Por Yorlis Gabriela Luna
En Nicaragua existen opiniones polarizadas sobre el conflicto político sucedido de abril a julio del 2018. Hay una versión hegemónica en los medios de comunicación que cuenta de una dictadura enloquecida, asesinando protestantes pacíficos.
Este artículo, sin embargo, parte de otras vivencias y otras indignaciones, emplea la categoría de “golpe suave” y ubica la capacidad de resistencia de los sectores populares en su historia antiimperialista.
INTRODUCCIÓN
Para quienes viven en Nicaragua, es sobresabido que existe una explicación dominante acerca del conflicto político que tomó más de doscientas vidas en 2018.
La narrativa hegemónica que se repite desde las organizaciones de derechos humanos y los medios de comunicación privados, desde Managua hasta los corredores del poder de Washington, describen una “dictadura” casi perfecta que, enfrentada con protestas ciudadanas, respondió con oleadas de violencia represiva dirigidas principalmente en contra de estudiantes y periodistas, dejando cientos de muertos de manifestantes pacíficos.
Esta sería la razón por la cual el gobierno ya no goza de ningún respaldo popular y una gran coalición de movimientos sociales sólo esperan la ayuda internacional, para garantizar elecciones libres y para librarse de un régimen que ha tomado y superado todas las características de la dinastía Somoza (CENIDH, 2018), según plantean diversas voces ampliamente difundidas en el mundo, tanto de la derecha como de algunos que se identifican como izquierda.
Este artículo tratará de desmentir esta narrativa sobre los hechos del 2018 en Nicaragua, ya que, por tan meticulosamente construida que sea, no deja de ser una fabricación hecha a priori por los laboratorios de cambio de régimen que operan desde el Fondo Nacional para la Democracia (NED, su sigla en inglés), entre otras instituciones del gobierno estadounidense (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
El principal argumento es que lo que se vivió en Nicaragua en 2018 fue, como tantas otras veces en la historia de la nación, una ofensiva norteamericana, sólo que esta vez tuvo características del llamado “golpe suave”, el cual se desarrolla sobre las bases de acusaciones graves y campañas de desinformación contra gobiernos no deseables. Asimismo, este trabajo parte de que Nicaragua, en el contexto centroamericano, representa la amenaza de ser un buen ejemplo.
Al comienzo de abril del 2018, el gobierno nicaragüense se encontraba en una correlación de fuerzas que se consideraba, a la balanza, positiva. Tenía una taza de aprobación mayor al 70 por ciento y había ganado elecciones nacionales, regionales y municipales con amplias y crecientes mayorías en 2011, 2012, 2016 y 2017.
Estas elecciones fueron reconocidas internacionalmente por la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros organismos afines como ejemplo de amplia participación ciudadana y, en especial, de participación de mujeres y jóvenes en todas las fases del proceso electoral. Ello último es esencial en un país donde la mayoría de la población tiene menos de 25 años.
El partido gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, contaba con un amplio apoyo popular, presencia organizativa en todos los barrios y comunidades; la economía gozaba de una década de crecimiento sostenido que había levantado 3 de cada 10 personas de la pobreza en que vivían cuando terminaban tres gobiernos sucesivos de políticas neoliberales, en 2007.
En los once años de gobierno sandinista, se había logrado convertir Nicaragua en el país más seguro de Centroamérica (región que ocupa el primer lugar de violencia en el mundo, aparte de las regiones con conflictos armados), desprivatizar la educación primaria y secundaria, extender el acceso gratuito a la atención médica a una gran parte de la población más necesitada y construir la infraestructura básica (carreteras, sistemas de agua potable y alcantarillado sanitario) que Nicaragua había padecido durante toda su historia.
Sin embargo, después de una década de reducida conflictividad social, los tejidos que sostienen la sociedad nicaragüense fueron rotos en abril del 2018, con un conflicto que asumió, dentro de pocas horas, un carácter político, mediático, simbólico, geopolítico y de clases sociales.
La política de la posverdad llegó de forma espectacular a Nicaragua, donde —a partir de un enfrentamiento no armado entre un grupo de estudiantes de universidades privadas que protestaban contra una reforma al sistema de seguridad social y un grupo de jóvenes de clase popular que hicieron contra protesta al lado de la Carretera Managua-Masaya, el 18 de abril— fueron enviados más de 100 millones de mensajes antigubernamentales con noticias falsas en menos de 72 horas a los usuarios de medios sociales adentro de un país con seis millones de habitantes (TRUCCHI, 2018), provocando tres días de violentas protestas en dos docenas de ciudades.
Alrededor de los eventos de los días de 19, 20 y 21 de abril, se elaboró una estrategia mediática nacional e internacional para difundir masivamente una versión de los hechos de esos días, así como una explicación histórica, social y política más amplia (KAUFFMAN, 2019).
La verdad se convirtió en un territorio en disputa, ya que todas las organizaciones de derechos humanos en Nicaragua, así como los principales medios comunicativos corporativos privados (los periódicos, radios y canales de televisión citados internacionalmente), reciben financiamiento de la Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID) o el Fondo Nacional para la Democracia (NED) (BLUMENTHAL, 2018).
Ambos organismos han sido vinculados a las llamadas operaciones de cambio de régimen que intentan cambiar la realidad de un país de la noche a la mañana, para remover a gobiernos identificados como no deseables por el gobierno de la potencia norteamericana y el NED que, en su propia publicación en línea, se auto felicitó por “la creación de la plataforma para la insurrección en Nicaragua” (WADDELL, 2018).
Actualmente, el gobierno de Estados Unidos ha implementado sanciones económicas contra Nicaragua, que han resultado en una nueva amenaza de extrema pobreza, después de casi haberlo erradicado, y las mismas están debilitando la economía nacional.
Este artículo analiza, en primer lugar, la construcción de territorios inmateriales en Nicaragua, alrededor del revisionismo histórico, mensajes despectivos y amenazas que formaron parte de la estrategia de limitar la resistencia a una ruptura democrática en el país.
En segundo lugar, este texto explora la disputa por territorios materiales, ya que durante 90 días después del 18 de abril, las fuerzas de la derecha política construyeron “tranques” o bloqueos físicos a todas las carreteras del país para exigir la “rendición total” del gobierno (FONSECA TERÁN, 2018).
Los tranques paralizaron la circulación de personas, hundieron la economía y se convirtieron en centros de violencia, incluyendo violaciones, tortura, asesinatos y quema de cuerpos humanos (ZEESE; MCCUNE, 2018), todo esto en gran parte a personas identificadas como sandinistas.
En medio de los sucesos, la estrategia cambió de una presión psicológica en los medios sociales hacia una ofensiva violenta y armada; de protestas pacíficas con piedras y morteros a protestas armadas.
Esta sería la razón por la cual el gobierno ya no goza de ningún respaldo popular y una gran coalición de movimientos sociales sólo esperan la ayuda internacional, para garantizar elecciones libres y para librarse de un régimen que ha tomado y superado todas las características de la dinastía Somoza (CENIDH, 2018), según plantean diversas voces ampliamente difundidas en el mundo, tanto de la derecha como de algunos que se identifican como izquierda.
Este artículo tratará de desmentir esta narrativa sobre los hechos del 2018 en Nicaragua, ya que, por tan meticulosamente construida que sea, no deja de ser una fabricación hecha a priori por los laboratorios de cambio de régimen que operan desde el Fondo Nacional para la Democracia (NED, su sigla en inglés), entre otras instituciones del gobierno estadounidense (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
El principal argumento es que lo que se vivió en Nicaragua en 2018 fue, como tantas otras veces en la historia de la nación, una ofensiva norteamericana, sólo que esta vez tuvo características del llamado “golpe suave”, el cual se desarrolla sobre las bases de acusaciones graves y campañas de desinformación contra gobiernos no deseables. Asimismo, este trabajo parte de que Nicaragua, en el contexto centroamericano, representa la amenaza de ser un buen ejemplo.
Al comienzo de abril del 2018, el gobierno nicaragüense se encontraba en una correlación de fuerzas que se consideraba, a la balanza, positiva. Tenía una taza de aprobación mayor al 70 por ciento y había ganado elecciones nacionales, regionales y municipales con amplias y crecientes mayorías en 2011, 2012, 2016 y 2017.
Estas elecciones fueron reconocidas internacionalmente por la Organización de Estados Americanos (OEA) y otros organismos afines como ejemplo de amplia participación ciudadana y, en especial, de participación de mujeres y jóvenes en todas las fases del proceso electoral. Ello último es esencial en un país donde la mayoría de la población tiene menos de 25 años.
El partido gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, contaba con un amplio apoyo popular, presencia organizativa en todos los barrios y comunidades; la economía gozaba de una década de crecimiento sostenido que había levantado 3 de cada 10 personas de la pobreza en que vivían cuando terminaban tres gobiernos sucesivos de políticas neoliberales, en 2007.
En los once años de gobierno sandinista, se había logrado convertir Nicaragua en el país más seguro de Centroamérica (región que ocupa el primer lugar de violencia en el mundo, aparte de las regiones con conflictos armados), desprivatizar la educación primaria y secundaria, extender el acceso gratuito a la atención médica a una gran parte de la población más necesitada y construir la infraestructura básica (carreteras, sistemas de agua potable y alcantarillado sanitario) que Nicaragua había padecido durante toda su historia.
Sin embargo, después de una década de reducida conflictividad social, los tejidos que sostienen la sociedad nicaragüense fueron rotos en abril del 2018, con un conflicto que asumió, dentro de pocas horas, un carácter político, mediático, simbólico, geopolítico y de clases sociales.
La política de la posverdad llegó de forma espectacular a Nicaragua, donde —a partir de un enfrentamiento no armado entre un grupo de estudiantes de universidades privadas que protestaban contra una reforma al sistema de seguridad social y un grupo de jóvenes de clase popular que hicieron contra protesta al lado de la Carretera Managua-Masaya, el 18 de abril— fueron enviados más de 100 millones de mensajes antigubernamentales con noticias falsas en menos de 72 horas a los usuarios de medios sociales adentro de un país con seis millones de habitantes (TRUCCHI, 2018), provocando tres días de violentas protestas en dos docenas de ciudades.
Alrededor de los eventos de los días de 19, 20 y 21 de abril, se elaboró una estrategia mediática nacional e internacional para difundir masivamente una versión de los hechos de esos días, así como una explicación histórica, social y política más amplia (KAUFFMAN, 2019).
