De forma recurrente, el trabajo turístico es señalado por la baja
calidad del empleo que genera. En el caso español, una de las economías
más volcadas en el turismo, se acumulan los datos que informan de bajos
salarios, extensión de los contratos a tiempo parcial o incremento de la
temporalidad (con contratos cada vez de menor duración), como puede
observarse en el recuento que, por ejemplo, hacía recientemente el
periodista de información económica Emilio de la Peña en Ctxt.
Los propios testimonios de algunas de sus trabajadoras, como las camareras de pisos, recogidos en el libro Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral (Icaria, 2015), han hecho visible un escenario laboral dominado por la sobrecarga de trabajo, la degradación de las condiciones contractuales y un estado de inseguridad permanente, las graves repercusiones de esta forma de trabajar en su salud o la represión ante las formas diversas de organización en defensa de sus derechos. Y desde las organizaciones sindicales y asociaciones de trabajadoras se lleva años denunciando la precarización del trabajo turístico, mientras el país bate récords de visitantes que se superan año tras año.
Los propios testimonios de algunas de sus trabajadoras, como las camareras de pisos, recogidos en el libro Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral (Icaria, 2015), han hecho visible un escenario laboral dominado por la sobrecarga de trabajo, la degradación de las condiciones contractuales y un estado de inseguridad permanente, las graves repercusiones de esta forma de trabajar en su salud o la represión ante las formas diversas de organización en defensa de sus derechos. Y desde las organizaciones sindicales y asociaciones de trabajadoras se lleva años denunciando la precarización del trabajo turístico, mientras el país bate récords de visitantes que se superan año tras año.
Pero cuando uno analiza la literatura académica sobre condiciones
laborales en el ámbito turístico en destinos tan dispares como Londres,
París, Cancún o Punta Cana, entre otros, aparece la misma constante: la
creciente degradación en las condiciones laborales de los trabajadores y
trabajadoras del sector. ¿A qué se debe esta precarización? ¿Cómo
explicar que en muchas partes del mundo se produzca esta misma
tendencia? ¿Es por naturaleza el empleo turístico un trabajo condenado a
los bajos salarios y situaciones de abuso? ¿Existen factores
particulares en el funcionamiento de las actividades turísticas que
favorezcan esta devaluación del trabajo frente al capital? ¿Es esto
inevitable?
I
Cuando nos referimos al trabajo turístico nos enfrentamos a una primera
dificultad de delimitación, porque sus contornos no son siempre claros y
afectan a sectores de actividad diversos. ¿Servir copas en un bar de la
Rambla de Barcelona implica la misma actividad que ponerlas en el
barrio de Roquetas, en Nou Barris? Mientras en un caso lo identificamos
rápidamente con el turismo en el otro no necesariamente hacemos lo
mismo. Es la propia demanda del turista lo que perfila lo que será
considerado desde el sentido común como trabajo turístico. En un
esfuerzo reciente por clarificar el panorama, Pautas de la OIT sobre trabajo decente y turismo socialmente responsable (2017),la Organización Internacional del Trabajo
proponía delimitar el empleo turístico a aquellas actividades
vinculadas con los servicios de alojamiento; alimentación y
entretenimiento; gestión de viajes y actividades para viajeros y,
finalmente, atracciones turísticas, brindadas tanto a las personas
residentes como a quienes están de viaje. La propuesta tiene sus
límites, por ejemplo, deja fuera buena parte del trabajo de transporte
turístico, pero tiene la virtud de proponer ciertos límites que ordenen
el debate.
En el presente artículo tomamos esta definición operativa de la OIT
como marco de referencia, poniendo una especial atención al sector
hotelero, por ser el que más empleo genera y del que, por su mayor nivel
de formalidad, tenemos en realidad más conocimiento. Hablamos también
de calidad de empleo asociándola al concepto de trabajo decente, propuesto igualmente por la OIT en el informe de su director general, Juan Somavía, durante la 87ª Conferencia Internacional del Trabajo de 1999.
Desde esta perspectiva, el trabajo decente implica un modelo laboral en
el que haya suficientes puestos de trabajo que permitan trabajar, con
remuneración suficiente, seguridad y condiciones laborales salubres y
que, además, disponga de un sistema de protección social garantizado. A
su vez, supone el respeto de los derechos fundamentales del trabajo,
como son la libertad de sindicación y la erradicación de toda forma de
discriminación laboral, trabajo forzoso y trabajo infantil.
