A propósito de las acusaciones y la demanda por incumplimiento de pago que enfrenta Ernesto Cardenal, el Comandante Tomás Borge Martínez, uno de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en un artículo escrito en 2008 puso los puntos sobre la íes en relación a este tema.
Dicho sea de paso, el viernes pasado, debido a errores de procedimiento, un juez civil de Managua anuló el edicto que ordenaba a Cardenal pagar una indemnización de unos 800 mil dólares a su exsocia Nubia Arcia, por incumplimiento de contrato, daños y perjuicios, en relación a un conflicto de propiedad.
La anulación de la notificación permitirá a Cardenal apelar la sentencia dictada en junio pasado.
A continuación, el artículo del Comandante Tomás que se explica por sí mismo:
Disparen sobre Daniel Ortega
por Tomás Borge
Es obvio que se ha desatado una implacable campaña de desprestigio contra los gobiernos desobedientes (léase: los países miembros del ALBA). En este marco, el ataque sistemático al presidente de Nicaragua alcanza visos de cacería de brujas, en la prensa local e internacional. El concierto mediático de calumnias, está siendo orquestado por el desafinado director de siempre y es repetido hasta la náusea por las agencias noticiosas. Acusar en falso, descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre un mismo tema.
Ernesto Cardenal es una estrella de primera magnitud en la literatura nicaragüense. Junto a Rubén, Martínez Rivas, José Coronel y Pablo Antonio, está entre los mayores de nuestra historia. Su estatura se acrecentó con la Revolución Popular Sandinista. Tales afirmaciones no están sometidas a discusión.
Nubia Arcia había apenas acabado la escuela, cuando llegó al archipiélago de Solentiname. Venía de profesora a la comunidad que el monje trapense había fundado entre los campesinos y pescadores del lago Cocibolca. Eran tiempos de Somoza. Bajo el influjo del maestro, Nubia se hizo poeta. Un día, los jóvenes decidieron practicar el evangelio: abandonaron sus islas y en el nombre de Sandino asaltaron el cuartel de San Carlos. Nubia estaba entre ellos.
El líder de esos muchachos se llamaba Alejandro Guevara. Alejandro era el discípulo dilecto de Ernesto: fue teólogo campesino, poeta popular, pintor primitivista; llegado el momento se hizo guerrillero. Fue marido de Nubia y padre de sus muchos hijos.
Al triunfo de la revolución, el padre Cardenal partió a la capital a ocuparse del Ministerio de Cultura; Alejandro Guevara tuvo a su cargo la defensa de la frontera sur, en la guerra financiada por Ronald Reagan; Nubia se quedó en Solentiname, acogiendo a los peregrinos que buscaban el paraíso, en un hotelito que ella misma fue haciendo nacer a pulso. El "Hotel Mancarrón" fue obra de su esfuerzo.
Tras la muerte de Alejandro, la comunidad de Solentiname le otorgó a su viuda la concesión del hotelito por los siguientes quince años (hasta que el último de los niños cumpliera la mayoría de edad: el 2010). Casi de inmediato, comenzaron las maniobras para arrebatárselo.
Inmanuel Zerger llegó de Alemania, donde había nacido, surcando las aguas del Cocibolca con una orquesta sinfónica a bordo. De las pangas hizo descender violines y fagots, la tuba y el contrabajo. Cuando los primeros acordes resonaron entre las islas, el Poeta exclamó: “Este hombre es un santo…”. Nubia lo hizo su esposo.
Hace más de diez años que Ernesto Cardenal, en su calidad de presidente de la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, pretende despojar a Nubia Arcia e Inmanuel Zerger de la gestión del hotel. Se ha valido de artimañas que no están a la altura de su imagen de profeta revolucionario: les ha mandado a cerrar el hotel en varias ocasiones, espantando a los turistas que se encontraban alojados; les ha hecho confiscar el mobiliario; los ha desprestigiado a los cuatro vientos. A alguna de esas "injurias y calumnias" es que se refiere el reciente juicio.
Ernesto Cardenal ha convertido el veredicto que lo acusa, en su enésimo ataque contra Daniel Ortega. Usando su enorme prestigio de poeta como tribuna mediática, ha dicho que no acatará la sentencia (que lo obliga a pagar mil dólares de resarcimiento moral a los injuriados) y ha desafiado a que lo metan preso, sabiendo que en Nicaragua ninguna persona mayor de 70 años va a la cárcel. Hábilmente, ha volteado la tortilla y en lugar de aparecer disputándole un bien terrenal a la viuda de un héroe, se hace pasar por víctima de la revancha política del Presidente de la Nación.
“Ahí viene el lobo”, grita el lobo con piel de oveja. Y la alharaca convoca a ingenuos y a zamarros, a solidarios y a malintencionados, a abejas de noble linaje y una lluvia de moscas que no se la pierden… “Disparen sobre Daniel Ortega”. Por desgracia, habemos seres humanos vulnerables, como los dirigentes del FSLN y otros como Cardenal, cuya fama los hace intocables.
La maquinaria publicitaria se arma en un dos por tres. Ella no duerme, está siempre alerta. El director desafinado convoca bloggers y agencias noticiosas, periodistas nacionales baqueanos en desprestigiar sandinistas y estrellas internacionales que, un poco desubicados, disparan sobre el blanco móvil. Se arman listas de adhesión a las que se inscriben (sin saber o sabiéndolo) las celebridades que avalarán la jugada. Todos quieren salir en la foto. El Pen Club inscribe en bloque a sus socios, sin consultar con los firmatarios (le sucedió a Arturo Corcuera). Acusar en falso, descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre un mismo tema.