La verdad se convirtió en un territorio en disputa, ya que todas las organizaciones de derechos humanos en Nicaragua, así como los principales medios comunicativos corporativos privados (los periódicos, radios y canales de televisión citados internacionalmente), reciben financiamiento de la Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID) o el Fondo Nacional para la Democracia (NED) (BLUMENTHAL, 2018).
Ambos organismos han sido vinculados a las llamadas operaciones de cambio de régimen que intentan cambiar la realidad de un país de la noche a la mañana, para remover a gobiernos identificados como no deseables por el gobierno de la potencia norteamericana y el NED que, en su propia publicación en línea, se auto felicitó por “la creación de la plataforma para la insurrección en Nicaragua” (WADDELL, 2018).
Actualmente, el gobierno de Estados Unidos ha implementado sanciones económicas contra Nicaragua, que han resultado en una nueva amenaza de extrema pobreza, después de casi haberlo erradicado, y las mismas están debilitando la economía nacional.
Este artículo analiza, en primer lugar, la construcción de territorios inmateriales en Nicaragua, alrededor del revisionismo histórico, mensajes despectivos y amenazas que formaron parte de la estrategia de limitar la resistencia a una ruptura democrática en el país.
En segundo lugar, este texto explora la disputa por territorios materiales, ya que durante 90 días después del 18 de abril, las fuerzas de la derecha política construyeron “tranques” o bloqueos físicos a todas las carreteras del país para exigir la “rendición total” del gobierno (FONSECA TERÁN, 2018).
Los tranques paralizaron la circulación de personas, hundieron la economía y se convirtieron en centros de violencia, incluyendo violaciones, tortura, asesinatos y quema de cuerpos humanos (ZEESE; MCCUNE, 2018), todo esto en gran parte a personas identificadas como sandinistas.
En medio de los sucesos, la estrategia cambió de una presión psicológica en los medios sociales hacia una ofensiva violenta y armada; de protestas pacíficas con piedras y morteros a protestas armadas.
En los meses de junio y julio, una amplia sección de la sociedad nicaragüense se movilizó físicamente para proteger barrios, escuelas, casas, infraestructura pública y clínicas, desmoronando el intento de golpe suave.
Sin embargo, esta historia no ha alcanzado el interés de los medios internacionales, que, en su abrumadora mayoría, siguen proyectando una narrativa de un pueblo alzado contra un gobierno represivo. Este artículo viene pregonando las voces de la otra Nicaragua.
CONTEXTO HISTÓRICO DE NICARAGUA
La posición geográfica, la extracción de recursos naturales, la explotación de mano de obra barata y la posibilidad de construir un canal interoceánico han sido los ejes del interés estadunidense en la región.
Esta realidad ha bañado la historia de Nicaragua y Centroamérica de sangre y resistencia y, por esa razón, la violencia y la desesperanza de la caravana de migrantes que hoy caracterizan el norte centroamericano es la hija del imperialismo de EEUU.
Actualmente, los nicaragüenses no están protagonizando la caravana de inmigrantes. Esta realidad no es casualidad, es el resultado de la historia compleja, es el país con más conflictos armados en Centroamérica y breves periodos de paz, el mayor intervencionismo e interés geopolítico y, a la vez, donde la dinámica en la que el imperialismo norteamericano produce sostenidos movimientos antiimperialistas (WILLSON; MCCUNE, 2019).
Desde el esclavismo y el inglés como idioma oficial declarado por el mercenario William Walker, en 1856, quien asumió la confederación con los estados de Sur Estadounidense y la presidencia de facto del país centroamericano, la resistencia a las agresiones militares y económicas estadounidenses en Nicaragua ha tenido como subproducto una sociedad con una ética alrededor del rechazo del intervencionismo de EEUU (NÚÑEZ, 2014).
Con la guerra hispanoamericana, Estados Unidos reclamó el control geopolítico sobre el Caribbean Basin y la posición geográfica de Nicaragua provocó nuevos intereses norteamericanos. EEUU financió una rebelión liberal en contra al presidente Zelaya, quien había introducido reformas liberales y posturas por la soberanía nacional.
Cuando Estados Unidos derroca a Zelaya, impuso, con el concubinato de la oligarquía nacional, la firma del tratado Chamorro-Bryan, donde se estableció el derecho único de EEUU de construir un canal interoceánico por Nicaragua y una base militar norteamericana en el Golfo de Fonseca y estipuló el derecho perpetuo de invadir a Nicaragua por asuntos del orden político (RAMÍREZ, 1988).
Las marinas estadounidenses ocuparon militarmente a Nicaragua, de 1912 a 1926, defendiendo un poder conservador que sólo con intervención extranjera logra mantenerse. El presidente en este período es Adolfo Díaz, ex gerente de minas para una empresa norteamericana (RAMÍREZ, 1988). El mismo año que se fue la marina, se produjo un conflicto armado que ve surgir ejércitos liberales que demandan la salida de Díaz del poder.
Entran las marinas nuevamente a ocupar el país, se firma una paz que prevé que Díaz siga como presidente hasta las elecciones de 1928 y que siga la ocupación. En este contexto, Augusto César Sandino fue uno de los generales de la guerra constitucionalista que se negó a desarmar.
Sandino proviene de un pueblo indígena, fue campesino, comerciante, obrero y vivió como inmigrante entre Centroamérica y México. Creó la guerra de guerrillas contra la invasión gringa y enriqueció las tácticas militares de la resistencia indígenas nicaragüenses contra el colonialismo y el neocolonialismo de los herederos de los españoles. Sandino fue antiimperialista, nacionalista, bolivariano y apostó por un modelo económico y social de cooperativas.
La lucha de Sandino en contra de la intervención estadounidense fue gestada por hombres, mujeres, niños, indígenas, negros y campesinos desarmados, con una enorme capacidad de sacrificio, sin comida, sin ropa, sin armas, pero llenos de amor hacia Nicaragua y su dignidad. Sandino tuvo en contra la Iglesia Católica y fue despreciado por la burguesía local (NÚÑEZ, 2015). Para cortarle los víveres y la base social al ejército de Sandino, los pueblos y ciudades fueron cercados y bombardeados, las mujeres violadas, familias completas torturadas, expulsadas de sus casas y parcelas, el ejército gringo implantó el terror en los pueblos, lo que fue generando odio y que la gente se uniera al ejército de Sandino (DOSPITAL, 2013).
En 1933, se retiraron las tropas de EEUU; en 1934, Anastasio Somoza García por órdenes de EEUU asesina a Sandino e inicia una de las dictaduras más sangrientas de América Latina que duro más de 40 años, con el soporte de la Guardia Nacional, una nueva fuerza militar entrenada y creada por los EEUU (NÚÑEZ, 2014).
En los años 1960 y 1970, Carlos Fonseca Amador rescató el ejemplo e ideales de Sandino para formar una nueva generación que luchara contra Somoza y la Guardia Nacional. Él y otros jóvenes inspirados en el ejemplo de la Revolución Cubana fundan el Frente Sandinista de Liberación Nacional, organización política y militar, que triunfó el 19 de Julio de 1979. En aquel año, la revolución popular sandinista, inspirada en los ideales de Sandino, cambió enormemente la realidad y estructura económica en Nicaragua.
Sin embargo, en esos 10 años, Nicaragua sufrió y resistió el bloqueo económico de EEUU y su agresión imperialista, ya que conformó y apoyó un ejército contrarrevolucionario, que implantó el terror en el campesinado, hizo sabotaje económico, tráfico de drogas y una cruel guerra (BLUM, 2005).
La derrota electoral del Frente Sandinista en 1990 fue una restauración contrarrevolucionaria y neoliberal que trató de eliminar los legados y sitios históricos de la revolución sandinista, cambiando el nombre de todos los sitios, borrando los símbolos y con una embestida cultural e ideológica para destruir el tejido social organizacional de la revolución y eliminar cualquier resistencia al neoliberalismo.
Condujo, así, al desmantelamiento de los logros sociales de la revolución y produjo profundas transformaciones en la estructura económica, política y social, como resultado de la aplicación de varios paquetes de ajuste estructural neoliberales y la privatización de sectores principales de la economía, una amplia reducción del gasto público y un sistema de ONGs para mitigar y amortiguar los desastres por la privatización (NÚÑEZ, 2014).
Todo lo anterior causó la disminución drástica de la calidad de vida y la reducción de 46 puntos en el Índice de Desarrollo Humano, precarización laboral, desempleo, éxodo campesino, tercerización e informalización de la economía y un incremento de la miseria, desigualdad social y la violencia (NÚÑEZ, 2015).
El panorama hasta el 2007 fue complejo y devastador, pues a la destrucción causada por las guerras de liberación, a los miles de huérfanos, lisiados y víctimas de la guerra se le sumó esta hecatombe social.
Del 2007 al 2018, con el retorno al poder del sandinismo, se logró reducir el 50% del número de personas subalimentadas del país, se ha garantizado el acceso a educación y salud gratuita a las comunidades rurales, se ha reducido la mortalidad materna en unos 60% y la infantil en unos 52% , se ha reducido la migración, se ha avanzado del 54% hasta el 95.5% de la electrificación de la población, lo que significa 2.9 millones de habitantes rurales con luz eléctrica, se ha cambiado el 70% de la matriz energética a energía renovable y se ha incrementado la calidad y esperanza de vida de los nicaragüenses (ACOSTA, 2019).
Actualmente, Nicaragua tiene los índices de seguridad más altos de Centro América, las mejores carreteras interiores, el lugar número cinco en participación de la mujer en espacios públicos en el mundo (ACOSTA, 2019). El gobierno fue electo otra vez en 2016 con 72% del voto y regularmente salía con 60 – 80% de aprobación (FONSECA TERÁN, 2018).
Él representa una ruptura con el neoliberalismo en cuanto al modelo económico, la reinserción del Estado en la economía y la inversión en la infraestructura social que ha redignificado la vida de la gran mayoría de los nicaragüenses.
Este modelo ha valorizado la economía familiar, fortalecido a un sector cooperativo y autogestionario que provee el 65% del empleo en Nicaragua y que ha logrado reducir las importaciones de alimentos, ya que, en la actualidad, el país produce el 85% de los alimentos que consume (CES, 2018).
