. Una verdadera procesión, arrodillados e implorando a los Estados Unidos y la UE que apliquen sanciones a Managua, con la esperanza de que conduzcan a una crisis económica y, a partir de esto, a una reducción del consenso popular a Daniel Ortega. 
En fin, 'colaboracionistas de los invasores' es la palabra exacta para definir la derecha nicaragüense. Difunden una narrativa totalmente falsa sobre la situación nicaragüense, hecha de mentiras groseras e inventos ya ampliamente desmentido a nivel internacional. Hasta en las redes sociales la derecha nicaragüense se ha vuelto sinónimo de fake news, que logran difundir sólo gracias al espacio que les ofrecen medios estadounidenses y europeos.

Ya porque la guerra que se promovió y alentó contra el gobierno sandinista liderado por el comandante Ortega no ha terminado, sino que se ha desplazado momentáneamente hacia la arena internacional, donde las sanciones y la presión político-diplomática han tomado el lugar del subversivismo armado de 2018.
Compensar con la presión internacional la ausencia de un proyecto político nacional sigue siendo la estrategia de los golpistas que, como línea política, solamente tienen la demanda de sanciones y, como idea de futuro para el país, cumplirles a los Estados Unidos. Un hábito repetido durante dos siglos.

Las sanciones europeas tienen poco más que un efecto simbólico, demostrando el peso insignificante de la UE, incluso en el escenario centroamericano. Desde Siria hasta Cuba y Venezuela, en la corta y poco edificante historia de la Unión Europea, fuimos testigos de capítulos vergonzosos de su política exterior. Se consideraban inevitablemente irrelevantes debido a la pérdida de influencia de Europa en todo el mundo, en especial producto de los intereses nacionales de Francia, Reino Unido, Alemania, España y Holanda, confirmando una falta de voluntad por parte de las antiguas potencias coloniales para construir una política unitaria europea.

En realidad, incluso en presencia de todas estas caracterizaciones, la ignorancia grosera de la Unión Europea y la insipidez absoluta de su Parlamento (muy experto en ocuparse de los cupones que se colocarán en las latas de atún y en las circunferencias de las ollas) no justifican la entrega de manos y pies de su política exterior europea a los Estados Unidos; por ejemplo, la ausencia de un enfoque capaz de identificar el interés estratégico europeo en proponerse como una referencia diferente de Washington en la disputa con el resto de las Américas.

Según la Unión Europea, una "crisis política grave" está en marcha en Nicaragua; los órganos de prensa no disfrutarían de libertad; los auto exiliados después del intento de golpe de estado de 2018 no estarían garantizados en su regreso; habría represión severa y se deben tomar las medidas necesarias para llevar a cabo las elecciones presidenciales y parlamentarias.

Pero en Nicaragua no hay crisis política. El gobierno está a la altura de sus prerrogativas, el Parlamento desempeña regularmente y con calma el papel legislativo y los órganos institucionales territoriales funcionan regularmente. La "crisis política grave" es sólo la que afecta a la oposición, donde el enfrentamiento para conquistar la representación del antisandinismo se debe, fundamentalmente, a la lucha para asegurarse las decenas de millones de dólares anuales que desembolsan estadounidenses y europeos, así como para jugar un papel político y tener visibilidad en los medios que por sí solos no tendrían nunca.

Personajes ya descalificados, viejas herramientas de familias oligárquicas, se disfrazan de científicos políticos iluminados para argumentar que se acabó la función política de los partidos, y que deben ser remplazados por la frescura de las estructuras nacidas en abril de 2018. En realidad quieren que el mando directo y exclusivo del jugoso papel de la oposición al Frente Sandinista responda a las familias oligárquicas y no a los partidos. Por lo tanto, se propone nuevamente la misma dinámica de 2016, que impidió un despliegue unificado de la derecha: lo que, por supuesto, favoreció al FSLN, que amplió considerablemente su consenso en la sociedad.

¿Las elecciones? Se celebrarán en noviembre de 2021, como lo establece la Constitución. Las posibles reformas a la ley electoral serán discutidas por el parlamento y acordadas sólo en sus aspectos técnicos con la OEA. Porque Nicaragua no es Bolivia y en Managua los juegos sucios de la OEA ni siquiera pueden intentarse. La Nicaragua sandinista sabe cómo garantizar el respeto de su soberanía nacional, y tiene muy clara la diferencia entre asesoramiento y colaboración e injerencia y subversión.

Cabe preguntarse si Bruselas tiene la autoridad moral para cuestionar a Managua.

En Nicaragua no hay conflictos sociales, a diferencia de lo que sucede en Europa, y muchos menos  los trabajadores están sujetos a una represión feroz e indiscriminada como en Francia. No hay huelgas y las medidas legislativas sobre el modelo socioeconómico en su conjunto son ampliamente compartidas, prueba de ello son las reiteradas consultas locales que en estos últimos meses le han asegurado al gobernante Frente Sandinista excelentes resultados y ventajas abrumadoras sobre la oposición.

En Nicaragua tampoco hay conflictos étnicos y/o territoriales, ni disputas sobre procesos de independencia como en España, miembro de la UE. Tampoco hay suspensiones de la Constitución, ni concentración de los poderes como en Hungría, que el año pasado asumió la presidencia pro témpore de la UE. Nicaragua es una república presidencial con presupuestos transparentes y no un estado offshore como Luxemburgo, otro miembro de la Unión Europea.

¿La represión? En Nicaragua no hay tribunales que emiten sentencias políticas. Managua no es Madrid, donde se condenan crímenes de opinión  con décadas de prisión y se impone a sangre y fuego y con leyes autoritarias la obediencia a una monarquía corrupta y a una unidad nacional ficticia. En Nicaragua los terroristas son amnistiados y no ejecutados por grupos paramilitares del gobierno (como lo fueron los GAL españoles). En Nicaragua, las mismas condenas penales emitidas, por los mismos delitos,
son infinitamente más leves en comparación con la jurisprudencia europea. Tienen sus proprio país, entonces, los europeos, por si quieren poner quejas.

En Nicaragua, hasta los culpables de crímenes de sangre muy graves son amnistiados, mientras que en Europa se dictan penas muy severas por simples crímenes relacionados con conflictos sociales. Además, en Nicaragua no hay legislación de emergencia (como en Italia) o cárceles especiales (como en toda Europa).

Entonces sería más apropiado que la Unión Europea redescubriera la decencia y la vergüenza que parece haber perdido, puesto que un día la tuvo. Muchos país, incluyendo a
España, Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Noruega y el recién separado Reino Unido (Brexit) aún son gobernados por monarquías, al tiempo que apoyan al régimen nazi de Kiev (Ucrania) y se callan ante el fascista Orban que manda con plenos poderes y al oscurantista de extrema derecha Kaczynski. Lo que aconsejaría el sentido común es dejar de erigirse en árbitro de la democracia, ya que hay mucho más democracia en Nicaragua que en Kiev, Budapest o Varsovia.

Fuente: Altrenotizie


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