Dicho sea de paso, el viernes pasado, debido a errores de procedimiento, un juez civil de Managua anuló el edicto que ordenaba a Cardenal pagar una indemnización de unos 800 mil dólares a su exsocia Nubia Arcia, por incumplimiento de contrato, daños y perjuicios, en relación a un conflicto de propiedad.
La anulación de la notificación permitirá a Cardenal apelar la sentencia dictada en junio pasado.
A continuación, el artículo del Comandante Tomás que se explica por sí mismo:
Disparen sobre Daniel Ortega
por Tomás Borge
Es obvio que se ha desatado una implacable campaña de desprestigio contra los gobiernos desobedientes (léase: los países miembros del ALBA). En este marco, el ataque sistemático al presidente de Nicaragua alcanza visos de cacería de brujas, en la prensa local e internacional. El concierto mediático de calumnias, está siendo orquestado por el desafinado director de siempre y es repetido hasta la náusea por las agencias noticiosas. Acusar en falso, descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre un mismo tema.
Ernesto Cardenal es una estrella de primera magnitud en la literatura nicaragüense. Junto a Rubén, Martínez Rivas, José Coronel y Pablo Antonio, está entre los mayores de nuestra historia. Su estatura se acrecentó con la Revolución Popular Sandinista. Tales afirmaciones no están sometidas a discusión.
Nubia Arcia había apenas acabado la escuela, cuando llegó al archipiélago de Solentiname. Venía de profesora a la comunidad que el monje trapense había fundado entre los campesinos y pescadores del lago Cocibolca. Eran tiempos de Somoza. Bajo el influjo del maestro, Nubia se hizo poeta. Un día, los jóvenes decidieron practicar el evangelio: abandonaron sus islas y en el nombre de Sandino asaltaron el cuartel de San Carlos. Nubia estaba entre ellos.
El líder de esos muchachos se llamaba Alejandro Guevara. Alejandro era el discípulo dilecto de Ernesto: fue teólogo campesino, poeta popular, pintor primitivista; llegado el momento se hizo guerrillero. Fue marido de Nubia y padre de sus muchos hijos.
Al triunfo de la revolución, el padre Cardenal partió a la capital a ocuparse del Ministerio de Cultura; Alejandro Guevara tuvo a su cargo la defensa de la frontera sur, en la guerra financiada por Ronald Reagan; Nubia se quedó en Solentiname, acogiendo a los peregrinos que buscaban el paraíso, en un hotelito que ella misma fue haciendo nacer a pulso. El "Hotel Mancarrón" fue obra de su esfuerzo.
Tras la muerte de Alejandro, la comunidad de Solentiname le otorgó a su viuda la concesión del hotelito por los siguientes quince años (hasta que el último de los niños cumpliera la mayoría de edad: el 2010). Casi de inmediato, comenzaron las maniobras para arrebatárselo.
Inmanuel Zerger llegó de Alemania, donde había nacido, surcando las aguas del Cocibolca con una orquesta sinfónica a bordo. De las pangas hizo descender violines y fagots, la tuba y el contrabajo. Cuando los primeros acordes resonaron entre las islas, el Poeta exclamó: “Este hombre es un santo…”. Nubia lo hizo su esposo.
Hace más de diez años que Ernesto Cardenal, en su calidad de presidente de la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, pretende despojar a Nubia Arcia e Inmanuel Zerger de la gestión del hotel. Se ha valido de artimañas que no están a la altura de su imagen de profeta revolucionario: les ha mandado a cerrar el hotel en varias ocasiones, espantando a los turistas que se encontraban alojados; les ha hecho confiscar el mobiliario; los ha desprestigiado a los cuatro vientos. A alguna de esas "injurias y calumnias" es que se refiere el reciente juicio.
Ernesto Cardenal ha convertido el veredicto que lo acusa, en su enésimo ataque contra Daniel Ortega. Usando su enorme prestigio de poeta como tribuna mediática, ha dicho que no acatará la sentencia (que lo obliga a pagar mil dólares de resarcimiento moral a los injuriados) y ha desafiado a que lo metan preso, sabiendo que en Nicaragua ninguna persona mayor de 70 años va a la cárcel. Hábilmente, ha volteado la tortilla y en lugar de aparecer disputándole un bien terrenal a la viuda de un héroe, se hace pasar por víctima de la revancha política del Presidente de la Nación.
“Ahí viene el lobo”, grita el lobo con piel de oveja. Y la alharaca convoca a ingenuos y a zamarros, a solidarios y a malintencionados, a abejas de noble linaje y una lluvia de moscas que no se la pierden… “Disparen sobre Daniel Ortega”. Por desgracia, habemos seres humanos vulnerables, como los dirigentes del FSLN y otros como Cardenal, cuya fama los hace intocables.
La maquinaria publicitaria se arma en un dos por tres. Ella no duerme, está siempre alerta. El director desafinado convoca bloggers y agencias noticiosas, periodistas nacionales baqueanos en desprestigiar sandinistas y estrellas internacionales que, un poco desubicados, disparan sobre el blanco móvil. Se arman listas de adhesión a las que se inscriben (sin saber o sabiéndolo) las celebridades que avalarán la jugada. Todos quieren salir en la foto. El Pen Club inscribe en bloque a sus socios, sin consultar con los firmatarios (le sucedió a Arturo Corcuera). Acusar en falso, descontextualizar, mentir sin pudor “que algo queda...”. Variaciones sobre un mismo tema.
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