Estos avances sociales no han sido libres de contradicciones ni errores, como la alianza con el sector privado y la Iglesia Católica hasta abril del 2018. Sobre todo, la falta de profundización del modelo social y de participación popular en la toma de decisiones para construir otro modelo alternativo al capitalismo, donde se formen nuevos seres humanos, nuevos territorios, no forzar los límites del sistema de dominación y una nueva sociedad capaz de superar las crisis sistémicas del capitalismo (FONSECA TERÁN, 2018).
LA INSURRECCIÓN “MADE IN USA”
En esta sección, se revisa el periodo de preparación de los sucesos de abril del 2018 y la influencia estadounidense, en particular, su financiamiento en la construcción de redes sociales y empresas mediáticas. En los primeros momentos de abril y junio, esas redes y empresas tuvieron la capacidad de convencer a una parte significativa de la juventud y la población nicaragüense y, un año después de los hechos, mantienen capacidad hegemónica sobre los medios internacionales.
Mike Pompeo, Secretario de Estado de EEUU, abiertamente ha declarado que el objetivo de EEUU es desestabilizar y cambiar los gobiernos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, países declarados como eje del mal en el continente.
Para lograr su objetivo han otorgado financiamientos durante años a medios locales y una red de organismos de derechos humanos para construir una versión de la verdad (FONSECA TERÁN, 2018). En mayo de 2018, la revista del NED, Global Americans, publicó un artículo impresionante por su sinceridad, en el cual se auto felicita por haber “sentado las bases para una insurrección” (WADDELL, 2018).
El NED fue creado en 1982 como institución no lucrativa y figura en el presupuesto anual del Departamento de Estado de EEUU dentro de la USAID, para canalizar fondos del congreso y ofrecer ayuda política internacional a grupos políticos nacionales que respondan a sus intereses geopolíticos. En 1990, el NED invirtió 16 millones de dólares para influir en las elecciones de Nicaragua fundando la oposición antisandinista, luego de lograr sus objetivos, nunca dejó de funcionar.
Su enfoque fue de “promoción de democracia”, teniendo amplios presupuestos y usando su amplia experiencia para las operaciones de cambio de régimen en abril del 2018 en Nicaragua (KAUFFMAN, 2019).
En 2007, EEUU rediseñó su estrategia dado que los partidos políticos nicaragüenses alineados con su política habían perdido mucho prestigio, por los altos niveles de corrupción (uno de los más altos en América Latina en ese momento), las políticas neoliberales y el desprecio público por las clases gobernantes a la realidad de las clases populares.
Por eso, creó mecanismos más eficientes para financiar y controlar organismos que dieran una apariencia de objetividad y que representaran la lucha social, más allá de la política, para dar una perspectiva de la sociedad civil “independiente” con rostro humano sin nexos con ningún partido (BLUM, 2005).
El presupuesto público del NED para construir oposición en Nicaragua, desde el 2014, ha sido 4.4 millones de dólares; para el 2017, fue más de $700,000. El gasto fue enfocado en organizaciones de DDHH, medios informativos y redes sociales con formación de jóvenes para la “incidencia política” (WADDEL, 2018, p.3), fomentar el debate y generar información sobre seguridad y violencia (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
La red de distribución de este presupuesto fue el sector de organizaciones no gubernamentales (ONG). La ONG Hagamos Democracia recibió $525,000 en financiamiento, del 2014 al 2018, y el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP) recibió mínimo $260,000 del NED. En 2018, el presupuesto de USAID para capacitación a la sociedad civil fue de $5.2 millones de dólares (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
Las organizaciones construidas y respaldadas por NED han pasado años recibiendo amplio presupuesto en millones de dólares “sentando las bases para la insurrección en Nicaragua” (WADDELL, 2018, p. 03). Mediante becas para estudiar inglés, diplomados, postgrados y cursos con nombres atractivos y tentativos a la juventud, acreditados con universidades privadas de alta exclusividad.
Las becas eran difundidas en las redes sociales, en las universidades públicas y privadas y en las comunidades de base juveniles de la Iglesia Católica.
Los jóvenes aplicaban en una página web. Entrevistas realizadas por la autora de este artículo, en 2019, revelaron lo atractivo de estos cursos:
Sin embargo, esta historia no ha alcanzado el interés de los medios internacionales, que, en su abrumadora mayoría, siguen proyectando una narrativa de un pueblo alzado contra un gobierno represivo. Este artículo viene pregonando las voces de la otra Nicaragua.
CONTEXTO HISTÓRICO DE NICARAGUA
La posición geográfica, la extracción de recursos naturales, la explotación de mano de obra barata y la posibilidad de construir un canal interoceánico han sido los ejes del interés estadunidense en la región.
Esta realidad ha bañado la historia de Nicaragua y Centroamérica de sangre y resistencia y, por esa razón, la violencia y la desesperanza de la caravana de migrantes que hoy caracterizan el norte centroamericano es la hija del imperialismo de EEUU.
Actualmente, los nicaragüenses no están protagonizando la caravana de inmigrantes. Esta realidad no es casualidad, es el resultado de la historia compleja, es el país con más conflictos armados en Centroamérica y breves periodos de paz, el mayor intervencionismo e interés geopolítico y, a la vez, donde la dinámica en la que el imperialismo norteamericano produce sostenidos movimientos antiimperialistas (WILLSON; MCCUNE, 2019).
Desde el esclavismo y el inglés como idioma oficial declarado por el mercenario William Walker, en 1856, quien asumió la confederación con los estados de Sur Estadounidense y la presidencia de facto del país centroamericano, la resistencia a las agresiones militares y económicas estadounidenses en Nicaragua ha tenido como subproducto una sociedad con una ética alrededor del rechazo del intervencionismo de EEUU (NÚÑEZ, 2014).
Con la guerra hispanoamericana, Estados Unidos reclamó el control geopolítico sobre el Caribbean Basin y la posición geográfica de Nicaragua provocó nuevos intereses norteamericanos. EEUU financió una rebelión liberal en contra al presidente Zelaya, quien había introducido reformas liberales y posturas por la soberanía nacional.
Cuando Estados Unidos derroca a Zelaya, impuso, con el concubinato de la oligarquía nacional, la firma del tratado Chamorro-Bryan, donde se estableció el derecho único de EEUU de construir un canal interoceánico por Nicaragua y una base militar norteamericana en el Golfo de Fonseca y estipuló el derecho perpetuo de invadir a Nicaragua por asuntos del orden político (RAMÍREZ, 1988).
Las marinas estadounidenses ocuparon militarmente a Nicaragua, de 1912 a 1926, defendiendo un poder conservador que sólo con intervención extranjera logra mantenerse. El presidente en este período es Adolfo Díaz, ex gerente de minas para una empresa norteamericana (RAMÍREZ, 1988). El mismo año que se fue la marina, se produjo un conflicto armado que ve surgir ejércitos liberales que demandan la salida de Díaz del poder.
Entran las marinas nuevamente a ocupar el país, se firma una paz que prevé que Díaz siga como presidente hasta las elecciones de 1928 y que siga la ocupación. En este contexto, Augusto César Sandino fue uno de los generales de la guerra constitucionalista que se negó a desarmar.
Sandino proviene de un pueblo indígena, fue campesino, comerciante, obrero y vivió como inmigrante entre Centroamérica y México. Creó la guerra de guerrillas contra la invasión gringa y enriqueció las tácticas militares de la resistencia indígenas nicaragüenses contra el colonialismo y el neocolonialismo de los herederos de los españoles. Sandino fue antiimperialista, nacionalista, bolivariano y apostó por un modelo económico y social de cooperativas.
La lucha de Sandino en contra de la intervención estadounidense fue gestada por hombres, mujeres, niños, indígenas, negros y campesinos desarmados, con una enorme capacidad de sacrificio, sin comida, sin ropa, sin armas, pero llenos de amor hacia Nicaragua y su dignidad. Sandino tuvo en contra la Iglesia Católica y fue despreciado por la burguesía local (NÚÑEZ, 2015). Para cortarle los víveres y la base social al ejército de Sandino, los pueblos y ciudades fueron cercados y bombardeados, las mujeres violadas, familias completas torturadas, expulsadas de sus casas y parcelas, el ejército gringo implantó el terror en los pueblos, lo que fue generando odio y que la gente se uniera al ejército de Sandino (DOSPITAL, 2013).
En 1933, se retiraron las tropas de EEUU; en 1934, Anastasio Somoza García por órdenes de EEUU asesina a Sandino e inicia una de las dictaduras más sangrientas de América Latina que duro más de 40 años, con el soporte de la Guardia Nacional, una nueva fuerza militar entrenada y creada por los EEUU (NÚÑEZ, 2014).
En los años 1960 y 1970, Carlos Fonseca Amador rescató el ejemplo e ideales de Sandino para formar una nueva generación que luchara contra Somoza y la Guardia Nacional. Él y otros jóvenes inspirados en el ejemplo de la Revolución Cubana fundan el Frente Sandinista de Liberación Nacional, organización política y militar, que triunfó el 19 de Julio de 1979. En aquel año, la revolución popular sandinista, inspirada en los ideales de Sandino, cambió enormemente la realidad y estructura económica en Nicaragua.
Sin embargo, en esos 10 años, Nicaragua sufrió y resistió el bloqueo económico de EEUU y su agresión imperialista, ya que conformó y apoyó un ejército contrarrevolucionario, que implantó el terror en el campesinado, hizo sabotaje económico, tráfico de drogas y una cruel guerra (BLUM, 2005).
La derrota electoral del Frente Sandinista en 1990 fue una restauración contrarrevolucionaria y neoliberal que trató de eliminar los legados y sitios históricos de la revolución sandinista, cambiando el nombre de todos los sitios, borrando los símbolos y con una embestida cultural e ideológica para destruir el tejido social organizacional de la revolución y eliminar cualquier resistencia al neoliberalismo.
Condujo, así, al desmantelamiento de los logros sociales de la revolución y produjo profundas transformaciones en la estructura económica, política y social, como resultado de la aplicación de varios paquetes de ajuste estructural neoliberales y la privatización de sectores principales de la economía, una amplia reducción del gasto público y un sistema de ONGs para mitigar y amortiguar los desastres por la privatización (NÚÑEZ, 2014).
Todo lo anterior causó la disminución drástica de la calidad de vida y la reducción de 46 puntos en el Índice de Desarrollo Humano, precarización laboral, desempleo, éxodo campesino, tercerización e informalización de la economía y un incremento de la miseria, desigualdad social y la violencia (NÚÑEZ, 2015).