II
La necesidad de reproducción del capital debería estar en la base de
cualquier análisis preocupado por explicar por qué las empresas
turísticas tratan de reducir sus costes laborales. Actúan como lo haría
cualquier empresa capitalista ante sus trabajadores en búsqueda de
maximizar sus ganancias.
El escenario global actual en el que operan estas empresas está marcado
por el incremento del poder corporativo sobre los trabajadores, de la
mano de los mecanismos de flexibilización impuestos y las políticas de
corte neoliberal que desde los años ochenta han laminado la capacidad de
resistencia de las organizaciones obreras. La consolidación de un
escenario post-fordista ha acentuado la pérdida de poder del trabajo
dentro de las empresas, a la par de aumentar el riesgo, la fragmentación
y la vulnerabilidad de los trabajadores y trabajadoras.
Las empresas turísticas no son alienas a este contexto hostil para el
mundo del trabajo, sin embargo, existen algunas características del
funcionamiento del propio negocio turístico, tanto por la evolución
vivida en los últimos años como de naturaleza más estructural, que
pueden ayudar a entender por qué se está produciendo esta precarización
del trabajo turístico, y en particular hotelero, tan intensa y
generalizada.
III
Empecemos por los cambios más recientes. En los últimos años se ha
consolidado un marco global de cada vez mayor competencia, en especial
vinculado a los cambios producidos por la crisis financiera
internacional de 2008 y los cambios tecnológicos, en especial por el
desarrollo de Internet, fundamentalmente ocurridos durante la última
década, y que se traducen en una mayor presión del empresariado sobre el
trabajo.
Algunos de estos cambios tienen que ver con la imposición de
determinadas comisiones y tratos de favor para sus clientes por parte de
grandes tour-operadores y plataformas online de reservas,
Online Travel Agency (OTA), desde posiciones de control estratégico del
negocio turístico por los volúmenes de reservas capaces de movilizar, o
por el de dominio segmentos especializados, como los clientes de alto
poder adquisitivo, que difícilmente podrían conseguir directamente los
hoteles por sus propios medios.
Por otra parte, a pesar de la bonanza en la que ha vivido el sector hotelero durante años de progresiva expansión, en ciertos espacios centrales del turismo internacional cada vez existe una mayor competencia
entre empresas dedicadas a un mismo segmento de actividad, que tratan
de ofrecer precios más competitivos. Esta competencia se produce entre
diferentes destinos, siendo especialmente sensibles a problemas de
incertidumbre o de seguridad, como ha ocurrido en los últimos años con
el desvío hacia la costa mediterránea española de miles de turistas
desde lugares como Túnez, Egipto o Turquía, afectados por problemas
internos. Pero lo mismo podría ocurrir en dirección contraria, si los
problemas de incertidumbre política en algunos lugares de Catalunya se
perpetuaran. O ante la pujanza de ciudades como Lisboa o Viena que
pudieran ofrecer un entorno más favorable que, por ejemplo, Barcelona.
La posibilidad que otros destinos más competitivos se consoliden está
siempre presente. Pero esta competencia también se produce dentro de los
mismos destinos, y más cuanto mayor es su éxito. La oportunidad de
negocio llama a más inversión provocando efectos indeseados por la
propia saturación de la oferta, y más cuando las autoridades públicas
tienen tantas dificultades para imponer políticas restrictivas a su
crecimiento. Así mismo, la competencia también se produce por la
aparición de nuevas formas de alojamiento vinculadas a la economía
colaborativa, que pueden quitar una parte de la cuota de mercado a los
establecimientos tradicionales.
En este sentido, y a pesar del enorme vacío existente en la literatura académica, los nuevos
negocios turísticos desarrollados dentro de la economía colaborativa no
parece que estén ofreciendo un entorno laboral de mayor calidad,
al contrario. Muy a menudo, a la par de nuevos nichos de empleo
–especialmente en la gestión de reservas, atención al clientes,
programación y finanzas–, predomina la desaparición de una parte
importante del trabajo vinculado a las actividades de alojamiento,
asumidas directamente cuando el propietario del inmueble gestiona por su
cuenta la atención de los clientes, y por medio de la economía
sumergida, sobre todo en tareas de limpieza y mantenimiento. La
sustitución de capacidad de alojamiento a través de formas tradicionales
de hotelería por estas nuevas formas vinculadas a la economía
colaborativa que se han producido en estos últimos años no parece, por
lo que sabemos hasta el momento, garantizar mejor calidad de empleo.
