Al son de los muertos vivientes bailan las momias de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), esos que resucitan cada vez que se acercan los estelares momentos electorales. En la Asamblea anual que congrega a todo el corporativismo mediático se hicieron llamados de atención por parte del patrón gringo al licenciado en Comunicación Social, se definieron estrategias de propaganda con trenzas de cipayaje y una vez más lograron conquistar la atención de las agencias de prensa hispanohablantes como EFE para replicar y repetir y estornudar al resto de medios "independientes" de la región, todo eso desde Charleston at Saud Carolaina.
Asdrúbal Aguiar leyó el informe que predicó una vez más el "totalitarismo mediático" del régimen venezolano en pugna con los intereses imperiales. Como ya no redacta sentencias como juez en la CIDH para socavar cualquier intento de soberanía en la región, pues hace respiración boca a boca a cadáveres como El Nazional, cuyo representante Miguel Henrique Otero mostró el ombligo ante el sol norteamericano y la audiencia global, esperanzado ahora sí de vivir los tiempos de Lusinchi sin el chavismo estorbándole la vista. Aguiar y Otero armaron la sinfonía disonante y correspondiente anunciada desde el editorial del 3 de octubre del periódico en merma, donde se calificó de fascista al chavismo en pleno seguros de que quien le dictaba a la secretaria estaba realmente hablando frente al espejo.
Otero, quien se fue demasiado a los Iunáite sin faltarle los dólares que tanto pregona para la compra de papel reciclable (de este complejo de parásito no se salva la derecha), avisó de ser el próximo político preso de la "dictadura" más extraña del mundo. Una demanda lo espera ante la Justicia venezolana y, como buen cobarde, intenta frentear a lo Vecchio: desde tuíter y con chismorreo mediático incluido. Ya había sobreestimado desde su bodrio propagandístico la Asamblea de la SIP, la OEA de la prensa corporativa.
Marcel Granier también tuvo su momento para exigir, como lo hace una miss con la paz mundial, que le devolvieran lo que en 2007 perdió. Pura bulla, puesto que ni generación de relevo consiguió para esta larga carrera en la que ya no participa por haber trotado al ritmo de estos muertos vivientes.
No faltó entre los zombis uno que, cuando puede, repite lo mismo desde que se declaró más liberal que Adam Smith: Mario Vargas Llosa otra vez tuvo su turno de echar un poco de formol al forum de Charleston. Tuvo hora y media de conversación con Andrés Oppenheimer para seguir regurgitando los mismos lugares comunes antibolivarianos. Recordó a Padmé, personaje de la Guerra de las Galaxias, cuando al final del diálogo toda la audiencia aclamó al peruano: "Así muere la credibilidad: con un estruendoso aplauso".
La única sentencia con la que podemos estar de acuerdo es la que reza que el "periodismo independiente" está fracturado en ciertos países que componen la Unasur. Fractura que precisamente no tiene la rúbrica de Cristina Fernández ni la de Diosdado Cabello, sino la de sus mismas líneas editoriales que, consagrando con loas y flores a las Guyanas y Colombias de sus circunstancias, levantan picos y palas en su propio detrimento. Y no hay Alzheimer que valga por un 11 de abril de 2002. Ganadores de la medalla de oro en Hara-kiri.
Ciertamente la SIP tiene el mismo "portento" de la OEA. Lo que no sabemos aún es la dirección del cementerio donde yace esta última.
Otero, quien se fue demasiado a los Iunáite sin faltarle los dólares que tanto pregona para la compra de papel reciclable (de este complejo de parásito no se salva la derecha), avisó de ser el próximo político preso de la "dictadura" más extraña del mundo. Una demanda lo espera ante la Justicia venezolana y, como buen cobarde, intenta frentear a lo Vecchio: desde tuíter y con chismorreo mediático incluido. Ya había sobreestimado desde su bodrio propagandístico la Asamblea de la SIP, la OEA de la prensa corporativa.
Marcel Granier también tuvo su momento para exigir, como lo hace una miss con la paz mundial, que le devolvieran lo que en 2007 perdió. Pura bulla, puesto que ni generación de relevo consiguió para esta larga carrera en la que ya no participa por haber trotado al ritmo de estos muertos vivientes.
No faltó entre los zombis uno que, cuando puede, repite lo mismo desde que se declaró más liberal que Adam Smith: Mario Vargas Llosa otra vez tuvo su turno de echar un poco de formol al forum de Charleston. Tuvo hora y media de conversación con Andrés Oppenheimer para seguir regurgitando los mismos lugares comunes antibolivarianos. Recordó a Padmé, personaje de la Guerra de las Galaxias, cuando al final del diálogo toda la audiencia aclamó al peruano: "Así muere la credibilidad: con un estruendoso aplauso".
La única sentencia con la que podemos estar de acuerdo es la que reza que el "periodismo independiente" está fracturado en ciertos países que componen la Unasur. Fractura que precisamente no tiene la rúbrica de Cristina Fernández ni la de Diosdado Cabello, sino la de sus mismas líneas editoriales que, consagrando con loas y flores a las Guyanas y Colombias de sus circunstancias, levantan picos y palas en su propio detrimento. Y no hay Alzheimer que valga por un 11 de abril de 2002. Ganadores de la medalla de oro en Hara-kiri.
Ciertamente la SIP tiene el mismo "portento" de la OEA. Lo que no sabemos aún es la dirección del cementerio donde yace esta última.
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