El panorama hasta el 2007 fue complejo y devastador, pues a la destrucción causada por las guerras de liberación, a los miles de huérfanos, lisiados y víctimas de la guerra se le sumó esta hecatombe social.
Del 2007 al 2018, con el retorno al poder del sandinismo, se logró reducir el 50% del número de personas subalimentadas del país, se ha garantizado el acceso a educación y salud gratuita a las comunidades rurales, se ha reducido la mortalidad materna en unos 60% y la infantil en unos 52% , se ha reducido la migración, se ha avanzado del 54% hasta el 95.5% de la electrificación de la población, lo que significa 2.9 millones de habitantes rurales con luz eléctrica, se ha cambiado el 70% de la matriz energética a energía renovable y se ha incrementado la calidad y esperanza de vida de los nicaragüenses (ACOSTA, 2019).
Actualmente, Nicaragua tiene los índices de seguridad más altos de Centro América, las mejores carreteras interiores, el lugar número cinco en participación de la mujer en espacios públicos en el mundo (ACOSTA, 2019). El gobierno fue electo otra vez en 2016 con 72% del voto y regularmente salía con 60 – 80% de aprobación (FONSECA TERÁN, 2018).
Él representa una ruptura con el neoliberalismo en cuanto al modelo económico, la reinserción del Estado en la economía y la inversión en la infraestructura social que ha redignificado la vida de la gran mayoría de los nicaragüenses.
Este modelo ha valorizado la economía familiar, fortalecido a un sector cooperativo y autogestionario que provee el 65% del empleo en Nicaragua y que ha logrado reducir las importaciones de alimentos, ya que, en la actualidad, el país produce el 85% de los alimentos que consume (CES, 2018).
Estos avances sociales no han sido libres de contradicciones ni errores, como la alianza con el sector privado y la Iglesia Católica hasta abril del 2018. Sobre todo, la falta de profundización del modelo social y de participación popular en la toma de decisiones para construir otro modelo alternativo al capitalismo, donde se formen nuevos seres humanos, nuevos territorios, no forzar los límites del sistema de dominación y una nueva sociedad capaz de superar las crisis sistémicas del capitalismo (FONSECA TERÁN, 2018).
LA INSURRECCIÓN “MADE IN USA”
En esta sección, se revisa el periodo de preparación de los sucesos de abril del 2018 y la influencia estadounidense, en particular, su financiamiento en la construcción de redes sociales y empresas mediáticas. En los primeros momentos de abril y junio, esas redes y empresas tuvieron la capacidad de convencer a una parte significativa de la juventud y la población nicaragüense y, un año después de los hechos, mantienen capacidad hegemónica sobre los medios internacionales.
Mike Pompeo, Secretario de Estado de EEUU, abiertamente ha declarado que el objetivo de EEUU es desestabilizar y cambiar los gobiernos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, países declarados como eje del mal en el continente.
Para lograr su objetivo han otorgado financiamientos durante años a medios locales y una red de organismos de derechos humanos para construir una versión de la verdad (FONSECA TERÁN, 2018). En mayo de 2018, la revista del NED, Global Americans, publicó un artículo impresionante por su sinceridad, en el cual se auto felicita por haber “sentado las bases para una insurrección” (WADDELL, 2018).
El NED fue creado en 1982 como institución no lucrativa y figura en el presupuesto anual del Departamento de Estado de EEUU dentro de la USAID, para canalizar fondos del congreso y ofrecer ayuda política internacional a grupos políticos nacionales que respondan a sus intereses geopolíticos. En 1990, el NED invirtió 16 millones de dólares para influir en las elecciones de Nicaragua fundando la oposición antisandinista, luego de lograr sus objetivos, nunca dejó de funcionar.
Su enfoque fue de “promoción de democracia”, teniendo amplios presupuestos y usando su amplia experiencia para las operaciones de cambio de régimen en abril del 2018 en Nicaragua (KAUFFMAN, 2019).
En 2007, EEUU rediseñó su estrategia dado que los partidos políticos nicaragüenses alineados con su política habían perdido mucho prestigio, por los altos niveles de corrupción (uno de los más altos en América Latina en ese momento), las políticas neoliberales y el desprecio público por las clases gobernantes a la realidad de las clases populares.
Por eso, creó mecanismos más eficientes para financiar y controlar organismos que dieran una apariencia de objetividad y que representaran la lucha social, más allá de la política, para dar una perspectiva de la sociedad civil “independiente” con rostro humano sin nexos con ningún partido (BLUM, 2005).
El presupuesto público del NED para construir oposición en Nicaragua, desde el 2014, ha sido 4.4 millones de dólares; para el 2017, fue más de $700,000. El gasto fue enfocado en organizaciones de DDHH, medios informativos y redes sociales con formación de jóvenes para la “incidencia política” (WADDEL, 2018, p.3), fomentar el debate y generar información sobre seguridad y violencia (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
La red de distribución de este presupuesto fue el sector de organizaciones no gubernamentales (ONG). La ONG Hagamos Democracia recibió $525,000 en financiamiento, del 2014 al 2018, y el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP) recibió mínimo $260,000 del NED. En 2018, el presupuesto de USAID para capacitación a la sociedad civil fue de $5.2 millones de dólares (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
Las organizaciones construidas y respaldadas por NED han pasado años recibiendo amplio presupuesto en millones de dólares “sentando las bases para la insurrección en Nicaragua” (WADDELL, 2018, p. 03). Mediante becas para estudiar inglés, diplomados, postgrados y cursos con nombres atractivos y tentativos a la juventud, acreditados con universidades privadas de alta exclusividad.
Las becas eran difundidas en las redes sociales, en las universidades públicas y privadas y en las comunidades de base juveniles de la Iglesia Católica.
Los jóvenes aplicaban en una página web. Entrevistas realizadas por la autora de este artículo, en 2019, revelaron lo atractivo de estos cursos:
"Yo me enteré por las pastorales juveniles de catedral, todo joven líder de pastoral juvenil tenía que aplicar y me dijeron que aplicara en las redes sociales nos decían que era un consorcio abierto donde participaban el IPADE, la embajada, USAID, IEEPP, Universidad Americana, Universidad Tomas Moore, American College". Ya estando ahí te hablaban de fondos para la inversión, de becas internacionales a EEUU, programas de pasantías y voluntariados solidarios, viajes internacionales y para que te financiaran programas grandes o emprendedurismos tenías que ser parte del consorcio, te decía que era apolítico y que sobre todo era para el desarrollo, pero una vez que iniciabas en un programa te daban acompañamiento (Entrevista ALP, 11 de febrero de 2019).
Es estimado que entre dos y cinco mil jóvenes fueron capacitados como promotores de democracia, actores de influencia, periodistas comunitarios y otros títulos (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019). Los cursos incluían formulación de proyectos, reportajes, videos, fotografías, redes sociales, creación de páginas web, colecta de fondos y donación, entre otros:
Participabas en concursos de iniciativa y te premiaban económicamente y lo que yo vi en abril fueron las ideas más exitosas en las redes durante los programas que ellos tenían, había unos que eran para pintar postes y fue la idea de pintar los postes de azul y blanco en abril también te hacían el contacto con padrinos extranjeros para tus propios proyectos de impactos.
Otras veces te atraían con proyectos comunitarios del IPADE o de otras ONG que te hacían los enlaces, dentro de las iglesias manejaban bastante jóvenes. Los mismos que iban asumiendo cargo en la iglesia…la iglesia te daba recomendación, la primera entrevista para pertenecer a los talleres tenías que poner referencias.
Cuando yo aplique puse a varios de la iglesia y a otro que habían participado. Yo me di cuenta qué era un espacio competitivo de captación de jóvenes, sobresalían chavalos que no tenían aparentemente color político, había jóvenes scaut, ambientalistas, incluso chavalos de Juventud Sandinista ellos te daban una ayuda, viático, comida en hoteles, te pagaban el transporte no un pago sino tus gastos en los cursos y una acreditación para buscar trabajo en los mismos organismos (Entrevista DAR, 7 de marzo de 2019).
Lo llamativo y atractivo para los jóvenes fue la posibilidad de participar en cursos internacionales, diplomados y becas internacionales sin costo alguno:
A cada taller llegaban extranjeros que andaban supervisando, y muchas veces ellos impartían las capacitaciones, extranjeros de España, Chile, EEUU, a la graduación llegaba siempre el embajador de EEUU. Primero los hacían por locales y luego por regiones y nacionales. Los cursos siempre eran en hoteles caros o los lugares élites (Entrevista PAM, 5 de abril de 2019).
Muchas veces los chavalos iban por conocer los lugares como Selva Negra en Matagalpa, los hoteles en Bolonia en Managua, en Estelí el Hotel Hex, en Juigalpa en Café Iguana, hay chávalos que los sacaron fuera del país (Entrevista DAR, 7 de marzo de 2019).
Durante el inicio y el desarrollo de la operación de golpe suave, la mayor parte de estos jóvenes fueron activados:
Uno no piensa que es para tantos malos propósitos, pero de cierta manera uno se siente como engañado, uno se sentía que ellos estaban preparando un ejército de combate, luego ves chavalos que estaban en esos cursos, a los líderes y te sentís estafado (Entrevista FML, 6 de febrero de 2019).
Este proceso de formación fue clave para tejer una red de jóvenes con todas las herramientas comunicativas y organizativas, formados y preparados para desarrollar acciones callejeras de gran impacto simbólico.
Muchos de ellos eran jóvenes pobres o de clase media baja y alta. Fue un proceso de formación exitoso, desarrollaron un “orgullo”, un sentido de pertinencia e “identidad grupal”, al participar en estos programas, y terminaron alineados con los intereses extranjeros.
La formación que recibían sobre la realidad social y política del país era alejada del contexto histórico o político, para generar una consciencia social parcial, porque no se analizaba la historia de Nicaragua, ni el contexto político regional, ni un sentido crítico del mismo proceso de formación. Su objetivo era ¨desideologizar¨, adormecer su conciencia de clase, su sentido del momento histórico y colonizar su subjetividad. Un adiestramiento reaccionario disfrazado de revolucionario.
Los jóvenes son los más vulnerables, porque son los más atraídos por la industria cultural (para entretenimiento, moda, arte, publicidad, etc.) bobalizadora, cargada de símbolos, signos y significados psicológicamente bien construidos, destinados a favorecer la mentalidad de consumidores individualistas, banales y superficiales.