La creciente financiarización del sector hotelero ha
incrementado las presiones de las empresas hoteleras sobre sus
trabajadores y trabajadoras. El caso español, estudiado particularmente por el geógrafo mallorquín Ismael Yrigoy,
pone en evidencia esta situación. A raíz de la reducción de los
créditos bancarios como consecuencia de la crisis financiera, el sector
hotelero se ha vinculado más estrechamente con los fondos de inversión
internacionales. Esto acrecienta la presión para ajustar costes y tener
mayor capacidad de devolución a corto plazo de las inversiones
realizadas por estos fondos, o para mejorar su imagen ante potenciales
inversionistas, en la medida que pueden ofrecer un entorno laboral
particularmente disciplinado.
La pérdida de poder sindical ha favorecido también los procesos de precarización
en la medida que ha tenido menos capacidad de resistencia ante las
medidas impulsadas por la patronal turística. En España esta debilidad,
especialmente incisiva en las actividades vinculados a servicios, se
agudizó con la crisis, por el fuerte impacto de unos niveles de
desempleo y temporalidad escandalosos, y por las últimas reformas
laborales, en especial la de 2012, aprobada por el Partido Popular con
el apoyo, entre otros, de CiU. Con esta reforma laboral se ha
posibilitado la generalización de las externalizaciones de departamentos troncales de las empresas hoteleras, como pisos, al dar prioridad a los convenios colectivos de empresa por encima de los sectoriales.
A pesar de los enormes esfuerzos realizados desde el mundo sindical y
de las organizaciones de trabajadoras durante los últimos años para
hacer frente a las externalizaciones, aunque no siempre en sentido
coincidente, sin la presencia de organización sindical en las empresas,
los procesos de precarización del trabajo encuentran menos resistencias,
y por tanto se acentúa su extensión y la rapidez en la que se producen.
Se produce así un círculo vicioso en el que menos sindicalismo supone
mayor precariedad que, a su vez, se traduce en más debilidad sindical,
de tal modo que ambos factores se retroalimentan.
IV
Pero más allá de estos factores de transformación más recientes que se
han experimentado en el funcionamiento de las actividades turísticas,
una mirada sobre la investigación en la geografía del trabajo turístico
nos aporta pistas sobre algunos factores intrínsecamente vinculados a la
naturaleza del funcionamiento del turismo que pueden explicarnos esta
presión endémica hacia los trabajadores y trabajadoras del turismo. Tres
son las claves fundamentales: la relativa fijación en un determinado
territorio de la actividad turística, las fuertes variaciones en la
demanda de trabajo asociado a un mercado que sufre constantes y fuertes
oscilaciones, y la posibilidad de funcionar con un mercado de bajos
salarios. Vayamos por partes.
En primer lugar, el hecho que el turismo sea una actividad que
se produce en un determinado territorio hace que el empresario trate de
ajustar sus costes laborales en el mismo lugar de producción, tal como han explicado David Jordhus-Lier y Anders Underthun en un libro clave para entender la geografía del trabajo turístico, A Hospitable World? Organising Work and Workers in Hotels and Tourist Resorts
(2014). La dificultad para deslocalizar una actividad relativamente
“fijada” espacialmente hace que las empresas busquen mecanismos de
reducción de costos ahí donde se produce la actividad, por la vía de la
reducción de cargas salariales y la intensificación del trabajo. Una
empresa dedicada, por ejemplo, a la producción de coches puede buscar
otros mecanismos para reducir sus costes laborales, como desplazarse a
otros países donde la mano de obra es ya más barata. Obviamente los
capitales pueden invertir también en otros territorios y crear nuevos
entornos turísticos, aprovechando las ventajas otorgadas por una
geografía del desarrollo desigual, como han hecho por ejemplo los
capitales hoteleros de Baleares en el Caribe, pero tendrán que hacer
frente al reto de construir toda una serie de recursos y atractivos que
superan lo que puede ofrecer su propio negocio. La razón principal de
esta vinculación espacial es que el turista no consume exclusivamente
una habitación en la que se aloja o una determinada oferta cultural. Es
decir que el negocio turístico se fundamenta sobre toda una serie de
recursos públicos/comunes (playas, un entorno urbano con determinados
atractivos, actividades culturales, entre muchos otros) que hacen que su
presencia en aquel lugar tenga sentido. Por tanto, para la empresa de
lo que se trata es de poder ajustar sus costes allá donde se puede
desarrollar ese conjunto de actividades turísticas.
