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Estampas poco creíbles de un país a medida de las empresas
Por Daniel Gatti | Rel-UITA
Son ya 18 los trabajadores de la empresa de transporte La Limpeña que se han crucificado –literalmente crucificado- para reclamar por su salario, sus condiciones de trabajo y su derecho a organizarse sindicalmente.
La medida fue iniciada el 1 de julio por diez trabajadores, a los que se sumaron días después otros cuatro, entre ellos dos mujeres, y otros cuatro esta misma semana. Están clavados a cruces de madera, tirados en el suelo en una parada de la línea 49 de autobuses.
Cuatro de ellos se cosieron los labios con clavos de seis milímetros.
Protestan por el despido injustificado de 51 de sus compañeros, a los que la empresa, propiedad de un diputado, el liberal Celso Maldonado, y allegado al ministro de Trabajo de Paraguay, puso en la calle simplemente por pretender formar un sindicato.
“Puede parecer increíble, pero estas cosas pasan en Paraguay. Hay que hacer medidas extremas como estas porque los derechos laborales son pisoteados, vapuleados”, declaró a La Rel Juan Villalba, dirigente de la Federación Paraguaya de Trabajadores del Transporte.
“Son compañeros que están así, crucificados, hace semanas sin que el gobierno reaccione. Es más, el ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, es cómplice de lo que sucede”, dijo.
Villalba habló con La Rel mientras se realizaba una manifestación sindical ante la sede del Ministerio de Trabajo en Asunción en reclamo por la situación de los 18 crucificados.
“No se les pagan vacaciones, trabajan muchas más horas de las que debieran, no tienen seguro social, y encima no se les permite agruparse sindicalmente y se los despide. Es un drama, pero es posible porque aquí los empresarios tienen una impunidad brutal”, afirmó.
Una fiscal llegó al colmo de imputar a los trabajadores que llevan a cabo la medida de “perturbar la paz pública”.
Dos años atrás, en setiembre de 2013, 10 conductores de unidades de transporte de la compañía La Vanguardia permanecieron clavados a cruces durante más de dos meses, también porque una decena de sus compañeros habían sido despedidos por intentar constituir un sindicato.
Cuando llegó al gobierno con sus aires de empresario exitoso, el presidente Horacio Cartes prometió que haría de Paraguay un país a medida de los inversores.
Un país, dijo, en el que los “generadores de riqueza” pudieran moverse a sus anchas, sin limitación alguna, y en el que los sindicatos no molestarían. Lo está cumpliendo.
Fuente: Rel-UITA
Cuatro de ellos se cosieron los labios con clavos de seis milímetros.
Protestan por el despido injustificado de 51 de sus compañeros, a los que la empresa, propiedad de un diputado, el liberal Celso Maldonado, y allegado al ministro de Trabajo de Paraguay, puso en la calle simplemente por pretender formar un sindicato.
“Puede parecer increíble, pero estas cosas pasan en Paraguay. Hay que hacer medidas extremas como estas porque los derechos laborales son pisoteados, vapuleados”, declaró a La Rel Juan Villalba, dirigente de la Federación Paraguaya de Trabajadores del Transporte.
“Son compañeros que están así, crucificados, hace semanas sin que el gobierno reaccione. Es más, el ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, es cómplice de lo que sucede”, dijo.
Villalba habló con La Rel mientras se realizaba una manifestación sindical ante la sede del Ministerio de Trabajo en Asunción en reclamo por la situación de los 18 crucificados.
“No se les pagan vacaciones, trabajan muchas más horas de las que debieran, no tienen seguro social, y encima no se les permite agruparse sindicalmente y se los despide. Es un drama, pero es posible porque aquí los empresarios tienen una impunidad brutal”, afirmó.
Una fiscal llegó al colmo de imputar a los trabajadores que llevan a cabo la medida de “perturbar la paz pública”.
Dos años atrás, en setiembre de 2013, 10 conductores de unidades de transporte de la compañía La Vanguardia permanecieron clavados a cruces durante más de dos meses, también porque una decena de sus compañeros habían sido despedidos por intentar constituir un sindicato.
Cuando llegó al gobierno con sus aires de empresario exitoso, el presidente Horacio Cartes prometió que haría de Paraguay un país a medida de los inversores.
Un país, dijo, en el que los “generadores de riqueza” pudieran moverse a sus anchas, sin limitación alguna, y en el que los sindicatos no molestarían. Lo está cumpliendo.
Fuente: Rel-UITA
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