viernes, 14 de octubre de 2016

Nicaragua: Granada, ¿quién se beneficia del turismo?

Carlos Adampol Galindo
Su desarrollo no parece haberse distribuido de forma equitativa

Por Giorgio Trucchi | Alba Sud

Granada es, sin lugar a duda, uno de los mayores atractivos turísticos de Nicaragua. Situada en la ribera del Lago Cocibolca a tan sólo 45 km al sureste de la capital, esta ciudad colonial atrae cada año a casi un millón de visitantes, y se calcula que entre el 70 y 80% de las personas que visitan Nicaragua pasan por Granada. Esto también es el reflejo del gran crecimiento que el turismo ha tenido en este país centroamericano durante la última década.

De acuerdo con el más reciente informe del Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR), casi 1,5 millones de visitantes llegaron a Nicaragua durante el año pasado (2015), lo cual representa un crecimiento del 4,3% en comparación con el año anterior. La estadía promedia fue de 8,7 días y fueron 44 los cruceros que llegaron al país con casi 47 mil excursionistas desembarcados. La actividad turística generó 528 millones de dólares, con un crecimiento del 18,7%, y representó el 21,8% del total de las exportaciones, colocándose como el “producto” que más divisa genera al país.

Para dimensionar la importancia que tiene Granada y el departamento que lleva el mismo nombre en este contexto de desarrollo de la industria turística nicaragüense, es necesario analizar con mucha atención los datos que el INTUR ofrece en su informe. Los centros turísticos que esta instancia gubernamental administra recibieron el año pasado más de 2,3 millones de visitantes entre nacionales e internacionales, con una tasa de crecimiento del 18,8%. Granada incidió por el 53,5% sobre ese resultado.

 Nicaragua dispone de 1,057 establecimientos turísticos, el 52% de los cuales están situados en los departamentos de Managua, Rivas, Granada y León. Además de ser el segundo departamento con mayor oferta turística de alojamiento (12,3% a nivel nacional), Granada ha experimentado en los últimos 4 años un crecimiento del 59% en cuanto a habitaciones y del 76% en cuanto a establecimientos turísticos. Un boom sin precedentes que seguramente mantendrá estos niveles de crecimiento durante el año en curso.

La Granada desconocida
Granada ha cambiado mucho en las últimas dos décadas, pero ¿quiénes de verdad se están beneficiando de este boom? “En los años 80 y 90, Granada vivía de la agricultura y la pequeña industria, actividades que fueron desapareciendo por las políticas neoliberales implementadas por los gobiernos de turno. Este ‘vacío’ fue llenado de forma paulatina por una incipiente industria turística que buscaba nuevos destinos exóticos”, dijo a Alba Sud, Ángel Arévalo, secretario general del Sindicato de Trabajadores de Hoteles, Restaurantes y Similares del Departamento de Granada (Sthresgra).

Es a partir del nuevo siglo que la industria turística hunde el pie en el acelerador. “Llegaban cantidades de extranjeros atraídos por los bajos precios de los inmuebles y por la presencia de autoridades locales complacientes con una dinámica acaparadora y extranjerizadora. En poco tiempo se adueñaron de todo el centro histórico y de la parte colonial de la ciudad. Hasta crearon sociedades con los granadinos adinerados, que cedieron sus casas y se metieron en el negocio de hotelería y gastronomía. Los precios de los terrenos y de las casa comenzar a aumentar significativamente en toda la ciudad, y las familias menos acomodadas que habían vendido su propiedad fueron ‘expulsadas’ hacia los barrios marginales”, recordó Arévalo.

 Pero eso nada más fue el inicio. “Lo que sufrimos no fue solamente una ‘invasión’ que comportó la pérdida de costumbres y tradiciones, sino sobre todo un verdadera desnaturalización de nuestro patrimonio original. Se conformaron cadenas de bares y restaurantes que fueron creciendo y alteraron drásticamente el aspecto y la arquitectura originaria. Es cierto que la ciudad se mira más bonita e atrae a grandes cantidades de turistas, pero el costo social ha sido muy duro”, explicó el dirigente sindical.