En segundo lugar, y siguiendo también el libro de David Jordhus-Lier y Anders Underthun, las
constantes oscilaciones en la demanda hacen que las necesidades de
empleo varíen enormemente, y que por tanto las empresas quieran disponer
de una mano de obra especialmente flexible que se adapte a los
movimientos de la clientela. Estas oscilaciones pueden
producirse por la temporada del año, según los períodos de vacaciones de
las diferentes clientelas o en función del clima; por actividades, como
congresos o actividades culturales que atraen puntualmente un mayor
número de visitantes; por días de la semana, como fines de semana; o
incluso por horas, por ejemplo, la mayor demanda en los momentos de las
comidas. Esto explica que las empresas traten constantemente de
flexibilizar la mano de obra atendiendo a las variables necesidades que
tiene este comportamiento de la demanda turística.
En tercer lugar, la relativamente escasa cualificación requerida para hacer ciertos trabajos en el sector (que, por supuesto, no es lo mismo que hacerlos bien),ha dado lugar a la consolidación de un mercado laboral de bajos salarios.
Así, el empleo turístico se concentra en gran medida en los sectores
sociales que ocupan los lugares más bajos en el mercado laboral, como
mujeres e inmigrantes de países de menor renta. En algunos casos hay
ciertas profesiones en el turismo que están plenamente feminizadas, y en
muchas ocasiones con una gran presencia de mujeres inmigrantes. Esto se
produce por la desvalorización social de las tareas reproductivas con
las que se vincula ciertas actividades en el turismo, asociándose a una
arraigada desigualdad en términos de género, que da lugar a la
feminización de determinadas actividades, como es el caso de las
camareras de piso. La intersección del género con otras condiciones
sociales, como la procedencia, la raza, la edad o la situación legal, da
lugar a una compleja red de valoraciones laborales en función de las
características que el empresariado ha asignado a cada puesto de
trabajo. La menor capacidad de incidencia de mujeres e inmigrantes de
países de menor renta que realizan estos trabajos dentro de las
estructuras sindicales ha reforzado también esta segmentación de
condiciones salariales y laborales.
A su vez, el sector se beneficia de trabajadores y trabajadoras que no
necesariamente se plantean construir una carrera profesional en el
sector, pero que pueden desempeñar ciertas actividades sin demasiada
formación o experiencia previa (como actividades de limpieza o atención a
los clientes, entre otros), y que identifican su paso por este tipo de
actividad como algo transitorio, y por tanto con menores niveles de
exigencia con respecto a sus condiciones laborales. Sería el caso, por
ejemplo, de estudiantes que compaginan estudios y trabajo o turistas que
buscan cómo costear su viaje. Anders Underthun identifica este tipo de trabajadores con el concepto de “liminalidad”, en uno de los capítulos del libro anteriormente mencionado.
En ciudades muy fuertemente posicionadas en el mercado turístico global, como podría ser el caso de Barcelona,
se produce un efecto llamada de personas dispuestas a trabajar en
cualquier condición lo cual, a su vez, acentúa el deterioro de las
condiciones de trabajo en este tipo de actividades. Para muchas personas
tener una experiencia laboral, acreditable en su currículum, en un
lugar con una imagen internacional tan favorable, supone una
cualificación en su carrera profesional, que no necesariamente tiene por
qué ser en la misma ciudad. Para ciertos estudiantes de clase media
regresar a sus países de origen con un máster y una experiencia laboral
en Barcelona, aunque durante sus prácticas hayan estado ganando una
miseria o que su capacitación real haya sido muy pobre, puede suponer
posibilidades de mejora profesional. Si a esto se le suman las
posibilidades de alargar una estancia con permiso de residencia bajo un
contrato en prácticas, en el caso de no residentes en la Unión Europea,
nos encontramos con una reserva de mano de obra permanentemente
renovada. Desde otra perspectiva, un lugar con capacidad para generar
trabajo sin una especial formación, resulta especialmente demandada por
personas procedentes de países con menor renta que buscan cómo encontrar
mejores alternativas de vida. Las lógicas de la especialización
turística que parecen dominar a numerosos destinos turísticos exitosos
en el mercado global refuerzan a su vez este efecto llamada en términos
de demanda de empleo.