Por ello, los máximos representantes de toda esta industria del entretenimiento en Nicaragua (artistas, súper modelos, diseñadores, influencias, etc.) fueron “símbolos iconos” para las protestas de abril. En entrevista, un padre de familia de un joven que participó en los tranques y tomas de recintos de universidades públicas expresa:
Primero, se ganó una beca de estudiar inglés en el Centro Cultural Estadounidense y luego solo de curso en curso vivía, no me decía nada solo ahí vengo… pero fue cambiando se fue llenando de ego, de orgullo, ella cree que sus análisis del país es la única verdad, llena de ego ya no es mi chavala humilde. Se volvió bien consumista, ya no acepta que es pobre (Entrevista AAS, 11 de enero de 2019).
La estrategia fue dirigida en especial a la generación milenio, porque es más susceptible a las fake news y ha crecido en los beneficios de programas sociales de educación, salud y deportes. Así, no conocen la época neoliberal de los años 1990 ni la historia del país.
Estos jóvenes formados construyeron, durante dos a cuatro años, redes sociales fuertes, nacionales y territoriales, apolíticas, donde interactuaban miles de personas sobre compra y venta, los lugares de fiesta y entretenimiento locales, etc., como, por ejemplo, las redes de Facebook Masaya Chismes y Más, Enterteriment Chontales, Mercado Oriental, Compra y Venta Nicaragua.
Ya con estas redes conformadas sólo esperaban el momento clave para activarlas, unos intentos de prueba fueron #SOSINDIOMAÍZ cuando intentaron culpar al gobierno de un incendio en una reserva y #SOSINSS con las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social.
LA OFENSIVA SOBRE TERRITORIOS INMATERIALES
Durante los primeros días del estallido, la plataforma digital estadounidense Facebook se convirtió en la principal fuente de noticias verdaderas y falsas en Nicaragua. Cientos de cuentas compraron páginas de publicidad con imágenes muy fuertes de violencia, muchas de las cuales resultaron provenir de El Salvador, Honduras e, incluso, países tan lejanos como Paraguay. Sin embargo, el impacto fue que jóvenes nicaragüenses compartieron las páginas de publicidad, las que, una vez compartidas en Facebook, dejan de avisar que son publicidad pagada y aparecen como todos los demás contenidos compartidos.
De esta manera, muchas informaciones falsas fueron diseminadas a lo largo del país, reportando muertos que no existieron e, incluso, acusando al gobierno de haber instalado francotiradores para matar a civiles.
Toda esta explosión de información digital movilizó el sentimiento de solidaridad en la juventud y la sociedad hacia los “indefensos manifestantes” contra el gobierno, que se convertía a través de Facebook en “la dictadura”.
Este tipo de narrativa tiene mucha fuerza en la sociedad nicaragüense debido a la prolongada y heroica lucha estudiantil en contra a la dictadura de Somoza. No era tan importante que no fuera cierto; lo importante era que se había alcanzado la capacidad de repetir los mensajes cientos de miles de veces, en todos los medios informativos disponibles a las y los nicaragüenses (HENDRIX, 2018). Llegaban fotografías falsas o de otros países y otros tiempos, videos y fotografías manipuladas y una campaña muy sofisticada de páginas de publicidad de Facebook (TRUCCHI, 2018).
El uso de los medios sociales para crear un “estado de shock”, pánico y paranoia fue tan fuerte, que cosas absurdas y poco creíbles en el contexto nicaragüense se volvían “la verdad”, por ejemplo: ciudades bombardeadas o que avionetas gaseaban agrotóxicos en las principales ciudades, que francotiradores cubanos estaban en Nicaragua, que drones rusos atacaban a los jóvenes protestantes, entre otros mensajes que antes y después parecían y parecen absurdas, pero que, en ese momento, movilizaron a las protestas a cierta parte de la juventud.
En la dinámica de las redes sociales, lo que hoy es viral, mañana pierde sentido y significado, por lo que, cuando se logra desmentir, ya importa poco, porque se movilizaron sentimientos y se ha generado una situación de violencia. En comunicación, a ello le llaman “falso positivo” y algunos ejemplos son: a inicios de las protestas, mediante el WhatsApp, llegaban audios de jóvenes diciendo “somos universitarios, hay un muerto en la Universidad Centro Americana (UCA)”, o videos de jóvenes que gritaban “nos están atacando, la policía nos están atacando, hay tantos heridos”; posteriormente, se descubre que nunca hubo ningún muerto en la UCA y, cuando se observaba bien los videos, sucedió que la narrativa no coincidía con las imágenes, etc.
La conflictividad de la situación se manejó desde la hegemonía total de Facebook y WhatsApp, donde se articuló la estrategia de quitarle territorios inmateriales a la lucha de la historia del sandinismo. Por ejemplo, todas las organizaciones estudiantiles financiadas por las ONGs extranjeras se dieron nombres asociados con la fecha 19 de abril, a pesar de que la protesta comenzó el 18 y la mayor violencia no se logró hasta el 20.
La importancia del 19 es bien conocida en la sociedad nicaragüense, donde el 19 de julio es el día histórico del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.
De esa manera, “ocupar” el día 19 era un intento de confundir a los miembros del partido sandinista y evitar su resistencia al cambio de régimen. En las redes sociales, los grupos de oposición instaron a volver viral la frase “Ya no es 19 de Julio ahora es 19 de Abril” e, incluso, lo mencionaban en discursos públicos, camisetas y propaganda.
De la misma manera, durante los actos de violencia o vandalismo en la calle, los grupos de derecha cantaban las canciones históricas del Frente Sandinista, mientras quemaba su bandera roja y negra, destruyeron o pintaron encima de sus monumentos históricos, reemplazando los colores rojo y negro con los colores azul y blanco.
Durante semanas, la mayoría de las calles en todas las ciudades de Nicaragua fueron pintadas con azul y blanca – acciones llevadas a cabo por personas contratadas por la Iglesia Católica, los partidos de la derecha y algunas familias oligarcas locales.
Todos estos elementos – el uso de fechas simbólicas, canciones revolucionarias alusivas a la revolución sandinista usadas en las protestas y cambios bruscos de los colores vistos por la población – son parte de las tácticas mencionadas sobre el uso de los símbolos y significados, por el autor estadounidense Gene Sharp (1993), en sus obras sobre el “golpe suave” que dieron contenido a las organizaciones financiados por NED para realizar cambios de régimen en el este de Europa, como en Yugoslavia (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
Este tipo de acción muestra una nueva fase en las estrategias de control y la lucha territorial en América Latina. La idea de los tranques fue crear una copia de las barricadas en los barrios en la insurrección popular de 1979 e igual a la guerra en Siria, donde la oposición yihadista, con la asistencia de los servicios de inteligencia occidentales, usaba tranques para establecer áreas donde el gobierno y los medios no podían llegar, esto para manejar una narrativa del conflicto opuesta a la realidad (BLUMENTHAL, 2018).
Fue una embestida física e ideológica bien diseñada, organizada y planificada hacia las acciones, espacios físicos, objetos, sistemas y relaciones de poder inmersos siempre en los territorios materiales e inmateriales (MACANO, 2009). Los tranques convirtieron a los espacios públicos en zonas donde, con violencia, controlaron la libre circulación y el abastecimiento, paralizaron el tráfico internacional, quemaron, saquearon los edificios públicos e históricos, torturaron, quemaron y asesinaron públicamente a sandinistas históricos.
Esto dejó como consecuencia el debilitamiento de la economía nacional y local, la pérdida de 100 mil empleos y 182 millones de dólares en pérdidas en infraestructura del estado, escuelas, hospitales, sitios históricos quemados, saqueados y totalmente destruidos (ACOSTA, 2019). También, la reducción del presupuesto general de la república, personas fallecidas, heridas y traumas psicológicos, división y fractura en miles de familias nicaragüenses.
Los medios internacionales hicieron ecos a la narrativa creada a partir del cerco mediático y difundida por miles de cuentas falsas y de pobladores inconformes con el modelo o confundidos; pretendieron controlar el territorio inmaterial de las ideas cotidianas, los sentimientos y pensamientos de las personas (MACANO, 2009). En especial, quisieron dominar los sentimientos de la juventud hacia el sandinismo, generando confusión y polarización de la sociedad.
La estrategia comunicativa de los grupos financiados por NED se basaba en generar odio e intolerancia entre los dos lados de nicaragüenses: una parte de la población sentía indignación contra el gobierno “asesino” y otra parte, terror y confusión. Usaron el odio al sandinismo como válvula de escape a las frustraciones personales y sociales.
Uno de los elementos en los cuales hay mayor desacuerdo entre las perspectivas sobre el conflicto es con respecto a si hubo o no grupos armados de la derecha política que atabaca las casas y familias de sandinistas a lo largo del país.
En este sentido, el investigador Enrique Hendrix (2018) publicó un estudio que, tras revisar caso por caso las circunstancias en que fallecieron los 193 muertos oficiales del conflicto, concluye que unas 60 personas asociadas con la oposición se murieron, la mayoría en medio de tiroteos con la policía.
Otro grupo de 59 personas muertas fueron sandinistas, la mayoría habiendo sido secuestradas y asesinadas. Unas sesenta personas que nunca participaron por un lado ni el otro se murieron como resultado de balas perdidas o asaltos y 23 policías fueron asesinados.
Sin embargo, dentro de Nicaragua, el mejor predictor para la opinión sobre el tema, es el origen de clase social: la gente de barrio, de a pie, los que vivieron en carne propia los tranques, la persecución por ideología política y la violencia, aunque no sean simpatizantes sandinistas, dicen lo que vivieron; y los de clases medias para arriba, que desde el confort de sus casas, en residenciales privadas, instaban a la violencia o repetían información que desconocían su veracidad, tienen otra opinión y reproducen el discurso sobre la dictadura.
En este caso fue el origen y la consciencia de clase y no el origen ideológico el que marcó la diferencia, mucha gente que, en los años 1980, fue contrarrevolucionaria, pobre, de barrio, de campo, obreros o campesinos no se dejaron convencer por la oleada mediática y otra gente que, en los años 1980, fueron emisarios revolucionarios, clases altas y medias altas, hoy vinculados al sector de ONGs, tuvieron otra posición. El territorio ideológico quedó demarcado, las etiquetas desaparecieron y se transparentares en las personas los principios, valores y la identidad.