Costos sociales

Uno de los costos sociales que más está impactando en Granada es el crecimiento de la prostitución, en particular la infantil, y el consumo de sustancias prohibidas. Arévalo indicó que existe una connivencia entre un sector de los propietarios de hoteles y la explotación sexual comercial. “Para no ser detectadas por las autoridades policiales y de gobierno, las menores de edad salen después de las 11 o 12 de la noche y van a tocar la puerta de hoteles, hostales y pensiones. Preguntan si ‘hay extranjeros’ y ofrecen parte de su ganancia a cambio de que las dejen entrar. A veces son los mismos dueños que las mandan a traer cuando el cliente pide ‘compañía’ o que las contratan como camareras para después prostituirlas. Los extranjeros jubilados son los que más buscan a niñas menores de edad”, manifestó a Alba Sud.

La explotación laboral es otro de los tantos “efectos colaterales” de la expansión turística. “La inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras son temporales, no llegan a ganar ni siquiera el salario mínimo y no tienen derecho a prestaciones sociales. Hay muchos casos donde su único salario es la propina que logran recoger durante las largas jornadas de trabajo”, dijo Arévalo.

De acuerdo a sus declaraciones, hay propietarios de hoteles de cuatro o cinco estrellas o restaurantes de lujo que, con tal de pagar el salario mínimo que corresponde a una categoría inferior -en este caso la de la micro, pequeña y mediana empresa turística- hasta declaran una cantidad mínima de empleados con contratos permanentes.

 No es de sorprenderse, entonces, si organizarse sindicalmente en el sector turismo sigue siendo un sueño difícilmente alcanzable. “Con mucho esfuerzo y de forma clandestina logramos conformar este sindicato que opera a nivel departamental, pero por el momento solamente hemos podido sindicalizar a un escaso 5% de la masa laboral del sector. Hay mucha rotación de personal, son empleos temporales y, sobre todo, las personas tienen miedo a ser despedidas como represalia patronal”, aseveró el secretario general del Sthresgra.

Como es el caso de tres trabajadores que laboraban en un restaurante en el malecón de Granada, y que se acercaron al sindicato para conocer más sobre derechos laborales. “Su situación era de total explotación. Trabajaban hasta las 3 o 4 de la mañana y ganaban entre 40 y 50 dólares al mes. Cuando el dueño se percató de este acercamiento los despidió. Ahora los estamos asesorando y llevamos el caso a los tribunales”, dijo Arévalo.

Otro caso emblemático es el de los coches de caballos, uno de los atractivos de Granada. Hace unos años eran los propios dueños a conducirlos, pero el aumento de impuestos a raíz de la expansión turística prácticamente los obligó a venderlos a inversionistas extranjeros. Ahora, los antiguos propietarios nacionales se han convertido en empleados.

La retahíla del turismo y el desarrollo


En todo Centroamérica, y Nicaragua no es la excepción, los gobiernos presentan al sector turismo como la punta de lanza para la generación de empleo, la captación de divisas, la generación de beneficios para las comunidades receptoras. Ya es casi una retahíla. Sin embargo, en muy pocas ocasiones las autoridades nacionales se preocupan de qué empleo y beneficios estamos hablando y adónde va todo esto dinero.

 “Es cierto que el turismo trae inversión y empleo, pero para que esto funcione hay que tomar en cuenta la parte social. Hay que impulsar una alianza tripartita que promueva el respeto a las leyes y al patrimonio histórico, cultural y tradicional. Asimismo, que se comprometa con la lucha por la erradicación de la prostitución y el consumo de sustancias prohibidas. Hasta el momento el papel de las autoridades ha sido muy débil”, concluyó Arévalo.


Este artículo se realiza en el marco del proyecto "Turismo responsable, derechos humanos y trabajo decente" ejecutado por Alba Sud con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona - Programa Barcelona Solidaria convocatoria 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se eliminarán los comentarios que contienen vulgaridades o elementos de violencia verbal