De una u otra forma, este posicionamiento en el mercado turístico
global, refuerza las posibilidades que las empresas tiendan a ofrecer
malas condiciones salariales y de trabajo, porque tienen la capacidad de
sustituir con creces a quien no lo acepte. De este modo, y aunque
podría resultar paradójico, el éxito turístico de un destino no está
necesariamente asociado a unas condiciones de trabajo decente, más bien
todo lo contrario, a causa de la sobre oferta de demandantes de empleo
que acaban concentrándose en ese lugar.
V
Tanto por razones de evolución más reciente en la forma en la que se
están reorganizando el funcionamiento de las actividades turísticas como
por algunas de sus características estructurales, el resultado es que
el empresariado turístico tiende a presionar para reducir costes
laborales. De forma recurrente lo que estará buscando es cómo reducir
salarios, intensificar el trabajo y flexibilizar a sus empleados en
función de una demanda oscilante. Las formas en las que pueden conseguir
esto son diversas: ampliar contratación eventual y a tiempo parcial a
costa del empleo fijo; reducir los costes de contratación y despido;
extender las externalizaciones y políticas de subcontratación; ampliar
la vinculación de personal en prácticas formativas o bajo contratos
especiales (como, por ejemplo, vinculados a determinados programas de
inclusión social), entre otras.
La consecuencia de todo esto no solo es la poca calidad del empleo en
estos sectores, sino, y mucho más grave, la consolidación de los
procesos de fragmentación de las clases trabajadoras en
las empresas turísticas. Esto supone la destrucción de una experiencia
compartida por el conjunto de la plantilla de una empresa por la suma de
situaciones particulares y de una cultura de solidaridad y
reconocimiento entre todos los trabajadores y trabajadoras creada en
torno a un mismo centro de trabajo. Una situación que dificulta
enormemente la acción sindical y que, a su vez, retroalimenta los
procesos de pérdida de derechos y precarización.
¿Es necesariamente ésta la única forma en la que puede organizarse el
trabajo turístico? ¿Es inevitable esta precarización? Ejemplos de otros
lugares del mundo, como Las Vegas, que numerosos estudios académicos han documentado detalladamente, como los diferentes artículos de Jeffrey C. Waddoups,
donde la organización sindical de los trabajadores y trabajadoras ha
logrado imponer condiciones laborales favorables a sus intereses, en un
contexto altamente competitivo a escala internacional, nos permiten
afirmar que no necesariamente el turismo tiene que funcionar sobre la
base de bajos salarios y situaciones de abuso patronal. La misma
historia del sector hotelero en España muestra que no siempre las
condiciones laborales han sido como las actuales, y que ha habido
períodos que, a través de la organización y la lucha sindical, los
trabajadores y las trabajadoras conquistaron derechos y mejoras
significativas en sus empresas, como destacan dirigentes sindicales como
Gonzalo Fuentes o Pepi García Lupiáñez en las entrevistas recogidas en el libro Las que limpian los hoteles. Historias ocultas de precariedad laboral (Icaria, 2015).
En realidad, las características del trabajo dependen en gran medida de
la capacidad de los trabajadores y trabajadoras y de sus organizaciones
de saber leer adecuadamente su realidad y tener capacidad de imponer
sus demandas y propuestas al empresariado. Cómo actuar en un mundo
laboral altamente fragmentado es la clave del debate. Cómo reconstruir
la unidad de acción de las diferentes expresiones de organización de los
trabajadores y las trabajadoras el reto principal. Qué alianzas
múltiples y a distintas escalas es necesario activar constituye un
debate central. Pero esto será motivo del análisis compartido a partir
de experiencias concretas y del debate colectivo y, en cualquier caso,
motivo ya de otro artículo.
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