El terror siempre ha sido usado como mecanismo en la historia centroamericana —lo usaron los conquistadores contra los indígenas rebeldes, luego los marinos yankees en las invasiones a Nicaragua, las dictaduras latinoamericanas, la contrarrevolución en Nicaragua y la oposición en abril del 2018:
“El terror siempre fue usado en la conquista para alterar la percepción de las personas sobre sí mismos y el colectivo garantizar por la fuerza la alteración y la deformación de la conciencia de los individuos, en el ser, el pensar y el hacer” (VALENZUELA, 2009, p. 204).
En medio de este panorama, no se clarificaban las partes en conflicto. El gobierno llamó a los manifestantes a sentarse, para llegar a acuerdos, en lo que se llamó el dialogo nacional. Por el lado de los manifestantes opositores, María Nelly Rivas, la representante de Cargill en Nicaragua que fue becada del Aspen Instituto, junto al Director de IEEPP, Félix Maradiaga (ZEESE; MCCUNE, 2018); Michael Healey, representante de UPANIC, donde se agrupa el monocultivo agroexportador. Otros tenían apellidos muy conocidos, a lo largo de varios siglos de historia nicaragüense, como Juan Sebastián Chamorro, de apellido icono de la oligarquía en Nicaragua (NUÑEZ, 2014).
Estos se presentaban, como los reinvindicadores sociales y eran respaldados por organizaciones “populares”, como el movimiento anticanal financiado por Hágamos Democracia y NED (ZEESE; MCCUNE, 2018) exigían la salida inmediata del presidente, representaban al gran capital nacional y transnacional alineado a los intereses de EEUU. En entrevista, un trabajador informal de la construcción planteó su percepción del diálogo:
Al rico no le interesa el pobre nunca le han interesado…en el dialogo nacional la mayoría de la alianza cívica eran blanquitos, altos, hablaban bien parecía un discurso aprendido, y con organizaciones desconocidos… Por el lado del gobierno se miraba gente común sin apellidos conocidos, eran negros, morenos, altos, gordos, flacos. Hablaban normal, eran organizaciones conocidas… (Entrevista TLD, 11 de febrero de 2019).
Las organizaciones de base con largas trayectorias de lucha social como, por ejemplo, los sindicatos de maestros(as), transportistas, obreros(as) agrícolas, enfermeros(as) y otras, todas las que, durante 16 años, se resistieron al neoliberalismo, reconocidas por largas luchas sociales, que realizaban huelgas nacionales y paralizaron en ocasiones el país en los años 1990; movimientos sociales auténticos que lograron con la movilización popular el regreso del sandinismo se pronunciaron en contra al golpe. Las cooperativas de taxistas y campesinos(as) igualmente apoyaron al gobierno durante el diálogo nacional. Importantemente, la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) se mantuvo en contra al golpe durante todo el período de conflicto y, como resultado, sufrió un intento de deslegitimación y represión por parte de la derecha armada.
Dichas organizaciones populares reconocieron los aciertos y errores del gobierno y se posicionaron en que no era necesaria la violencia ni destruir la economía del país o pedir intervención extranjera y sanciones a EEUU, para hacer un cambio de gobierno. Estos representaban la economía popular que es realmente la economía productiva de la economía nacional (NUÑEZ, 2015).
El dialogo no avanzó y la violencia continuó. Después de dos meses, la población en los distintos territorios creo sus propias alternativas de comunicación contra hegemónica, retomó las redes sociales y construyó sus propias trincheras geográficas para defender los barrios y los espacios públicos como alternativas de repuesta ante la violencia que se estaba extendiendo en el país.
BARRICADAS, LIDERAZGO TERRITORIAL Y LA RESISTENCIA MATERIAL E INMATERIAL
Las barricadas fueron lugares de cuido colectivo con horarios y roles definidos para mantener la seguridad territorial, donde se encontraban jóvenes, viejos, vendedores ambulantes de la calle, vendedores de los mercados, desempleados, campesinos, jubilados, trabajadores públicos, amas de casa, ex militares, pero sobre trabajadores de la economía popular y habitantes de cada lugar. Más allá de una posición ideológica, los unía la necesidad de protección colectiva, la oposición a la violencia y los abusos en los tranques.
La logística de estos espacios fue asumida por la población del territorio, porque, por los cercos geográficos, no había otra manera de garantizar la alimentación, la movilización y logística. Las tareas básicas de estos puntos organizados en los barrios fueron la protección física de los barrios e instituciones, crear espacios sin odio, ni discriminación, intercambiar, comunicar lo que estaba sucediendo persona a persona, hacer actividades culturales, rezos y hacer presencia en las redes sociales.
Por lo general, se ubicaron en la entrada de los barrios en alguna casa y alrededor de instituciones públicas o casas del partido.
En la cotidianidad se reconstruyó y valorizó la verdad y con ello la memoria histórica de los territorios. Esto mostró que las formas de resistencia territorial “nunca se producen en abstracto, empiezan dándose sobre el terreno y en función de los conflictos establecidos por los opresores” (SANTOS, 2009, p. 385).
Es estimado que entre dos y cinco mil jóvenes fueron capacitados como promotores de democracia, actores de influencia, periodistas comunitarios y otros títulos (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019). Los cursos incluían formulación de proyectos, reportajes, videos, fotografías, redes sociales, creación de páginas web, colecta de fondos y donación, entre otros:
Participabas en concursos de iniciativa y te premiaban económicamente y lo que yo vi en abril fueron las ideas más exitosas en las redes durante los programas que ellos tenían, había unos que eran para pintar postes y fue la idea de pintar los postes de azul y blanco en abril también te hacían el contacto con padrinos extranjeros para tus propios proyectos de impactos.
Otras veces te atraían con proyectos comunitarios del IPADE o de otras ONG que te hacían los enlaces, dentro de las iglesias manejaban bastante jóvenes. Los mismos que iban asumiendo cargo en la iglesia…la iglesia te daba recomendación, la primera entrevista para pertenecer a los talleres tenías que poner referencias.
Cuando yo aplique puse a varios de la iglesia y a otro que habían participado. Yo me di cuenta qué era un espacio competitivo de captación de jóvenes, sobresalían chavalos que no tenían aparentemente color político, había jóvenes scaut, ambientalistas, incluso chavalos de Juventud Sandinista ellos te daban una ayuda, viático, comida en hoteles, te pagaban el transporte no un pago sino tus gastos en los cursos y una acreditación para buscar trabajo en los mismos organismos (Entrevista DAR, 7 de marzo de 2019).
Lo llamativo y atractivo para los jóvenes fue la posibilidad de participar en cursos internacionales, diplomados y becas internacionales sin costo alguno:
A cada taller llegaban extranjeros que andaban supervisando, y muchas veces ellos impartían las capacitaciones, extranjeros de España, Chile, EEUU, a la graduación llegaba siempre el embajador de EEUU. Primero los hacían por locales y luego por regiones y nacionales. Los cursos siempre eran en hoteles caros o los lugares élites (Entrevista PAM, 5 de abril de 2019).
Muchas veces los chavalos iban por conocer los lugares como Selva Negra en Matagalpa, los hoteles en Bolonia en Managua, en Estelí el Hotel Hex, en Juigalpa en Café Iguana, hay chávalos que los sacaron fuera del país (Entrevista DAR, 7 de marzo de 2019).
Durante el inicio y el desarrollo de la operación de golpe suave, la mayor parte de estos jóvenes fueron activados:
Uno no piensa que es para tantos malos propósitos, pero de cierta manera uno se siente como engañado, uno se sentía que ellos estaban preparando un ejército de combate, luego ves chavalos que estaban en esos cursos, a los líderes y te sentís estafado (Entrevista FML, 6 de febrero de 2019).
Este proceso de formación fue clave para tejer una red de jóvenes con todas las herramientas comunicativas y organizativas, formados y preparados para desarrollar acciones callejeras de gran impacto simbólico.
Muchos de ellos eran jóvenes pobres o de clase media baja y alta. Fue un proceso de formación exitoso, desarrollaron un “orgullo”, un sentido de pertinencia e “identidad grupal”, al participar en estos programas, y terminaron alineados con los intereses extranjeros.
La formación que recibían sobre la realidad social y política del país era alejada del contexto histórico o político, para generar una consciencia social parcial, porque no se analizaba la historia de Nicaragua, ni el contexto político regional, ni un sentido crítico del mismo proceso de formación. Su objetivo era ¨desideologizar¨, adormecer su conciencia de clase, su sentido del momento histórico y colonizar su subjetividad. Un adiestramiento reaccionario disfrazado de revolucionario.
Los jóvenes son los más vulnerables, porque son los más atraídos por la industria cultural (para entretenimiento, moda, arte, publicidad, etc.) bobalizadora, cargada de símbolos, signos y significados psicológicamente bien construidos, destinados a favorecer la mentalidad de consumidores individualistas, banales y superficiales.
Por ello, los máximos representantes de toda esta industria del entretenimiento en Nicaragua (artistas, súper modelos, diseñadores, influencias, etc.) fueron “símbolos iconos” para las protestas de abril. En entrevista, un padre de familia de un joven que participó en los tranques y tomas de recintos de universidades públicas expresa:
Primero, se ganó una beca de estudiar inglés en el Centro Cultural Estadounidense y luego solo de curso en curso vivía, no me decía nada solo ahí vengo… pero fue cambiando se fue llenando de ego, de orgullo, ella cree que sus análisis del país es la única verdad, llena de ego ya no es mi chavala humilde. Se volvió bien consumista, ya no acepta que es pobre (Entrevista AAS, 11 de enero de 2019).
La estrategia fue dirigida en especial a la generación milenio, porque es más susceptible a las fake news y ha crecido en los beneficios de programas sociales de educación, salud y deportes. Así, no conocen la época neoliberal de los años 1990 ni la historia del país.
Estos jóvenes formados construyeron, durante dos a cuatro años, redes sociales fuertes, nacionales y territoriales, apolíticas, donde interactuaban miles de personas sobre compra y venta, los lugares de fiesta y entretenimiento locales, etc., como, por ejemplo, las redes de Facebook Masaya Chismes y Más, Enterteriment Chontales, Mercado Oriental, Compra y Venta Nicaragua.
Ya con estas redes conformadas sólo esperaban el momento clave para activarlas, unos intentos de prueba fueron #SOSINDIOMAÍZ cuando intentaron culpar al gobierno de un incendio en una reserva y #SOSINSS con las reformas del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social.
LA OFENSIVA SOBRE TERRITORIOS INMATERIALES
Durante los primeros días del estallido, la plataforma digital estadounidense Facebook se convirtió en la principal fuente de noticias verdaderas y falsas en Nicaragua. Cientos de cuentas compraron páginas de publicidad con imágenes muy fuertes de violencia, muchas de las cuales resultaron provenir de El Salvador, Honduras e, incluso, países tan lejanos como Paraguay. Sin embargo, el impacto fue que jóvenes nicaragüenses compartieron las páginas de publicidad, las que, una vez compartidas en Facebook, dejan de avisar que son publicidad pagada y aparecen como todos los demás contenidos compartidos.
De esta manera, muchas informaciones falsas fueron diseminadas a lo largo del país, reportando muertos que no existieron e, incluso, acusando al gobierno de haber instalado francotiradores para matar a civiles.
Toda esta explosión de información digital movilizó el sentimiento de solidaridad en la juventud y la sociedad hacia los “indefensos manifestantes” contra el gobierno, que se convertía a través de Facebook en “la dictadura”.
Este tipo de narrativa tiene mucha fuerza en la sociedad nicaragüense debido a la prolongada y heroica lucha estudiantil en contra a la dictadura de Somoza. No era tan importante que no fuera cierto; lo importante era que se había alcanzado la capacidad de repetir los mensajes cientos de miles de veces, en todos los medios informativos disponibles a las y los nicaragüenses (HENDRIX, 2018). Llegaban fotografías falsas o de otros países y otros tiempos, videos y fotografías manipuladas y una campaña muy sofisticada de páginas de publicidad de Facebook (TRUCCHI, 2018).
El uso de los medios sociales para crear un “estado de shock”, pánico y paranoia fue tan fuerte, que cosas absurdas y poco creíbles en el contexto nicaragüense se volvían “la verdad”, por ejemplo: ciudades bombardeadas o que avionetas gaseaban agrotóxicos en las principales ciudades, que francotiradores cubanos estaban en Nicaragua, que drones rusos atacaban a los jóvenes protestantes, entre otros mensajes que antes y después parecían y parecen absurdas, pero que, en ese momento, movilizaron a las protestas a cierta parte de la juventud.
En la dinámica de las redes sociales, lo que hoy es viral, mañana pierde sentido y significado, por lo que, cuando se logra desmentir, ya importa poco, porque se movilizaron sentimientos y se ha generado una situación de violencia. En comunicación, a ello le llaman “falso positivo” y algunos ejemplos son: a inicios de las protestas, mediante el WhatsApp, llegaban audios de jóvenes diciendo “somos universitarios, hay un muerto en la Universidad Centro Americana (UCA)”, o videos de jóvenes que gritaban “nos están atacando, la policía nos están atacando, hay tantos heridos”; posteriormente, se descubre que nunca hubo ningún muerto en la UCA y, cuando se observaba bien los videos, sucedió que la narrativa no coincidía con las imágenes, etc.
La conflictividad de la situación se manejó desde la hegemonía total de Facebook y WhatsApp, donde se articuló la estrategia de quitarle territorios inmateriales a la lucha de la historia del sandinismo. Por ejemplo, todas las organizaciones estudiantiles financiadas por las ONGs extranjeras se dieron nombres asociados con la fecha 19 de abril, a pesar de que la protesta comenzó el 18 y la mayor violencia no se logró hasta el 20.
La importancia del 19 es bien conocida en la sociedad nicaragüense, donde el 19 de julio es el día histórico del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.
De esa manera, “ocupar” el día 19 era un intento de confundir a los miembros del partido sandinista y evitar su resistencia al cambio de régimen. En las redes sociales, los grupos de oposición instaron a volver viral la frase “Ya no es 19 de Julio ahora es 19 de Abril” e, incluso, lo mencionaban en discursos públicos, camisetas y propaganda.
De la misma manera, durante los actos de violencia o vandalismo en la calle, los grupos de derecha cantaban las canciones históricas del Frente Sandinista, mientras quemaba su bandera roja y negra, destruyeron o pintaron encima de sus monumentos históricos, reemplazando los colores rojo y negro con los colores azul y blanco.
Durante semanas, la mayoría de las calles en todas las ciudades de Nicaragua fueron pintadas con azul y blanca – acciones llevadas a cabo por personas contratadas por la Iglesia Católica, los partidos de la derecha y algunas familias oligarcas locales.
Todos estos elementos – el uso de fechas simbólicas, canciones revolucionarias alusivas a la revolución sandinista usadas en las protestas y cambios bruscos de los colores vistos por la población – son parte de las tácticas mencionadas sobre el uso de los símbolos y significados, por el autor estadounidense Gene Sharp (1993), en sus obras sobre el “golpe suave” que dieron contenido a las organizaciones financiados por NED para realizar cambios de régimen en el este de Europa, como en Yugoslavia (BLUMENTHAL; MCCUNE, 2019).
Este tipo de acción muestra una nueva fase en las estrategias de control y la lucha territorial en América Latina. La idea de los tranques fue crear una copia de las barricadas en los barrios en la insurrección popular de 1979 e igual a la guerra en Siria, donde la oposición yihadista, con la asistencia de los servicios de inteligencia occidentales, usaba tranques para establecer áreas donde el gobierno y los medios no podían llegar, esto para manejar una narrativa del conflicto opuesta a la realidad (BLUMENTHAL, 2018).
Fue una embestida física e ideológica bien diseñada, organizada y planificada hacia las acciones, espacios físicos, objetos, sistemas y relaciones de poder inmersos siempre en los territorios materiales e inmateriales (MACANO, 2009). Los tranques convirtieron a los espacios públicos en zonas donde, con violencia, controlaron la libre circulación y el abastecimiento, paralizaron el tráfico internacional, quemaron, saquearon los edificios públicos e históricos, torturaron, quemaron y asesinaron públicamente a sandinistas históricos.
Esto dejó como consecuencia el debilitamiento de la economía nacional y local, la pérdida de 100 mil empleos y 182 millones de dólares en pérdidas en infraestructura del estado, escuelas, hospitales, sitios históricos quemados, saqueados y totalmente destruidos (ACOSTA, 2019). También, la reducción del presupuesto general de la república, personas fallecidas, heridas y traumas psicológicos, división y fractura en miles de familias nicaragüenses.
Los medios internacionales hicieron ecos a la narrativa creada a partir del cerco mediático y difundida por miles de cuentas falsas y de pobladores inconformes con el modelo o confundidos; pretendieron controlar el territorio inmaterial de las ideas cotidianas, los sentimientos y pensamientos de las personas (MACANO, 2009). En especial, quisieron dominar los sentimientos de la juventud hacia el sandinismo, generando confusión y polarización de la sociedad.
La estrategia comunicativa de los grupos financiados por NED se basaba en generar odio e intolerancia entre los dos lados de nicaragüenses: una parte de la población sentía indignación contra el gobierno “asesino” y otra parte, terror y confusión. Usaron el odio al sandinismo como válvula de escape a las frustraciones personales y sociales.
Uno de los elementos en los cuales hay mayor desacuerdo entre las perspectivas sobre el conflicto es con respecto a si hubo o no grupos armados de la derecha política que atabaca las casas y familias de sandinistas a lo largo del país.
En este sentido, el investigador Enrique Hendrix (2018) publicó un estudio que, tras revisar caso por caso las circunstancias en que fallecieron los 193 muertos oficiales del conflicto, concluye que unas 60 personas asociadas con la oposición se murieron, la mayoría en medio de tiroteos con la policía.
Otro grupo de 59 personas muertas fueron sandinistas, la mayoría habiendo sido secuestradas y asesinadas. Unas sesenta personas que nunca participaron por un lado ni el otro se murieron como resultado de balas perdidas o asaltos y 23 policías fueron asesinados.
Sin embargo, dentro de Nicaragua, el mejor predictor para la opinión sobre el tema, es el origen de clase social: la gente de barrio, de a pie, los que vivieron en carne propia los tranques, la persecución por ideología política y la violencia, aunque no sean simpatizantes sandinistas, dicen lo que vivieron; y los de clases medias para arriba, que desde el confort de sus casas, en residenciales privadas, instaban a la violencia o repetían información que desconocían su veracidad, tienen otra opinión y reproducen el discurso sobre la dictadura.
En este caso fue el origen y la consciencia de clase y no el origen ideológico el que marcó la diferencia, mucha gente que, en los años 1980, fue contrarrevolucionaria, pobre, de barrio, de campo, obreros o campesinos no se dejaron convencer por la oleada mediática y otra gente que, en los años 1980, fueron emisarios revolucionarios, clases altas y medias altas, hoy vinculados al sector de ONGs, tuvieron otra posición. El territorio ideológico quedó demarcado, las etiquetas desaparecieron y se transparentares en las personas los principios, valores y la identidad.
El terror siempre ha sido usado como mecanismo en la historia centroamericana —lo usaron los conquistadores contra los indígenas rebeldes, luego los marinos yankees en las invasiones a Nicaragua, las dictaduras latinoamericanas, la contrarrevolución en Nicaragua y la oposición en abril del 2018:
“El terror siempre fue usado en la conquista para alterar la percepción de las personas sobre sí mismos y el colectivo garantizar por la fuerza la alteración y la deformación de la conciencia de los individuos, en el ser, el pensar y el hacer” (VALENZUELA, 2009, p. 204).
En medio de este panorama, no se clarificaban las partes en conflicto. El gobierno llamó a los manifestantes a sentarse, para llegar a acuerdos, en lo que se llamó el dialogo nacional. Por el lado de los manifestantes opositores, María Nelly Rivas, la representante de Cargill en Nicaragua que fue becada del Aspen Instituto, junto al Director de IEEPP, Félix Maradiaga (ZEESE; MCCUNE, 2018); Michael Healey, representante de UPANIC, donde se agrupa el monocultivo agroexportador. Otros tenían apellidos muy conocidos, a lo largo de varios siglos de historia nicaragüense, como Juan Sebastián Chamorro, de apellido icono de la oligarquía en Nicaragua (NUÑEZ, 2014).
Estos se presentaban, como los reinvindicadores sociales y eran respaldados por organizaciones “populares”, como el movimiento anticanal financiado por Hágamos Democracia y NED (ZEESE; MCCUNE, 2018) exigían la salida inmediata del presidente, representaban al gran capital nacional y transnacional alineado a los intereses de EEUU. En entrevista, un trabajador informal de la construcción planteó su percepción del diálogo:
Al rico no le interesa el pobre nunca le han interesado…en el dialogo nacional la mayoría de la alianza cívica eran blanquitos, altos, hablaban bien parecía un discurso aprendido, y con organizaciones desconocidos… Por el lado del gobierno se miraba gente común sin apellidos conocidos, eran negros, morenos, altos, gordos, flacos. Hablaban normal, eran organizaciones conocidas… (Entrevista TLD, 11 de febrero de 2019).
Las organizaciones de base con largas trayectorias de lucha social como, por ejemplo, los sindicatos de maestros(as), transportistas, obreros(as) agrícolas, enfermeros(as) y otras, todas las que, durante 16 años, se resistieron al neoliberalismo, reconocidas por largas luchas sociales, que realizaban huelgas nacionales y paralizaron en ocasiones el país en los años 1990; movimientos sociales auténticos que lograron con la movilización popular el regreso del sandinismo se pronunciaron en contra al golpe. Las cooperativas de taxistas y campesinos(as) igualmente apoyaron al gobierno durante el diálogo nacional. Importantemente, la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) se mantuvo en contra al golpe durante todo el período de conflicto y, como resultado, sufrió un intento de deslegitimación y represión por parte de la derecha armada.
Dichas organizaciones populares reconocieron los aciertos y errores del gobierno y se posicionaron en que no era necesaria la violencia ni destruir la economía del país o pedir intervención extranjera y sanciones a EEUU, para hacer un cambio de gobierno. Estos representaban la economía popular que es realmente la economía productiva de la economía nacional (NUÑEZ, 2015).
El dialogo no avanzó y la violencia continuó. Después de dos meses, la población en los distintos territorios creo sus propias alternativas de comunicación contra hegemónica, retomó las redes sociales y construyó sus propias trincheras geográficas para defender los barrios y los espacios públicos como alternativas de repuesta ante la violencia que se estaba extendiendo en el país.
BARRICADAS, LIDERAZGO TERRITORIAL Y LA RESISTENCIA MATERIAL E INMATERIAL
Las barricadas fueron lugares de cuido colectivo con horarios y roles definidos para mantener la seguridad territorial, donde se encontraban jóvenes, viejos, vendedores ambulantes de la calle, vendedores de los mercados, desempleados, campesinos, jubilados, trabajadores públicos, amas de casa, ex militares, pero sobre trabajadores de la economía popular y habitantes de cada lugar. Más allá de una posición ideológica, los unía la necesidad de protección colectiva, la oposición a la violencia y los abusos en los tranques.
La logística de estos espacios fue asumida por la población del territorio, porque, por los cercos geográficos, no había otra manera de garantizar la alimentación, la movilización y logística. Las tareas básicas de estos puntos organizados en los barrios fueron la protección física de los barrios e instituciones, crear espacios sin odio, ni discriminación, intercambiar, comunicar lo que estaba sucediendo persona a persona, hacer actividades culturales, rezos y hacer presencia en las redes sociales.
Por lo general, se ubicaron en la entrada de los barrios en alguna casa y alrededor de instituciones públicas o casas del partido.
En la cotidianidad se reconstruyó y valorizó la verdad y con ello la memoria histórica de los territorios. Esto mostró que las formas de resistencia territorial “nunca se producen en abstracto, empiezan dándose sobre el terreno y en función de los conflictos establecidos por los opresores” (SANTOS, 2009, p. 385).
Los que tuvieron “habilidad de cambiar el terreno y los términos del conflicto mediante acciones cotidianas y colectivas” (SANTOS, 2009, p. 386) fueron la militancia histórica del sandinismo, que muchas veces dejó a un lado contradicciones personales y pusó a disposición toda su experiencia organizativa, fuerza moral y consciencia histórica para cambiar la correlación de fuerzas. En estos espacios, se encontraban bisabuelos que lucharon con Sandino o contra Somoza, abuelos que defendieron la revolución en los años 1980, padres y madres que lucharon contra el neoliberalismo. Juntos realizaron vigilancia colectiva día y noche a entrada de caminos, barrios, las casas de familias amenazadas, las instituciones, cruzaron comida y fortalecieron el dialogo generacional, la cohesión social territorial, la comunicación personal y la identidad territorial.
Hubo un dialogo generacional: los sandinistas históricos revelaron quienes eran a la juventud que anteriormente los trataba, muchas veces, con menospreció; fueron revalorizados y reconocidos en los territorios, puesto que cargaron en sus hombros el destino del conflicto territorial; ellos y ellas compartieron su experiencia organizativa, ideológica, liderazgo y los jóvenes su experiencia en las redes sociales y energía. Las distintas generaciones aprendieron mutuamente. Es notable que también se usaron las redes sociales, para ir desmintiendo, clarificando, explicando y dialogando.
En entrevistas, combatientes históricos que lideraban los territorios plantean que no tuvieron ninguna duda acerca de la realidad sociopolítica:
El sandinista tiene la consciencia que la realidad puede ser cambiada…en mi vida aprendí que todo cambia, pero orientar el cambio a favor de los más pobres, proyectos sociales…no sos sandinista hasta los 55 y me jubile y dejo de luchar, hasta el último aliento de vida tienes que luchar por Nicaragua con consciencia, si entiendes los motores de la sociedad de las fuerzas sociales no te sentís inmovilizado, desmoralizado, sentís seguridad que todo se puede cambiar (Entrevista JAA, 2 de abril de 2019).
Yo me integre al frente en 1978 era zapatero, en Juigalpa me integre con Ahmed Campos. Sobrevir a la prisión, la tortura de Somoza, a las masacres de la contra, 3 veces secuestrado por los comandos de la resistencia, tengo 7 heridas de balas en mi cuerpo y sobreviví a 37 emboscadas de la contra… y no podía permitir que lo que nos ha costado tanta sangre desde antes del 79 se fuera así por así. El enemigo es el mismo, las técnicas son las mismas, la valentía de los otros, los principios y los valores te dan valentía coraje y no te importa morir por la patria, hay que enseñarles a los jóvenes a amar a la patria (Entrevista CHA, 2 de abril de 2019).
La historia de Nicaragua es dura, los métodos cambian, es el mismo enemigo desde Sandino, los más difícil fue no perder la calma fue una guerra psicológica, igual a la de la contra, son los mismitos métodos (Entrevista CAR, 15 de enero de 2019).
En entrevistas, dos jóvenes vendedores ambulantes que participaron junto a los liderazgos históricos manifiestan que sentían una necesidad interna de participar:
Mira mi papa se murió en la guerra en los 80 …yo tenía 4 meses, por eso fui a defender el pueblo por seguir sus ideales, hay gente más pobre que yo y siempre he visto como le apoyan, la educación, la salud, pero además me andaban persiguiendo los tranquistas por ser sandinista, me amenazaban, llegaban a mí casa a tirar balas y me sentía más seguro en las barricadas, me daba miedo pero me sentía más unido con mi papa” (Entrevista JAR 28 años, 5 de diciembre de 2018).
Sentía miedo, pero a la vez tranquilo, sentía que era una lucha porque no es justo que quiten así por así al presidente, yo sentía que era una necesidad, hay que luchar, no podés pagar con mala moneda, aprendí mucho de los viejos” (Entrevista MAG 22 años, 1 de noviembre de 2018).
En ese momento era muy peligroso ser reconocido como sandinista o asociarse con el sandinismo, por lo tanto, los intereses económicos y políticos en los territorios se replegaron, cediendo terreno a quienes les interesaba la verdad. Incluso mucha gente apolítica se molestaba por la discrepancia entre lo reportado en los medios y la realidad vivida, que, en el proceso, terminó marchando con el sandinismo.
La crisis política llegó a ser una incomparable formación política en tiempo real para miles de jóvenes. Por tal razón, en 2018, el sandinismo movilizó a más personas en la calle que en todos sus 60 años de historia política.
Asimismo, la economía popular fue la clave que evitó el desabastecimiento y carencia de productos básicos, garantizó la movilidad, alimentación, trabajo, continuidad y normalidad de la vida de los nicaragüenses.
Las similitudes y paralelos son visibles en tres momentos históricos de Nicaragua: la lucha de Sandino, la guerra de los contras y un intento de cambio de régimen mediante un golpe suave en abril del 2018. Por un lado, la participación y financiamiento estadounidense, la participación de la Iglesia Católica, la oligarquía local, el uso del terror y los medios de comunicación replicando el discurso hegemónico; por el otro lado, la resistencia territorial de las clases populares y su identidad siempre en resistencia, la capacidad de sacrificio, mística y dignidad del pueblo nicaragüense de pie.
A Sandino, al gobierno sandinista de 1979 y al gobierno sandinista actual, respaldado aún por un amplio sector de la población lo han intentado eliminar EEUU y sus aliados locales no sólo como actor político, sino de la mente y el corazón de las personas. A los tres, los menospreciaron, incomprendieron, cooptaron consignas, maximizaron los errores, mintieron, desvirtuaron los hechos, intentaron e intentan asfixiarlos económicamente. En los tres momentos, se derramó sangre de hermanos nicaragüenses a ambos lados del conflicto; pero se revelaron los verdaderos valores y mística sandinista y la capacidad de creatividad del pueblo.
CONCLUSIÓN
La verdad sobre lo que pasó en Nicaragua en 2018 viene resurgiendo entre las grietas y fisuras en la versión dominante, pero ya poco impacto tiene en comparación con la destrucción causada y el dolor espiritual que enluta al pueblo. Sin embargo, las lecciones siguen presentes para muchas generaciones.
El pueblo nicaragüense fue el sujeto político y actor fundamental para el cambio en la correlación de las fuerzas políticas de abril a julio del 2018, desde la organización y comunicación comunitaria hasta las redes sociales, donde estaban en disputa los valores, la identidad y las historias individuales y colectivas.
El dialogo generacional y la trasmisión de valores hacia los jóvenes, desde los líderes y militantes históricos del sandinismo, cambió la relación de poder. La formación de valores y de la identidad de los seres humanos es necesaria para construir nuevas realidades que sean capaces de resistir al sistema dominante. En este proceso es indispensable el dialogo y el relevo generacional para defender los territorios de las renovadas estrategias de control sistémicas.
Sólo los nicaragüenses deben decidir sobre el futuro de Nicaragua, sin intervención externa, sin sanciones que hagan sufrir a los más pobres y dañen la vulnerable economía de aquel país. Se recuerda el lema del internacionalismo de anteaño: “Nicaragua debe sobrevivir”.
REFERENCIAS
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